—Hace ya un tiempo, durante la adolescencia fue diagnosticado con el trastorno de la personalidad narcisista. —enuncia, entregándome la verdad de mi jefe, lo que oculta. Me estremezco. El impacto cruje en mis huesos, balea mi corazón, es lo que intuí reparando en su forma de actuar tan extraña. En hilo recuerdo tantos de esos momentos en los que Silvain era ese hombre sintiéndose invencible y único, actuando indiferente y aberrante. Ahora todo cobra más sentido, se aclara la razón de su proceder, pero oscurece el mundo que piso. Nada es bueno, todo trastorno es un problema enorme y este difícil de lidiar. —Lo imaginé, esto es algo... —no encuentro la palabra adecuada. —Terrible, se escapa de sus manos y tiene que ver con su pasado, algo en lo que no voy a escarbar, no me concierne decírtelo, a mí ni siquiera me lo ha dicho todo, lo siento.—Pérdoname a mí, te he presionado y se supone que no debía saber esto así. —expreso apenada. —No, siento que debía ponerte al tanto, solo no l
«Y se encierra en una habitación tan vacía de realidad, donde el eco es silencioso y la decadencia una débil compañía que lo encamina a la soledad sempiterna»....He tenido una pesadilla, un sinsentido que se marchó al abrir los ojos. Rodeo con mis orbes la habitación, desde ese ángulo capto el reinado de la oscuridad. Las persianas están abiertas y avisto diversas luces de otros edificios. New York, "la ciudad que nunca duerme", por eso le cae como un anillo al dedo. No es tan tarde como parece, aquí apenas es la diez de la noche, y en Los Ángeles, tres horas menos. Le marco a Mila, ella no se ha puesto en contacto conmigo, quizá lo ha olvidado, en todo caso tengo razón de preocuparme. —Mila. —Discúlpame, todo está en orden, siento no avisarte como prometí. ¿Aún no duermes? —Sí, me desperté de pronto y decidí marcarte, me alegra que todo marche bien. Imaginé que se te olvidó decirme, descuida.—Es que hace semanas que no veía a mis padres y con todo me he puesto emocional, ahora
Lo único que está deshecho en la habitación de Silvain es la cama, por primera vez estoy ahí y no puedo evitar el estudio; es más espaciosa que la de su ático, la distinción y el lujo predominan y quedo boquiabierta. Es evidente que su color favorito es el gris, aquí no hay azul, sino un blanco que lo acompaña y el negro que exalta la elegancia, también esa frialdad calando hondo. Los elementos se imponen, destacando la enorme cama con mesillas de noches a los costados dónde permanecen lámparas de cristal, una gran pantalla apagada. Cuenta con chimenea, un enorme cuarto de armario, baño de ensueño, cierro la puerta; Las cortinas se baten con el viento, y es que al correrlas me topo con las corredizas de vidrio acristalados que dan a un balcón. La altura regala un panorama hermoso y el viento llega a brizar mi pelo; no es como el que ese deja apreciar desde la terraza, pero atrapa de igual manera. Escucho ruido en la habitación, por eso retorno de súbito, no hay nadie, ha sido un enga
Antes de las doce y media, me meto en la cocina. Es un reto centrarme en un platillo que sea de su agrado y no se torne difícil la elaboración. A todo mundo le gusta el pollo, no creo que él sea la excepción. Ya recuerdo que Zinnia se lo hizo una que otra vez a la hora del almuerzo, y ya me siento más segura de prepararlo. Suerte la mía que me topo con el recetario de Zinnia, que extraño que lo olvidara aquí. Hay una infinidad de opciones, entre las cuales destaca el pollo en diversas preparaciones. "Pollo a la naranja", dice ahí, apuntado como el plato asiático predilecto de Silvain. Me informo ojeando varias veces la receta y el procedimiento. Parece pan comido, ya en la acción todo es un poquito complejo, por no decir que imposible. No ayuda la presión encima, la obligación porque todo quede perfecto. Mmmm, huele bien, pruebo y lo encuentro en su punto. Llevo los minutos en mi mente, lo confirmo en la pantalla de mi teléfono. En efecto, ha pasado el tiempo exacto en que todo deb
No se han despejado completamente las dudas, Gaspar tiene razón, yo sola debo decidirlo. Todavía tengo estos días para pensarlo. Ya el jueves que retorne Mila también se lo comentaré, no a detalles, porque ella no sabe nada de lo que hace Silvain, ni conoce su aberrante forma de ser. Suspiro, voy por esa ducha que pide a gritos mi cuerpo. Y ya empiezo a buscar qué atuendo ponerme para la salida de esta noche. Asegurando que solo se trata de una cita amistosa, no he podido negarme ante su invitación. Que no sea algo serio, sino para desligarse de la rutina, no significa que voy a ponerme cualquier ropa. Quiero estar bonita, lucir bien. La caja de bombones sigue en la cocina, cerrada y con el perfecto lazo sin deshacer. Me animo a comer uno de esos costosos chocolates. En mi boca, el dulce se derrite, se escapa en una mordida el delicioso relleno. Sigo sin creer que Silvain haya enviado esto a mí. ...La noche ha caído, como la tela de mi vestido de sarga se ajusta a mi cuerpo, es de
Mi sangre se paraliza, la vitalidad del aire se ha ido, una bruma densa aplasta mis sentidos. Ya no estoy al pie de la colina, caí ya ante en él: un depredador. Que no hace bien. ¿A quién le importa saberse en la derrota cuando la cordura se ha ido? En poco, vuelan las cenizas y los insectos aletean en mí. Un poco de la sutileza que no emplearía, existe. La emoción ya es una mezcolanza, lo pernicioso es una ilícita sustancia que aspiro que me lleve a la sobredosis. La flama me devora. Ya no radico, ya no existo.Pero esto no significa nada. Silvain no puede dar más. Por ahora me olvido de mis temores, alejo la realidad, me quedo con esto que me hace volar. «El impacto de la caída dolerá». ...Anclada al recuerdo de hace menos de tres horas, parpadeo en la ligera oscuridad. Mi palma reposa sobre su pecho desnudo, parte de mi cabello desprolijo ahí, intento separarme pero uno de sus brazos atraviesa mi cintura. Desisto, no quiero despertarlo. Su pecho sube y baja sin prisa. Aprov
Abro los ojos al amanecer. La luz se filtra por las cortinas de la habitación. A mi lado no hay nadie, cosa que no debería de extrañarme. Ya Silvain se ha marchado, dejándome sola. Me siento en la cama y con las sábanas me tapo el pecho, entonces trato de espabilar todos mis sentidos; algo dista de la otra noche con la de ayer, dos cosas: no radica arrepentimiento en mí y he sentido muchas cosas, tanto así que hoy me siento distinta. Esto es patético, quiero echarme a llorar, porque sé que Silvain solo busca eso, conmigo ya lo ha logrado dos veces. No debí, pero ya involucré la emoción en lo pasajero y mi corazón en lo imposible. No sé si podré salir ilesa. Suspiro. Mi lado estúpido e iluso, cree verlo entrar en cualquier momento por esa puerta. No pasa, lo único que corre es el tiempo y debo apresurarme a dejar esta habitación. Consigo mi vestido de sarga en una parte, me lo pongo, también los tacones y con mis dedos peino mi pelo revuelto. En mi opinión me veo terrible, no tengo
La tarde va cayendo, el cielo azul tirando a un naranja y rosado es atrapante. Inconmensurable crece la idea de ir a echar un vistazo por esos lares. Nadie me ve, ¿por qué no hacerlo? Antes de lo que creí, acabé mi labor del día, así que estoy libre, con tiempo de sobra sigo aquí, debo cumplir con el horario. Ya me he duchado, tan solo debo esperar que el reloj marque las cinco. A propósito, mi móvil está en la habitación. Avanzo sobre el césped bien cuidado, decido quitarme los zapatos, es agradable sentir como se hunden mis pies en la grama. A cada rato miro a los lados, temiendo ser vista. Ya estoy cerca de la zona arboleada, me introduzco asombrada por la inminencia de los árboles. «¿Qué estoy haciendo?». Quizá deba volver, no quiero, sigo por ahí, a sabiendas de que puedo conseguirme problemas. Igual, no puedo parar ya, he andado unos minutos y por fin, ante mis ojos está esa cabaña que, tiene ese aspecto exterior que evoca lo plenamente campestre o rural. Avisto una entrada te