Tiempo de sobra tengo ahora que ya he terminado. Dirijo mis pasos a la habitación y tomo una ducha. Antes de ingresar al baño reviso el teléfono, es un mensaje de Mila dando aviso de su llegada a casa. Cansada por la salida de anoche informa que dormirá. Le contesto y dejo el aparato en medio de la cama. Una cascada fría se desplaza sobre mis músculos, encamina la dirección encima de mi dorsal. Se va el sudor, aligera el cansancio, aunque no haya sido un día pesado. Vuelvo a la habitación, recupero la noción, después de una ida pasajera. Me visto a la velocidad de la luz. Acto seguido, me retiro y voy en busca de eso que me ha dejado con incertidumbre. No se revierte el efecto, sigo pensando en eso, no deja de girar en mi cabeza. El boceto sigue en la mesita de centro, ahí lo he depositado indecisa sobre dejarlo o no en ese lugar. Tal vez Silvain se enfade conmigo, lo mejor era dejarlo dónde estaba, igual ya he limpiado. La escena no se ve como él la dejó. Estoy a punto de retirarm
A la corta, no tengo qué hacer nada más. Pero el idiota de Silvain me retiene hasta que se haga la hora de mi salida; me impone cumplir con el horario. Estoy hasta los cimientos, se supone que ya puedo irme, incluso si mi salida no es aún, pero en vista de que he terminado y él no me da otra demanda, puede permitir que me vaya. «¿Qué diantres le pasa?». Me quedo en la habitación, trato de no perder la paciencia, lo cual es díficil. Las horas van al ritmo de una tortuga, ahora que el tiempo es lento, quisiera arrancarme hebra por hebra. Resoplo. A grosso modo, media hora después escucho doble toque en la puerta; no hace falta pensar mucho sobre quién es, y me tardo adrede antes de abrirle. Silvain, con su máscara de frialdad, me examina en silencio. —¿Puedo irme? —No. Venía a pedirte que vengas a comer, ordené comida china —avisa sin mucho interés. —Gracias, pero no tengo hambre. —He dicho que vengas a comer, Viscardi. Sí tienes hambre, así que deja de mentir. —expresa, altanero
Risitas me despiertan en la noche. Un tanto adormilada parpadeo bajo la oscuridad que se extiende en la habitación. La luna que da su tenue iluminación me ayuda a ubicarme, sin necesidad de encender la lámpara o la luz de la habitación. Cautelosa marcho hacia el exterior, me quedo paralizada al ver a Mila besándose con un hombre, y él se me hace familiar. Están en el pasillo, yo a unos pasos de ellos dos. —Travieso, no estoy sola, nos van a escuchar —vuelve a soltar una risa, enroscada a su cuello. Tal vez deba decir algo, no estoy segura...—Tu amiga debe de estar durmiendo a esta hora, hermosa —expresa y ese acento se me hace conocido. Antes de ser vista entro a la habitación y regreso a la cama, pero es incómodo saber lo que está pasando, se supone que no tendría por qué saberlo. Me tapo la cara con una almohada y el sueño imperecedero por fin va atrapándome hasta no sentir más. Al otro día, un sábado que llega con planes de salida, no es igual a los otros. Sucede que luego de
Estamos en un cine, ubicado en la segunda avenida, calle doce de New York. Numerosas personas llenan la sala, ambas aguardamos la proyección de la película que elegimos, es comedia romántica. En la espera, llevo otro puñado de palomitas de maíz a mi boca, están deliciosas, puedo sentir la delicia de la mantequilla que enbadurna a cada una; le doy un sorbo a la gaseosa. Ladeo la cabeza hacia Mila. Está tecleando en su teléfono, sonríe. Yo suspiro en mi lugar, ya quiero que acabe la publicidad. Instantes después, ha empezado y centro la atención en esa gigantesca pantalla. Río, vivo, me siento bien a la par de una destornillada Mila que me resulta más graciosa que la película. Tras terminar, vamos al baño de damas. Suplica mi vejiga ser vaciada, adviertiendo con explotar si no me doy prisa. Termino de orinar y puedo respirar aliviada, subo el zíper del vaquero y me retiro. Mila, me convida a ir al bar, uno que está cerca y suele ser concurrido por el gentío después del cine. No estoy s
—Hace ya un tiempo, durante la adolescencia fue diagnosticado con el trastorno de la personalidad narcisista. —enuncia, entregándome la verdad de mi jefe, lo que oculta. Me estremezco. El impacto cruje en mis huesos, balea mi corazón, es lo que intuí reparando en su forma de actuar tan extraña. En hilo recuerdo tantos de esos momentos en los que Silvain era ese hombre sintiéndose invencible y único, actuando indiferente y aberrante. Ahora todo cobra más sentido, se aclara la razón de su proceder, pero oscurece el mundo que piso. Nada es bueno, todo trastorno es un problema enorme y este difícil de lidiar. —Lo imaginé, esto es algo... —no encuentro la palabra adecuada. —Terrible, se escapa de sus manos y tiene que ver con su pasado, algo en lo que no voy a escarbar, no me concierne decírtelo, a mí ni siquiera me lo ha dicho todo, lo siento.—Pérdoname a mí, te he presionado y se supone que no debía saber esto así. —expreso apenada. —No, siento que debía ponerte al tanto, solo no l
«Y se encierra en una habitación tan vacía de realidad, donde el eco es silencioso y la decadencia una débil compañía que lo encamina a la soledad sempiterna»....He tenido una pesadilla, un sinsentido que se marchó al abrir los ojos. Rodeo con mis orbes la habitación, desde ese ángulo capto el reinado de la oscuridad. Las persianas están abiertas y avisto diversas luces de otros edificios. New York, "la ciudad que nunca duerme", por eso le cae como un anillo al dedo. No es tan tarde como parece, aquí apenas es la diez de la noche, y en Los Ángeles, tres horas menos. Le marco a Mila, ella no se ha puesto en contacto conmigo, quizá lo ha olvidado, en todo caso tengo razón de preocuparme. —Mila. —Discúlpame, todo está en orden, siento no avisarte como prometí. ¿Aún no duermes? —Sí, me desperté de pronto y decidí marcarte, me alegra que todo marche bien. Imaginé que se te olvidó decirme, descuida.—Es que hace semanas que no veía a mis padres y con todo me he puesto emocional, ahora
Lo único que está deshecho en la habitación de Silvain es la cama, por primera vez estoy ahí y no puedo evitar el estudio; es más espaciosa que la de su ático, la distinción y el lujo predominan y quedo boquiabierta. Es evidente que su color favorito es el gris, aquí no hay azul, sino un blanco que lo acompaña y el negro que exalta la elegancia, también esa frialdad calando hondo. Los elementos se imponen, destacando la enorme cama con mesillas de noches a los costados dónde permanecen lámparas de cristal, una gran pantalla apagada. Cuenta con chimenea, un enorme cuarto de armario, baño de ensueño, cierro la puerta; Las cortinas se baten con el viento, y es que al correrlas me topo con las corredizas de vidrio acristalados que dan a un balcón. La altura regala un panorama hermoso y el viento llega a brizar mi pelo; no es como el que ese deja apreciar desde la terraza, pero atrapa de igual manera. Escucho ruido en la habitación, por eso retorno de súbito, no hay nadie, ha sido un enga
Antes de las doce y media, me meto en la cocina. Es un reto centrarme en un platillo que sea de su agrado y no se torne difícil la elaboración. A todo mundo le gusta el pollo, no creo que él sea la excepción. Ya recuerdo que Zinnia se lo hizo una que otra vez a la hora del almuerzo, y ya me siento más segura de prepararlo. Suerte la mía que me topo con el recetario de Zinnia, que extraño que lo olvidara aquí. Hay una infinidad de opciones, entre las cuales destaca el pollo en diversas preparaciones. "Pollo a la naranja", dice ahí, apuntado como el plato asiático predilecto de Silvain. Me informo ojeando varias veces la receta y el procedimiento. Parece pan comido, ya en la acción todo es un poquito complejo, por no decir que imposible. No ayuda la presión encima, la obligación porque todo quede perfecto. Mmmm, huele bien, pruebo y lo encuentro en su punto. Llevo los minutos en mi mente, lo confirmo en la pantalla de mi teléfono. En efecto, ha pasado el tiempo exacto en que todo deb