Ivana acababa de despertar, pareciera que le habían dado una paliza, bueno de hecho ha sido así, las bofetadas de Petrov la dejaron fuera de combate. Las bofetadas y lo que sea que le diera a tomar. Estaba confundida, miró para todos lados, estaba sola en la habitación, por lo que observó, estaba en una cama de hospital.— ¡Mi padre! —de repente recordó que estaba herido, que Petrov lo hirió. Intentó levantarse, pero no tenía fuerzas, se mareó. En eso entró Hibrand con un vaso con café.— ¡Hola! he ido a por un café —informó enseñado el vaso —. ¡Qué bueno que ya estás despierta!— ¡Hibrand! —gritó sorprendida, pensaba que lo había soñado.—Sí, soy yo, he venido a por mi mujer y de aquí no me voy sin ella.—Mi padre… —dijo omitiendo lo que le acababa de decir, en ese momento había cosas más importantes que su no relación o lo que sea que hayan tenido.—Tu padre está bien, recuperándose, en cuanto el médico diga te llevo a verlo.— ¡Gracias! ¿De verdad eres tú? ¿No estoy soñando? tú me
El viaje de vuelta les costó un poco más, porque habían tenido que esperar que el padre de Ivana fuera dado de alta, llevarlo a su ciudad natal; Samara. Viaje que aprovechó Ivana para enseñarle su ciudad a Hibrand y que la conociera un poco más. Él decidió quedarse porque no estaba dispuesto a irse sin ella, entendió su posición cuando le dijo que no se iría hasta que su padre no estuviera en casa, por eso decidió esperarla.La casa de los padres de Ivana era una residencia normal, a Hibrand le gustó, allí se respiraba paz, tranquilidad, y sobre todo olor a familia, quizás hayan pasado por algunas pruebas que el destino se encarga de colocar en el camino, pero eran una familia y eso nunca cambiará. A Hibrand le estaba gustando ser parte de ella y le había encantado conocer el entorno donde se había criado la mujer que amaba.—Hibrand, Cuando lleguemos allí, ¿Cómo será todo? Mira, entiendo que te sientas responsable por tu mujer, pero, de verdad que yo no quiero meterme donde no me lla
Años después (para ser exacto, doce)Les voy a terminar de contar una historia, una historia que ya lleva doce años. Decirlo es muy fácil, pero han sido doce años aprendiendo a ser parejas, aprendiendo a trabajar juntos, a convivir juntos, pero sobre todo aprendiendo a aprender.Es la historia de una chica que un día, por circunstancias de la vida decidió llegar a Ámsterdam, y como comprenderéis nadie que llega a un país que no es suyo, tiene las cosas fáciles. Ella me ha contado que en un principio fue muy difícil, que tuvo que trabajar en algo que le llaman vitrales, que estaba en un barrio muy famoso de aquí de Ámsterdam. Bueno ella ha prometido que algún día me contará la historia completita, yo espero impaciente a que llegue ese día.Os preguntaréis ¿Quién soy? lo siento, no me he presentado, soy Alexander Brouwer Ivanov, y como imagináis soy el mejor producto de esa historia. Tengo once años, creo que, por mi edad, también os imagináis en qué momento fui concebido.—Hijo, ¿Qué h
Un año antes.— ¡Hibrand! ya tienes todo lo que querías para la reunión encima de tu mesa, creo que ya no me necesitas hasta esta noche—hizo una pausa para respirar y se colocó las manos en las caderas —. ¿Te das cuenta de que serán como veinte horas de trabajo? Eres un explotador —bramó Licelot, mano derecha y mejor amiga de Hibrand. Se conocieron en la universidad y eso le daba el derecho para llamar a su jefe explotador en su cara. Ella no se andaba con remilgos a la hora de cantarle las cuarentas cuando hacía falta.—Ahora me imagino que te vas, pero como has dicho; esta noche quiero tu culo en esa cena, sabes que esa reunión es muy importante para la empresa y me da igual si te exploto o no.—Lo sé, sé que te da igual, no sé para qué pierdo el tiempo
En la actualidad(Al norte de Samara, Rusia)— ¡Ivana, te estoy hablando! soy tu padre, tendrás que hacer lo yo te diga, de lo contrario te tendrás que ir de la casa —gritó Sergei Ivanov, enfadado, quería que su hija se casara con un señor de unos sesenta años o más, tan solo por cumplir un juramento que le hizo antes de ella nacer.—Lo siento papá, si me tengo que ir lo haré, pero no me casaré con ese viejo yo solo tengo veintidós años.—Me da igual los que tengas, soy tu padre, un hombre de palabra y debo cumplirla, los hombres para ser respetados tienen que cumplir su palabra.—Dile tú mamá —se dirigió Ivana a su madre desesperada —. Dile que no puede condenarme a una vida así, dile que
Tan solo había pasado un año de aquella fatídica noche en que todo cambió para Hibrand, su vida no ha sido, ni será nunca la misma Tardó unos cuantos meses en estar totalmente recuperado de las lesiones de su cuerpo, pero las del alma las llevaba tan tangible como la puta vida. Nunca podrá entender como la vida que pensaba que tenía medianamente organizada se le pudo ir por la borda en un segundo. Nada es ni podrá ser igual, porque ha habido muchos cambios en su vida, empezando por su casa, la cual fue adaptada para que su mujer pudiera ir con la silla de ruedas, pero ese no fue el cambio más significativo que ha tenido, sino la transformación de ella, su mujer.— ¿A qué hora llega la imbécil de la enfermera? —preguntó manipulando su silla de ruedas. Hibrand se quedó viéndola y se preguntó, &iqu
—Esta será tu habitación, es pequeña, pero es lo único que me queda libre, si algunas de las chicas abandonan la suya te prometo que te cambio —informó la casera de Ivana. Le costó mucho encontrar piso para compartir en Ámsterdam, después de una semana buscando y durmiendo en pensiones baratas, por fin encontró, la zona no le gustaba mucho, pero es lo que había, porque a partir de ese momento era la arrendataria de una habitación en una cuarta planta sin ascensor de la calle Bloedstraat Centrum, o lo que es lo mismo una de las calles más transitada del barrio rojo de Ámsterdam.— ¡Gracias! aquí estaré cómoda, ahora solo me falta encontrar un trabajo —respondió Ivana a su casera — ¿Sabe usted donde necesiten a alguien para trabajar? hablo ruso e inglés.—Aqu&
Los campos de tulipanes de Brouwer Holanda estaban ubicados al sudeste de Ámsterdam, específicamente en Haarlem, era donde mejor se daban las condiciones de todo Ámsterdam por la combinación de arenas y tierra arcillosa. Hibrand se levantó temprano y se fue directamente al campo. Estábamos en el mes de abril y era cuando los bulbos empezaban a florecer, era todo un espectáculo, se podían ver campos y campos de tulipanes de diferentes colores. A Hibrand le gustaba ver personalmente sus campos, y como solo tardaba treinta minutos de Ámsterdam a Haarlem lo hacía todos los días muy temprano, la cosecha ya la tenía vendida a los inversores con los que firmó el contrato el año pasado.Si por él fuera, se quedaba allí todo el día disfrutando de ese espectáculo, porque ver sus campos llenos de tanto col