Perdiendo la cabeza
La noche era tranquila, pero la tensión en la entrada de la cabaña era palpable. Alejandro bloqueaba el paso de Victoria, quien lo miraba con furia contenida. Su mandíbula estaba tensa, sus manos cerradas en puños a los costados.

—Renato no está disponible —dijo Alejandro con voz firme.

Victoria chasqueó la lengua, dando un paso adelante.

—Déjate de juegos, Alejandro. Tengo que hablar con él.

Alejandro sostuvo su mirada sin inmutarse.

—Sabes que con Renato no se puede pasar de la línea. No lo retes si no quieres que esto termine mal.

Victoria respiró hondo, intentando controlar su frustración. Alejandro vio su conflicto interno y, con voz más baja pero igual de firme, agregó:

—Voy a hablar con él, pero si te atiende, será bajo sus términos.

Después de un largo silencio, Victoria asintió con un gesto brusco. Alejandro se giró y entró en la cabaña con cautela. Encontró a Renato en el salón, con una copa en la mano y una expresión indescifrable.

—Victoria está aquí —informó con neutralida
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