Todos en la Corte estaban expectantes por la llegada del príncipe Abiel. Incluso la duquesa Mila, quien llegó al palacio apenas recibió el mensaje de la reina Brida para conocer a quien sería su futuro esposo. El rey Zuberi estaba escéptico, ya que no creía que su hermana pudiera intercalar entre la gestión de sus propias tierras con las del príncipe, a pesar de que ella lo tranquilizó con estas palabras:
- Podemos llamar a una administradora, así funcionan muchos ducados hoy en día. Además, esas tierras que tu esposa cedió al príncipe son más importantes: no podemos perderlas por un “desliz” que ella cometió en el pasado.
El rey Zuberi suspiró y, al final, se resignó. Tenía mucho que hacer y no podía estar pendiente de las actividades de su hermana.
El príncipe llegó en un enorme y largo vehículo, acompañado de sus escoltas conformados por dos guardias, seguido de un ejército de veinte soldados guiados por su capitán y montados en potentes motonetas de cuatro ruedas. Los coches fueron estacionados y el príncipe se presentó ante el trono, causando una gran impresión a la Corte y a la reina debido a su singular aspecto. Era un hombre alto, de cabellos largos hasta la cintura, con rostro delgado, pómulos altos y cejas gruesas. Llevaba una armadura dorada propia de su reino, cubierto por una capa roja que colgaba de sus hombros. Aunque apenas tenía 21 años, sus ojos parecían ser los de un hombre maduro, ya que no poseían ningún atisbo de emoción propia de la juventud.
- Buenos días, su majestad – saludó el príncipe Abiel, haciendo una reverencia – he venido aquí, a petición de mi madre, para escuchar la propuesta que tiene para mí en lo concerniente a las tierras cedidas a mi reino y, de las cuales, estaré a cargo a partir de ahora.
La reina Brida lo contempló por unos instantes. Tenía los modales propios de un príncipe de su nación y, de lejos, se notaba que era un hombre fuerte y experimentado en combates. Así es que mostró una expresión neutra y le dijo:
- Sé que hará un gran esfuerzo por mantener esas tierras y, por motivos de garantizar la alianza entre las naciones, me gustaría pedirle que contrajera nupcias con la duquesa Mila, la hermana menor de mi esposo, el rey Zuberi. Ella ya está experimentada en la gestión de territorios en calidad de duquesa, por lo que sé que te será de gran ayuda para que puedas cuidar tu terreno y contribuir al desarrollo del comercio internacional.
La expresión del príncipe Abiel pasó de la indiferencia a la sorpresa en un breve lapsus de tiempo. La reina Brida supuso que no se le había informado al respecto, por lo que no sabía cómo podría proceder. Aún así, el joven logró controlarse y, con toda la diplomacia que requería esas cuestiones, respondió:
- Si es el deseo de la reina de esta nación, acepto casarme con la duquesa Mila. Le pediré permiso a mi madre para casarme en este país y me pondré a ello al instante.
Mientras conversaban, Mara observaba a lo lejos. Se sorprendió por la forma en que su madre lideraba el reino y se preguntó cómo hubiesen surgido las cosas si ella fuese aceptada como una princesa. Seguro estaría sentada a su lado, luciendo orgullosa una tiara que representara su estatus y compromiso con su pueblo. Pero, en esos momentos, solo le quedaba mantenerse al margen, no intervenir y evitar al rey Zuberi, que no paraba de mirarla con ojos inquisidores, como si le fastidiase su presencia en el palacio.
Y el susodicho giró la cabeza en dirección a ella. Así es que, de inmediato, se marchó y se dirigió a su habitación, dispuesta a leer un libro o escribir nimiedades en su diario.
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El ducado que le fue heredado al rey Zuberi y a la duquesa Mila era conocido como “El ducado de Flores”, debido a que predominaban los jardines y cultivos de flores de todo tipo. El castillo de Mila tenía muchos jardines colgantes en los balcones, cuyo colorido contrastaba con los ladrillos negros de la construcción.
La boda se celebró en dicho castillo, ya que era costumbre que el novio se trasladase al hogar de la novia para unirse a su familia. Sin embargo, acordaron que se mudarían al terreno limítrofe con el reino de Este en la próxima semana, después de consumada la relación.
Tanto la reina Brida como Mara asistieron, debido a que se casaría la hermana del rey Zuberi. El monarca, por su parte, mandó fortalecer la seguridad del castillo para que no surgiese algún percance durante la celebración. Si bien la presencia del príncipe extranjero causó curiosidad en el reino, la boda se celebró a puertas cerradas y de forma discreta, por lo que ningún periodista o persona lejana a la familia real podía ingresar.
El rey Zuberi vistió un traje militar azul, con botones plateados y hombreras color rojo. La reina Brida tenía un vestido verde esmeralda de un solo hombro y los cabellos adornados con hebillas de diamantes diminutos. Mara, en cambio, llevaba un sencillo vestido rosa claro sin detalles, con una larga trenza gruesa que colgaba por su espalda y una pequeña diadema plateada con un rubí en el centro. Los pocos invitados que la vieron se quedaron asombrados por el aspecto de la muchacha ya que, desde su llegada al palacio, era la primera vez que lucía como una princesa. Mara se sentía nerviosa, pensaba que ni el príncipe llamó tanto la atención como ella y solo deseaba marcharse de ahí.
Su madre debió de percatarse de su incomodidad porque le susurró al oído:
- Descuida, pequeña, nadie se burlará de ti. Solo no están acostumbrados a tu presencia. Mejor mantente a mi lado hasta que termine la boda.
El rey Zuberi, quien para nada quería involucrarse con la muchacha, decidió acercarse a su hermana. Ésta tenía los cabellos rubios y cortos, ojos azules intensos y la piel bien blanca. En esos momentos le aplicaron rubor en las mejillas para no lucir tan pálida, además de ponerse un vestido azul intenso que relucían su belleza. Zuberi pensó que en verdad lucía bien y que, posiblemente, lograría enamorar al príncipe ante un primer vistazo.
- Nunca creí que me llegaría a casar – le dijo Mila a Zuberi – pero supongo que… está bien… nuestro padre se sentiría feliz por eso… creo.- Los nobles estamos destinados a los matrimonios por conveniencia, hermanita – le dijo Zuberi, con una media sonrisa – Es la única forma de garantizar nuestra permanencia dentro de la nobleza, así como la posibilidad de conformar parte de la familia real si la Corte lo amerita.- Sí, lo sé, pero… ¿Tenía que casarme con un hombre tan joven? – dijo Mila, haciendo un puchero - ¡Parecerá más mi hijo que mi marido!- ¡Pero si no se llevan tantos años! Además, los informes dicen que el príncipe Abiel es de los más fuertes y temerarios de su reino. Podrá protegerte de cualquier peligro sin dudarlo.- Bueno, yo también sé pelear, no creo que necesite que me proteja.Mientras conversaban, apareció el susodicho en el salón del castillo, donde se celebraba la boda. El príncipe lucía un traje negro con corbata, llevaba los cabellos recogidos en una coleta y p
— ¡Majestad! – gritó Mara, sorprendida.El rey Zuberi, sin mirarla, se acercó a sus soldados y les ordenó:— Encierren a los conspiradores en las celdas del castillo. Más adelante los llevaremos al palacio real para ajusticiarlos.Un par de soldados leales a la reina se acercaron a Mara y le dijeron:— Acompáñenos, por favor.Mara, al ver que el rey Zuberi no hizo ninguna objeción, decidió seguir a los guardias, en silencio.Estos la condujeron hasta una habitación, donde se encontró con la reina Brida. Esta la abrazó y le dijo:— ¡Estaba tan preocupada! ¡Gracias a la Diosa que no te sucedió nada malo!— El rey Zuberi me rescató – explicó Mara, aun sin creerlo - ¿Será que lo enviaste a por mí, madre?— No, querida. Mi esposo fue por cuenta propia – respondió Brida, con una ligera sonrisa de ternura – te lo dije, Mara. Él no permitirá que nadie te haga daño.Mientras madre e hija estaban charlando, el rey Zuberi y la duquesa Mila estaban debatiendo sobre qué hacer con los prisioneros.
Se sentó en la mesa de su escritorio, dispuesta a revisar los documentos y futuros decretos que debía firmar para ser aprobados. Y mientras realizaba sus labores de reina, apareció su esposo y le dijo:— Esposa querida, puede que en las próximas semanas deba ausentarme en el palacio para revisar las fronteras. Los piratas son cada vez más rudos y salvajes y temo por la seguridad de la población.— Lo entiendo – dijo Brida – En ese caso, te apoyaré con la preparación de las tropas para que puedas ir con toda la seguridad del mundo.— Descuida, sé defenderme y ya he enfrentado a toda clase de peligros, saliendo ileso de ellos – dijo Zuberi, con una sonrisa de confianza.— Aun así, no estaré tranquila hasta verificar que estés bien protegido – insistió Brida – Más que tu reina, también soy tu esposa. Y mi deber es cuidar a mi familia.Ambos se contemplaron por unos segundos. Luego, el rey se acercó a la reina y le plantó un beso en la boca, haciendo que esta se ruborizara.— Quizás hoy d
Tras el casi atentado que sufrió la reina Brida y Mara en el castillo de la duquesa, el palacio real aumentó el sistema de vigilancia, instalándose el doble de cámaras de seguridad y fortaleciendo el sistema de defensa externa con detectores de movimiento anti intrusos. El rey Zuberi se encargó de supervisar al personal para que no hubiese ningún otro infiltrado y todos los residentes del palacio fueron inspeccionados.A su vez, la duquesa Mila hizo un procedimiento similar en su castillo. Estaba segura de que el problema venía dentro de la propia Corte, por lo que creía que lo mejor era identificar a los detractores de la reina, que aún seguían fieles a la duquesa Sonia. Por suerte, consiguió una buena administradora que cuidara de sus tierras mientras pasaba su luna de miel en los terrenos del príncipe Abiel. Pero como ese lugar quedaba muy lejos de las costas y sitios donde operaban los piratas, debían partir de inmediato para apoyar al rey Zuberi en la defensa.Un poco antes de ma
La noche antes de partir, el rey Zuberi y la reina Brida decidieron cenar juntos en el jardín del palacio. Colocaron algunas lámparas adornadas con pantallas protectoras de papel y una pequeña radio que sintonizaba una música suave y melodiosa.Ambos miraron el aparato y, en un momento, Zuberi comentó:— Según los documentos antiguos, existían artefactos que podían sintonizar música, sacar fotos y reproducir películas, todo en uno.— ¿En serio? – preguntó una sorprendida Brida - ¡En verdad la tecnología del pasado era impresionante!— Sí. Espero que, algún día, podamos recrear esa y otras maravillas del “Viejo Mundo”.Brida sonrió. Y es que, hacía apenas un lustro, cuando la Doctrina controlaba los cuatro reinos, era esa institución quien supervisaba esas cosas porque quería evitar, a toda costa, que resurgiese la tecnología antigua que contribuyó a la decadencia de la civilización humana. Sin embargo, hubo grandes avances y, entre ellas, estaban los dispositivos comunicadores con pro
En los días en que el rey Zuberi estuvo fuera del palacio, la reina Brida y Mar pasaron más tiempo juntas. Ya sea en el patio, en la biblioteca o en el comedor, siempre buscaban alguna forma de reunirse y charlar de sus respectivas actividades, tratando así de recuperar la conexión madre e hija que nunca debió haberse cortado.En una de esas, decidieron hablar de los cuatro reinos del continente Tellus y cómo, por muchos años, todas las reinas se encontraban bajo el control de la Doctrina.— Esa institución manejaba por entero nuestras vidas – le explicó Brida a Mara – nos enseñaban sobre el amor y la igualdad entre los humanos, pero la anterior papisa se corrompió y quiso destruirnos a todas para instaurar un imperio, donde ella sería la emperatriz absoluta de todo el continente.— Suerte que no pasó – dijo Mara, mientras leía el libro de historia – los cuatro reinos tienen cada uno su encanto. Pero lo que me intriga es saber cómo lo hacen para no atacarse la una a la otra, debido a
Poco tiempo después, el rey Zuberi y el capitán Aries regresaron al palacio. Consiguieron capturar a un grupo significante de piratas y estaban listos para que los sentenciara la reina. La monarca, al saber que su esposo estaba de vuelta, fue corriendo directo hacia él para recibirlo. Pero grande fue su sorpresa al verlo junto a otra mujer, quien estaba entre la comitiva.Era una joven que no rondaría los veinte años. Tenía los cabellos castaños y lacios y los labios de rojo intenso. Su vestido negro de mangas abultadas denotaba que era una dama o doncella adinerada, pero las faldas rotas y los moretones que tenía en los brazos y cara mostraban que fue cruelmente atacada por gente sin escrúpulos y que la hicieron vivir un verdadero infierno.Brida se acercó al rey Zuberi y este, al verla, le señaló a su acompañante y le explicó:— Esposa querida, ella es la señorita Rubí. Ha sido atacada por los piratas, quienes diezmaron su hogar y capturaron a su familia. La traje aquí en calidad de
La duquesa Mila estaba leyendo el periódico, donde figuraban los últimos acontecimientos ocurridos en el reino del Oeste. Por su parte, el príncipe Abiel estaba dando un informe a su madre desde el comunicador, explicándole sobre el terrible caso de los piratas y debatiéndose si estaría bien involucrarse en el asunto, ahora que estaba casado con la hermana del rey.— Si tu esposa considera conveniente que te involucres en eso, no le veo lo malo – le dijo la reina del Este – Pero ten cuidado, que esto no nos afecte a nosotros directamente. Aunque, viéndolo del otro lado, puedes tomarlo como un desafío: si contienes a esos piratas y los envías hacia el océano, no solo podrás cumplir con tus deberes de esposo devoto, sino, además, podrás proteger a nuestra nación de su presencia.— ¿Y si bordean el océano, madre? – le preguntó Abiel, mostrando preocupación – podrían ir hacia el sur y, así, dar con nuestro reino fácilmente. Y ahí ya no podré hacer nada porque estas tierras que me asignaro