Tan solo había pasado un año de aquella fatídica noche en que todo cambió para Hibrand, su vida no ha sido, ni será nunca la misma Tardó unos cuantos meses en estar totalmente recuperado de las lesiones de su cuerpo, pero las del alma las llevaba tan tangible como la p**a vida. Nunca podrá entender como la vida que pensaba que tenía medianamente organizada se le pudo ir por la borda en un segundo. Nada es ni podrá ser igual, porque ha habido muchos cambios en su vida, empezando por su casa, la cual fue adaptada para que su mujer pudiera ir con la silla de ruedas, pero ese no fue el cambio más significativo que ha tenido, sino la transformación de ella, su mujer.
— ¿A qué hora llega la imbécil de la enfermera? —preguntó manipulando su silla de ruedas. Hibrand se quedó viéndola y se preguntó, ¿cómo puede una persona cambiar tanto?
—Drika, la enfermera se llama Drika, y ya está por llegar, pero no te preocupes hasta que no llegue no me voy.
—Nadie te está diciendo que te quedes, puedes irte, no te necesito.
—Heleen, ¿qué quieres? ¿Seguir acabando conmigo? ¿No ves en lo que se ha convertido nuestra vida? ¿Por qué no tratamos de llevar la fiesta en paz?
— ¿Qué fiesta? ¿Una donde nunca podré estar presente porque estoy en esta m*****a silla? estoy aquí por tu culpa —escupió resentida.
— ¿Cuál culpa? quien me quitó el volante fuiste tú, estoy cansado de decírtelo.
—Eso es mentira, si fuera así lo recordaría.
—No recuerdas porque venías como una cuba de todo lo que tomaste esa noche.
—Eso lo dices por eximirte de tu responsabilidad, pero sabes que eres un asesino, mataste a nuestro hijo —gritó con lágrimas en los ojos.
—Heleen, no sé si de verdad no recuerdas o solo me quieres hacer sentir el hombre más miserable de este mundo, te juro que lo estás logrando, pero de lo único que me siento responsable es de subirte en mi coche aquella noche, te aseguro que lo que vino después lo has hecho tú solita —dijo Hibrand con tristeza.
—Y como veo que no me necesitas, ni quieres que yo esté aquí, me voy a la empresa, apáñate tu solita en lo que viene Drika, y por favor no la trates tan mal, ella no ha tenido nada que ver en nuestra desgracia.
— ¿Qué me estás insinuando? ¿Qué he sido yo? sabes que no fue así, sabes que eres el único culpable de que no me pueda levantar de esta asquerosa silla.
—Me voy a la empresa Heleen, nos vemos en la noche —se despidió Hibrand cansado, agotado, llevaba un año en esa lucha y no sabía cuánto más aguantará
Llegó a las instalaciones de Brouwer Holanda, se quedó mirando la fachada desde su coche, mientras pensaba en lo elegante que se veía el apellido que con tanto orgullo llevó su padre. Don Freek Brouwer, siempre le decía que a todo lo que hiciera le pusiera empeño y dedicación, porque eso serían los pilares que le acompañarán en cada camino que emprendiera.
—Lo intento padre, te juro que lo intento —respiró y habló en voz baja al silencio de la cabina de su coche.
Es lo que ha intentado hacer siempre; seguir poniendo en alto el nombre de su padre en los asuntos comerciales, aunque su vida personal sea una p**a m****a. Se casó muy enamorado de Heleen, todo era tan perfecto que no sabe en qué momento el sueño se rompió, bueno si lo sabe, todo empezó por la obsesión de su mujer de querer quedarse embarazada, pero vaya trampas que te pone la vida, porque ella seguía insistiendo buscando un bebé que ya tenía en su tripa, solo que bastó un accidente que la dejó en silla de ruedas para darse cuenta de que ya no tenía que seguir buscando, que lo que tanto ansiaba estaba ahí, creciendo dentro de ella, pero que tan solo duró tres semanas.
— ¡Hola! —saludó Licelot desde su lugar en la mesa —. ¿Cómo está todo por casa?
—Aun no me han llamado diciendo que ha habido un incendio, eso significa que solo está peleando desde su silla y haciéndole la vida insoportable a esa pobre mujer que es una santa por aguantarla — Hibrand se refería a Drika, la enfermera que ya llevaba unos cuatro meses cuidándola, era la que más había durado, las otras se fueron al finalizar su primer día.
—Drika no le tiene miedo, ha sabido enfrentarla, además como tú le has dicho que esta es la última que le busca, que si se va tendrá que apañarse ella sola, creo que le ha dado miedo —recordó Licelot mirándolo —. Pero creo que, para santo, tú, eres un hombre de los que ya no existen, porque con todas las putadas que te ha hecho, otro en tu lugar se hubiera ido hace rato.
—No lo haré Liz, nunca la abandonaré, ella ha pasado de ser el amor de mi vida a la cruz de mi vida, cuando me casé, le juré que la cuidaría en la salud y la enfermedad y es lo que estoy haciendo; cumpliendo mi juramento.
—Pero ese juramento es muy difícil de cumplir Hibrand, eres un hombre joven, guapo, tienes dinero a raudales, tienes que intentar ser feliz, no sé de qué manera, pero debes hacerlo, debes reinventarte y no morir en el intento.
—Yo tampoco sé cómo hacerlo, ya sabes que después del accidente jamás ha dejado que la toque, también sabes que nunca ha habido nadie más, pero hay un límite Liz, un límite que no sé si seré capaz de aguantar.
—Yo solo sé que quiero ver a mi jefe y amigo feliz quiero verlo reír, quiero ver esa mirada de antes, quiero ver a mi jefe altanero, peleón, quiero que regrese, porque este que tengo delante es una triste sombra de él.
—No sé hasta dónde voy a poder aguantar, vive todo el día acusándome de su desgracia, de la pérdida del bebé, dice que el accidente fue culpa mía.
—Lo sé, pero siempre te he dicho, que ella sabe igual que tú lo que pasó, que solo quiere hallar un culpable, y se aprovecha porque te conoce, porque sabe el gran corazón que tienes ahí dentro.
—Bueno tráeme un café y otro para ti, ven a mi oficina —pidió Hibrand porque hasta el momento estaba en la de ella, y pasan muchos empleados. Licelot ha sido su paño de lágrimas, con ella se desahogaba cuando sentía que se estaba asfixiando.
—Marchando café solo para mi jefe —cantó ella bromeando.
Hibrand se sentó detrás de la mesa en su oficina, tiro el maletín como quiera, era el único sitio donde se sentía tranquilo, sin presión sin pleitos, aquí solo era él y su empresa, aquí ella no podía venir a imponer sus pleitos y acusaciones. Se quedó mirando la fotografía que había en un lateral de su mesa y pensó que pareciera que había pasado años luz de esa foto de ellos dos, fue el día de la boda, era una foto bonita, todo era felicidad, ella estaba preciosa con su vestido de novia y lo miraba enamorada, ahora lo miraba con odio, con rencor.
— ¿Quieres que la guarde? preguntó Licelot refiriéndose a la foto.
—No, verla me hace recordar que lo que he vivido y estoy viviendo no ha sido un sueño que se convirtió en pesadilla y quizás también me hace tener esperanza de que las cosas cambien.
—Mientras ella no acepte visitar un profesional que la ayude, nada cambiará. Le dijeron que si buscaba ayuda algún día podría volver a caminar con bastón, pero ella no ha hecho nada.
—Lo sé, ya ni pierdo el tiempo en decirle nada, cuando lo hago dice que lo que quiero es librarme de ella.
—Yo lo que creo es que a Heleen también le hace falta un buen psiquiatra que le quite la enajenación mental que tiene.
—A este paso, creo que hasta yo lo voy a necesitar, a mí también me está volviendo loco, en el único lugar donde encuentro paz es aquí.
—Porque aquí no está ella para reclamarte nada Hibrand, pero recuerda lo que te he dicho, tienes que vivir, llevas un año haciendo de enfermero, eres un hombre joven, tienes que tener algo que te ilusione de nuevo.
—Haciendo eso, siento que le seré infiel y no, nunca lo he sido y no voy a empezar ahora.
—Pero necesitas sexo, de la manera que sea, pero lo necesitas, necesitas desahogarte y calmar toda la rabia que llevas dentro y eso puedes hacerlo por medio del sexo, porque creo que ni siquiera para una paja tienes tiempo —infiere Licelot con burla.
—La verdad es que tampoco recuerdo la última vez que me pajee, y no, no es por falta de tiempo, sino de ganas.
— ¿Ves que tengo razón?
—No digo que no, ahora cuéntame de ti, por estar hablando de mi desgracia, ya no me dices nada de ese tío que te estás follando hace meses.
—Jelle y yo solo nos acostamos cuando tenemos ganas, así que tú no te marees la cabeza pensando que nos vamos a casar y que será el padre de mis hijos —se burló ella.
—Deberías de hacerlo ya, mira que la edad…
—Te prohíbo Hibrand Brouwer que hables de mi edad, si lo haces, voy a colocar letreros en sitios estratégicos de esta empresa donde se podrá leer que mi jefe tiene un año que no folla.
—Hazlo y te despido y quizás no tengas ni tiempo de casarte algún día, porque te mato.
—Ahora en serio, ¿sabes que nunca lo haría no? ¿Qué solo bromeo? —preguntó Licelot mirándolo.
—Lo sé, al igual que lo que tú me cuentas, ante todo somos amigos, eres la única que tengo y con quien puedo descargar toda la m****a que me acompaña.
—Igual digo, ahora dame esa taza y empecemos a currar, si no, mi jefe no me paga y ¿sabes qué? aquí entre nos; es un cabrón —susurró en voz baja.
— ¡Qué lástima! mereces otro jefe, si quieres….
—No, yo estoy muy bien aquí, pero gracias por la oferta —interrumpió poniendo cara de miedo.
— ¿Cuál oferta? yo solo te iba a despedir.
—Esa misma —enfatizó riendo, para luego salir de la oficina.
—Esta será tu habitación, es pequeña, pero es lo único que me queda libre, si algunas de las chicas abandonan la suya te prometo que te cambio —informó la casera de Ivana. Le costó mucho encontrar piso para compartir en Ámsterdam, después de una semana buscando y durmiendo en pensiones baratas, por fin encontró, la zona no le gustaba mucho, pero es lo que había, porque a partir de ese momento era la arrendataria de una habitación en una cuarta planta sin ascensor de la calle Bloedstraat Centrum, o lo que es lo mismo una de las calles más transitada del barrio rojo de Ámsterdam.— ¡Gracias! aquí estaré cómoda, ahora solo me falta encontrar un trabajo —respondió Ivana a su casera — ¿Sabe usted donde necesiten a alguien para trabajar? hablo ruso e inglés.—Aqu&
Los campos de tulipanes de Brouwer Holanda estaban ubicados al sudeste de Ámsterdam, específicamente en Haarlem, era donde mejor se daban las condiciones de todo Ámsterdam por la combinación de arenas y tierra arcillosa. Hibrand se levantó temprano y se fue directamente al campo. Estábamos en el mes de abril y era cuando los bulbos empezaban a florecer, era todo un espectáculo, se podían ver campos y campos de tulipanes de diferentes colores. A Hibrand le gustaba ver personalmente sus campos, y como solo tardaba treinta minutos de Ámsterdam a Haarlem lo hacía todos los días muy temprano, la cosecha ya la tenía vendida a los inversores con los que firmó el contrato el año pasado.Si por él fuera, se quedaba allí todo el día disfrutando de ese espectáculo, porque ver sus campos llenos de tanto col
Ivana estaba desesperada, ya no sabía qué más hacer para encontrar trabajo, a todos los sitios que iba le pedían lo mismo; papeles en regla, ella no los tenía, porque entró a Ámsterdam como turista y se había quedado. Otra cosa que le pedían era la experiencia, tampoco tenía porque nunca había trabajado. Ese había sido el peor día, estaba muy deprimida, ya no le quedaba dinero ni siquiera para comer, y la habitación tenía que pagarla en un semana, sus amigas Edurne y Malenka habían tratado de animarla y le decían que no se preocupara que donde comían dos, comían tres, pero ella sabía que eso no lo podía hacer, que no podía abusar de la amistad de esas chicas que se habían portado tan bien con ella.Un par de veces se le había pasado por la cabeza regresa
Había pasado una semana desde que Heleen hizo creer que se tomó el frasco de pastilla, todo lo hizo por llamar la atención, porque si se las hubiera querido tomar nadie se lo habría impedido, y ahora quizás, sería otra la historia. Al otro día salió del hospital como si nada, sin arrepentimientos. Hibrand fue a recogerla, porque no fue capaz de dejar que se fuera en un taxi, su conciencia no se lo hubiera permitido. Ella seguía en las mismas, dando órdenes, peleando, insultando, haciendo infeliz la vida de las personas que la rodeaban, parecía que era lo que más disfrutaba.Hibrand buscó a un psicólogo que le recomendaron para que fuera a casa y los ayudara, porque él pensaba que también necesitaba ayuda, para sobrellevar toda la situación y para poder aguantarla, pero ella lo echó, en cuanto puso un pie en la ca
Hibrand estaba dando vueltas sin rumbo fijo, mientras pensaba en la mierda en que se había convertido su vida, en el comportamiento de Heleen, sabía que el hecho de que esté en una silla de ruedas no justificaba su actitud, no tenía iniciativa de nada, no hacía nada con su vida, todo el rato se lo pasaba culpándolo a él de su desgracia, y ya estaba cansado, agotado, ya no le quedaba nada que dar, ella se lo había quitado todo, no tenía ni amor, ni odio, ni rencor, ella lo ha dejado vacío, agotado.Sin darse cuenta llegó a las inmediaciones del barrio rojo, tenía siglos que no visitaba esos lugares de noche. Antes de casarse se dejó caer alguna que otra noche, solo a mirar y caminar, porque nunca le hizo falta ir en busca de sexo, ese lo tenía donde quisiera, así que al barrio nunca había ido en busca de nada.
Hibrand iba conduciendo despavorido, quien lo viera pensaría que había cometido una infracción y estaba huyendo de la policía, pero la realidad era que huía de sí mismo, no entendía qué había pasado, solo sabía que acababa de tener el mejor sexo de su vida y lo había obtenido de una puta del barrio rojo, de la que no sabía ni su nombre, tampoco es que le interesara, lo único que tenía claro es que era una preciosidad, y joven, la chica no debía pasar de veintidós o veintitrés años como mínimo.De repente se dio cuenta de que había hecho lo que pensó que jamás haría; faltar a su matrimonio, pero no sentía ningún remordimiento, y eso era lo que peor lo hacía sentir; no sentirse culpable por haber sido infiel a su muj
(Samara, Rusia)Sergei Ivanov, estaba descansando en su casa, recuperándose de la paliza que mandó a propinarle Petrov, uno de los rusos con más dinero de Samara; dinero ilícito que había obtenido de diversos negocios, como la trata de blanca, transporte ilegal de todo tipo de mercancías o contrabando, así como de un sin números de burdeles que funcionaban al margen de la ley.Sergei lo conocía desde hacía muchos años, quizás desde cuando no tenía nada y era tan solo un pobre diablo. Había hecho algunos negocios con él, nunca se había metido tan hondo como Petrov, porque siempre pensó en el bienestar de su familia. Siempre ha sabido cual es el límite y hasta dónde era capaz de llegar. Los negocios que había hecho con Petrov habí
Hibrand llegó a su casa después de salir del piso de Licelot, estaba muy calmado, aunque pareciera mentira estaba lleno de una tranquilidad inusual, sin remordimientos, sin culpas, solo era un hombre casado con una mujer amargada y que ella lo culpaba de estar en una silla de ruedas, un hombre que había salido sin rumbo fijo para desconectar por unas horas de la vida de m****a que le había tocado, un hombre que se había ido de putas y se había follado a una detrás de un vitral sin planificarlo, por lo demás, todo bien. — ¿De dónde cojones vienes a estas horas? —le parecía mentira que le preguntara, pero él no contestó, sabía que si lo hacía empezaran de nuevo a discutir y esa noche él estaba por encima de las peleas. —Buenas noches Heleen, deberías irte a la cama, ya soy grandecito para que te preocupes por mí —siguió caminando hasta su alcoba, subió por las escaleras. Después del accidente mandó a que in