Ivana estaba desesperada, ya no sabía qué más hacer para encontrar trabajo, a todos los sitios que iba le pedían lo mismo; papeles en regla, ella no los tenía, porque entró a Ámsterdam como turista y se había quedado. Otra cosa que le pedían era la experiencia, tampoco tenía porque nunca había trabajado. Ese había sido el peor día, estaba muy deprimida, ya no le quedaba dinero ni siquiera para comer, y la habitación tenía que pagarla en un semana, sus amigas Edurne y Malenka habían tratado de animarla y le decían que no se preocupara que donde comían dos, comían tres, pero ella sabía que eso no lo podía hacer, que no podía abusar de la amistad de esas chicas que se habían portado tan bien con ella.
Un par de veces se le había pasado por la cabeza regresar a Samara, a su casa y seguir viviendo la vida que tenía, pero sabía que eso era imposible, porque nunca se casaría con ese hombre que le había impuesto su padre. Nunca antes se había preocupado por un sitio donde dormir o por una comida caliente, en su casa siempre tuvo todo eso, así como ropa y accesorios, su padre nunca le negó nada. Cuando creces con todas las cosas que son imprescindibles para vivir, no piensas en que las tienes, tampoco las valora, ese pensamiento de carencia viene cuando dejas de tenerlas; como ahora que hacía un día muy nublado con lluvia y mucho frío, y en la habitación no había calefacción.
Acababa de venir de la calle, otro día más buscando trabajo sin ningún resultado, las chicas aún estaban en la cama, se levantaban al mediodía, llegaban a casa en la madrugada y algunas noches no lo hacían, pero ella no hacía preguntas, era su vida, era su trabajo y eran sus amigas.
Con sigilo se dirigió a su habitación, no quería hacer ruido para que no se despertaran, hacía tanto frío que solo quería meterse en su cama de una plaza, tirarse todas las mantas que pudiera pillar a ver si el cuerpo se le calentaba. Estaba acostumbrada al frío, en su ciudad la temperatura rondaba entre los doce y tres grados, quizá menos, pero allí siempre estaba calentita y eso no le preocupaba.
Seguía perdida en sus pensamientos, no sabía qué hacer con su vida, a donde ir, ella solo quería trabajar en un país que era no suyo, pero eso le ha sido negado, ya de continuar sus estudios ni se diga, la carrera que casi estaba terminando tendría que olvidarse de ella, ahora tenía otras prioridades, como encontrar trabajo, pagar la habitación y comer, sobre todo comer, porque era casi medio día y no lo había hecho, de hecho no pensaba hacerlo, porque en el frigorífico nada de lo que había era suyo.
Al Parecer las chicas se habían levantado, porque escuchó voces en el salón. Ella se hizo más pequeñita y se acurruco más debajo de las mantas, en eso tocaron la puerta.
—Samaritana, vamos a comer, saca el culo de esa cama ahora —era Malenka con su sentido del humor y con ese nombre que le había endilgado, siempre la llamaba así, pero Ivana se hizo la dormida, se sentía mal comiendo una comida que ella no había aportado nada.
—Sales o entro y te traigo a hombros —recalcó Malenka, a Ivana no le quedó más remedio que salir.
— ¡Vamos! a comer.
—Malenka, no tengo hambre de verdad.
— ¡Mis ovarios! —gesticuló Malenka. La agarro de la mano y la arrastró a la cocina, donde Edurne tenía una ensalada y unos filetes en la mesa, Ivana no se pudo contener y empezó a llorar.
—No me digas Ivana, qué mi comida tiene tan mala pinta que hasta te hace llorar —dijo Edurne burlona.
—No, al contrario, chicas gracias, pero es que ya no tengo dinero, en una semana tengo que pagar la habitación, de lo contrario me tendré que ir.
— ¿No has encontrado nada? ¿Ni como camarera? ¿Ni nada? — preguntó Malenka, a lo que Ivana respondió moviendo negativamente la cabeza.
—La verdad es que no sé qué hacer, estoy desesperada, si no encuentro nada, me tendré que volver a mi país con la cabeza agachada a casarme con un viejo ruco de unos sesenta o setenta años —suspiró mirándolas
— ¿Y si trabajas lo que nosotros hacemos? —preguntó Malenka de repente.
—No, Malenka, eso no —intervino Edurne moviendo negativamente la cabeza, no quería que esa chica entrara a ese mundo, en su cara se le veía la inocencia y para hacer lo que ellas hacían había que tener agallas.
— ¿Por qué no? —pregunto Ivana —. Vosotras me explicáis lo que hacéis y ya está.
—Follar alma cándida, eso es lo que hacemos, follar por dinero, chupar pollas por dinero, complacer a todo tipo de personaje que vienen a nosotras porque les gusta las putas, o por olvidar por un momento la m****a de vida que tienen ¿te crees capaz de colocarte en un vitral? ¿Ser exhibida para que todos los que pasen observen y si eres del agrado de algunos toquen tu puerta entren y le hagas una felación o lo que es lo mismo una mamada? ya que estamos, hablamos en cristiano.
—De la manera como lo ha explicado, no sé qué hace la samaritana aquí y no ha salido corriendo —expresó Malenka con reproche —
—. Mira Ivana —gesticuló llamándola por su nombre —. Es un trabajo, siempre tienes que verlo como una fuente de ingresos, un medio de vida. Tienes que comer, pagar esta habitación, tienes que vivir y tú ya lo has intentado buscando otras cosas.
—No sé, solo sé que necesito dinero —respondió ella dubitativa.
— ¿Cuántos años tienes Ivana? —preguntó Edurne, quien era la más renuente a que Ivana entrara a ese mundo.
—Veintidós, casi veintitrés.
— ¡Eres una niña!, no sé qué tanto has hecho en esos veintidós años, no sé qué tanta experiencia tengas en el sexo, pero aquí hay que hacer de todo, es un trabajo, el cliente paga, solo quiero que lo tengas claro en caso de que aceptes ser una de nosotras, somos chicas de vitrales Ivana, todo el mundo nos observa, está prohibido hacer fotos, pero nos ven y tienes que estar preparada para eso.
» Pero no solo eso—aclaró Edurne –. Tienes que tener la valentía de estar con cada personaje, hacerle lo que te pidan unas personas que no has visto en tu vida y que quizás jamás vuelvas a ver, eso es lo que se llama sexo comprado Ivana.
—Lo entiendo, si acepto ser una de vosotras, ¿cuándo tengo que empezar? —preguntó decidida y pensando en sus padres, pero se reconfortó sabiendo que estaban a miles de kilómetros.
—Hay un vitral vacío, podemos llevarte con la persona que lo alquila, él te dirá las condiciones y cómo funciona, si necesitas saber cosas con respeto al sexo, para eso estamos nosotras, pero lo que sí debes saber es que todo es seguro y consensuado.
— ¿Cuándo podemos ir a ver a esa persona? —preguntó resuelta, lo tenía claro, tenía que comer y tener un sitio donde dormir, no se dará por vencida, era un trabajo y mientras lo mirara como tal, no habrá problemas y con respecto al sexo, por supuesto que no tenía la experiencia de sus compañeras. Había tenido sexo, claro que sí, con novios o rollos de una noche. Con los chicos que había estado siempre lo había disfrutado, para ella había sido buen sexo, pero solo fue eso, sexo, coger por el puro gusto, ahora lo hará por necesidad y será una p**a, no importa en las condiciones que lo haga, detrás o delante de un vitral a los ojos de todos los que observen ella será una p**a.
Cuando Edurne y Malenka salieron a cubrir su horario en las vitrinas, Ivana las acompañó, tenían que hablar con el propietario de la cabina que estaba en alquiler. Los pasos de Ivana no eran decididos, más bien pareciera que iba arrastrando los pies como si le costara caminar, pero es que era así, le costaba presentarse delante de un hombre y pedirle que le dejará un sitio para ella exhibirse o ser vendida como una mercancía. Pero ya no había vuelta de hojas, porque cada vez que pensaba en echarse atrás se acordaba que no tenía para comer y que en unos días tampoco donde vivir.
—Ivana, la cosa funciona de esta manera —aclaró Malenka —. Las vitrinas son alquiladas por periodos de ocho y doce horas, dependiendo de las horas que esté expuesta es el importe que tendrás que pagar, que varía desde los cuarenta hasta ciento veinte euros.
—Pero yo no tengo dinero —recordó Ivana preocupada.
—Ya lo sabemos, ese dinero tienes que pagarlo después que termine tu turno.
—Pero ¿y si resulta que nadie se acerca a mí…?
—Creo que no será así, con ese cuerpo, y esa cara… —Malenka se quedó viéndola —. Pero por eso no te preocupes, el dueño de la vitrina lo sabrá. Esto es un negocio y él tiene su gente observando todo, se dará cuenta y ese importe te lo cobrará cuando ya tengas dinero.
— ¡Dios! esto es una locura.
—Si estás arrepentida, puedes regresar al apartamento, pero creo que en cuanto exhibas ese cuerpo que tienes en un vitral, lo que te faltará será cuerpo hija, ¿es que no te has fijado el cuerpazo que tienes? —dijo Edurne mirándola de arriba abajo, porque razón llevaban las dos, Ivana tenía un cuerpo de infarto, pero es que la mujer rusa es muy guapa, son responsables a la hora de comer, habrá algunas excepciones, pero la mayoría se cuidan. La madre de Ivana siempre le había inculcado la forma de comer y cuidarse haciendo deporte, producto de todo esto tenía un cuerpo sin un gramo de grasa, además tenía unos ojos azules que quitaban la respiración.
—En resumen, samaritana, que eres guapa a rabiar y que los hombres te lloverán como agua de mayo —predijo Malenka arrojando un poco de luz y de piropos a Ivana.
—Gracias, pero ahora mismo siento que me hago caca —contesto Ivana con pudor —. No sé si seré capaz de meterme ahí dentro y poner buena cara —infiere señalando una de las vitrinas donde había una chica casi desnuda sonriendo, mientras no dejaba de mirar su móvil.
—Lo serás Ivana, ¡míranos! nosotras fuimos igual que tú, nunca fue nuestra intención convertirnos en lo que somos, pero era esto o morir de hambre, además en Cuba tengo a mi familia, y cuando puedo mando algo de dinero y cada vez que pienso en que no puedo más con esta p**a vida «nunca mejor dicho» —recalcó burlona —. Me acuerdo de mi madre y de lo feliz que se pone cuando le llega un poco de dinero. Ella no tiene por qué saber de dónde viene, cómo me lo gano, lo que importa es que soy su esperanza para no morir en un puto régimen de m****a.
—Malenka lleva razón en todo lo que dice, Ivana, pero es tu obligación sopesar y ver si eres capaz o no de hacerlo. Lo único bueno es que aquí no tienes que firmar un contrato, ni nada, si no te gusta lo puedes dejar cuando quieras, siempre serás dueña de tu vida, pero no te enamores, ni dejes que nadie venga a decirte lo que tienes que hacer, porque entonces esa será tu perdición.
» Ten siempre presente que esto es un trabajo, nada más, mientras lo tengas claro no habrá ningún problema —Edurne suelta todo esto sin respirar siquiera, había llegado a cogerle cariño a Ivana y no quería que le hicieran daño, casi como se lo tiene a la cubana loca que se pasa todo el día gritando ¡azucarrr!
—Lo haré chicas, estoy decidida, si vosotras lo hacéis, ¿por qué yo no? las razones son las mismas, trabajar para vivir, si con ello nos tachan de putas ¿qué más da?
Había pasado una semana desde que Heleen hizo creer que se tomó el frasco de pastilla, todo lo hizo por llamar la atención, porque si se las hubiera querido tomar nadie se lo habría impedido, y ahora quizás, sería otra la historia. Al otro día salió del hospital como si nada, sin arrepentimientos. Hibrand fue a recogerla, porque no fue capaz de dejar que se fuera en un taxi, su conciencia no se lo hubiera permitido. Ella seguía en las mismas, dando órdenes, peleando, insultando, haciendo infeliz la vida de las personas que la rodeaban, parecía que era lo que más disfrutaba.Hibrand buscó a un psicólogo que le recomendaron para que fuera a casa y los ayudara, porque él pensaba que también necesitaba ayuda, para sobrellevar toda la situación y para poder aguantarla, pero ella lo echó, en cuanto puso un pie en la ca
Hibrand estaba dando vueltas sin rumbo fijo, mientras pensaba en la mierda en que se había convertido su vida, en el comportamiento de Heleen, sabía que el hecho de que esté en una silla de ruedas no justificaba su actitud, no tenía iniciativa de nada, no hacía nada con su vida, todo el rato se lo pasaba culpándolo a él de su desgracia, y ya estaba cansado, agotado, ya no le quedaba nada que dar, ella se lo había quitado todo, no tenía ni amor, ni odio, ni rencor, ella lo ha dejado vacío, agotado.Sin darse cuenta llegó a las inmediaciones del barrio rojo, tenía siglos que no visitaba esos lugares de noche. Antes de casarse se dejó caer alguna que otra noche, solo a mirar y caminar, porque nunca le hizo falta ir en busca de sexo, ese lo tenía donde quisiera, así que al barrio nunca había ido en busca de nada.
Hibrand iba conduciendo despavorido, quien lo viera pensaría que había cometido una infracción y estaba huyendo de la policía, pero la realidad era que huía de sí mismo, no entendía qué había pasado, solo sabía que acababa de tener el mejor sexo de su vida y lo había obtenido de una puta del barrio rojo, de la que no sabía ni su nombre, tampoco es que le interesara, lo único que tenía claro es que era una preciosidad, y joven, la chica no debía pasar de veintidós o veintitrés años como mínimo.De repente se dio cuenta de que había hecho lo que pensó que jamás haría; faltar a su matrimonio, pero no sentía ningún remordimiento, y eso era lo que peor lo hacía sentir; no sentirse culpable por haber sido infiel a su muj
(Samara, Rusia)Sergei Ivanov, estaba descansando en su casa, recuperándose de la paliza que mandó a propinarle Petrov, uno de los rusos con más dinero de Samara; dinero ilícito que había obtenido de diversos negocios, como la trata de blanca, transporte ilegal de todo tipo de mercancías o contrabando, así como de un sin números de burdeles que funcionaban al margen de la ley.Sergei lo conocía desde hacía muchos años, quizás desde cuando no tenía nada y era tan solo un pobre diablo. Había hecho algunos negocios con él, nunca se había metido tan hondo como Petrov, porque siempre pensó en el bienestar de su familia. Siempre ha sabido cual es el límite y hasta dónde era capaz de llegar. Los negocios que había hecho con Petrov habí
Hibrand llegó a su casa después de salir del piso de Licelot, estaba muy calmado, aunque pareciera mentira estaba lleno de una tranquilidad inusual, sin remordimientos, sin culpas, solo era un hombre casado con una mujer amargada y que ella lo culpaba de estar en una silla de ruedas, un hombre que había salido sin rumbo fijo para desconectar por unas horas de la vida de m****a que le había tocado, un hombre que se había ido de putas y se había follado a una detrás de un vitral sin planificarlo, por lo demás, todo bien. — ¿De dónde cojones vienes a estas horas? —le parecía mentira que le preguntara, pero él no contestó, sabía que si lo hacía empezaran de nuevo a discutir y esa noche él estaba por encima de las peleas. —Buenas noches Heleen, deberías irte a la cama, ya soy grandecito para que te preocupes por mí —siguió caminando hasta su alcoba, subió por las escaleras. Después del accidente mandó a que in
La ciudad de Ámsterdam es el máximo ejemplo de lo que puede ser capaz el ser humano, construida sobre el agua, hecho que ha llevado a sus habitantes a vivir en constante movimiento. Goza de una arquitectura con lujosas mansiones junto a los canales y fachadas al estilo gablete. Hace muchos años fue una ciudad de mercaderes que venían en busca de placer. Hoy ofrece lo mismo a sus visitantes; sexo puro y duro al más alto nivel. En el barrio rojo hay para todos los gustos, desde sexo en vivo, máquinas expendedoras de sexos, en donde echas algunas monedas y aparece una chica como incentivo, porque si quieres estar con ella tienes que pagar mucho más que unas moneditas.Ivana estaba situada en su vitral, llevaba puesto un modelito en color rojo que le tapaba un poco más que el que llevaba la vez anterior, consistía en un corsé que le llegaba hasta la altura del ombligo y u
Se ducho y salió del baño envuelta en una toalla, él seguía sentado en el sillón donde ella lo dejó hacía unos minutos, pero estaba totalmente desnudo y su pene medio levantado, ninguno dijo nada, no había necesidad, las palabras salían sobrando, ella se agachó delante de sus piernas y empezó a masturbarlo mientras lo miraba, él le pasó sus dedos por los labios, sin palabras le dijo que quería sus labios en vez de su mano, que quería que lo hiciera sentir que estaba vivo, así que sin palabras se entendieron, solo con la mirada.Ivana hizo caso a la inexistencia de palabras, sin dejar de mirarlo llevó su pene a la boca y empezó a lamer, Hibrand apenas emitía algún gruñido, esperaba que ella hiciera eso, que se llevara su pene a la boca, es lo que más deseaba, sentir lo mismo que sin
Había pasado casi dos semanas desde que Hibrand e Ivana estuvieron juntos en el hotel Krasnapolsky, si ella no hubiese estado allí y participado en los preludios sexuales con él, podía hacerse a la idea de que solo fue un sueño, pero no, si en algún momento su mente quería jugarle una mala pasada estaba el dinero que le dejó pagándole su servicio, dinero que lo tenía guardado, sabía que no podía estar gastando como loca, porque estaba sola y tenía que sobrevivir porque no siempre sería puta, un día deseaba salir de todo eso y ser solo Ivana, sin el sobre nombre de la puta detrás del vitral. Quizás fuera una quimera, un delirio producto de su mente, pero en ese sueño ella no se veía puta, eso lo tenía claro.Después de esa noche Hibrand no había vue