Ayyyyyyyyyy que esto está cada vez mejor!
MarinaMe congelo.Siento como si toda la habitación hubiese quedado suspendida y en mis oídos lo único que escucho es un pitido agudo que ni siquiera sé si es real o no.Pero es que en lo único que puedo pensar, es en las palabras que este… que este hombre acaba de decir, porque no puede ser verdad.No.No, no, no.Lo escuché mal.Estoy tan golpeada, tan aturdida, tan jodidamente dolida que… debí entender mal.—¿Qué… qué dijiste? —mi voz apenas es un murmullo rasgado.Mi padre —no. Ese hombre. Ese maldito— sonríe como si acabara de ganar una partida.Él se cruza de brazos y me mira como si disfrutara del momento.—Lo que escuchaste. No eres mi hija, Marina. Nunca lo fuiste.Niego. Instintivamente. Como si el cuerpo supiera antes que la mente que no puedo aceptar esto.—Estás mintiendo —escupo, llevándome las manos al cuello aún adolorido—. Solo quieres joderme la cabeza. Siempre lo has hecho. Siempre has sido un mentiroso, un manipulador, un maldito…Él se carcajea, lento y podrido co
SalvadorEl silencio que llena mi mente al escuchar las palabras de Renata se queda conmigo mientras salgo de la sala de interrogatorios y continúa mientras sigo mi camino hacia la salida de la comisaría.A la lejanía se filtran voces pero es como si estuviera bloqueado, como si lo único que pudiera escuchar en mi mente son las palabras de Renata y de inmediato viene a mi cabeza toda la m4ldita investigación que Alex me dio sobre la basura que es Joseph Rivera, el padre alcohólico, maltratador y ex policía de Marina.Nunca pensé que ese malnacido estuviera involucrado en esto, no me conoce, no tiene nada que ver conmigo ¿Entonces por qué robarme?Y a todas estas ¿De dónde se conoce con Renata y su hermano? Ella ya no quiso volver a contestar nada y pidió que llamaran a su abogado, lo que me deja atado de manos en lo que se refiere a ella para encontrar información.Pero lo que realmente me jode y hace que la furia me llene desde dentro, es el hecho de que yo lo investigué, leí sobre él
SalvadorHan pasado más de cuarenta y ocho horas desde que Marina desapareció.Más de dos malditos días.Y no hay ni una sola señal clara de dónde está.No he dormido más de tres o cuatro horas desde entonces. Cada vez que cierro los ojos solo puedo ver su rostro, su cuerpo golpeado en esa cámara de seguridad, lo cansada que se veía… la forma en que apenas podía caminar. Y yo la eché. Yo la empujé directo a la boca del lobo.Camino por el pasillo de la mansión con los ojos inyectados en sangre. La mayoría de los empleados me evita la mirada, pero aun así siento sus ojos en mi espalda. Sé lo que están pensando. Saben que Marina no está. Que algo pasó. Que esta casa —esa en la que solían escucharse risas y peleas suaves entre nosotros— ahora parece una maldita tumba.Justo cuando llego al estudio, la puerta principal se abre con fuerza.No necesito girarme para saber quién es.—¡Tenemos algo! —dice Federico, su voz es dura, sin aliento. Lo acompaña Alex, igual de tenso, los dos se ven ta
MarinaHan pasado poco más de cuarenta y ocho horas desde que me quitaron lo poco que me quedaba de libertad. Por momentos siento que estoy metida en una pesadilla y nada de lo que estoy viviendo es real, pero luego Daniel empieza a tener una infección en una de sus heridas, la fiebre lo azota y me doy cuenta de que es mi realidad y es un infierno.Mi infierno.El encierro, la oscuridad, el dolor y el miedo me han dejado cicatrices más profundas que cualquier golpe. Estoy en un cuarto húmedo, sin ventanas, con una bombilla que parpadea cada ciertos segundos como recordándome que sigo aquí.Daniel está recostado contra la pared, su fiebre ha bajado un poco desde anoche, pero sigue débil, el miedo a perderlo, a que las cosas se compliquen, a que muera aquí en este cuarto mugriento no me dejan de perseguir. A veces me pregunto cómo es que aún sigue luchando, él lleva tres veces el tiempo que yo aquí y sigue en pie. Yo… yo solo me mantengo en pie por él. Por esa promesa silenciosa que l
MarinaEl calor de la cocina es asfixiante. El aire está impregnado de especias, humo y tensión. El restaurante está al tope, los pedidos entran y salen a una velocidad frenética, y apenas tengo tiempo para respirar.—¡Esa mesa seis todavía no tiene su orden! —grito mientras revuelvo una salsa en el fuego.—¡Ya el saco, jefa! —responde una de las cocineras.Todo marcha bien... hasta que lo veo venir.Mateo, el jefe de meseros, cruza la cocina con la expresión de alguien a punto de soltar una bomba. Por su cara, algo grande está pasando.—Marina… —su voz baja un par de tonos—. Acaba de llegar un cliente importante.Le lanzó una mirada impaciente.—Mateo, tenemos el restaurante lleno de clientes importantes. ¡Define "importante"!Él me mira fijamente.—Uno de los magnates más influyentes de la ciudad. Un socialite.Un leve murmullo se levanta entre los cocineros. Algunos se detectan un instante. Hasta los fogones parecen hacer una pausa.Siento una leve punzada de adrenalina. Si un homb
MarinaDos meses despuésLa cremallera del vestido se atasca justo a la mitad de mi espalda.—¡Maldita sea! —gruño, estirando el brazo en un ángulo imposible para intentar subirla.Estoy a punto de rendirme cuando mi teléfono vibra sobre la cama. Clara.— ¿Qué pasó? —contesto sin aliento, todavía luchando con el maldito vestido.—Pasó que espero que estés lista. No me digas que todavía no has salido de tu casa.Ruedo los ojos.—Estoy en ello, no seas tan dramática. Además, ¿estás segura de que este tipo vale la pena? No quiero otra cita con un soso sin conversación ni personalidad.—Marina, confía en mí. Yo jamás te pondría en una situación así.—Oh, por favor. ¿Te recuerdo el desastre del mes pasado?—Eso no cuenta. Me lo recomendaron, pero nadie me dijo que tenía el carisma de una piedra.Suelto una risa sarcástica mientras forcejeo con la cremallera.—Está bien, entonces dime la verdad. ¿Ya le advertiste cómo soy?Silencio. Luego, Clara suspira.—A ver, ¿a qué te refieres?—No te h
MarinaMarinaEsto tiene que ser una maldita broma.Por unos segundos no lo reconozco. No consigo ubicar la imagen del hombre imponente frente a mi, aunque si se me hace familiar.Es solo cuando su rostro se convierte en una mueca de rabia total, que me doy cuenta de quién es la persona que tengo enfrente: Salvador Montenegro.El mismo que fue con su novia al restaurante y le lance un vaso de agua y casi la llamo anorexica. Oh Dios, esto va a ser malo, va a ser realmente malo.La furia en su voz hace que se me me hiele la sangre.Mi cuerpo se tensa automáticamente siento que estoy en negación absoluta.No puede ser él. No puede ser el mismo hombre con el que discutí en el restaurante. Pero lo es.Está sentado detrás de un escritorio de madera oscura, con una puerta imponente, una mano apoyada sobre la mesa y la otra sosteniendo una pluma con aire impaciente. Sus ojos oscuros me taladran con una mezcla de incredulidad y desprecio.Esto es una pesadilla.El abogado que Clara consiguió
SalvadorLa rabia como nunca la he sentido se enciende en mi cuerpo, es algo tan palpable que casi siento que puedo tocarla. No puedo creerlo.Es como si todo fuera parte de una burla cósmica, pues no puedo creer que la mujer que me humilló hace meses en un restaurante, esa misma que Renata odia y se encargó de desacreditar ante todos, está aquí, en mi oficina, frente a mí, diciendo que no tiene el dinero para pagar lo que me debe.Tres millones de dólares.Tres. Malditos. Millones.Mis ojos van hasta ella. Trae puesta ropa medianamente formal, pero aún asi su cuerpo se ajusta a la tela y su pecho se marca por encima de lo normal.En especial cuando cruza los brazos, su postura es desafiante, pero veo el temblor sutil en sus dedos, el leve movimiento de su garganta cuando traga saliva. Está aterrada.Y debería estarlo.—Yo… yo no tengo ese dinero.Mis dientes se aprietan con fuerza, esto es el colmo del descaro. El dinero estaba en su maldita cuenta.Pero por supuesto que no lo tiene