—Esta será tu habitación, es pequeña, pero es lo único que me queda libre, si algunas de las chicas abandonan la suya te prometo que te cambio —informó la casera de Ivana. Le costó mucho encontrar piso para compartir en Ámsterdam, después de una semana buscando y durmiendo en pensiones baratas, por fin encontró, la zona no le gustaba mucho, pero es lo que había, porque a partir de ese momento era la arrendataria de una habitación en una cuarta planta sin ascensor de la calle Bloedstraat Centrum, o lo que es lo mismo una de las calles más transitada del barrio rojo de Ámsterdam.
— ¡Gracias! aquí estaré cómoda, ahora solo me falta encontrar un trabajo —respondió Ivana a su casera — ¿Sabe usted donde necesiten a alguien para trabajar? hablo ruso e inglés.
—Aquí, ya con el inglés te vale, creo que el ruso no lo utilizarás mucho, pero ¿qué sabes hacer? —preguntó la mujer.
—Creo que casi nada, toda mi vida lo único que he hecho ha sido estudiar, dejé la carrera de administración de empresa a medias en mi país —respondió Ivana con cara triste.
—Pues no sé qué decirte, creo que quizás encuentre algo de camarera en algún bar, pero si no tienes experiencias, te pagaran un salario miserable, eso sí, te dan la comida —dijo la mujer con énfasis.
— ¡Gracias! me daré un recorrido por los restaurantes de la ciudad.
—Aunque yo creo que con ese cuerpo y esa cara que tienes no debería desperdiciarlo detrás de un delantal, eres guapísima —la casera se quedó mirándola.
— ¿Qué me quieres decir? —preguntó Ivana devolviendo la mirada a la mujer.
—Yo no digo nada, solo que eres muy guapa, y que tienes un cuerpo para ser exhibido. –Ivana no entendió lo que la mujer quiso decir, pero tampoco le interesó entender, ella solo quería encontrar algo para poder seguir viviendo, porque del dinero que le dio su madre, le quedaba muy poquito. Las pensiones en Ámsterdam eran caras para su escaso presupuesto y entre eso, comer y pagar un mes por adelantado de la habitación, le quedaba escasamente para comer unos cuantos días, si acaso.
Después de sacar de la mochila las pocas pertenencias que tenía, decidió buscar un sitio desde donde pueda llamar a su madre, ya le había puesto a su teléfono una tarjeta de prepago, pero de una cabina le salía más barato, quería saber cómo estaba y decirle que ya estaba instalada, tampoco su madre tenía porque enterarse donde había encontrado habitación.
— ¡Mamá! ¡Soy yo! — informó cuando su madre levantó el teléfono.
— ¡Hija! ¡Qué bueno qué me llamas! me tenías preocupada.
—No tienes por qué preocuparte madre, ya estoy instalada, en un piso que está muy bien.
—Me alegro hija, ¿tienes dinero?
—Si mamá, no te preocupes, además ahora voy a buscar trabajo, no tienes nada de qué preocuparte estoy bien y contenta.
— ¡Qué bueno hija! me dejas tranquila.
—Mamá, ¿y papá? —preguntó en un susurro.
—Tu padre está bien, sigue en sus cosas raras, pero está bien —la madre pensó que su hija no tenía por qué saber que el día que Petrov se enteró que ya no se casaría con ella porque había huido, mandó a que le dieran una paliza a Sergei, que lo había llevado hasta el hospital.
—Dile que lo quiero mamá, y que estoy bien, pero no le digas donde estoy por favor.
—Así será hija —antes de decir dónde había ido su hija, primero tendrían que matarla, ella no estaba dispuesta a que Ivana pagara por los errores de su padre.
Cuando Ivana terminó de hablar con su madre miro el reloj del locutorio, eran las ocho de la tarde y a esa hora no encontraría nada, por lo que decidió regresar a su habitación, quería acostarse y descansar. En la mochila metió su portátil, pero no lo podía usar, no tenía internet, ni manera de adquirirlo, luego se irá a un lugar de esos donde pides un café y hay internet gratis y quizás pueda enterarse de cómo sigue girando el mundo y algunas ofertas de trabajo en esa ciudad.
Lo poco que había visto de Ámsterdam le ha gustado, ya sabía moverse un poco, podía ir andando todo el centro, sabia ir a la estación central y al barrio rojo que es donde vive. Ámsterdam está llena de callejuelas estrechas y cortas, por lo que no son ni siquiera calles, pero es muy difícil perderse, siempre está llena de turistas. En la ciudad se puede encontrar de todo. Cuando estaba llegando a su piso le llama la atención todas las cortinas y vitrales, algunas estaban cerradas, en otras había chicas exhibiéndose casi desnuda, unas vestían solo un tanga y un sujetador, o algún accesorio íntimo y sensual, y otras tenían solo un vaquero totalmente desabotonado dejando ver parte de su pubis. Ivana no sabía qué pensar, porque se veía bonito, es bonito ver a una chica detrás de un vitral, pero no entendía cómo podían exhibirse así, sin pudor, ni nada, pero bueno, ella no era quien, para juzgar a nadie, cada uno es dueño de su vida y muchas veces su madre le había dicho que “nadie vaya a casa de nadie, porque nadie sabe cómo está nadie” era una frase trillada pero que en ese caso se aplicaba, ella no estaba en esa ciudad para juzgarlas.
Cuando llegó a su piso y abrió la puerta, en el pequeño salón había dos chicas, vestidas con poquita ropa, casi como las del escaparate.
— ¡Hola! –Saludaron las dos al mismo tiempo.
— ¡Hola! —respondió Ivana —. Me alegro conocerlas, yo soy Ivana.
—Yo Malenka, soy cubana —informó una morena de rizos negro, la piel del color de la canela, ojos negros y grandes.
—Yo Edurne, española, pero este es mi nombre real, el de trabajo es; Geisha.
— ¡Ahh bueno! si tenemos que dar el del trabajo entonces el mío es Leika, ya sabes quise elegir uno que se parezca un poco al mío, así no se me olvida.
—Chicas, me habéis hecho reír, pero no sé por qué tienen que ponerse un nombre falso para trabajar.
—Porque no nos interesa que nuestros clientes se enteren de nuestros verdaderos nombres, allí solo somos Geisha y Leika, aquí somos Edurne y Malenka, así separamos las dos cosas —aclaró la que había dicho que se llamaba Edurne “alias Geisha.” Al contrario de Malenka, era rubia con el pelo largo y un cuerpo de infarto, sus ojos eran marrones.
—Lo siento, pero yo no tengo otro nombre, solo soy Ivana, Ivana Ivanov, rusa, de una ciudad que se llama Samara.
—Yo, de la Habana chica ¡azucarrr! —gritó Malenka o Leika, con un acento raro, pero bonito.
—Yo de Madrid, de la tortilla de patatas —gritó también Edurne o Geisha.
Ivana tenía los ojos llorosos de tanto reír, las tres chicas habían conectado enseguida, se alegraba que fueran así, porque tendrán que convivir en ese pequeño apartamento y si podían hacerlo sin malos rollos mejor que mejor.
— ¿Y dinos samaritana, a qué te dedicas? —preguntó Malenka.
— ¿Samaritana? —preguntó Edurne sin entender el nuevo nombre que le había adjudicado Malenka.
—Bueno chica, si es de Samara, será samaritana, yo soy de Cuba y soy cubana.
— ¡Los cojones! y yo de Madrid, pero no por eso soy madrigal.
— Pero eres madridista o madrileña, ¿no? —preguntó Malenka confundida.
—Bueno sí —respondió Edurne también confundida, esa p**a cubana siempre la confundía.
—Chicas no he entendido nada, pero estoy buscando trabajo, así que si me podéis echar una mano se lo voy a agradecer, si sabéis de algo…
—Me parece samaritana, que en los círculos en que nos movemos nosotras no hay nada para ti, intenta buscar algo en una tienda, restaurante, ¡yo que sé! —respondió Malenka.
— ¿Pero en donde os movéis vosotras, sois asesinas o qué? —preguntó Ivana riendo
—No, solo somos putas, somos chicas detrás del vitral —respondió Edurne sin reparos.
— ¿Quiere decir que vosotras…?
–Si Ivana —asintió Edurne —. Nos ganamos la vida detrás de un vitral.
—Pero eso no quiere decir que seamos malas personas —intervino Malenka en la conversación —. Solo es una forma de vida y de
ganar dinero, somos buenas personas Ivana, buenas amigas, pero si eso te impide que seamos amigas, entonces lo sentimos.
—Gracias chicas a mí me gustaría seguir siendo vuestra amiga.
—A nosotras también, siempre que te portes bien ¡azucarrr! —gritó Malenka riendo, a la vez que cogió su bolso y su abrigo para irse.
—No le hagas caso, tiene a Cuba metida en la cabeza todo el santo día. A mí me gustaría que te quedes, trabajamos casi toda la noche, pero de día podemos compartir.
—Gracias Edurne y Malenka… ¡azucarrr! – Ivana lo intentó en su recién adquirido mal pronunciado español, todas rieron, fue una risa de tres chicas de tres países diferentes, pero que quizás las circunstancias de la vida las haya reunidos para que se cuiden, se aprecien y preserven la verdadera amistad, esa que no conoce de raza, religión o nacionalidad para hacerse presente en uno de los barrios más emblemáticos de Ámsterdam.
Las chicas se fueron a su trabajo… bueno a lo que sea, mientras Ivana se quedó en su habitación acostada y pensando en la diversidad de culturas que te puedes encontrar en Ámsterdam, en cómo confluyen y conviven juntas diferentes nacionalidades, porque la vida en sí da muchas vueltas y ella jamás pensó que estaría compartiendo vivienda con una cubana y una española, una que tiene un acento raro pero bonito y que todo lo solucciona gritando azucarrr con su peculiar acento y sonrisa. La otra… que habla de la tortilla de patatas.
En cuestión de días su vida había dado un giro de ciento ochenta grados, solo esperaba conseguir trabajo y poder salir adelante, porque si no, no sabía cómo sobreviviría en los próximos meses.
Los campos de tulipanes de Brouwer Holanda estaban ubicados al sudeste de Ámsterdam, específicamente en Haarlem, era donde mejor se daban las condiciones de todo Ámsterdam por la combinación de arenas y tierra arcillosa. Hibrand se levantó temprano y se fue directamente al campo. Estábamos en el mes de abril y era cuando los bulbos empezaban a florecer, era todo un espectáculo, se podían ver campos y campos de tulipanes de diferentes colores. A Hibrand le gustaba ver personalmente sus campos, y como solo tardaba treinta minutos de Ámsterdam a Haarlem lo hacía todos los días muy temprano, la cosecha ya la tenía vendida a los inversores con los que firmó el contrato el año pasado.Si por él fuera, se quedaba allí todo el día disfrutando de ese espectáculo, porque ver sus campos llenos de tanto col
Ivana estaba desesperada, ya no sabía qué más hacer para encontrar trabajo, a todos los sitios que iba le pedían lo mismo; papeles en regla, ella no los tenía, porque entró a Ámsterdam como turista y se había quedado. Otra cosa que le pedían era la experiencia, tampoco tenía porque nunca había trabajado. Ese había sido el peor día, estaba muy deprimida, ya no le quedaba dinero ni siquiera para comer, y la habitación tenía que pagarla en un semana, sus amigas Edurne y Malenka habían tratado de animarla y le decían que no se preocupara que donde comían dos, comían tres, pero ella sabía que eso no lo podía hacer, que no podía abusar de la amistad de esas chicas que se habían portado tan bien con ella.Un par de veces se le había pasado por la cabeza regresa
Había pasado una semana desde que Heleen hizo creer que se tomó el frasco de pastilla, todo lo hizo por llamar la atención, porque si se las hubiera querido tomar nadie se lo habría impedido, y ahora quizás, sería otra la historia. Al otro día salió del hospital como si nada, sin arrepentimientos. Hibrand fue a recogerla, porque no fue capaz de dejar que se fuera en un taxi, su conciencia no se lo hubiera permitido. Ella seguía en las mismas, dando órdenes, peleando, insultando, haciendo infeliz la vida de las personas que la rodeaban, parecía que era lo que más disfrutaba.Hibrand buscó a un psicólogo que le recomendaron para que fuera a casa y los ayudara, porque él pensaba que también necesitaba ayuda, para sobrellevar toda la situación y para poder aguantarla, pero ella lo echó, en cuanto puso un pie en la ca
Hibrand estaba dando vueltas sin rumbo fijo, mientras pensaba en la mierda en que se había convertido su vida, en el comportamiento de Heleen, sabía que el hecho de que esté en una silla de ruedas no justificaba su actitud, no tenía iniciativa de nada, no hacía nada con su vida, todo el rato se lo pasaba culpándolo a él de su desgracia, y ya estaba cansado, agotado, ya no le quedaba nada que dar, ella se lo había quitado todo, no tenía ni amor, ni odio, ni rencor, ella lo ha dejado vacío, agotado.Sin darse cuenta llegó a las inmediaciones del barrio rojo, tenía siglos que no visitaba esos lugares de noche. Antes de casarse se dejó caer alguna que otra noche, solo a mirar y caminar, porque nunca le hizo falta ir en busca de sexo, ese lo tenía donde quisiera, así que al barrio nunca había ido en busca de nada.
Hibrand iba conduciendo despavorido, quien lo viera pensaría que había cometido una infracción y estaba huyendo de la policía, pero la realidad era que huía de sí mismo, no entendía qué había pasado, solo sabía que acababa de tener el mejor sexo de su vida y lo había obtenido de una puta del barrio rojo, de la que no sabía ni su nombre, tampoco es que le interesara, lo único que tenía claro es que era una preciosidad, y joven, la chica no debía pasar de veintidós o veintitrés años como mínimo.De repente se dio cuenta de que había hecho lo que pensó que jamás haría; faltar a su matrimonio, pero no sentía ningún remordimiento, y eso era lo que peor lo hacía sentir; no sentirse culpable por haber sido infiel a su muj
(Samara, Rusia)Sergei Ivanov, estaba descansando en su casa, recuperándose de la paliza que mandó a propinarle Petrov, uno de los rusos con más dinero de Samara; dinero ilícito que había obtenido de diversos negocios, como la trata de blanca, transporte ilegal de todo tipo de mercancías o contrabando, así como de un sin números de burdeles que funcionaban al margen de la ley.Sergei lo conocía desde hacía muchos años, quizás desde cuando no tenía nada y era tan solo un pobre diablo. Había hecho algunos negocios con él, nunca se había metido tan hondo como Petrov, porque siempre pensó en el bienestar de su familia. Siempre ha sabido cual es el límite y hasta dónde era capaz de llegar. Los negocios que había hecho con Petrov habí
Hibrand llegó a su casa después de salir del piso de Licelot, estaba muy calmado, aunque pareciera mentira estaba lleno de una tranquilidad inusual, sin remordimientos, sin culpas, solo era un hombre casado con una mujer amargada y que ella lo culpaba de estar en una silla de ruedas, un hombre que había salido sin rumbo fijo para desconectar por unas horas de la vida de m****a que le había tocado, un hombre que se había ido de putas y se había follado a una detrás de un vitral sin planificarlo, por lo demás, todo bien. — ¿De dónde cojones vienes a estas horas? —le parecía mentira que le preguntara, pero él no contestó, sabía que si lo hacía empezaran de nuevo a discutir y esa noche él estaba por encima de las peleas. —Buenas noches Heleen, deberías irte a la cama, ya soy grandecito para que te preocupes por mí —siguió caminando hasta su alcoba, subió por las escaleras. Después del accidente mandó a que in
La ciudad de Ámsterdam es el máximo ejemplo de lo que puede ser capaz el ser humano, construida sobre el agua, hecho que ha llevado a sus habitantes a vivir en constante movimiento. Goza de una arquitectura con lujosas mansiones junto a los canales y fachadas al estilo gablete. Hace muchos años fue una ciudad de mercaderes que venían en busca de placer. Hoy ofrece lo mismo a sus visitantes; sexo puro y duro al más alto nivel. En el barrio rojo hay para todos los gustos, desde sexo en vivo, máquinas expendedoras de sexos, en donde echas algunas monedas y aparece una chica como incentivo, porque si quieres estar con ella tienes que pagar mucho más que unas moneditas.Ivana estaba situada en su vitral, llevaba puesto un modelito en color rojo que le tapaba un poco más que el que llevaba la vez anterior, consistía en un corsé que le llegaba hasta la altura del ombligo y u