Un par de días después, las cosas se calmaron en el palacio y la presencia de Mara fue algo cotidiano. Aún así, muchos nobles y sirvientes no paraban de mirarla cada vez que recorría los pasillos. La reina Brida le regaló algunos vestidos para que pudiera usar durante su estadía.
Mara fue al patio usando un vestido azul de mangas abultadas. Solía ir ahí para leer o tomar el té con la reina. En esos momentos, solo fue a leer. Y el rey Zuberi la contempló a lo lejos, pensando que en verdad lucía como la reina Brida en su juventud, cuando la conoció por primera vez.
“Se ha adaptado al palacio”, pensó el rey Zuberi. “Mi esposa me dijo que sea amable con ella, pero… ¿Acaso le importa lo que yo siento?”
Y es que, como rey, se encontraba en un callejón sin salida donde, eligiera lo que eligiese, la gente lo juzgaría sin contemplaciones. Si decidía aceptar a Mara, lo tomarían como un tonto sin orgullo. Pero si actuaba de forma hostil hacia ella, lo considerarían un hombre cínico, que no empatiza ni apoya a su esposa. Trató de mantenerse al margen lo más que podía con la excusa de que tenía mucho trabajo, pero tarde o temprano debía coincidir con ella y actuar de acuerdo a las circunstancias.
Y fue así cuando recibió un mensaje en su dispositivo comunicador, el cual era un aparato rectangular que usaba para llamar o enviar mensajes de texto. En ocasiones, podía proyectar imágenes holográficas del remitente, facilitando así la comunicación cara a cara.
Y, en esos momentos, se proyectó la imagen de su hermana menor, la duquesa Mila.
- ¿Mila? – le preguntó Zuberi - ¿A qué se debe tu llamada?
- Escuché lo de la supuesta hija de tu esposa – le respondió Mila – y quería saber cómo te sientes.
- No lo sé – dijo Zuberi – me siento confundido, pero no tengo otra opción más que aceptarla.
- Lo entiendo. En ese caso, cuenta con mi apoyo. Y cambiando de tema, quería avisarte que volvieron los piratas.
- ¿Piratas?
- ¡Sí! Se han fortalecido en estos últimos tiempos y, ahora, roban a los comerciantes que transportan los diamantes a las distintas regiones del reino.
- Entonces hablaré con mi tropa. La reina me permite actuar por mi cuenta en esta clase de casos, pero igual la mantendré al tanto.
- Yo atrapé a unos cuantos, con mi ejército privado, pero me gustaría contar con la ayuda de la Tropa Real, ya que capturaron a una familia de nobles que intercedían directamente con los burgueses y necesito rescatarlos sin que sufran daños.
- En ese caso, cuenta conmigo para eso.
Cuando se cortó la comunicación, el rey Zuberi dio un bufido. Los problemas se le acumulaban ya que no solo debía lidiar con la hija perdida de la reina sino, también, solucionar el problema de los piratas que arruinaban el negocio de los diamantes. El monarca recordó que, hacia cinco años atrás, cuando descubrieron la mina de diamantes entre las cordilleras que lindaba hacia el oeste de su reino, pronto se volvieron pioneros en el mercado y lograron salir de la crisis surgida tras el cambio de mando en el trono por culpa de la inexperiencia de Brida en su puesto de reina.
“Los diamantes son cotizados tanto por las reinas como las princesas y los príncipes de todas las naciones”, pensó el rey Zuberi. “Si los piratas siguen atacando a los comerciantes y capturando a los nobles que interceden con los burgueses, nos llevarán a la ruina porque los ofrecerán más baratos. A este paso, perderá su valor y las familias de la realeza ya no querrán usarlo como monedas de transacción”.
Decidió dejar tranquila a Mara en el patio, ya que consideraba que el problema de los piratas era más urgente. Contactó con varios burgueses encargados del comercio para que le pusieran al tanto de la situación y todos coincidían en que los ataques los perpetraban cerca de las costas.
- Entonces debemos apuntar aquí – le señaló en el mapa del reino el rey Zuberi a Lord Aries, su capitán de la tropa real y mano derecha – las cordilleras situadas a orillas del mar tienen muchos lugares donde pueden esconderse fácilmente. Lo que habría que averiguar es de dónde originan estos piratas, si son de los reinos vecinos o de nuestro propio reino.
- ¿Y si son visitantes de los continentes del “Viejo Mundo”? – le preguntó lord Aries.
- No lo sé, es difícil que un habitante del “Viejo Mundo” venga aquí, considerando que no resurgió ninguna otra sociedad avanzada, aparte de la nuestra, tras la caída de la civilización humana.
Ambos permanecieron varias horas conversando, hasta bien entrada a la noche. Al final, el rey se sintió agotado y decidió marcharse a su dormitorio para dormir.
Sabía que la reina Brida también estaría igual de agotada, por lo que decidió no visitarla. Aún así, le preguntó a un par de sirvientes que les asignaron el cuidado de Mara sobre el estado de la muchacha.
- La señorita Mara está bien.
- Ha ido al jardín a leer y, luego, regresó a su habitación.
- Casi es lo único que hace desde que llegó aquí.
- Bien – dijo el rey Zuberi – si surge algo, avísenme de inmediato.
Una vez que terminó su charla con los sirvientes, entró a su habitación y se echó a la cama. Su cuerpo se relajó y, poco a poco, su mente lo llevó al pasado, de cuando solía tomar el té con Brida para conocerse mejor.
Ella siempre iba con ese aire distraído y él trataba de ser educado con ella. Pero, con los encuentros, la entonces princesa heredera cambió su expresión y se sintió más interesada en su prometido. Y fue en esos momentos en que Zuberi lo tomó como una señal de que en verdad conseguiría conquistarla y controlar ese rebelde corazón que latía para otro más.
En una isla situada a varios kilómetros del reino del Oeste, había una guarida de piratas. El lugar estaba repleto de chatarra, con las cuales fabricaban barcos, avionetas y veleros de motores a máxima velocidad.Un buen día soleado, un pequeño barco se acercó a la isla, portando una bandera negra con una calavera blanca al centro. Así reconocieron que eran de los suyos y los dejaron bajar a tierra. Los piratas que llegaron eran cuatro en total, y acarreaban pesados cofres repletos de diamantes que robaron de los comerciantes del reino del Oeste.Todos se dirigieron a una alta torre de ladrillos vistos, donde les esperaba una mujer de unos cincuenta años, cabellos rubios y labios pintados en rojo. Ella se acercó, tomó un par de diamantes, sonrió y dijo:- Excelente trabajo, muchachos. Pronto, podemos vender estos diamantes a todos los reinos del continente Tellus a un precio bajísimo. Sigan así y lograremos que el reino del Oeste se quede en la ruina.- Sí, mi señora.Cuando los hombr
Todos en la Corte estaban expectantes por la llegada del príncipe Abiel. Incluso la duquesa Mila, quien llegó al palacio apenas recibió el mensaje de la reina Brida para conocer a quien sería su futuro esposo. El rey Zuberi estaba escéptico, ya que no creía que su hermana pudiera intercalar entre la gestión de sus propias tierras con las del príncipe, a pesar de que ella lo tranquilizó con estas palabras:- Podemos llamar a una administradora, así funcionan muchos ducados hoy en día. Además, esas tierras que tu esposa cedió al príncipe son más importantes: no podemos perderlas por un “desliz” que ella cometió en el pasado.El rey Zuberi suspiró y, al final, se resignó. Tenía mucho que hacer y no podía estar pendiente de las actividades de su hermana.El príncipe llegó en un enorme y largo vehículo, acompañado de sus escoltas conformados por dos guardias, seguido de un ejército de veinte soldados guiados por su capitán y montados en potentes motonetas de cuatro ruedas. Los coches fuero
- Nunca creí que me llegaría a casar – le dijo Mila a Zuberi – pero supongo que… está bien… nuestro padre se sentiría feliz por eso… creo.- Los nobles estamos destinados a los matrimonios por conveniencia, hermanita – le dijo Zuberi, con una media sonrisa – Es la única forma de garantizar nuestra permanencia dentro de la nobleza, así como la posibilidad de conformar parte de la familia real si la Corte lo amerita.- Sí, lo sé, pero… ¿Tenía que casarme con un hombre tan joven? – dijo Mila, haciendo un puchero - ¡Parecerá más mi hijo que mi marido!- ¡Pero si no se llevan tantos años! Además, los informes dicen que el príncipe Abiel es de los más fuertes y temerarios de su reino. Podrá protegerte de cualquier peligro sin dudarlo.- Bueno, yo también sé pelear, no creo que necesite que me proteja.Mientras conversaban, apareció el susodicho en el salón del castillo, donde se celebraba la boda. El príncipe lucía un traje negro con corbata, llevaba los cabellos recogidos en una coleta y p
— ¡Majestad! – gritó Mara, sorprendida.El rey Zuberi, sin mirarla, se acercó a sus soldados y les ordenó:— Encierren a los conspiradores en las celdas del castillo. Más adelante los llevaremos al palacio real para ajusticiarlos.Un par de soldados leales a la reina se acercaron a Mara y le dijeron:— Acompáñenos, por favor.Mara, al ver que el rey Zuberi no hizo ninguna objeción, decidió seguir a los guardias, en silencio.Estos la condujeron hasta una habitación, donde se encontró con la reina Brida. Esta la abrazó y le dijo:— ¡Estaba tan preocupada! ¡Gracias a la Diosa que no te sucedió nada malo!— El rey Zuberi me rescató – explicó Mara, aun sin creerlo - ¿Será que lo enviaste a por mí, madre?— No, querida. Mi esposo fue por cuenta propia – respondió Brida, con una ligera sonrisa de ternura – te lo dije, Mara. Él no permitirá que nadie te haga daño.Mientras madre e hija estaban charlando, el rey Zuberi y la duquesa Mila estaban debatiendo sobre qué hacer con los prisioneros.
Se sentó en la mesa de su escritorio, dispuesta a revisar los documentos y futuros decretos que debía firmar para ser aprobados. Y mientras realizaba sus labores de reina, apareció su esposo y le dijo:— Esposa querida, puede que en las próximas semanas deba ausentarme en el palacio para revisar las fronteras. Los piratas son cada vez más rudos y salvajes y temo por la seguridad de la población.— Lo entiendo – dijo Brida – En ese caso, te apoyaré con la preparación de las tropas para que puedas ir con toda la seguridad del mundo.— Descuida, sé defenderme y ya he enfrentado a toda clase de peligros, saliendo ileso de ellos – dijo Zuberi, con una sonrisa de confianza.— Aun así, no estaré tranquila hasta verificar que estés bien protegido – insistió Brida – Más que tu reina, también soy tu esposa. Y mi deber es cuidar a mi familia.Ambos se contemplaron por unos segundos. Luego, el rey se acercó a la reina y le plantó un beso en la boca, haciendo que esta se ruborizara.— Quizás hoy d
Tras el casi atentado que sufrió la reina Brida y Mara en el castillo de la duquesa, el palacio real aumentó el sistema de vigilancia, instalándose el doble de cámaras de seguridad y fortaleciendo el sistema de defensa externa con detectores de movimiento anti intrusos. El rey Zuberi se encargó de supervisar al personal para que no hubiese ningún otro infiltrado y todos los residentes del palacio fueron inspeccionados.A su vez, la duquesa Mila hizo un procedimiento similar en su castillo. Estaba segura de que el problema venía dentro de la propia Corte, por lo que creía que lo mejor era identificar a los detractores de la reina, que aún seguían fieles a la duquesa Sonia. Por suerte, consiguió una buena administradora que cuidara de sus tierras mientras pasaba su luna de miel en los terrenos del príncipe Abiel. Pero como ese lugar quedaba muy lejos de las costas y sitios donde operaban los piratas, debían partir de inmediato para apoyar al rey Zuberi en la defensa.Un poco antes de ma
La noche antes de partir, el rey Zuberi y la reina Brida decidieron cenar juntos en el jardín del palacio. Colocaron algunas lámparas adornadas con pantallas protectoras de papel y una pequeña radio que sintonizaba una música suave y melodiosa.Ambos miraron el aparato y, en un momento, Zuberi comentó:— Según los documentos antiguos, existían artefactos que podían sintonizar música, sacar fotos y reproducir películas, todo en uno.— ¿En serio? – preguntó una sorprendida Brida - ¡En verdad la tecnología del pasado era impresionante!— Sí. Espero que, algún día, podamos recrear esa y otras maravillas del “Viejo Mundo”.Brida sonrió. Y es que, hacía apenas un lustro, cuando la Doctrina controlaba los cuatro reinos, era esa institución quien supervisaba esas cosas porque quería evitar, a toda costa, que resurgiese la tecnología antigua que contribuyó a la decadencia de la civilización humana. Sin embargo, hubo grandes avances y, entre ellas, estaban los dispositivos comunicadores con pro
En los días en que el rey Zuberi estuvo fuera del palacio, la reina Brida y Mar pasaron más tiempo juntas. Ya sea en el patio, en la biblioteca o en el comedor, siempre buscaban alguna forma de reunirse y charlar de sus respectivas actividades, tratando así de recuperar la conexión madre e hija que nunca debió haberse cortado.En una de esas, decidieron hablar de los cuatro reinos del continente Tellus y cómo, por muchos años, todas las reinas se encontraban bajo el control de la Doctrina.— Esa institución manejaba por entero nuestras vidas – le explicó Brida a Mara – nos enseñaban sobre el amor y la igualdad entre los humanos, pero la anterior papisa se corrompió y quiso destruirnos a todas para instaurar un imperio, donde ella sería la emperatriz absoluta de todo el continente.— Suerte que no pasó – dijo Mara, mientras leía el libro de historia – los cuatro reinos tienen cada uno su encanto. Pero lo que me intriga es saber cómo lo hacen para no atacarse la una a la otra, debido a