Mi pequeño se apresuró unos días antes de lo previsto y, ese ocho de febrero, en pleno invierno, ha llegado a este mundo. —¿No es la cosita más hermosa de este planeta? —saca el labio inferior mientras toquetea los dedos sobre su preciosa carita. Esbozo una sonrisa. Lo tengo en mi pecho, dándole de comer por primera vez y la sensación es algo extraña, es decir, se siente bonito, ligera estela de nostalgia se queda también; sigo en la habitación de hospital, postrada en una cama y, ansiando el alta para estar en casa. El pequeño Samuele, como decidí llamarle, está cómodo ahí, succionando suave mi pezón. Ese olor a bebé me acorrala el corazón, su tersura, esos ojitos ya se vuelven mi cielo. —Es perfecto, Mila... —emito, dejando escapar un sonoro suspiro. Con la mano donde tengo la via intravenosa, dirijo diversas caricias en su cabeza, no dejo de sorprenderme, tiene mucho cabello, castaño como el mío. Se siente como la lana, sutil. La emoción es fuerte, pero la tristeza quiere igua
«Crecí creyendo mucho tiempo que, las personas a las que amaba, me daban un poco de la misma manera, amor. Es ridículo, estúpidamente patético comerse el cuento, la fantasía de ser querido, más cuando recibes ese afecto, y no sabes que solo se basa en la hipocresía. Decían que, si les tenía un poco de agradecimiento pondría de mi parte para ser mejor, claro que sustituían la palabra "perfección", pero yo siempre lo tuve en claro, quería que fuera perfecto, más cuando Nickolas había muerto, dejándome a mí esa carga pesada, a ser como él, que siempre tuvo en la palma de la mano metas cumplidas. Yo, por el contrario, tan retraído tantas veces, ausentado de la clase y saltando cuestiones que no lograba, lejanas a mis objetivos, mas una obligación para ser alguien en este mundo. Por un momento lo intenté, desistí, luego la presión obtuvo su lugar y ya nada podía apartarme de la perfección. A la edad de veinte años, tres años después de que Nickolas muriera en un accidente de tránsito, m
Desde Los Ojos De Un NarcisistaP.O.V Silvain De Castelbajac•••Tres años después...Lunes, 08 de Mayo. Una pila de papeles sobre el escritorio, el teléfono a cada rato sonando, la secretaria entrando para avisarme de la visita imprevista de Fabrizio, y tengo junta en media hora. Saturado, estresado, estoy al borde de un colapso. Me levanto, enderezando la espalda y me dirijo al minibar. Una copa de whiskey o cuántas sean no aligera la presión que siento ahora. ¡Maldición! Llaman a la puerta. Exasperado me trago el lenguaje soez, la agitación de este día no para. —¿Qué pasa, Micaela? —suelto, ajetreado. —Señor, ¿puedo pasar? Tengo noticias sobre la galería. —dice, desde el otro lado. Mi expresión cambia, «la galería es relevante». —Sí, entra. Bonita cara, cuerpo atractivo y ojos dulces. Hoy trae un vestido ajustado que marca su silueta; es la única secretaria con la que no me involucro aún, ni tengo interés en hacerlo. Casi siempre trae trenzado su cabello rojizo, dándole ese
—Cielo, permíteme un momento, ¿podrías? —lo veo con ojos de cachorrito. Samuele se cruza de brazos. Su actitud me da un poco de gracia. Apenas he llegado de la universidad, Mila se ha ido después de quedarse con el niño, ahora que intento terminar un capítulo, él se aburrió de ver tele y viene a mí para que le haga sus galletas favoritas. ¿Quién puede resistirse a esos grandes ojos celestes? Mi deber como mamá gana, además de que no quiero causarle el llanto. —Quelo galletita, mami. —emite, aferrando mi pierna. —Lo sé, te haré las que quieras, pero luego, ¿dejarás a mamá trabajar en su novela? —Pometido. —sonríe, dándome el meñique, como le enseñó Mila, y lo encierro con el mío. —Te amo, bebé —lo cargo, él me abraza, tan dulce como suele —. Mamá te ama de aquí al infinito, ¿lo sabías? —Sí, mami, yo te quelo también. —frenético me dice, besando mi rostro. A su corta edad mi chiquito es avispado, aprende rápido y cada día me sorprende. Me esfuerzo es ser lo que él necesita, de no
Hace días que le compré estos jeans con tirantes, que junto a la camisa blanca y zapatitos negros se ve precioso. —Mira lo guapo que estás, cielo. Ya solo falta... —alcanzo el cepillo, peino su cabello hacia un lado —. Creo que me enamoré, usted es un apuesto caballero, señor Samuele —bromeo imitando la voz de una fémina chillona y le beso la mano. Se pone a reír, contagiándome al instante. Después lo lleno de muchos besos, agradezco que mi labial sea mate, si no, ya arruinaría su camisita blanca. —Hora de irnos —canturrea mi amiga, asomándose. —¡Tía! —exclama mi pequeño, así de ansioso se pone al verla. —Sí, cariño mío, aquí está tu tía favorita, venga —abre los brazos, él se le va encima y lo atrapa —. Que bien hueles, tesoro. —Tú también. —le dice abrazándola. Me derrito de la ternura. Pronto subimos al deportivo de Gaspard, de saber a dónde vamos me habría ido con mi hijo en mi auto. Durante el trayecto, me siento algo nerviosa, no sé la razón, puede que desconocer el des
Despiadado salta mi corazón golpeando mi pecho. Está a punto de tomar vida propia y salir corriendo por la sala. Es la primera interacción de padre e hijo, y soy una masa emocional, además de cargar con nervios apabullantes. Pero Samuele se queda callado, tímido ante ese desconocido. —Has planeado todo, ¿no es cierto? Gaspard y Mila están involucrados en esto. —añado, incesante urgencia por recriminar. —¿Estás enfadada? Hay mucho por decirte, quiero hablar contigo, por favor. «¿Por favor? viniendo de Silvain es una combinación extraterrestre». —Confundida, me siento traicionada, armaron todo esto a escondidas, ¿por qué? —No creo que quisieras verme después de todo. —¿Por qué estás seguro de que ahora sí? De hecho no quiero verte ni hablarte, no es el momento, ni el lugar y por respeto a mi hijo no sigas, Silvain. —blanqueo los ojos. En ese momento me agarra el brazo, acercándose a mi oído. La amenazante cercanía me mantiene alerta. —Soy un imbécil, el adjetivo que quieras pone
Años después...La primera cita; Silvain escogió un lugar tranquilo, siendo más acogedor y modesto a los que suele acostumbrar. La pasé bien, dos semanas después de la galería, había dado lugar a ese momento que creí nunca llegaría. Atento, amable y detallista. Reunió todo esa noche. El recuerdo arriva de inmediato a mi mente dejándome retrospectiva. La lista de sucesos hermosos, e inimaginables, es interminable. «—Espero te guste, pensé en ti, así que deseo que sea de tu agrado. —la seguridad que suele manejar parece abandonarlo. me guía hasta el interior del restaurante, es cálido, hermoso... No tengo palabras. —Me gusta, mucho —admito. Él sonríe. Vamos a una mesa, apartados del resto, un maïtre no tarda en aparecerse y ofrecernos opciones culinarias que me ponen indecisa. Todo se ve bien. Sin embargo, no pasa mucho cuando el caballero se inclina para escuchar en un secreteo la petición de Silvain. Así que ya no elijo, todo está dicho. —¿Qué le has dicho? —Nos traerá el mejo
El Infierno LaboralLa luz del sol se filtraba a través de las enormes ventanas de cristal del edificio corporativo, iluminando con fuerza el elegante vestíbulo. Para Lucía, sin embargo, el resplandor del día no traía calor, sino un eco frío de su realidad. Había luchado durante meses para conseguir ese trabajo en la prestigiosa firma de Diego Santoro, un hombre conocido tanto por su éxito como por su carácter inflexible. La ansiedad se apoderaba de ella cada vez que cruzaba las puertas de la oficina.“¡Lucía! ¡Por favor, ven aquí!” La voz de Diego resonó en el aire, cortando la calma de la mañana. Su tono era autoritario, y Lucía sintió cómo su estómago se retorcía. “Necesito esos informes de ayer. ¿Dónde están?”“Sí, claro, señor Santoro. Estoy en ello,” respondió ella, intentando mantener la compostura mientras caminaba rápidamente hacia su escritorio. No quería darle más motivos para criticarla. Diego era un hombre de éxito, pero su ego era aún más grande. Cada día, Lucía se enfre