El rey Zuberi condujo a Mara a una habitación de huéspedes VIP, la cual tenía una mullida cama de sábanas de seda, un espejo de medio cuerpo, un armario de dos puertas y un baño privado. Si bien a lo largo del camino no se dirigieron la palabra, apenas llegaron le indicó el rey a la chica:
- Si necesitas algo, puedes tocar el timbre que está debajo de la cama y un sirviente la atenderá. La reina Brida vendrá en un rato, así es que aguarda aquí, por favor.
La joven lo miró fijamente. El rey Zuberi pensó que era bastante atrevida como para actuar como si estuviese delante de un hombre ordinario, pero trató de armarse de paciencia y simplemente comentó:
- No esperes a que te reciban con los brazos abiertos. La Corte estará armando un gran revuelo ahora mismo por tu presencia. Así es que mantente calmada y no hagas nada indebido. ¿De acuerdo?
- Sí, su majestad – respondió la chica.
El rey Zuberi se marchó para dejar que Mara se acomodara en su habitación y recorrió los pasillos del palacio, apesadumbrado por lo surgido. Los sirvientes, al verlo, hacían su acostumbrada reverencia, pero, apenas se alejaban unos metros, cuchicheaban entre sí sobre la supuesta hija perdida de la reina.
“Si un hombre no es capaz de dar hijos a su esposa, perderá prestigio dentro de la Alta Sociedad”, pensó Zuberi, con tristeza. “Si bien hicimos varios tratamientos, nada funcionó. Bueno, dudo mucho que esa niña sea nombrada princesa heredera ya que la reina la tuvo en una relación extramatrimonial, pero… ¿Existirán casos en que una hija ilegítima logró heredar el trono? Tendré que averiguarlo”.
Cuando dobló hacia una puerta que conducía a otro pasillo, se encontró con un par de sirvientes vestidos de azul, hablando entre sí sobre el asunto.
- ¿De verdad esa chica es la hija de la reina?
- La reina la reconoció, pero… ¡Siento lástima por el rey Zuberi!
- ¡Sí! Él y ella han estado juntos por cuatro años. Y pensar que la reina tenía una hija escondida…
- En ese caso, ¿qué pasará con el rey Zuberi?
- Si sigue sin darle hijos a la reina, deberá aceptar a su hijastra como suya.
- ¿Estás loco? ¡No puede ser la heredera!
El rey decidió tomar otro camino y se dirigió al patio principal del palacio. Ahí, vio que unos jardineros estaban podando unos arbustos de ornamento y, también, cultivaban unas margaritas para contrastar con el verdor que abundaba en el lugar.
Paseó por entre las plantas, con el objetivo de despejar la mente. Y, a lo lejos, vio a unos nobles de la Corte que hablaban entre sí sobre lo sucedido.
- ¿Entonces la reina de verdad tenía una hija escondida?
- Bueno, es normal que eso surja ya que las reinas se casan solo por compromiso, no por amor. Y es así como buscan romance con amantes secretos y pasan estas cosas.
- En ese caso, ¿esa chica será entonces la siguiente sucesora al trono?
- No lo creo. Las hijas ilegítimas jamás fueron consideradas dentro de la línea sucesora al trono.
- Bueno, los tiempos han cambiado. Eso era cuando la Doctrina estaba al mando.
Zuberi recordó que la Doctrina era una institución religiosa liderada por una Papisa que veneraba a la Diosa, la cual se creía que salvó a la humanidad de su debacle total haciendo emerger un continente nuevo en el medio del océano Pacífico. Por siglos, los cuatro reinos se regían bajo sus normas, pero, al enterarse que la última Papisa planeaba derrocar a las reinas e instaurar un imperio absoluto, todas se unieron para sacarla del medio y dejar de ser controladas por ella.
La reina Brida, tras declarar que su gobierno era un estado laico, prometió que revisaría muchas leyes para modificar ciertas cosas que le parecían muy injustas. Entre ellas, el de desechar a los hijos tenidos fuera del matrimonio.
“Quizás Brida use esta oportunidad para reconocer a su hija como la heredera al trono”, pensó el rey Zuberi, con angustia. “En ese caso, ¿qué será de mí? ¿Debo rendirme y aprender a amar a esa chica como si fuese mi hija? ¿O seguir luchando para hacerme un lugar en su corazón que sigue estando ocupado por otro más?”
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La reina Brida visitó a Mara una vez que terminó de atender a los visitantes. Encontró a la joven leyendo un libro, por lo que dedujo que la hizo esperar bastante en ese lugar.
- Buenas tardes, pequeña – la saludó Brida – Espero que estés cómoda.
- Buenas tardes – saludó Mara, dejando el libro a un lado.
Ambas mujeres se mantuvieron en silencio, sin saber qué decirse. Y es que eran completas desconocidas, que no congeniaban en nada y no tenían ningún recuerdo en común.
Brida, a modo de relajar el ambiente, le dijo:
- La Corte armó un gran revuelo. Exigen un examen de ADN para comprobar que tengamos parentesco.
- No tengo problemas en hacerme eso – dijo Mara – Estoy segura de lo que soy y no temo a nada. Solo quiero conocer mis orígenes, saber el porqué me abandonaste y accediste a que me llevaran a otro reino, lejos de ti.
Brida tragó saliva. Si bien siempre soñó con averiguar el paradero de su hija, sus deberes de monarca la absolvieron por completo y no tuvo ni tiempo de resolver esa parte de su pasado. Se culpó a sí misma de lo sucedido y pensó que, por lo menos, debió mantener contacto con aquella doncella que accedió a cuidar de ella en otro país.
- No pretendo apoderarme de tu trono – continuó Mara – Solo busco protección porque mi cuidadora falleció. Y pensé que, si se lo pedía a mi verdadera madre, estaría a salvo.
- Bueno, tendré que hablar con mi esposo primero.
- Eres la reina. Tu esposo deberá acatar tus órdenes.
- No es tan así. Quizás en los otros reinos se rigen a esa ley, pero en el reino del Oeste consideramos a los esposos como un igual, respetamos sus deseos y nos apoyamos mutuamente para llevar adelante la relación.
Mara abrió ligeramente los ojos, pero no dijo nada. Brida, mostrándole una media sonrisa, continuó:
- Dejaré que permanezcas en el palacio, como te dije antes. Y me aseguraré de que no te falte nada. Mi esposo es comprensivo, si le explico lo que sucedió, lo entenderá y accederá a protegerte. Por favor, te pido paciencia.
- Está bien, madre. Tendré paciencia.
El corazón de Brida se aceleró cuando escuchó la palabra “madre”, pero se contuvo de llorar delante de ella. En el fondo quería gritar, proclamar a los cuatro vientos que tenía una hija y que era el fruto de su primer amor. Recordó a Zaid y aquellos días de pasión juvenil que disfrutaron en las praderas. Y su cara pálida encerrada en el ataúd la invadió de una profunda depresión que creyó que nunca más lo superaría.
Y fue ahí que el rey Zuberi apareció, extendió su mano y la sacó de ese pozo profundo.
Él fue quien la orientó, la apoyó y la guio hacia su destino. Y solo por eso accedió a casarse con él, dejar que él la dominara en sus noches de pasión y acceder a cada uno de sus deseos para complacerlo y agradecerle por estar siempre a su lado.
- El rey Zuberi… ¿es mi padre? – le preguntó Mara, tras un largo tiempo de silencio.
- Tu padre falleció – respondió Brida – a él le habría encantado conocerte.
Mara casi lloró por esa noticia, pero se contuvo. Al menos le quedaba el consuelo de saber que su madre estaba viva. Pero le preocupaba el rey Zuberi, ya que él la trató con mucha frialdad y estaba segura de que haría lo posible por expulsarla del palacio.
Brida debió intuir su temor porque, de inmediato, le dijo:
- Mi esposo es un hombre bueno. Jamás te lastimaría. Por eso, voy a hablar con él para que acceda a cuidarte. Mientras, siéntate como en casa.
Un par de días después, las cosas se calmaron en el palacio y la presencia de Mara fue algo cotidiano. Aún así, muchos nobles y sirvientes no paraban de mirarla cada vez que recorría los pasillos. La reina Brida le regaló algunos vestidos para que pudiera usar durante su estadía.Mara fue al patio usando un vestido azul de mangas abultadas. Solía ir ahí para leer o tomar el té con la reina. En esos momentos, solo fue a leer. Y el rey Zuberi la contempló a lo lejos, pensando que en verdad lucía como la reina Brida en su juventud, cuando la conoció por primera vez.“Se ha adaptado al palacio”, pensó el rey Zuberi. “Mi esposa me dijo que sea amable con ella, pero… ¿Acaso le importa lo que yo siento?”Y es que, como rey, se encontraba en un callejón sin salida donde, eligiera lo que eligiese, la gente lo juzgaría sin contemplaciones. Si decidía aceptar a Mara, lo tomarían como un tonto sin orgullo. Pero si actuaba de forma hostil hacia ella, lo considerarían un hombre cínico, que no empat
En una isla situada a varios kilómetros del reino del Oeste, había una guarida de piratas. El lugar estaba repleto de chatarra, con las cuales fabricaban barcos, avionetas y veleros de motores a máxima velocidad.Un buen día soleado, un pequeño barco se acercó a la isla, portando una bandera negra con una calavera blanca al centro. Así reconocieron que eran de los suyos y los dejaron bajar a tierra. Los piratas que llegaron eran cuatro en total, y acarreaban pesados cofres repletos de diamantes que robaron de los comerciantes del reino del Oeste.Todos se dirigieron a una alta torre de ladrillos vistos, donde les esperaba una mujer de unos cincuenta años, cabellos rubios y labios pintados en rojo. Ella se acercó, tomó un par de diamantes, sonrió y dijo:- Excelente trabajo, muchachos. Pronto, podemos vender estos diamantes a todos los reinos del continente Tellus a un precio bajísimo. Sigan así y lograremos que el reino del Oeste se quede en la ruina.- Sí, mi señora.Cuando los hombr
Todos en la Corte estaban expectantes por la llegada del príncipe Abiel. Incluso la duquesa Mila, quien llegó al palacio apenas recibió el mensaje de la reina Brida para conocer a quien sería su futuro esposo. El rey Zuberi estaba escéptico, ya que no creía que su hermana pudiera intercalar entre la gestión de sus propias tierras con las del príncipe, a pesar de que ella lo tranquilizó con estas palabras:- Podemos llamar a una administradora, así funcionan muchos ducados hoy en día. Además, esas tierras que tu esposa cedió al príncipe son más importantes: no podemos perderlas por un “desliz” que ella cometió en el pasado.El rey Zuberi suspiró y, al final, se resignó. Tenía mucho que hacer y no podía estar pendiente de las actividades de su hermana.El príncipe llegó en un enorme y largo vehículo, acompañado de sus escoltas conformados por dos guardias, seguido de un ejército de veinte soldados guiados por su capitán y montados en potentes motonetas de cuatro ruedas. Los coches fuero
- Nunca creí que me llegaría a casar – le dijo Mila a Zuberi – pero supongo que… está bien… nuestro padre se sentiría feliz por eso… creo.- Los nobles estamos destinados a los matrimonios por conveniencia, hermanita – le dijo Zuberi, con una media sonrisa – Es la única forma de garantizar nuestra permanencia dentro de la nobleza, así como la posibilidad de conformar parte de la familia real si la Corte lo amerita.- Sí, lo sé, pero… ¿Tenía que casarme con un hombre tan joven? – dijo Mila, haciendo un puchero - ¡Parecerá más mi hijo que mi marido!- ¡Pero si no se llevan tantos años! Además, los informes dicen que el príncipe Abiel es de los más fuertes y temerarios de su reino. Podrá protegerte de cualquier peligro sin dudarlo.- Bueno, yo también sé pelear, no creo que necesite que me proteja.Mientras conversaban, apareció el susodicho en el salón del castillo, donde se celebraba la boda. El príncipe lucía un traje negro con corbata, llevaba los cabellos recogidos en una coleta y p
— ¡Majestad! – gritó Mara, sorprendida.El rey Zuberi, sin mirarla, se acercó a sus soldados y les ordenó:— Encierren a los conspiradores en las celdas del castillo. Más adelante los llevaremos al palacio real para ajusticiarlos.Un par de soldados leales a la reina se acercaron a Mara y le dijeron:— Acompáñenos, por favor.Mara, al ver que el rey Zuberi no hizo ninguna objeción, decidió seguir a los guardias, en silencio.Estos la condujeron hasta una habitación, donde se encontró con la reina Brida. Esta la abrazó y le dijo:— ¡Estaba tan preocupada! ¡Gracias a la Diosa que no te sucedió nada malo!— El rey Zuberi me rescató – explicó Mara, aun sin creerlo - ¿Será que lo enviaste a por mí, madre?— No, querida. Mi esposo fue por cuenta propia – respondió Brida, con una ligera sonrisa de ternura – te lo dije, Mara. Él no permitirá que nadie te haga daño.Mientras madre e hija estaban charlando, el rey Zuberi y la duquesa Mila estaban debatiendo sobre qué hacer con los prisioneros.
Se sentó en la mesa de su escritorio, dispuesta a revisar los documentos y futuros decretos que debía firmar para ser aprobados. Y mientras realizaba sus labores de reina, apareció su esposo y le dijo:— Esposa querida, puede que en las próximas semanas deba ausentarme en el palacio para revisar las fronteras. Los piratas son cada vez más rudos y salvajes y temo por la seguridad de la población.— Lo entiendo – dijo Brida – En ese caso, te apoyaré con la preparación de las tropas para que puedas ir con toda la seguridad del mundo.— Descuida, sé defenderme y ya he enfrentado a toda clase de peligros, saliendo ileso de ellos – dijo Zuberi, con una sonrisa de confianza.— Aun así, no estaré tranquila hasta verificar que estés bien protegido – insistió Brida – Más que tu reina, también soy tu esposa. Y mi deber es cuidar a mi familia.Ambos se contemplaron por unos segundos. Luego, el rey se acercó a la reina y le plantó un beso en la boca, haciendo que esta se ruborizara.— Quizás hoy d
Tras el casi atentado que sufrió la reina Brida y Mara en el castillo de la duquesa, el palacio real aumentó el sistema de vigilancia, instalándose el doble de cámaras de seguridad y fortaleciendo el sistema de defensa externa con detectores de movimiento anti intrusos. El rey Zuberi se encargó de supervisar al personal para que no hubiese ningún otro infiltrado y todos los residentes del palacio fueron inspeccionados.A su vez, la duquesa Mila hizo un procedimiento similar en su castillo. Estaba segura de que el problema venía dentro de la propia Corte, por lo que creía que lo mejor era identificar a los detractores de la reina, que aún seguían fieles a la duquesa Sonia. Por suerte, consiguió una buena administradora que cuidara de sus tierras mientras pasaba su luna de miel en los terrenos del príncipe Abiel. Pero como ese lugar quedaba muy lejos de las costas y sitios donde operaban los piratas, debían partir de inmediato para apoyar al rey Zuberi en la defensa.Un poco antes de ma
La noche antes de partir, el rey Zuberi y la reina Brida decidieron cenar juntos en el jardín del palacio. Colocaron algunas lámparas adornadas con pantallas protectoras de papel y una pequeña radio que sintonizaba una música suave y melodiosa.Ambos miraron el aparato y, en un momento, Zuberi comentó:— Según los documentos antiguos, existían artefactos que podían sintonizar música, sacar fotos y reproducir películas, todo en uno.— ¿En serio? – preguntó una sorprendida Brida - ¡En verdad la tecnología del pasado era impresionante!— Sí. Espero que, algún día, podamos recrear esa y otras maravillas del “Viejo Mundo”.Brida sonrió. Y es que, hacía apenas un lustro, cuando la Doctrina controlaba los cuatro reinos, era esa institución quien supervisaba esas cosas porque quería evitar, a toda costa, que resurgiese la tecnología antigua que contribuyó a la decadencia de la civilización humana. Sin embargo, hubo grandes avances y, entre ellas, estaban los dispositivos comunicadores con pro