La noche antes de partir, el rey Zuberi y la reina Brida decidieron cenar juntos en el jardín del palacio. Colocaron algunas lámparas adornadas con pantallas protectoras de papel y una pequeña radio que sintonizaba una música suave y melodiosa.Ambos miraron el aparato y, en un momento, Zuberi comentó:— Según los documentos antiguos, existían artefactos que podían sintonizar música, sacar fotos y reproducir películas, todo en uno.— ¿En serio? – preguntó una sorprendida Brida - ¡En verdad la tecnología del pasado era impresionante!— Sí. Espero que, algún día, podamos recrear esa y otras maravillas del “Viejo Mundo”.Brida sonrió. Y es que, hacía apenas un lustro, cuando la Doctrina controlaba los cuatro reinos, era esa institución quien supervisaba esas cosas porque quería evitar, a toda costa, que resurgiese la tecnología antigua que contribuyó a la decadencia de la civilización humana. Sin embargo, hubo grandes avances y, entre ellas, estaban los dispositivos comunicadores con pro
En los días en que el rey Zuberi estuvo fuera del palacio, la reina Brida y Mar pasaron más tiempo juntas. Ya sea en el patio, en la biblioteca o en el comedor, siempre buscaban alguna forma de reunirse y charlar de sus respectivas actividades, tratando así de recuperar la conexión madre e hija que nunca debió haberse cortado.En una de esas, decidieron hablar de los cuatro reinos del continente Tellus y cómo, por muchos años, todas las reinas se encontraban bajo el control de la Doctrina.— Esa institución manejaba por entero nuestras vidas – le explicó Brida a Mara – nos enseñaban sobre el amor y la igualdad entre los humanos, pero la anterior papisa se corrompió y quiso destruirnos a todas para instaurar un imperio, donde ella sería la emperatriz absoluta de todo el continente.— Suerte que no pasó – dijo Mara, mientras leía el libro de historia – los cuatro reinos tienen cada uno su encanto. Pero lo que me intriga es saber cómo lo hacen para no atacarse la una a la otra, debido a
Poco tiempo después, el rey Zuberi y el capitán Aries regresaron al palacio. Consiguieron capturar a un grupo significante de piratas y estaban listos para que los sentenciara la reina. La monarca, al saber que su esposo estaba de vuelta, fue corriendo directo hacia él para recibirlo. Pero grande fue su sorpresa al verlo junto a otra mujer, quien estaba entre la comitiva.Era una joven que no rondaría los veinte años. Tenía los cabellos castaños y lacios y los labios de rojo intenso. Su vestido negro de mangas abultadas denotaba que era una dama o doncella adinerada, pero las faldas rotas y los moretones que tenía en los brazos y cara mostraban que fue cruelmente atacada por gente sin escrúpulos y que la hicieron vivir un verdadero infierno.Brida se acercó al rey Zuberi y este, al verla, le señaló a su acompañante y le explicó:— Esposa querida, ella es la señorita Rubí. Ha sido atacada por los piratas, quienes diezmaron su hogar y capturaron a su familia. La traje aquí en calidad de
La duquesa Mila estaba leyendo el periódico, donde figuraban los últimos acontecimientos ocurridos en el reino del Oeste. Por su parte, el príncipe Abiel estaba dando un informe a su madre desde el comunicador, explicándole sobre el terrible caso de los piratas y debatiéndose si estaría bien involucrarse en el asunto, ahora que estaba casado con la hermana del rey.— Si tu esposa considera conveniente que te involucres en eso, no le veo lo malo – le dijo la reina del Este – Pero ten cuidado, que esto no nos afecte a nosotros directamente. Aunque, viéndolo del otro lado, puedes tomarlo como un desafío: si contienes a esos piratas y los envías hacia el océano, no solo podrás cumplir con tus deberes de esposo devoto, sino, además, podrás proteger a nuestra nación de su presencia.— ¿Y si bordean el océano, madre? – le preguntó Abiel, mostrando preocupación – podrían ir hacia el sur y, así, dar con nuestro reino fácilmente. Y ahí ya no podré hacer nada porque estas tierras que me asignaro
— ¡Oh! ¡Esto se siente bien!— Espero no haberla lastimado, querida esposa.El príncipe Abiel y la duquesa Mila estaban teniendo relaciones sexuales, a petición de esta. Si bien se habían casado por conveniencia, a ojos de la Alta Sociedad ellos deberían fortalecer sus lazos formando una familia a quienes heredarles esas tierras. Además, Mila tenía la falsa ilusión de que, si el rey Zuberi no conseguía embarazar a la reina Brida, sería su oportunidad de incluir a los hijos que tendría con Abiel en la línea de sucesión al trono.Mila se aferró a Abiel y lo estrechó hacia sí. El joven príncipe era de una complexión atlética, tenía bíceps desarrollados, pero no demasiado grandes. Aun así, estaban bien formados debido a que pasó gran parte de su vida entrenando con la espada.En un arrebato de lujuria, le dio un pequeño mordisco en su hombro izquierdo. El príncipe dio un grito, pero no la evadió ni se retiró. Eso le intrigó a la duquesa porque, de inmediato, se separó de él y le preguntó:
— ¿Qué ha pasado con mi encargo, reina Brida? ¿Acaso volvieron a atacar los piratas?— Lamento todo este percance, majestad. Estamos averiguando qué sucedió con el paquete para reponerlo y hacer la entrega.La reina Brida estaba conversando, esta vez, con la joven monarca del reino del Sur. Las fronteras de ambos reinos contaban con una extensa ruta que conectaba directo al sitio donde extraían los diamantes, por lo que los acuerdos comerciales de ambos países eran de los más enriquecedores.Pero, por culpa de los piratas, el negocio amenazaba con interrumpirse de la peor manera, arriesgando a que todos los pueblos limítrofes cayeran en una gran inflación por la falta de circulación del producto en el mercado.“No solo mi cobre quedó a manos del reino del Este, sino que las rutas que conectan a las cuevas de los mineros de diamantes se sitúan en el reino del Sur”, pensó Brida, con angustia. “Al menos la monarca de ese país es comprensiva, pero no puedo poner a límite su paciencia”.—
La duquesa Mila y el príncipe Abiel se presentaron al palacio y fueron recibidos por la pareja de reyes. Zuberi contempló a su hermana y la vio bastante relajada en compañía de su joven esposo. En el fondo se alegró de que las cosas con ellos dos marchara bien y comenzó a envidiarlos por su buena suerte.— Majestad, he decidido apoyarlos en su lucha contra los piratas como gratitud por haberme cedido esas tierras ricas en cobre – dijo Abiel, inclinando levemente la cabeza – mi madre considera que, si no hago algo al respecto, podrían atravesar nuestras fronteras y perjudicar a nuestro reino.— Sí, recuerdo que ese territorio contiene cobre – dijo Brida, mostrando una expresión de pena por acceder a vender ese sector a la reina Jucanda – en ese caso, contamos con su colaboración y lo tomaremos como símbolo de alianza entre ambas naciones.Una vez que terminaron de conversar en el trono, la reina Brida fue a su oficina con la duquesa Mila, debido a que quería preguntarle cómo iba con el
El rey Zuberi llegó al lugar en compañía de lord Aries, el príncipe Abiel y el ejército de la reina. El sitio que habían intervenido hacía meses se veía muy desolado: las casas estaban destruidas, los saqueadores recorrían las zonas y los pocos sobrevivientes no paraban de pedir clemencia.El monarca se preguntó de dónde salieron tantos piratas y pensó que esto parecía más bien una guerra que un simple asalto a un pueblo aislado.— Los piratas tienen rehenes – le informó un guardia al rey Zuberi – no podemos atacarlos de este modo.— Habría que llegar a un trato con ellos – dijo Zuberi – detectar quién es su capitán y, ahí, capturarlo para llevárselo ante la reina.Las tropas rodearon el lugar y los soldados llevaron a los pobladores que lograron escapar de los piratas a un sitio seguro.En una de esas, un niño salió disparado de un grupo de cuatro piratas, quienes comenzaron a dispararle. Lord Aries, al ver esto, tomó un rifle y disparó desde la distancia, acertando a uno de ellos. D