—¿De qué hablas, Simone? —Elena coloca a la bebé en su hombro y con suavidad palmea su pequeña espalda—, No entiendo de qué hablas. Pero me alegra tanto verte, ¿Cómo supiste que estaba aquí? ¿Quieres sentarte?—También me alegra verte, Elena. ¿Esa pequeña es tuya? —señala Simone, quedándose en su sitio. Algo extraño genera la presencia de Simone aquí y ahora.—Es mía —admite Elena con poquedad—, ven, Simone. Toma asiento. Me gustaría presentarte a Constanza Moretti —Elena señala a su lado—, mi tía.Simone abre los ojos un momento. Segundos después Elena puede notar la mirada que tanto Simone y Constanza comparten en la distancia, y ese movimiento tampoco le genera tranquilidad.Constanza toma un suspiro, cierra los ojos como si se resignara y mueve la cabeza.—¿Qué haces aquí, Simone? Juraste no regresar más nunca a Florencia…—lo que dice Constanza le arranca una expresión de sobresalto a Elena. Constanza mueve la cabeza—, ¿Qué buscas en éste lugar?—Eso mismo te digo yo —Simone pregu
—No sólo se trata de la verdad…todo éste tiempo quiso que tus asesores te dieran la espalda. Le pagó millones para que se fueran en tu contra, y lo logró. Acabó contigo, es un hecho.—Nunca lo hizo —Gianluca se pone de pie. Es su padre quien le habla desde el otro lado con severidad—, está a punto de pudrirse en el infierno.El señor Giancarlo Mancini desliza su silla de ruedas hacia atrás para salir de la mesa. Gianluca está en la espera de Flavio aquí en el tribunal para saber el estado de la acusación contra Enrico. Una vez fue encerrado muchas acusaciones cayeron en su contra y eso sólo incrementó el beneficio a Gianluca. El proceso de su juicio, junto a los testimonios de los asesores, aquellos que fueron responsables de decir una falsa acusación para quitarle Della Famiglia, están hablando.—¿Un solo asesor?—Un asesor vino el día de ayer a mí. Quiso contactarme por medio en Flavio en anonimato. Habló conmigo en privado. Confesó el soborno —responde Gianluca a su padre, divisand
—Y cuando seamos grandes me casaré contigo. Un pequeño de seis años corrió tras la niña de hermosos cabellos rizados y largos por el camino de arena lejos de sus casas. Un rincón oculto al que siempre acudían. Donde el niño la invitaba a jugar, donde no existía otra cosa que sus inocentes juegos de piratas, de aventuras, y de una princesa a la cual debía siempre rescatar en los castillos de arenas. En ese momento, corrían por el camino de piedras hacia las praderas, cerca de un arroyo de río que los esperaba todo el tiempo. El cielo azul, nítido, sin verse nubes borrascosas en la llanura. —¡Eso no puede ser posible! —la pequeña niña de cinco años repitió con risas, tomando su vestido para correr, sin detenerse, mientras atrás de ella un osado y valiente pequeño también la seguía. —Nos casaremos como mi mamá y mi papá —el niño se acercó a la pequeña, quien se detuvo frente al parque. Inmensos arreboles verdes con frutos, un pasto verde y llamativo que había florecido por las ante
20 años después. —¡Hey tú! ¡Muévete! Aquí no hay sitio para que duermas, princesita. ¡Apresúrate! —una mujer alta y fumando un cigarro es quien exclama, empujando a la otra mujer delante de ella—, ¡Aquí comemos todas la misma basura! Su empuje hace que su contrincante se tambalee hacia adelante, y la bandeja de aluminio donde lleva la comida caiga al suelo en un fuerte y doloroso estruendo. Es tan abrupto el golpe que inclusive se puede creer que se ha fracturado uno de los huesos. —¡Demuéstrale que manda, Vidente! —¡Dile a esa zorra que deje de hacerse la víctima! —Y haz que coma tierra. En medio de la cocina de la prisión, el ruido es fuerte, estruendoso, casi rompe las paredes oscuras de éste lugar. El bullicio alejado empieza a murmurar. A reírse en voz baja. A mirar con indiferencia a la mujer que está en el suelo. —Déjame levanto a la princesa. ¡Oigan, déjenme y levanto a Su Majestad! —la misma mujer todavía con su cigarro, a quien gritan como “Vidente”, observa a la mujer
Elena no lo cree hasta que la reja de su celda se abre, y desde la distancia es Vidente quien observa con incredulidad todo esto. En el pasillo hacia la salida, las visitas a las reclusas están ya permitidas pero no ve a nadie conocido. Sólo lleva el vestido que lavó la noche anterior y nada más que una manta doblada en su brazo.—Rápido, camina —Elvira la empuja con fuerza. Está indignada y furiosa—, ¡Muévete!—Me sigues empujando y te voy arrancar el cuello —se zafa Elena de su agarre.Sin embargo, una voz retumba entre todas las voces en la sala de las visitas.—¡¿Es que cómo se te ocurre decirme qué no?! ¡A mí! Pagué mucho por ti y estás aquí por evadir impuestos ¿sabes cuánto dinero perdí por tu culpa? ¡No sabes!Los gritos pueden escucharse desde aquí hasta el centro de la ciudad, o hasta el centro del caribe, y es el único sonido que se oye en todo el lugar. Mientras se acerca Elena al final del pasillo, vuelve a oír la voz: pertenece a una mujer que ya ha visto en el patio.—¿
—Sé que quieres recuperar la empresa y tu reputación, Gianluca. Lo mejor es que te concentres ahora en tu boda —el hombre que está bebiéndose su whiskey, mira a su primo con su traje negro frente al espejo.A quien se dirige tiene el cabello peinado hacia un lado. Lo bastante atractivo como para que sea difícil apartar la mirada, y una taciturna personalidad que es la fuente de su encanto. Se arregla las mangas del traje y responde:—Della Famiglia es mía, Valentino —es una respuesta contundente.—Era, primo. Era tuya —responde Valentino, levantándose y dejando el vaso de whiskey en la mesa—, Enrico ya tiene en su poderío todo lo que era tuyo. Y me parece que está convencido de que no dejará nada ni para ti ni para nadie. Además, Renata no estará contenta de que pienses en esa clase de cosa. Eres ambicioso. Tu prometida será más escandalosa que antes —dice Valentino.Se da la vuelta y recibe el saco de su mayordomo. —Esto es simple compromiso —se acomoda su reloj—, Renata y yo no es
—No es lo que buscamos, siguiente.—¿Esto es lo que haces? ¿No tienes experiencia? No podemos perder el tiempo enseñándote.—¿Estás hablando en serio? He oído hablar de ti y prefiero no meterme en problemas. Gracias.Son las palabras de las numerosas compañías que no han querido contratarla.Se supone que Simone le conseguiría un trabajo como modelo publicitaria en las campañas de su compañía, pero la mayoría de sus compañeros han dicho sencillamente qué no y Elena ha pasado toda una semana sin poder encontrar un trabajo donde no la rechacen.Intentó un día entero buscar como mesera en cafeterías, restaurantes, pero debido a su debilidad y a su expediente, sólo NO.“Te diré algo sencillo, señorita Russo. Usted no puede trabajar aquí porque no aceptamos personas con antecedentes penales. Así qué si no le molesta, le pediré que deje mi tienda ahora mismo si no quiere que llame a la policía.”Simone es la única que le ha ofrecido un trabajo e incluso permite que se quede en su departamen
Por un instante, para Gianluca hay una pincelada de recuerdo que hace años no salía a flote, porque tenía que superar esa página de su vida. La forma de sus ojos, esa manera de fruncir el ceño y su cabello salvaje.—Deja a ésta mujer en paz, hay mucho tráfico detrás de nosotros—absorto por su belleza, le responde Valentino—, ahora vámonos.—¡Pero ella tiene que ir a la cárcel porque ser tan inconsciente! —expresa Valentino con rabia, mirándola.—He dicho: vámonos —habla otra vez, con dureza. Mira fijamente a Valentino—, no esperaré otro minuto más. Sino quédate aquí y yo sigo por mi cuenta.Vuelve a caminar directo hacia el auto. Es sencillamente increíble que esto ocurra, y justo en estos momentos. Debe ser el peor día de su vida ahora.Cuando salió del hotel ésta mañana, no quería encontrarse con ningún periodista y no quería recibir ninguna llamada dando explicaciones. Su mañana lo está poniendo de mal humor como para qué tenga que lidiar con ésta situación.Valentino enmudece y pa