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Daniel le dio un trago a su whiskey, y agradeció la aspereza del licor bajar por su garganta y su calor invadirlo. Respiró profundo y dejó el vaso en la bandeja que Amy había traído.

Sandra debía estar embarazada cuando le preguntó a Stephen acerca de sus intenciones con el matrimonio, y no esperó a ver si lo que había dicho él en ese momento era cierto, o si al verla a ella encinta, o al ver al niño, cambiaría de opinión.

Se había formado un juicio de él muy certero. Era mujeriego, soltero empedernido, denigraba el matrimonio, y había amenazado con hacer exactamente lo que ya antes otro hombre que ella había amado había hecho: casarse con una rica heredera dejándola a ella de lado sin contemplaciones.

Al estar embarazada y hallarse sin opciones, huyó. Nunca se lo dijo, pues, ¿para qué? No necesitaba herederos,

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