El sonido de sus tacones resonaba con fuerza sobre el mármol pulido del edificio de Lombardi Corp. Valeria avanzó con paso firme, su porte inquebrantable reflejaba que ya no era la misma mujer de antes. Ahora, la fragilidad que Renato había impuesto sobre ella se desmoronaba con cada decisión calculada que tomaba.
—Buenos días, señora Lombardi —saludó la recepcionista con voz titubeante.
Valeria le dedicó una sonrisa fugaz y siguió su camino sin detenerse. Había estudiado bien los movimientos de Renato en la empresa, sus reuniones, sus aliados, sus enemigos. Ahora era su turno de entrar en el juego.
Cuando llegó a su oficina, notó que la puerta estaba entreabierta. Frunció el ceño y entró, solo para encontrar a Alejandro de pie junto a su escritorio, sosteniendo el sobre que alguien había dejado para ella. Lo miraba con el ceño fruncido, como si tratara de descifrar su contenido.
—¿Desde cuándo entras sin permiso a mi oficina? —preguntó Valeria cerrando la puerta tras de sí.
Alejandro levantó la vista con calma y dejó el sobre sobre el escritorio.
—Estaba esperando para hablar con usted. Vi esto y me pareció curioso —respondió, su tono neutral, pero con un destello de interés en la mirada.
Valeria tomó el sobre y lo leyó rápidamente. Su expresión no cambió, pero la presencia de Alejandro lo hacía todo más incómodo.
—¿Y qué te parece curioso? —preguntó con frialdad.
—Que alguien sienta la necesidad de advertirle. ¿Estás segura de que sabes en qué te estás metiendo? —inquirió Alejandro, cruzándose de brazos.
Valeria dejó el sobre a un lado y se acercó a su escritorio, tomando asiento con tranquilidad.
—Tú también trabajas para Renato, ¿cierto? No deberías preocuparte por lo que yo haga.
Alejandro se apoyó en el escritorio, inclinándose ligeramente hacia ella.
—Trabajo para Renato, sí. Pero eso no significa que no observe lo que sucede. Y últimamente, parece que está intentando maniobras peligrosas.
—Eso no es de tu incumbencia, Alejandro —replicó Valeria, su tono firme pero controlado.
Él la observó unos segundos antes de enderezarse.
—Solo tenga cuidado. Hay cosas que aún no sabe. —Dicho esto, se giró y salió de la oficina sin esperar respuesta.
Valeria lo siguió con la mirada hasta que desapareció por el pasillo. Sabía que Alejandro era una ficha de Renato, pero había algo en él que le empezaba a generar confianza.
Al entrar a la sala de juntas, encontró a Renato sentado en la cabecera de la mesa, su expresión relajada, con una sonrisa apenas perceptible en los labios. A su lado, Victoria estaba visiblemente tensa, con la mandíbula apretada y los dedos tamborileando con impaciencia sobre la mesa.
—Valeria, amor, qué bueno que llegaste —dijo Renato con una calidez inusual en su tono.
Valeria sonrió y caminó hacia él con naturalidad. Se inclinó ligeramente y dejó un beso suave en su mejilla antes de tomar asiento a su lado. La tensión en el rostro de Victoria se hizo más evidente.
—Espero que esta reunión sea productiva. Hay mucho trabajo por hacer —comentó Valeria con indiferencia, pero en su mirada brillaba un destello de satisfacción.
Renato apoyó los codos en la mesa y entrelazó los dedos.
—Precisamente por eso estamos aquí. Queríamos hablar de tu nueva posición en la empresa. No todos en la junta están convencidos de que seas la persona indicada para ocupar un puesto de dirección.
Victoria soltó una risa irónica.
—Después de todo, querida, nunca has manejado una empresa antes. No queremos que esto sea demasiado para ti.
Valeria sostuvo la mirada de Victoria con una calma calculada y tomó la mano de Renato con aparente afecto, entrelazando sus dedos con los de él.
—Eso es interesante —dijo con una sonrisa—, porque esta mañana cerré un trato con una de las empresas de inversión más importantes del país. Un contrato que ustedes llevaban meses intentando asegurar con Martín Ferrero.
Renato arqueó una ceja, sorprendido, y le dio un apretón leve a su mano, como si reconociera su logro con un gesto sutil. Victoria, en cambio, pareció contener un grito de frustración.
—¿Qué dijiste? —preguntó Victoria, con los ojos encendidos de furia.
—Lo que escuchaste. Ahora esa empresa es aliada de Lombardi Corp. Y lo hice sin necesitar la aprobación de nadie, solo con mi habilidad y mis contactos. —Se inclinó un poco sobre la mesa—. ¿Algo más que quieran discutir?
Renato la miró en silencio por unos segundos, analizando cada uno de sus gestos. Finalmente, una lenta sonrisa apareció en su rostro.
—Parece que me subestimé a mi propia esposa —musitó con diversión, su tono casi orgulloso.
Victoria, en cambio, estaba furiosa. Su plan de desacreditar a Valeria había fallado estrepitosamente. Y lo peor de todo, Renato parecía… impresionado.
Valeria se levantó con tranquilidad.
—Si no hay más asuntos, tengo trabajo que hacer. Fue un placer, señores.
Dicho esto, salió de la sala de juntas dejando tras de sí una estela de victoria. Mientras lo hacía, alcanzó a ver de reojo el puño cerrado de Victoria, temblando de rabia.
Afuera, la tormenta apenas comenzaba.
Flashback Victoria
Días antes, en la biblioteca del estudio de Renato, Valeria escuchaba atentamente mientras su esposo hablaba por teléfono. Oculta en la penumbra, comprendió la importancia de cerrar el trato con Martín Ferrero. Para Renato, ese contrato era crucial, y él aún no tenía confirmación de la inversión.
Esa noche, cuando Renato se retiró a dormir, Valeria revisó los documentos sobre su escritorio. Leyó cada detalle de la propuesta y comprendió lo que debía hacer.
Horas antes de la reunión de la junta, a las seis de la mañana, Valeria se encontraba en un exclusivo café de la ciudad, esperando a su contacto. Había logrado concertar una reunión con Martín Ferrero, un inversionista clave en el sector, conocido por su ojo clínico para detectar oportunidades lucrativas.
—Señor Ferrero, gracias por aceptar verme tan temprano —dijo con una sonrisa calculada mientras él tomaba asiento frente a ella.
Martín la observó con interés, tomando un sorbo de su café antes de responder.
—No suelo hacer negocios sin consultar primero, señora Lombardi. Pero debo admitir que su propuesta captó mi atención. ¿Cómo planea garantizarme que este trato será más beneficioso que la oferta de su esposo?
Valeria sostuvo su mirada con firmeza y deslizó una carpeta con los análisis financieros más recientes.
—Porque mientras Renato se concentra en expandir el poder de su empresa, yo me aseguro de que sus inversiones sean a prueba de fallos. Y usted, señor Ferrero, no es alguien que deje pasar una oportunidad segura.
Él hojeó los documentos con interés. Finalmente, cerró la carpeta y le extendió la mano.
—Me gusta cómo piensas. Hagámoslo oficial.
Valeria estrechó su mano con confianza. La partida apenas comenzaba, y ella ya llevaba la delantera.
La noche envolvía la ciudad con su velo de sombras mientras Valeria contemplaba su reflejo en el espejo de su habitación. Había ganado una batalla en la empresa, pero la guerra estaba lejos de terminar. Desde su regreso al mundo de Lombardi Corp, sentía el peso de cada mirada, especialmente la de Renato. Sabía que él no era un hombre que aceptara sorpresas, y menos aún de alguien que consideraba una pieza inmóvil en su tablero. Bajó las escaleras con paso firme. No podía mostrar inseguridad. En el comedor, Renato estaba esperándola, con una copa de whisky en la mano y una expresión indescifrable. —Tienes buen instinto para los negocios —dijo él sin preámbulos—. Me sorprende que no lo hayas explotado antes. Valeria tomó asiento frente a él, su mirada serena. —No me lo permitiste —respondió sin titubeos. Renato sonrió de lado y dejó su copa sobre la mesa con un leve tintineo. —Tal vez subestimé lo que eres capaz de hacer. Las palabras flotaron en el aire como un desafío. Valeria
La lluvia caía con fuerza aquella noche, golpeando las ventanas del majestuoso pero frío hogar de los Lombardi. Valeria de la Vega observaba cómo las gotas resbalaban por el cristal mientras sujetaba una copa de vino con manos temblorosas. Aquella mansión, que para muchos simbolizaba el éxito y la perfección, para ella no era más que una cárcel con lujos. Habían pasado cinco años desde que Renato la obligó a casarse con él, cinco años de vivir bajo su control, de soportar sus desprecios y de fingir una sonrisa ante el mundo. Valeria no podía evitar ver los detalles de la vida que una vez pensó que deseaba. Los candelabros de cristal tallado, los sofás de terciopelo y las alfombras persas daban un aire de lujo a cada rincón, pero todo eso no significaba nada para ella. Nada podía llenar el vacío que sentía dentro de sí. A pesar de tener todo el dinero y la comodidad del mundo, se sentía vacía, atrapada en una vida que no había elegido. Sus ojos, de un verde intenso, se reflejaban en
Valeria llevaba días encerrada en su habitación. Su mente no dejaba de dar vueltas a la revelación de la fiesta, pero no se sentía capaz de enfrentarse al mundo exterior. Estaba atrapada en una espiral de dudas y miedo que no lograba disipar. Ni siquiera Renato había insistido en que se levantara de la cama; parecía entender, o tal vez no quería presionar. Cuando él le preguntó por qué no había salido de la habitación, su respuesta salió automáticamente, casi sin pensarlo. Le dijo que se había enfermado repentinamente, y añadió que era una pena, citando las mismas palabras que él le había dicho en la fiesta.Él la miró con sospecha antes de responder:—Ah, ya llegó el nuevo empleado que te mencioné —dijo, saliendo de la habitación.Valeria caminó descalza por el pasillo en penumbra, con una punta de su camisón de seda levantada por la brisa. Renato se reúne con invitados en el estudio esta noche, su único breve respiro. Buscó a tientas la dirección de la puerta trasera y sus dedos ape
Valeria se encontraba sentada en el sofá de la casa de Marina, aún sumida en pensamientos caóticos. Lo que había descubierto en aquella fiesta, la incomodidad de los días recientes y por supuesto la llegada de Alejandro, seguían rondando su mente sin cesar. No sabía por qué la presencia de ese hombre la inquietaba tanto, pero algo en él la desestabilizaba. Su forma de mirarla, de hablarle, parecía cargar con una intensidad que no podía explicar.Marina, por su parte, observaba a su amiga con preocupación, pero no encontraba las palabras adecuadas para aliviarla. Decidió no presionar, dejándola procesar a su propio ritmo. Sin embargo, todo cambió en el instante en que el timbre sonó.Valeria levantó la mirada, sorprendida. ¿Quién sería a esta hora? No esperaba a nadie.Marina, al igual que Valeria, parecía sorprendida. Se levantó rápidamente, con una leve sonrisa que intentaba esconder su desconcierto.—Voy a ver quién es —dijo Marina, mientras Valeria la observaba en silencio.Unos se
El silencio en el auto era denso, como si las palabras se hubieran quedado atrapadas en el aire. Alejandro conducía con concentración, lanzando miradas fugaces a Valeria. Ella, sentada en el asiento trasero, tenía la vista fija en la ventana, observando el paisaje nocturno de la ciudad, como si intentara encontrar respuestas en la oscuridad.—¿Está bien? —preguntó él finalmente, rompiendo el silencio.Valeria giró ligeramente el rostro y le dedicó una sonrisa rápida, casi automática.—Sí, sólo estoy cansada.Alejandro asintió, aunque no parecía del todo convencido.—No pareció muy feliz con mi nuevo trabajo —comentó en tono neutro—. Pero le prometo que seré su mejor aliado.Valeria le lanzó una mirada fugaz antes de volver a fijarse en la ventana.—Digamos que no estaba de humor para este nuevo arrebato de mi esposo.Alejandro dejó el comentario en el aire. No insistió. Sabía que debía ganarse su confianza, poco a poco, tal como Renato le había sugerido.—Trabajar con el señor Lombard
Victoria caminaba por los pasillos de Lombardi Corp con el ceño fruncido y pasos decididos. Su impecable traje beige contrastaba con la tormenta que se gestaba en su interior. No se detuvo hasta llegar a la oficina de Renato, ignorando las miradas curiosas de los empleados. Abrió la puerta sin previo aviso y la cerró de un golpe tras de sí.Renato, que estaba revisando unos documentos, alzó la vista con calma, como si ya hubiera esperado su arrebato.—¡Dime que esto es una broma!—exigió Victoria, con los ojos encendidos de furia.Renato suspiró, se acomodó en su asiento y entrelazó los dedos sobre el escritorio.—No sé de qué hablas, Victoria.—No te hagas el inocente—espetó ella, cruzando los brazos—. ¿Por qué Valeria está aquí? ¿Por qué ahora trabaja en la empresa?Renato esbozó una sonrisa ladeada, como si la situación le divirtiera.—Valeria decidió que quería un puesto. No veía razón para negárselo.Victoria soltó una risa incrédula.—¡No seas ridículo! Esa mujer ha pasado años i