49. El Ecograma

—Me vine a casa, Ambra. Estoy exhausta, y debo prepararme para el viaje el viernes.

—Te entiendo, puede ser otro día. Y no olvides que si necesitas hablar de algo que te esté poniendo mal, puedo ser tu confidente.

—Sí, lo agradezco. Pasa una linda noche.

—Igual, nos vemos mañana.

Dejo el aparato en la cama; entonces suspiro a orillas de la colcha. Me saco el calzado, pronto voy al baño a ducharme. Los siguientes días son cruciales, sí o sí Silvain debe saberlo. Hoy en la junta me sentí extraviada, cansada y casi me quedo dormida, claro que mi jefe lo notó y me gané un regaño.

Antes de irme a la habitación, veo mi desnudes ahí, en ese espejo que exclama a voces la verdad. Me pongo de un costado y avisto la pronunciación que ignoré, ahora que cedo con pavor a la realidad, es tangible el estado y mis latidos se disparan.

Hay vida dentro de mí, crece una razón, soy su refugio.

Mientras más toco la zona abultada se restan los temores, nace una sensación desconocida, y solo es cuesti
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