Son las doce del mediodía, y la reunión en la única empresa de Della Famiglia en Estados Unidos ya tiene más de una hora. Enrico De Santis, su CEO, juega con una bola pequeña y roja mientras escucha a los gerentes de ésta sucursal. Aunque su mente está en otra parte.Satisfecho, casi feliz. Concentrado en sus pensamientos.Finalmente tiene la delantera en éste juego.—…podemos expandir nuestro negocio como lo había pedido el señor De Santis —se escucha de una de las asesoras frente a él.Todas las atenciones caen en Enrico, bastante lejos de la conversación presente. Sonríe cuando observa a la mujer que habla. La pone nerviosa unos momentos ya qué la mira de arriba hacia abajo.—Lo qué ella diga —dice al final de su chequeo con la mujer—, me parece excelente tu proposición. Todos aquí presentes retírense. Incluso tú, preciosa —le guiña el ojo a la asesora.Ésta se disculpa tomando sus cosas, y cuando ya los gerentes salen de la oficina, Paolina, su prima, se gira hacia él con una pequ
Ya no es un dolor físico. Está completamente fuera de un dolor mundano. Es un dolor qué proviene del alma. Qué sin compasión acribilla los sentidos de Elena. Las palabras de la doctora Moretti atontan a Elena, y se apoya de la barra de metal de la camilla. Sus heridas se acrecientan, y sumado a la estupefacción, no tiene salida de ningún tipo de dolor. ¿Está en el infierno? Indudablemente. —¿Cuando despertará? —se atreve a preguntar, temblando de pies a cabeza. No es capaz de decir una sola palabra sin balbucear. Tampoco es capaz de mirar a la doctora. Está en el limbo. —Es dificil predecir cuando despertará. Depende de muchos factores. Estamos haciendo todo lo posible para estabilizarlo y darle el mejor cuidado posible —Mónica suspira—, el coma puede durar días, semanas —la mira—, años. Elena se gira, encontrando a su esposo sobre la camilla en esa especie de trance, profundamente dormido. Los labios resecos de Elena se entreabren. El recuerdo de la mano de Gianluca en la s
—¿Qué fue lo qué hiciste, Elena? ¿Qué razón tendrías para no firmar?Elena acaba de sentarse, tomando los papeles que el abogado Orlando le entrega para leerlo.—Era lo mejor, créame, señor Valentino —responde el abogado Orlando—, Fattoria Verde necesita ser protegida ahora más qué el señor Gianluca no está presente. Es deber de la señora Mancini mantener el control en la empresa. Usted ha sido testigo como para no dudar.—Pero —Valentino se sienta frente a Elena, todavía confundido—, ¿Sabes lo tanto que quería Gianluca éste contrato, Elena? —observa al abogado Orlando—, lo sabes más qué yo, Orlando. No sé si haya sido una buena idea.—El señor Moretti no tiene una buena reputación en el mercado de Estados Unidos —Elena se toca parte de la herida en su vientre cuando responde—, por esa razón convencería a Gianluca de no firmar. Y si firmaba, sería muy tarde.—¿Sabía de esto? —pregunta Valentino—, ¿Gianluca sabía de las intenciones de Ítalo?—Se lo dije. No escuchaba —responde el aboga
La señora Angelina entra a la habitación cuando Elena sigue mirando a Gianluca en silencio. Norelie se ha marchado hace un par de minutos, y no hay nadie todavía en la habitación.—Hija —murmura la señora Angelina cuando ya está a su lado—, yo me quedaré con él. ¿Por qué no vas a descansar?—No quiero dejarlo solo —responde Elena—, ¿Y si despierta…? —no puede imaginar esa idea. Simplemente no puede—, no quiero que crea qué lo he dejado sola.—Pero sigues estado débil. Sigues esforzándote y tu recuperación será peor —la señora Angelina busca sus manos heridas—, si algo ocurre serás la primera en saberlo —promete la madre de Gianluca en un hilo de voz—, te lo juro, Elena. Eres la esposa de mi hijo, lo sabrás.Elena finalmente deja de ver a Gianluca para encontrarse con la mirada desolada de la señora Angelina.—Ve a descansar.—No sé si pueda dormir sabiendo qué él está aquí —Elena ladea el rostro. Las lágrimas qué ha botado pueden hacer un nuevo mar, y simplemente murmura con voz débil
—¿Qué significa todo esto? ¿¡Qué significa?! —es Valentino quien grita azotado por el desconcierto. Incluso Ginette rebosa esa expresión de incredulidad cuando observa a Aurora, sin poder creerlo. —¿De qué estás hablando? —Elena da un paso hacia adelante—, ¿Te atreves a acusarme de algo tan serio como eso? ¿Cómo que…? —los ojos de Elena se abren—, ¿Cómo qué asesinato…? La palabra la llena de escalofríos, y sólo basta la imagen del recuerdo del accidente para que su corazón se quiebra en dos. El dolor de la herida fresca en su vientre surge como una grieta a punto de romperse. —¿¡De qué estás hablando?! —exclama Elena, perdiendo el juicio—, ¿¡Cómo te atreves a acusarme de algo así?! —La orden de captura, ¿Dónde está, señora Aurora? —el abogado Orlando no se hace esperar—, la señora Elena es mi cliente y ella no se moverá de aquí sino tiene orden de captura. —La hay —Aurora responde. Está fija en Elena, como si quisiera hacerle entender qué para ella, jamás será bienven
—No pueden entrar a la habitación del señor Gianluca. ¡Está custodiada, señora Elena! —No confío en nadie ahora mismo. ¡En nadie! —Elena divisa nuevamente la camioneta, con el mismo corazón en la mano que hace un par de segundos—, ¿Le parece normal qué me acusen para que así deje a mi marido? Dios Mío, Gianluca —Elena enciende el auto. Pero las manos del señor Orlando la detienen—, intentaron hacerlo conmigo, el intento de asesinato frente a su oficina y ahora esto. Alguien quiere hacernos daño. Alguien quiere hacerle daño a Gianluca. Entiéndame por favor —se le quiebra la voz—, tengo qué hacer algo para protegerlo mientras está en esa cama.—Y lo haremos. Tan sólo cálmese —ordena el abogado Orlando. Su actitud recta y sus ojos enojados están hablando con firmeza—, el señor Mancini es mi cliente y gran amigo. Ya le confesé que mis dudas eran las mismas, y ahora esto nos los confirma. El hombre dijo qué hizo un reporte, y no se lo dijeron, así qué es mucho más serio. La policía o algú
—Tan sólo observa éste vestido. Me quedará perfecto, aunque es increíble qué me den antojos. Es lo que más odio. Mi cuerpo es perfecto y éste embarazo me arruinará. En uno de los edificios más grandes de Florida que pertenece a la familia Bertolini es donde se encuentra Renata mirándose al espejo. Se prueba un vestido, lanzando quejas ahora qué lleva los meses de embarazo acorde. No está sola. Su hermana Natasha está bebiéndose casi una botella de vino esa sola. —Deberías estar contenta —le sonríe su hermana con falsedad—, ya todo el mundo sabe que estás embarazada. Y de paso de él. Es lo que querías, ¿no? Renata sonríe, triunfal. Se toca su vientre.—Embarazada de él, es lo mejor qué me ha pasado en la vida —Renata se observa su vientre tas el espejo—, a todos los hombres se le ablandan el corazón con un hijo, y él me dará la oportunidad de estar con él.—¿Él? ¿Ya sabes el sexo? Eso no se sabe…¿hasta lo cinco meses? ¿Y si es niña?Renata enarca una ceja llena de incredulidad.—¿N
Un segundo después, cuando las palabras de Norelie le cobran la palidez hasta en sus labios, Elena abre la puerta de la oficina. Al instante, lo qué sus ojos ven es a la misma mujer de siempre. Norelie es una mujer demasiado bella cómo para quitar la mirada, y está sentada en su escritorio, cuyo lado da hacia la ventana panorámica. El azul cielo qué brinda la imagen no hace contraste con lo qué siente. Norelie escucha la puerta, y aún con el teléfono en la oreja se gira. Ambas se observan fijamente un largo segundo. Elena quita la mano de la manija de la puerta y Norelie se pone de pie. Con los ojos desorbitados, Elena da un paso hacia adelante. Pero no se esperaba la sonrisa de Norelie. —Oh, ¡Elena! ¡Me da gusto verte tan recuperada! Buongiorno —Norelie rodea el escritorio. Su silueta de modelo no tarda en acercarse, tal cual no hubiese dicho absolutamente nada. Y para el como recibe un abrazo por parte de ella—, de seguro dejé la puerta abierta y debes estar bastante apu