Los reyes, soldados, sirvientes e invitados vieron con impotencia cómo se llevaron a Mara y Rubí hacia las afueras del palacio. La duquesa Sonia y el capitán Oro se abrazaron, mientras que los piratas celebraban su pequeña victoria.La mujer miró por última vez a Brida y, con una sonrisa maliciosa, le exigió:— Entrégame cincuenta lotes de oro y diamantes y liberaré a las chicas. Firma tu renuncia al trono y dejaré de atacar el reino. Tienes una semana para prepararlo todo, si no quieres ver el cuerpo de tu hija flotando en alta mar.Una vez que se marcharon, todos los invitados permanecieron en sus puestos mientras intentaban recuperar la calma tras la invasión al palacio. Zuberi soltó a Brida y esta, ante la vista de todos, le golpeó en la cara.— ¡Majestad! – intervino lord Aries, quien se puso delante del rey Zuberi para defenderlo - ¡Todo esto es mi culpa! ¡Por favor, no se desquite con su esposo!— ¿Qué quieres decir, capitán? – preguntó Brida, al borde de la histeria.Lord Arie
El rey Zuberi convocó a lord Aries, a la duquesa Mila y al príncipe Abiel para ir todos juntos al rescate de la princesa. Esta vez irían de frente, dentro de un gran barco con avionetas de escape en caso de emergencia. Mila, quien leía la lista de aviones disponibles, comentó:— Esa perversa mujer ha cruzado la línea. ¿Cómo se le ocurre exigir a la reina Brida a que renuncie a su trono y se entregue? ¡Nadie de este reino lo aceptaría!— Ella siempre soñó con sentarse en esa silla, hermana – dijo Zuberi – su ambición la cegó hasta el punto de llegar a matar a su propia sangre, sin medir las consecuencias.— Mi hermano estará cuidando de mis terrenos en mi ausencia – dijo el príncipe Abiel – descuiden, él es alguien muy confiable y accesible, seguirá con el mismo trato que establecieron ambas coronas para el uso del cobre.— De todas formas debes cuidarte, querido esposo – le dijo Mila – y tú también, hermano. Ambos son parte de la realeza, no quiero imaginar el conflicto que se armaría
Mientras la llevaban al hospital, la reina Brida había perdido el conocimiento, no pudo soportar los mareos, las nauseas ni la vergüenza de mostrarse vulnerable ante una monarca extranjera.Cuando despertó, ya estaba acostada en una cama y siendo atendida por los enfermeros del hospital. El médico real se acercó a ella y, con una amplia sonrisa, le dijo:— Felicidades, majestad. Está usted embarazada.Brida no podía creer lo que estaba escuchando. Por un instante, pensó que seguía soñando y se pellizcó la mano para corroborarlo. Luego, se palpó el vientre y preguntó:— ¿Embarazada? ¿De verdad lo estoy?— Así es, su majestad – respondió el médico, manteniendo su sonrisa – la razón de los mareos y arcadas era por ese motivo. Ya lleva algo de tiempo en su vientre, pero tal parece que no pudo notarlo.Brida intentó recordar la última vez que tuvo su periodo. Normalmente, tanto ella como Zuberi habían sido muy meticulosos con eso, pero tras los últimos acontecimientos surgidos, se les olvi
El rey Zuberi se dio cuenta de que habían llegado a un punto muerto. Por un lado, ellos no podían atacar la isla, mientras que Mara y Rubí estuviesen ahí cautivas. Pero, por otro lado, si la duquesa las mataba en ese instante, sería ella quien tendría las de perder. Ni él quería sacrificar a las chicas ni ella destruir su reciente reinado.El capitán Aries, al verlo tan tenso, apoyó una mano sobre su hombro y le dijo:— Majestad, decida lo que decida, sabe que siempre lo apoyaré.— Hay cañones en las torres de vigilancia – señaló el príncipe Abiel – no podemos enviar botes de rescate hacia las laterales sin que nos detecten.En un momento, Zuberi notó que sonaba su dispositivo comunicador. Atendió y vio un mensaje de texto de la duquesa Mila, quien permaneció en el barco para comandar las naves voladoras en caso de emergencia.El texto decía: Tengo drones a disposición, cedidos por los técnicos de mi esposo. Esto no lo sabe nadie más que yo debido a que planeaba usarlos a nuestro favo
Los piratas activaron sus cañones, dispuestos a disparar. Mientras, el rey Zuberi se arrojó al mar e intentó nadar hacia el bote de sus compañeros. Pero debido al peso de su armadura, comenzó a sacársela para evitar hundirse en lo profundo. Por suerte, lord Aries tenía una cuerda a su disposición, la cual la lanzó directo a él para que la tomara y pudiera retornar al bote sin tener que sortear las olas.La duquesa Sonia, al ver esto, ordenó a uno de los piratas:— ¡Dispara hacia esas personas! ¡Quiero ver sus cadáveres flotando en el agua!Como si le hubiesen leído el pensamiento, un proyectil proveniente del barco impactó cerca de donde estaban, por lo que no pudieron atacar al equipo del rey desde la distancia.Tanto la duquesa como los piratas se arrojaron al suelo y se cubrieron las cabezas con sus manos, a modo de evitar ser alcanzados por los disparos.— ¿Es que no les importa lo que le pasen a esas chicas? – preguntó la duquesa Sonia, en voz alta.Un par de minutos después, se
Lord Aries pegó un grito al ver cómo su rey fue disparado al corazón. El príncipe Abiel, por otro lado, se acercó rápidamente a la duquesa Sonia y, con un solo movimiento de su espada, le cortó la mano con la que enfundaba el arma. Mara, por su parte, quedó en shock al ver cómo el monarca dio la piel para protegerla, lo que la llenó de espanto y tristeza, ya que nunca más tendrían la oportunidad de mejorar su relación como padre e hija.Los piratas que habían disparado a los drones comenzaron a acercarse al grupo. Pero tanto Abiel como Aries tomaron a la perversa mujer y la apuntaron en sus puntos vitales. Al instante, los aviones de emergencia se acercaron y, de ahí, bajaron varios soldados para contener a todos los piratas de esa isla.Unos cuantos ya habían fallecido por los cañones dirigidos por la duquesa Mila. Otros, fueron liquidados por los soldados de la reina debido a que pusieron resistencia. Y los pocos que sobrevivieron, bajaron sus armas y se rindieron ante el gran poder
La duquesa Mila estaba en el castillo del príncipe Abiel, bordando un motivo de flores y mariposas en su pañuelo. Su esposo le había dicho que quería hablar a solas con el príncipe Aaron, por lo que decidió esperarlo en su oficina privada.“Me pregunto de qué hablarán”, pensó Mila. “¿Será que querrán cortar los negocios con nuestro reino para que no les saquemos más el cobre?”Mientras tanto, Abiel y Aaron estaban conversando en el patio del castillo. Ambos hombres se encontraban sentados encima de unos bancos y contemplaban el cielo, en silencio.En un momento, Aaron dijo:— Pronto me voy a casar.Abiel tosió y, mirándolo con sorpresa, le preguntó:— ¿Pero a qué loca se le habrá ocurrido elegir a un hombre tan temerario como su esposo, hermano?Aaron lo fulminó con la mirada, mientras que Abiel fingía temblar de miedo. Luego, el príncipe dio un largo suspiro y le dijo:— Nuestra madre cree que se aprovecharon de tu generosidad y exige que limites las transacciones del cobre a los del
- Feliz cumpleaños, majestad.- Que la Diosa la colme de bendiciones.La reina Brida estaba celebrando su cumpleaños número treinta y uno. Organizó un banquete donde invitó a nobles, burgueses y plebeyos para celebrar un año más de vida.La monarca lucía una hermosa corona de diamantes, que relucían con sus cabellos rojizos y cortos. Su vestido violeta de mangas descubiertas la hacían lucir como una princesa de un cuento de hadas. Y, a su lado, se encontraba el rey Zuberi, con quien se casó hacia cuatro años en un matrimonio por conveniencia.Zuberi tenía los cabellos rubios que contrastaba con sus bigotes de tonos más oscuros. En esos momentos, se vistió con un traje militar de gala color negro, con hombreras doradas, botones rojos y una espada de utilería que colgaba de su cintura.Mientras disfrutaban de la cena, el rey Zuberi tomó de la mano a la reina Brida y le dijo:- Luces tan hermosa como el día en que te conocí.A lo que Brida le respondió:- Y tú… eras tan delgado antes. Su