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Capítulo 12. Una buena compañía

— ¿Qué ha pasado con mi encargo, reina Brida? ¿Acaso volvieron a atacar los piratas?

— Lamento todo este percance, majestad. Estamos averiguando qué sucedió con el paquete para reponerlo y hacer la entrega.

La reina Brida estaba conversando, esta vez, con la joven monarca del reino del Sur. Las fronteras de ambos reinos contaban con una extensa ruta que conectaba directo al sitio donde extraían los diamantes, por lo que los acuerdos comerciales de ambos países eran de los más enriquecedores.

Pero, por culpa de los piratas, el negocio amenazaba con interrumpirse de la peor manera, arriesgando a que todos los pueblos limítrofes cayeran en una gran inflación por la falta de circulación del producto en el mercado.

“No solo mi cobre quedó a manos del reino del Este, sino que las rutas que conectan a las cuevas de los mineros de diamantes se sitúan en el reino del Sur”, pensó Brida, con angustia. “Al menos la monarca de ese país es comprensiva, pero no puedo poner a límite su paciencia”.

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