—Elena, estás hirviendo en fiebre —la voz de Gianluca surca en la intranquilidad una vez están dentro del auto—, nos vamos a la casa ahora mismo. —Estoy bien —Elena hunde las uñas en su asiento, cerrando los ojos—, estoy bien, lo prometo. —Nos vamos a la casa —Gianluca vuelve a decir, y no la deja continuar porque acelera el carro una vez el dolor de cabeza vuelve a punzar fija en su mente—, no te preocupes. Llegaremos cuánto antes. El sollozo qué deja Elena vuelve más turbado a Gianluca, quien busca su mano. —Nena, todo está bien. —No lo está —Elena mueve la cabeza una y otra vez—, nada en mi vida está bien, nada en mi vida. Y esto me ha quitado la vida por completo, yo no sé cómo continuar. He tratado todo el día de mantenerme serena, pero —Elena se detiene. Sigue con la mano de Gianluca rodeada en la suya—, no sé qué sucede, no sé. Yo tengo qué ir con Agatha nuevamente. —¿Agatha es la persona qué te dijo…? —Ella fue la qué me dijo, pero no sé si creerle. Es una persona qué su
En menos de un segundo existe un silencio. Un enigmático silencio de donde ninguna de las mujeres presentes puede escapar. En especial, Elena.Observando primero con una sonrisa tímida, y luego gradualmente a una expresión desconcertada, no tiene otra opción qué mirar a Gaby todavía a su lado.Surge un desconcierto también en Ginette, quien se levanta del sofá y da un paso a la señora frente a Elena.—¿Todo bien, tía? —pregunta Ginette, tomando el brazo de la madre de Gianluca.Primero Elena observan a Ginette, y luego, sus pares de ojos avergonzados y desconcertados, en ésta hermosa mujer. Tiene mechones qué ya rozan el tono grisáceo, aunque se observan con plenitud lo que fue un hermoso cabello negro. Largas pestañas y una piel tan lisa, lo cual no aparenta la edad avanzada. La belleza de la juventud sigue en ésta mujer, no la deja. Y su belleza es incomprensible inclusive para Elena. La madre de Gianluca es hermosa.—¿Está todo bien, señora Angelina? —Gaby tampoco pasa desapercibid
La cita para hoy será con el doctor. Pero para facilitarse las cosas, Elena sólo dura menos de media hora junto a él. Su malestar se ha ido por completo, por lo qué puede continuar con su vida diaria.Le había dicho a Simone, quien ya conoce su estado de salud, qué una vez saliera desearía qué asistiera a la enigmática fiesta de ésta noche. La respuesta de Simone fue una tierna negación. Según Simone, estaba preparando todo para ella una vez ya firmara el contrato por el qué su esposo invirtió tanto.Realmente no sabe si está preparada para una clase de trabajo cómo aquel. Fue precisamente por eso qué los únicos recuerdos que rondan por su mente son para evitar algo así. Pero Gianluca ya ha gastado más de lo que creyó.En estos momentos, con la mano en la cintura y divisando las calles de Florida, Gaby la acompaña a la clínica.Cristina ya sabe que está cerca del hospital. Ha pasado días manteniendo la calma, lo cual no ha conseguido. Gianluca prometió ayudarla, pero antes, debería e
El recorrido a la casa se vuelve largo. Más de lo qué imaginaba. Para su malestar, Gianluca prefiere qué nadie lo moleste y se lo ordena a Flavio por teléfono. Nada ha logrado apoderarse tanto de él salvo la noticia que aparece en sus sueños para quitarle el aliento.El sentimiento es extraño. Y aunque no lo conoce, no la conoce, ya siente el escozor de ansiedad en su pecho.Un bebé entre sus brazos.Su hijo no tiene la culpa de absolutamente nada, y mientras sigue conduciendo en silencio, perdido en sus pensamientos, ya logra tirarse de lleno en la posibilidad tan grande de ser padre.El sólo nombrarse de tal manera le envía un escalofrío sin igual.Estaciona el auto, y le entrega las llaves al vigilante encargado. Aún con la chaqueta del traje, Gianluca no observa a la única persona qué está también en su mente. Necesita hablar con Elena antes de qué se entere por otro lado.—¿Dónde está mi esposa? —pregunta a una mujer del servicio, quien se tensa cuando lo observa.—La señora Elen
Se desvanece completamente. Sus piernas no le hacen el favor de mantenerse en dónde están. Su voz se acorta, y necesita sentarse y doblar las piernas para qué ese palpitar debajo de ella no la siga molestando.Elena entreabre los labios.—¡Primo! ¡Ya llegó nuestra cenicienta! —no es Valentino quien habla. Es el hombre de siempre. Raneiro Mancini alzando sus brazos con las copas—, estaba buscándote, pero te entiendo cuando dices qué tu esposa-Elena no se esperaba lo siguiente.Los labios de Gianluca sobre los suyos.Pero ésta vez es de forma distinta. Es un animal qué desea arrebatarle el aliento a propósito y consumirla porque sólo así quedará satisfecho.Su mundo es contradictorio al querer más de él. Ahí, apoderado de sus besos, la deja sin alma.Gianluca es el hombre qué se sacia de ti para así satisfacerse. Es un beso mortal, cargado de puro deseo. Lo siente en sus lenguas uniéndose, tal cual lo hizo aquella noche y en su oficina. Cuando ya no puede seguir porque se siente ahogad
El sonido de la música sigue en un tono agradable para quien lo escuche. Todo el mundo en la reunión está distraído en su círculo intimo de conocidos o compartiendo otra qué otra copa cerca de la barra. Valentino no. Sólo está de brazos cruzados observandolo todo desde el rincón donde está con Raniero y Ginette. Algo extrañado de que Gianluca se haya ido de la fiesta de forma inesperada. Mañana sería la firma con la enorme minería de Corona de Bronce, así que debería estar aquí porque Ítalo Moretti esta a metros de donde está él, aunque no se ha acercado a saludar al padre de Gianluca por obvias razones. Valentino observa su teléfono. Está a punto de llamarlo para que regrese, pero ahora qué nota lo tan interesado que está por esa mujer, por Elena, cree que será más difícil de lo qué pensó. —¿Y no te dijo a donde iba? —pregunta Valentino aún mirando el teléfono. Le habla a Flavio. —No, señor. Sólo sé que iba con su señora esposa —responde Flavio con solemnidad. También está
El sonido aturdió tanto, y lo único que se escuchaba era ese pitido roto en los oídos. Apenas pudo moverse, y aunque lo hiciera, miles de huesos se despedazaban con cada movimiento. Trozos de vidrios adheridos a su rostro, a su cuerpo, incluso, uno levemente incrustado en su estómago. No había nombre para el dolor. Y el sonido pitando en el oído seguía interminable.Apenas pudo abrir los ojos, y en su asiento, su mirada de borrosa visión observó el vidrio del parabrisas completamente roto. No sabía nada de lo qué ocurría a su alrededor. El dolor la consumía, y al llevarse los dedos al oído, éste sangraba.Elena no supo qué ocurría. El mareo, el dolor, y la posibilidad de morir era lo único qué pasaba por su mente.Su cuerpo seguía atada al cinturón de seguridad. Paulatinamente podía moverse. Sin respirar bien, los pulmones se comprimían al no recibir aire. Estaba ahogándose.Sin embargo, el recuerdo logró moverla.Ella no estaba sola.Intentó, a duras penas, girar el rostro. Su mirada
Son las doce del mediodía, y la reunión en la única empresa de Della Famiglia en Estados Unidos ya tiene más de una hora. Enrico De Santis, su CEO, juega con una bola pequeña y roja mientras escucha a los gerentes de ésta sucursal. Aunque su mente está en otra parte.Satisfecho, casi feliz. Concentrado en sus pensamientos.Finalmente tiene la delantera en éste juego.—…podemos expandir nuestro negocio como lo había pedido el señor De Santis —se escucha de una de las asesoras frente a él.Todas las atenciones caen en Enrico, bastante lejos de la conversación presente. Sonríe cuando observa a la mujer que habla. La pone nerviosa unos momentos ya qué la mira de arriba hacia abajo.—Lo qué ella diga —dice al final de su chequeo con la mujer—, me parece excelente tu proposición. Todos aquí presentes retírense. Incluso tú, preciosa —le guiña el ojo a la asesora.Ésta se disculpa tomando sus cosas, y cuando ya los gerentes salen de la oficina, Paolina, su prima, se gira hacia él con una pequ