La duquesa Mila estaba en el castillo del príncipe Abiel, bordando un motivo de flores y mariposas en su pañuelo. Su esposo le había dicho que quería hablar a solas con el príncipe Aaron, por lo que decidió esperarlo en su oficina privada.“Me pregunto de qué hablarán”, pensó Mila. “¿Será que querrán cortar los negocios con nuestro reino para que no les saquemos más el cobre?”Mientras tanto, Abiel y Aaron estaban conversando en el patio del castillo. Ambos hombres se encontraban sentados encima de unos bancos y contemplaban el cielo, en silencio.En un momento, Aaron dijo:— Pronto me voy a casar.Abiel tosió y, mirándolo con sorpresa, le preguntó:— ¿Pero a qué loca se le habrá ocurrido elegir a un hombre tan temerario como su esposo, hermano?Aaron lo fulminó con la mirada, mientras que Abiel fingía temblar de miedo. Luego, el príncipe dio un largo suspiro y le dijo:— Nuestra madre cree que se aprovecharon de tu generosidad y exige que limites las transacciones del cobre a los del
- Feliz cumpleaños, majestad.- Que la Diosa la colme de bendiciones.La reina Brida estaba celebrando su cumpleaños número treinta y uno. Organizó un banquete donde invitó a nobles, burgueses y plebeyos para celebrar un año más de vida.La monarca lucía una hermosa corona de diamantes, que relucían con sus cabellos rojizos y cortos. Su vestido violeta de mangas descubiertas la hacían lucir como una princesa de un cuento de hadas. Y, a su lado, se encontraba el rey Zuberi, con quien se casó hacia cuatro años en un matrimonio por conveniencia.Zuberi tenía los cabellos rubios que contrastaba con sus bigotes de tonos más oscuros. En esos momentos, se vistió con un traje militar de gala color negro, con hombreras doradas, botones rojos y una espada de utilería que colgaba de su cintura.Mientras disfrutaban de la cena, el rey Zuberi tomó de la mano a la reina Brida y le dijo:- Luces tan hermosa como el día en que te conocí.A lo que Brida le respondió:- Y tú… eras tan delgado antes. Su
El rey Zuberi condujo a Mara a una habitación de huéspedes VIP, la cual tenía una mullida cama de sábanas de seda, un espejo de medio cuerpo, un armario de dos puertas y un baño privado. Si bien a lo largo del camino no se dirigieron la palabra, apenas llegaron le indicó el rey a la chica:- Si necesitas algo, puedes tocar el timbre que está debajo de la cama y un sirviente la atenderá. La reina Brida vendrá en un rato, así es que aguarda aquí, por favor.La joven lo miró fijamente. El rey Zuberi pensó que era bastante atrevida como para actuar como si estuviese delante de un hombre ordinario, pero trató de armarse de paciencia y simplemente comentó:- No esperes a que te reciban con los brazos abiertos. La Corte estará armando un gran revuelo ahora mismo por tu presencia. Así es que mantente calmada y no hagas nada indebido. ¿De acuerdo?- Sí, su majestad – respondió la chica.El rey Zuberi se marchó para dejar que Mara se acomodara en su habitación y recorrió los pasillos del palaci
Un par de días después, las cosas se calmaron en el palacio y la presencia de Mara fue algo cotidiano. Aún así, muchos nobles y sirvientes no paraban de mirarla cada vez que recorría los pasillos. La reina Brida le regaló algunos vestidos para que pudiera usar durante su estadía.Mara fue al patio usando un vestido azul de mangas abultadas. Solía ir ahí para leer o tomar el té con la reina. En esos momentos, solo fue a leer. Y el rey Zuberi la contempló a lo lejos, pensando que en verdad lucía como la reina Brida en su juventud, cuando la conoció por primera vez.“Se ha adaptado al palacio”, pensó el rey Zuberi. “Mi esposa me dijo que sea amable con ella, pero… ¿Acaso le importa lo que yo siento?”Y es que, como rey, se encontraba en un callejón sin salida donde, eligiera lo que eligiese, la gente lo juzgaría sin contemplaciones. Si decidía aceptar a Mara, lo tomarían como un tonto sin orgullo. Pero si actuaba de forma hostil hacia ella, lo considerarían un hombre cínico, que no empat
En una isla situada a varios kilómetros del reino del Oeste, había una guarida de piratas. El lugar estaba repleto de chatarra, con las cuales fabricaban barcos, avionetas y veleros de motores a máxima velocidad.Un buen día soleado, un pequeño barco se acercó a la isla, portando una bandera negra con una calavera blanca al centro. Así reconocieron que eran de los suyos y los dejaron bajar a tierra. Los piratas que llegaron eran cuatro en total, y acarreaban pesados cofres repletos de diamantes que robaron de los comerciantes del reino del Oeste.Todos se dirigieron a una alta torre de ladrillos vistos, donde les esperaba una mujer de unos cincuenta años, cabellos rubios y labios pintados en rojo. Ella se acercó, tomó un par de diamantes, sonrió y dijo:- Excelente trabajo, muchachos. Pronto, podemos vender estos diamantes a todos los reinos del continente Tellus a un precio bajísimo. Sigan así y lograremos que el reino del Oeste se quede en la ruina.- Sí, mi señora.Cuando los hombr
Todos en la Corte estaban expectantes por la llegada del príncipe Abiel. Incluso la duquesa Mila, quien llegó al palacio apenas recibió el mensaje de la reina Brida para conocer a quien sería su futuro esposo. El rey Zuberi estaba escéptico, ya que no creía que su hermana pudiera intercalar entre la gestión de sus propias tierras con las del príncipe, a pesar de que ella lo tranquilizó con estas palabras:- Podemos llamar a una administradora, así funcionan muchos ducados hoy en día. Además, esas tierras que tu esposa cedió al príncipe son más importantes: no podemos perderlas por un “desliz” que ella cometió en el pasado.El rey Zuberi suspiró y, al final, se resignó. Tenía mucho que hacer y no podía estar pendiente de las actividades de su hermana.El príncipe llegó en un enorme y largo vehículo, acompañado de sus escoltas conformados por dos guardias, seguido de un ejército de veinte soldados guiados por su capitán y montados en potentes motonetas de cuatro ruedas. Los coches fuero
- Nunca creí que me llegaría a casar – le dijo Mila a Zuberi – pero supongo que… está bien… nuestro padre se sentiría feliz por eso… creo.- Los nobles estamos destinados a los matrimonios por conveniencia, hermanita – le dijo Zuberi, con una media sonrisa – Es la única forma de garantizar nuestra permanencia dentro de la nobleza, así como la posibilidad de conformar parte de la familia real si la Corte lo amerita.- Sí, lo sé, pero… ¿Tenía que casarme con un hombre tan joven? – dijo Mila, haciendo un puchero - ¡Parecerá más mi hijo que mi marido!- ¡Pero si no se llevan tantos años! Además, los informes dicen que el príncipe Abiel es de los más fuertes y temerarios de su reino. Podrá protegerte de cualquier peligro sin dudarlo.- Bueno, yo también sé pelear, no creo que necesite que me proteja.Mientras conversaban, apareció el susodicho en el salón del castillo, donde se celebraba la boda. El príncipe lucía un traje negro con corbata, llevaba los cabellos recogidos en una coleta y p
— ¡Majestad! – gritó Mara, sorprendida.El rey Zuberi, sin mirarla, se acercó a sus soldados y les ordenó:— Encierren a los conspiradores en las celdas del castillo. Más adelante los llevaremos al palacio real para ajusticiarlos.Un par de soldados leales a la reina se acercaron a Mara y le dijeron:— Acompáñenos, por favor.Mara, al ver que el rey Zuberi no hizo ninguna objeción, decidió seguir a los guardias, en silencio.Estos la condujeron hasta una habitación, donde se encontró con la reina Brida. Esta la abrazó y le dijo:— ¡Estaba tan preocupada! ¡Gracias a la Diosa que no te sucedió nada malo!— El rey Zuberi me rescató – explicó Mara, aun sin creerlo - ¿Será que lo enviaste a por mí, madre?— No, querida. Mi esposo fue por cuenta propia – respondió Brida, con una ligera sonrisa de ternura – te lo dije, Mara. Él no permitirá que nadie te haga daño.Mientras madre e hija estaban charlando, el rey Zuberi y la duquesa Mila estaban debatiendo sobre qué hacer con los prisioneros.