El recorrido a la casa se vuelve largo. Más de lo qué imaginaba. Para su malestar, Gianluca prefiere qué nadie lo moleste y se lo ordena a Flavio por teléfono. Nada ha logrado apoderarse tanto de él salvo la noticia que aparece en sus sueños para quitarle el aliento.El sentimiento es extraño. Y aunque no lo conoce, no la conoce, ya siente el escozor de ansiedad en su pecho.Un bebé entre sus brazos.Su hijo no tiene la culpa de absolutamente nada, y mientras sigue conduciendo en silencio, perdido en sus pensamientos, ya logra tirarse de lleno en la posibilidad tan grande de ser padre.El sólo nombrarse de tal manera le envía un escalofrío sin igual.Estaciona el auto, y le entrega las llaves al vigilante encargado. Aún con la chaqueta del traje, Gianluca no observa a la única persona qué está también en su mente. Necesita hablar con Elena antes de qué se entere por otro lado.—¿Dónde está mi esposa? —pregunta a una mujer del servicio, quien se tensa cuando lo observa.—La señora Elen
Se desvanece completamente. Sus piernas no le hacen el favor de mantenerse en dónde están. Su voz se acorta, y necesita sentarse y doblar las piernas para qué ese palpitar debajo de ella no la siga molestando.Elena entreabre los labios.—¡Primo! ¡Ya llegó nuestra cenicienta! —no es Valentino quien habla. Es el hombre de siempre. Raneiro Mancini alzando sus brazos con las copas—, estaba buscándote, pero te entiendo cuando dices qué tu esposa-Elena no se esperaba lo siguiente.Los labios de Gianluca sobre los suyos.Pero ésta vez es de forma distinta. Es un animal qué desea arrebatarle el aliento a propósito y consumirla porque sólo así quedará satisfecho.Su mundo es contradictorio al querer más de él. Ahí, apoderado de sus besos, la deja sin alma.Gianluca es el hombre qué se sacia de ti para así satisfacerse. Es un beso mortal, cargado de puro deseo. Lo siente en sus lenguas uniéndose, tal cual lo hizo aquella noche y en su oficina. Cuando ya no puede seguir porque se siente ahogad
El sonido de la música sigue en un tono agradable para quien lo escuche. Todo el mundo en la reunión está distraído en su círculo intimo de conocidos o compartiendo otra qué otra copa cerca de la barra. Valentino no. Sólo está de brazos cruzados observandolo todo desde el rincón donde está con Raniero y Ginette. Algo extrañado de que Gianluca se haya ido de la fiesta de forma inesperada. Mañana sería la firma con la enorme minería de Corona de Bronce, así que debería estar aquí porque Ítalo Moretti esta a metros de donde está él, aunque no se ha acercado a saludar al padre de Gianluca por obvias razones. Valentino observa su teléfono. Está a punto de llamarlo para que regrese, pero ahora qué nota lo tan interesado que está por esa mujer, por Elena, cree que será más difícil de lo qué pensó. —¿Y no te dijo a donde iba? —pregunta Valentino aún mirando el teléfono. Le habla a Flavio. —No, señor. Sólo sé que iba con su señora esposa —responde Flavio con solemnidad. También está
El sonido aturdió tanto, y lo único que se escuchaba era ese pitido roto en los oídos. Apenas pudo moverse, y aunque lo hiciera, miles de huesos se despedazaban con cada movimiento. Trozos de vidrios adheridos a su rostro, a su cuerpo, incluso, uno levemente incrustado en su estómago. No había nombre para el dolor. Y el sonido pitando en el oído seguía interminable.Apenas pudo abrir los ojos, y en su asiento, su mirada de borrosa visión observó el vidrio del parabrisas completamente roto. No sabía nada de lo qué ocurría a su alrededor. El dolor la consumía, y al llevarse los dedos al oído, éste sangraba.Elena no supo qué ocurría. El mareo, el dolor, y la posibilidad de morir era lo único qué pasaba por su mente.Su cuerpo seguía atada al cinturón de seguridad. Paulatinamente podía moverse. Sin respirar bien, los pulmones se comprimían al no recibir aire. Estaba ahogándose.Sin embargo, el recuerdo logró moverla.Ella no estaba sola.Intentó, a duras penas, girar el rostro. Su mirada
Son las doce del mediodía, y la reunión en la única empresa de Della Famiglia en Estados Unidos ya tiene más de una hora. Enrico De Santis, su CEO, juega con una bola pequeña y roja mientras escucha a los gerentes de ésta sucursal. Aunque su mente está en otra parte.Satisfecho, casi feliz. Concentrado en sus pensamientos.Finalmente tiene la delantera en éste juego.—…podemos expandir nuestro negocio como lo había pedido el señor De Santis —se escucha de una de las asesoras frente a él.Todas las atenciones caen en Enrico, bastante lejos de la conversación presente. Sonríe cuando observa a la mujer que habla. La pone nerviosa unos momentos ya qué la mira de arriba hacia abajo.—Lo qué ella diga —dice al final de su chequeo con la mujer—, me parece excelente tu proposición. Todos aquí presentes retírense. Incluso tú, preciosa —le guiña el ojo a la asesora.Ésta se disculpa tomando sus cosas, y cuando ya los gerentes salen de la oficina, Paolina, su prima, se gira hacia él con una pequ
Ya no es un dolor físico. Está completamente fuera de un dolor mundano. Es un dolor qué proviene del alma. Qué sin compasión acribilla los sentidos de Elena. Las palabras de la doctora Moretti atontan a Elena, y se apoya de la barra de metal de la camilla. Sus heridas se acrecientan, y sumado a la estupefacción, no tiene salida de ningún tipo de dolor. ¿Está en el infierno? Indudablemente. —¿Cuando despertará? —se atreve a preguntar, temblando de pies a cabeza. No es capaz de decir una sola palabra sin balbucear. Tampoco es capaz de mirar a la doctora. Está en el limbo. —Es dificil predecir cuando despertará. Depende de muchos factores. Estamos haciendo todo lo posible para estabilizarlo y darle el mejor cuidado posible —Mónica suspira—, el coma puede durar días, semanas —la mira—, años. Elena se gira, encontrando a su esposo sobre la camilla en esa especie de trance, profundamente dormido. Los labios resecos de Elena se entreabren. El recuerdo de la mano de Gianluca en la s
—¿Qué fue lo qué hiciste, Elena? ¿Qué razón tendrías para no firmar?Elena acaba de sentarse, tomando los papeles que el abogado Orlando le entrega para leerlo.—Era lo mejor, créame, señor Valentino —responde el abogado Orlando—, Fattoria Verde necesita ser protegida ahora más qué el señor Gianluca no está presente. Es deber de la señora Mancini mantener el control en la empresa. Usted ha sido testigo como para no dudar.—Pero —Valentino se sienta frente a Elena, todavía confundido—, ¿Sabes lo tanto que quería Gianluca éste contrato, Elena? —observa al abogado Orlando—, lo sabes más qué yo, Orlando. No sé si haya sido una buena idea.—El señor Moretti no tiene una buena reputación en el mercado de Estados Unidos —Elena se toca parte de la herida en su vientre cuando responde—, por esa razón convencería a Gianluca de no firmar. Y si firmaba, sería muy tarde.—¿Sabía de esto? —pregunta Valentino—, ¿Gianluca sabía de las intenciones de Ítalo?—Se lo dije. No escuchaba —responde el aboga
La señora Angelina entra a la habitación cuando Elena sigue mirando a Gianluca en silencio. Norelie se ha marchado hace un par de minutos, y no hay nadie todavía en la habitación.—Hija —murmura la señora Angelina cuando ya está a su lado—, yo me quedaré con él. ¿Por qué no vas a descansar?—No quiero dejarlo solo —responde Elena—, ¿Y si despierta…? —no puede imaginar esa idea. Simplemente no puede—, no quiero que crea qué lo he dejado sola.—Pero sigues estado débil. Sigues esforzándote y tu recuperación será peor —la señora Angelina busca sus manos heridas—, si algo ocurre serás la primera en saberlo —promete la madre de Gianluca en un hilo de voz—, te lo juro, Elena. Eres la esposa de mi hijo, lo sabrás.Elena finalmente deja de ver a Gianluca para encontrarse con la mirada desolada de la señora Angelina.—Ve a descansar.—No sé si pueda dormir sabiendo qué él está aquí —Elena ladea el rostro. Las lágrimas qué ha botado pueden hacer un nuevo mar, y simplemente murmura con voz débil