—Por aquí, señorita —indica una morena y joven secretaria hacia la puerta.A quien le habla también es una mujer. Le sonríe a la secretaria, y nadie dudaría qué está feliz, dejándolo saber a todos los qué están a su alrededor.—Muchas gracias —es lo qué dice. Bien vestida. Usando tacones hasta las rodillas y con su cartera se levanta de la silla de espera. Siendo más alta qué la secretaria por su trabajo, descansa la mano en el hombro de la secretaría—, qué amable eres.La secretaria cierra la puerta del consultorio.—¿Qué haces aquí? —no se espera ni dos segundos para qué alguien brame tras su escritorio—, ¿Qué haces aquí, Renata? No te permito que estés aquí. Te he dicho mil veces qué no quiero que estés aquí.—Pero ¿cuál es esa clase de bienvenida, Mónica? —Renata se sienta frente al escritorio—, como si me odiaras.Renata se dirige a una delgada mujer con una bata blanca. Se ha quitado los lentes y lleva sólo un simple moño a lo alto.—No tienes nada qué hacer aquí —Mónica, induda
Sin más su corazón se quiebra en mil pedazos.Agatha se mantiene hablando, pero no la entiende. El alrededor se detuvo para hacerle daño, y la fortaleza de Elena una vez más se esfuma.Los recuerdo con su madre desde qué tiene uso de razón van golpeando su mente a medida que pasan los segundos. Aunque no mueve ni un sólo gesto; las lágrimas caen por si solas y en silencio.Sólo eran ellas dos. No recuerda nada de Italia, y de aquel lugar qué su madre le prometió visitar. Su vida está aquí en Estados Unidos. Para…¿Enterarse qué su madre no es su verdadera madre?Con sus ojos enrojecidos Elena se abalanza nuevamente hacia Agatha. Se aferra a su mano.—¿Qué más sabes…? —solloza Elena—, por favor, dímelo. ¿Qué más sabes? ¿Cómo es posible? —el impacto de las palabras la hacen temblar de pies a cabeza—, no, no. Esto no es verdad —Elena baja la cabeza—, Raffaella es mi madre.—Mi amiga tenía tantos secretos…—murmura Agatha sin contener la respiración—, pero ahora ya está en un mejor lugar.
¿Cómo se supone qué responda a esto? ¿Cómo se supone qué su cuerpo, responda a esto? Manos y pies atados, presa y con una soga en el cuello, a su vez una venda en sus ojos. Sólo guiada por la voz gutural y profunda de éste hombre. ¿Cuál es su respuesta? Él no ha olvidado la noche anterior. Ella intenta hacerlo, pero con esa voz acariciando su audición y enviando electricidad a cada rincón de su cuerpo para Elena no es posible hablar. Finalmente, Gianluca rompe el silencio, su voz baja y cargada de ansias. —No puedo seguir fingiendo que esto no está pasando —murmura. Desesperación y deseo. Elena gira la cabeza lentamente, sus ojos encontrando los de él. Sus ojos tan profundos en su mirada hasta tal punto de no saber todavía cómo mantenerse de pie. Ese toque simple en su cintura, acorralada sin medida. Presa por él. —Es mejor olvidar porque —Elena hace contacto visual con Gianluca y jamás había creído que una mirada tuviese tanto poder. Se remueve—, porque esto es un trato.
—Qué coincidencia —Ítalo Moretti vuelve a expresar—, aún así, es un completo placer conocerla, señora Elena. —El placer es todo mío —responde su esposa. Gianluca está pensando seriamente en cómo mantenerse sereno con ésta mujer a su lado. No sabe lo que le ocurre. Lo único qué tiene en mente son los ojos de ésta mujer y su boca contra la suya. De resto, el mundo sigue siendo banal. La forma en la que Ítalo Moretti observa a su esposa aumenta su discordia. Así que se acerca a hablarle en su oído. —Tengo una reunión para ésta hora. Iremos juntos a la estación policial cuando termine aquí —al sentir el temblor de ella Gianluca sube y baja mano en su cintura. —De acuerdo —responde Elena. Intenta sonreír, y esa forma de buscar una excusa a lo que realmente está sintiendo le fascina. Se pone nerviosa con sólo sus labios en su cuello. La pregunta reiterada de saber cómo sería oírla insaciable bajo su cuerpo e imaginársela desnuda lo pone duro, más de lo que ya está. El poder de
—Elena, estás hirviendo en fiebre —la voz de Gianluca surca en la intranquilidad una vez están dentro del auto—, nos vamos a la casa ahora mismo. —Estoy bien —Elena hunde las uñas en su asiento, cerrando los ojos—, estoy bien, lo prometo. —Nos vamos a la casa —Gianluca vuelve a decir, y no la deja continuar porque acelera el carro una vez el dolor de cabeza vuelve a punzar fija en su mente—, no te preocupes. Llegaremos cuánto antes. El sollozo qué deja Elena vuelve más turbado a Gianluca, quien busca su mano. —Nena, todo está bien. —No lo está —Elena mueve la cabeza una y otra vez—, nada en mi vida está bien, nada en mi vida. Y esto me ha quitado la vida por completo, yo no sé cómo continuar. He tratado todo el día de mantenerme serena, pero —Elena se detiene. Sigue con la mano de Gianluca rodeada en la suya—, no sé qué sucede, no sé. Yo tengo qué ir con Agatha nuevamente. —¿Agatha es la persona qué te dijo…? —Ella fue la qué me dijo, pero no sé si creerle. Es una persona qué su
En menos de un segundo existe un silencio. Un enigmático silencio de donde ninguna de las mujeres presentes puede escapar. En especial, Elena.Observando primero con una sonrisa tímida, y luego gradualmente a una expresión desconcertada, no tiene otra opción qué mirar a Gaby todavía a su lado.Surge un desconcierto también en Ginette, quien se levanta del sofá y da un paso a la señora frente a Elena.—¿Todo bien, tía? —pregunta Ginette, tomando el brazo de la madre de Gianluca.Primero Elena observan a Ginette, y luego, sus pares de ojos avergonzados y desconcertados, en ésta hermosa mujer. Tiene mechones qué ya rozan el tono grisáceo, aunque se observan con plenitud lo que fue un hermoso cabello negro. Largas pestañas y una piel tan lisa, lo cual no aparenta la edad avanzada. La belleza de la juventud sigue en ésta mujer, no la deja. Y su belleza es incomprensible inclusive para Elena. La madre de Gianluca es hermosa.—¿Está todo bien, señora Angelina? —Gaby tampoco pasa desapercibid
La cita para hoy será con el doctor. Pero para facilitarse las cosas, Elena sólo dura menos de media hora junto a él. Su malestar se ha ido por completo, por lo qué puede continuar con su vida diaria.Le había dicho a Simone, quien ya conoce su estado de salud, qué una vez saliera desearía qué asistiera a la enigmática fiesta de ésta noche. La respuesta de Simone fue una tierna negación. Según Simone, estaba preparando todo para ella una vez ya firmara el contrato por el qué su esposo invirtió tanto.Realmente no sabe si está preparada para una clase de trabajo cómo aquel. Fue precisamente por eso qué los únicos recuerdos que rondan por su mente son para evitar algo así. Pero Gianluca ya ha gastado más de lo que creyó.En estos momentos, con la mano en la cintura y divisando las calles de Florida, Gaby la acompaña a la clínica.Cristina ya sabe que está cerca del hospital. Ha pasado días manteniendo la calma, lo cual no ha conseguido. Gianluca prometió ayudarla, pero antes, debería e
El recorrido a la casa se vuelve largo. Más de lo qué imaginaba. Para su malestar, Gianluca prefiere qué nadie lo moleste y se lo ordena a Flavio por teléfono. Nada ha logrado apoderarse tanto de él salvo la noticia que aparece en sus sueños para quitarle el aliento.El sentimiento es extraño. Y aunque no lo conoce, no la conoce, ya siente el escozor de ansiedad en su pecho.Un bebé entre sus brazos.Su hijo no tiene la culpa de absolutamente nada, y mientras sigue conduciendo en silencio, perdido en sus pensamientos, ya logra tirarse de lleno en la posibilidad tan grande de ser padre.El sólo nombrarse de tal manera le envía un escalofrío sin igual.Estaciona el auto, y le entrega las llaves al vigilante encargado. Aún con la chaqueta del traje, Gianluca no observa a la única persona qué está también en su mente. Necesita hablar con Elena antes de qué se entere por otro lado.—¿Dónde está mi esposa? —pregunta a una mujer del servicio, quien se tensa cuando lo observa.—La señora Elen