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Diana sintió de nuevo todas esas sensaciones invadirla mientras Daniel la besaba y paseaba las manos por su cuerpo. Él se estaba deleitando recorriéndola con sus manos y con su boca, y tuvo que agradecer al cielo toda la experiencia que él había recogido a lo largo de su vida, pues toda la estaba disfrutando ella ahora.

Si Daniel fuera menos experimentado, o más ansioso, ya habría dado algún paso en falso, pero llevaban cinco días casados y hasta ahora, él había sabido controlarse.

Sólo cinco días casados, pensó; les faltaba el resto de la vida. Y eso la asustaba.

Daniel le besó los labios y ella respondió con ansias. Lo abrazó con sus piernas y él tuvo que separarse para mirarla a los ojos.

Ella estaba elevando sus caderas y rozándolo, sabiendo que lo que tenía entre las piernas era una erección tormentosa.

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