56. Su Oscuridad

Tengo la sensación de que pasaré el día sola en la habitación. Lo presiento; cuando desperté, Silvain ya no estaba. Aún no regresa y ya casi es mediodía, a diferencia de ayer tengo la libertad de salir, pero no estoy segura de andar por Roma sin compañía. Sin embargo, me arreglo, me pongo adecuada y tomo el teléfono antes de ir por la ciudad eterna y respirar ese aire romano.

Las calles están llenas de transeúntes; afluencia normal en un país tan frecuentado por turistas de todo el mundo. La belleza de la capital me envuelve en el paseo, consigo desconectarme de la realidad, de ese tóxico bucle de acontecimientos que despiertan estados de enojo y tristeza.

Saco algunas fotos del recorrido y se las envío a Mila. Sonrío al leer su respuesta, alega que están demasiado hermosas y admite desear estar conmigo, a lo que respondo con un emoji de corazón. Luego vienen las preguntas.

Mila: ¿Estás con Silvain?

Yo: No, salí sola.

Mila: ¿Dónde está ese idiota?

Yo: Salió, y no me quedaría a pa
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