90. El heredero Alfa

90 Omnipresente

El llanto del bebé rompió el silencio de la habitación como un eco que trajo consigo una oleada de alivio y emoción. Todos los presentes, ansiosos y expectantes, soltaron un suspiro de alivio al escuchar el sonido que confirmaba que todo había salido bien, que el bebé ya estaba aquí.

—¡Es un varón! —anunció Santa con una amplia sonrisa, mientras sostenía al pequeño con cuidado y lo envolvía en una manta.

En la cama, Adara, agotada, pero radiante alzó una mano débilmente.

—Mamá, quiero verlo... —murmuró, su voz cargada de emoción y cansancio.

Santa le pasó al bebé con ternura. Adara lo recibió en sus brazos, y al mirarlo, su respiración se detuvo por un momento. El pequeño tenía el cabello del color del chocolate con leche, un tono cálido y profundo que parecía capturar luz propia. Pero lo que más llamó la atención fueron sus ojos: uno de un morado intenso y el otro de un azul cristalino.

—T-tiene... tiene un ojo como el mío —dijo Mason, su voz cargada de incredulidad m
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