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Y entonces, se levantó de la cama y la obligó a ponerse en pie.

—¿Qué? –preguntó ella, alarmada.

—No pienso besarte a través del vestido –ella se echó a reír, y permitió que él la girara para bajarle el cierre. Cuando él se quedó quieto a su espalda, Diana se giró a mirarlo con una sonrisa.

—¿Ya te arrepentiste? –él la miró con una indescifrable expresión. Estaba pálido, y tenía la respiración agitada—. ¿Dan? –lo llamó ella, asustada.

—Tú… —él señaló su espalda, y Diana cerró sus ojos comprendiendo. Él había visto el tatuaje.

—Lo siento.

—¿Qué? –exclamó él. Cuando ella guardó silencio, él cerró sus ojos con fue

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