Capitulo 3

—¡Ja, Sabía que no podrías! Tendré que olvidar esa posibilidad de salir de aquí

Se dijo David, a sí mismo, ya habían pasado cuatro días y la bella mujer que robó sus pensamientos, no aparecía, desesperanzado pensaba que su destino estaba en ese infierno; respiro profundo y antes de soltar el aire, se escuchó el sonido de la celda abrirse.

Su mirada se poso en el hombre serio y demacrado, mentía si no le dio una alegría verlo y sus palabras terminaron de hacer latir su corazón fuerte.

—Tiene visita, vamos rápido. —Anunció el oficial, David sonrió, no podía ser nadie más que su bella castaña ojos azules, con las cadenas puestas caminó hacía la sala de visitas. Justo antes de llegar, pudo verla enfundada en un vestido pegado a su cuerpo de color azul, combinación perfecta con sus ojos, cabello recogido en una cola de caballo, en sus pies, se apreciaban unos hermosos tacones de color negro.

—¡Dios! —Susurró asombrado con tanta belleza.

Caminó lento hasta llegar frente a ella y se sentó, sin dejar de mirar esos pechos que sobresalían un poco. La mirada de Ester chocó con la de David al sentir su mirada fija.

Siendo una mujer tan segura y difícil de intimidar, David lograba ese Aura dominante con una cara bonita y sonriente.

—Veo que te gusta mucho lo que ves. —Le habló burlona.

—¡Mucho! —Respondió con una sonrisa ladina, Movimiento de cejas y su mirada en toda ella—. Siento que vienes con muchas ganas de conquistarme. —Aseguró David, Ester soltó una pequeña y suave carcajada. Enseñando esos dientes blancos y sus expresiones ocultas.

—Mejor dejemos eso para después. —Respondió Ester con una sonrisa mientras le pasaba una carpeta—. Vine a decirte que ya está todo listo, en dos días tenemos la primera audiencia, que por supuesto será la única. —Afirmó ella.

—Me encanta tu seguridad. —Declaró David. Echando un ojo a la carpeta.

—Es un buen comienzo. —dijo ella con una media sonrisa, poniendo seriedad a todo.

—Debes decir todo lo que haces, lo que eres, tu única mentira será decir que hablaste con el abogado junior antes de morir. —Sus palabras salieron al mismo tiempo que frunció el ceño.

—¿Por qué?, Si nunca contento con mi llamada. —dijo David.

—Después te explico, debes decir que somos socios de un nuevo negocio. —Ester le pasó una copia de un nuevo proyecto de construcción, un orfanato.

—Sí que eres calculadora. —Le dijo muy sorprendido.

Ester solo se levantó mostrando una sonrisa de orgullo. Escuchar esos halagos, llenaban su ego.

—Nos vemos en unos días, querido, lee bien lo que te di. —Ester se acercó y besó su mejilla, dejando a David suspirando con una sonrisa.

Pudo más si impulso y la detuvo por un brazo, tomo sus mejillas con las incómodas cadenas y dejo él, un beso más profundo en su mejilla.

—Ten bonitos días, querida —Le dijo dándole espacio para que pasara.

Ester quedo un momento inmóvil, solo segundos donde solo vio como se llevaban a David.

Dos días después, ya David estaba listo, seguía pensando en todo lo que le pedía esa mujer y sonreía de ver lo inteligente que era, no dejaba atrás el pensamiento de que fuera algo peligrosa y ese favor le costará mucho.

Mientras David seguía sumido en sus pensamientos, en otro lugar se encontraba alguien muy desesperado por el caso que se presentaría ante el juzgado y que era él, la persona que debía dar el veredicto, sabiendo perfectamente que el acusado, era inocente de todo.

—Señor, sabe que tenerlo detrás las rejas, es la única oportunidad que tenemos para que Vicente Caruso aparezca y por fin acabar con él y su mafia. —Su asistente habló muy seguro, logrando que el juez lo pensará un momento, lo que no sabía el juez, eran las intenciones de ese hombre, era poder meter a Heriberto en todo y obtener mucho dinero a cambio.

—Veamos que pasa, Ester Gavidia, es una mujer inteligente, sabe mover sus piezas y no solo eso, fue entrenada, aún más, por Junior Leal, un abogado muy calculador. —aseguró el juez Olivares.

—No sé con qué sorpresa nos saldrá.

—¿Está diciendo que cabe la posibilidad de que ese joven salga en libertad? —El juez asintió a la pregunta del secretario.

«Un posible tropiezo a sus planes», pensó el hombre con una cara de tranquilidad fingida.

Después de ello las horas transcurrieron con mucha rapidez.

Al día siguiente:

—Estamos todos presente en este juzgado, para conocer otras pruebas, que aseguran la inocencia del señor David Caruso, representado por la por su defensora, la señorita, Ester Gavidia. —Anunció el secretario.

—Demos la bienvenida al juez Juan Olivares. —El juez entró y tomó asiento, mirando a Éster, quien le regaló una sonrisa que, más allá de bella, era de triunfo.

—Y yo qué pensé, que solo sonreías así para mí. —Le susurró David, con celos.

—Me irás conociendo de a poco, sabrás cuando te mire, de otra manera. —Aseguró la castaña muy sonriente, haciendo reír muy bajito a David.

—Debería estar nervioso, pero contigo siento seguridad. --Declaró David, muy tranquilo.

—Eso es bueno, hace que me esfuerce más. —Respondió Ester.

El mazo resonó y dio inicio a todo, el abogado acusador, empezó con las preguntas, después que David juró decir la verdad y solamente que la verdad.

—Señor Caruso, usted asegura no tener contacto con ningún miembro de mafias, ¿no es así? —preguntó el abogado.

—Si, señor, Mis negocios y empresas, todas son legales, construidas por mi esfuerzo. —Respondió muy serio.

—¿Cómo alguien tan joven, logra tanto? —Siguió preguntando el abogado.

—Tengo 32 años, trabajo desde los 17, es obvio que en 15 años puedes lograr mucho y yo soy muy buen administrador. —Aseguró David, recordando lo mucho que trabajó para tener todo su capital.

—Tengo entendido que en su captura, estaba usted con un miembro de la Mafia italiana. —Pregunto rápidamente.

—No sabía que era mafioso, me reuní con un socio. —Respondió molesto David.

—Eso lo puede decir cualquiera, tiene un padre mafioso, quien nos asegura que usted no está a cargo de disfrazar los negocios sucios de Vicente Caruso. —David estaba molesto ya, pero debía aguantar, su mirada se posó en Ester, que solo le pedía calmarse.

—Es todo su señoría. —Habló el abogado con una sonrisa triunfante, el silencio de David, era una condena para él.

—Que pase el abogado defensor. —Ester se levantó, sacudió su vestido con mucha arrogancia y se acercó a David.

—Antes de hacerle las preguntas a mi defendido, permítame acercarle unas pruebas, que demuestran la inocencia de mi cliente. —Ester pasó la carpeta con una sonrisa de triunfo y burla a la vez.

El juez solo abrió la carpeta y se encontró con una foto donde estaba su secretario con el supuesto mafioso, socio de David, pasó otra hoja y estaba él con su amante; El juez sudaba sin parar, mientras Ester empezaba las preguntas que le haría.

—Haremos un receso. —Interrumpió el juez, sacando una sonrisa en Ester, no fue necesario preguntar nada.

En una sala estaban el juez y el secretario, muy molestos y asustados, Olivares no estaba sorprendido, ya que sabía que ella jugaba así, sin pensarlo, la mandaron a llamar. Ester entró con una sonrisa y las palabras de una vez preparadas.

—Solo quiero la libertad de mi cliente y cualquier expediente que tenga, lo cierren y todo quedará en el olvido, sabe que cumplo mi palabra, señor juez. —Condenó Ester a ambos hombres, uno más molesto que el otro, y no podían hacer nada.

—Bien, volvamos, ya tengo un veredicto. —Ester caminó adelante con toda seguridad y prepotencia, mientras la mirada del secretario estaba en ella, si pudiera lanzar cuchillos, Ester no viviera para ver su triunfo.

En el juzgado, David esperaba que Ester le dijera algo, pero ella solo esperó el veredicto, para que él mismo escuchara.

—Después de haber analizado las pruebas, cada movimiento, dejo en claro que el señor David Caruso, es inocente de todo los cargos que se le impusieron, nada demuestra que violó y mató a la esposa del gobernador y mucho menos, tiene negocios ilegales con gente de la mafia. —El sonido del mazo retumbó en esa sala, Ester abrazó a David.

—Felicidades, es usted un hombre libre de la prisión. —Le dijo Ester

—Esas palabras suenan en doble sentido. —reprocho David.

—Lamentablemente, sí, ahora estás en mis manos —Recalcó Ester, sin ningún remordimiento reflejado en su cara, pero eso no era algo que le molestara a David. Su manera de ser le intrigaba, lo incitaba a querer estar en sus manos y saber que tanto podía hacer ella en su vida.

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