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Capítulo 2. La hija perdida de la reina (Parte 2)

Un par de días después, las cosas se calmaron en el palacio y la presencia de Mara fue algo cotidiano. Aún así, muchos nobles y sirvientes no paraban de mirarla cada vez que recorría los pasillos. La reina Brida le regaló algunos vestidos para que pudiera usar durante su estadía.

Mara fue al patio usando un vestido azul de mangas abultadas. Solía ir ahí para leer o tomar el té con la reina. En esos momentos, solo fue a leer. Y el rey Zuberi la contempló a lo lejos, pensando que en verdad lucía como la reina Brida en su juventud, cuando la conoció por primera vez.

“Se ha adaptado al palacio”, pensó el rey Zuberi. “Mi esposa me dijo que sea amable con ella, pero… ¿Acaso le importa lo que yo siento?”

Y es que, como rey, se encontraba en un callejón sin salida donde, eligiera lo que eligiese, la gente lo juzgaría sin contemplaciones. Si decidía aceptar a Mara, lo tomarían como un tonto sin orgullo. Pero si actuaba de forma hostil hacia ella, lo considerarían un hombre cínico, que no empatiza ni apoya a su esposa. Trató de mantenerse al margen lo más que podía con la excusa de que tenía mucho trabajo, pero tarde o temprano debía coincidir con ella y actuar de acuerdo a las circunstancias.

Y fue así cuando recibió un mensaje en su dispositivo comunicador, el cual era un aparato rectangular que usaba para llamar o enviar mensajes de texto. En ocasiones, podía proyectar imágenes holográficas del remitente, facilitando así la comunicación cara a cara.

Y, en esos momentos, se proyectó la imagen de su hermana menor, la duquesa Mila.

- ¿Mila? – le preguntó Zuberi - ¿A qué se debe tu llamada?

- Escuché lo de la supuesta hija de tu esposa – le respondió Mila – y quería saber cómo te sientes.

- No lo sé – dijo Zuberi – me siento confundido, pero no tengo otra opción más que aceptarla.

- Lo entiendo. En ese caso, cuenta con mi apoyo. Y cambiando de tema, quería avisarte que volvieron los piratas.

- ¿Piratas?

- ¡Sí! Se han fortalecido en estos últimos tiempos y, ahora, roban a los comerciantes que transportan los diamantes a las distintas regiones del reino.

- Entonces hablaré con mi tropa. La reina me permite actuar por mi cuenta en esta clase de casos, pero igual la mantendré al tanto.

- Yo atrapé a unos cuantos, con mi ejército privado, pero me gustaría contar con la ayuda de la Tropa Real, ya que capturaron a una familia de nobles que intercedían directamente con los burgueses y necesito rescatarlos sin que sufran daños.

- En ese caso, cuenta conmigo para eso.

Cuando se cortó la comunicación, el rey Zuberi dio un bufido. Los problemas se le acumulaban ya que no solo debía lidiar con la hija perdida de la reina sino, también, solucionar el problema de los piratas que arruinaban el negocio de los diamantes. El monarca recordó que, hacia cinco años atrás, cuando descubrieron la mina de diamantes entre las cordilleras que lindaba hacia el oeste de su reino, pronto se volvieron pioneros en el mercado y lograron salir de la crisis surgida tras el cambio de mando en el trono por culpa de la inexperiencia de Brida en su puesto de reina.

“Los diamantes son cotizados tanto por las reinas como las princesas y los príncipes de todas las naciones”, pensó el rey Zuberi. “Si los piratas siguen atacando a los comerciantes y capturando a los nobles que interceden con los burgueses, nos llevarán a la ruina porque los ofrecerán más baratos. A este paso, perderá su valor y las familias de la realeza ya no querrán usarlo como monedas de transacción”.

Decidió dejar tranquila a Mara en el patio, ya que consideraba que el problema de los piratas era más urgente. Contactó con varios burgueses encargados del comercio para que le pusieran al tanto de la situación y todos coincidían en que los ataques los perpetraban cerca de las costas.  

- Entonces debemos apuntar aquí – le señaló en el mapa del reino el rey Zuberi a Lord Aries, su capitán de la tropa real y mano derecha – las cordilleras situadas a orillas del mar tienen muchos lugares donde pueden esconderse fácilmente. Lo que habría que averiguar es de dónde originan estos piratas, si son de los reinos vecinos o de nuestro propio reino.

- ¿Y si son visitantes de los continentes del “Viejo Mundo”? – le preguntó lord Aries.

- No lo sé, es difícil que un habitante del “Viejo Mundo” venga aquí, considerando que no resurgió ninguna otra sociedad avanzada, aparte de la nuestra, tras la caída de la civilización humana.

Ambos permanecieron varias horas conversando, hasta bien entrada a la noche. Al final, el rey se sintió agotado y decidió marcharse a su dormitorio para dormir.

Sabía que la reina Brida también estaría igual de agotada, por lo que decidió no visitarla. Aún así, le preguntó a un par de sirvientes que les asignaron el cuidado de Mara sobre el estado de la muchacha.

- La señorita Mara está bien.

- Ha ido al jardín a leer y, luego, regresó a su habitación.

- Casi es lo único que hace desde que llegó aquí.

- Bien – dijo el rey Zuberi – si surge algo, avísenme de inmediato.

Una vez que terminó su charla con los sirvientes, entró a su habitación y se echó a la cama. Su cuerpo se relajó y, poco a poco, su mente lo llevó al pasado, de cuando solía tomar el té con Brida para conocerse mejor.

Ella siempre iba con ese aire distraído y él trataba de ser educado con ella. Pero, con los encuentros, la entonces princesa heredera cambió su expresión y se sintió más interesada en su prometido. Y fue en esos momentos en que Zuberi lo tomó como una señal de que en verdad conseguiría conquistarla y controlar ese rebelde corazón que latía para otro más.

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