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Destinados A Amarnos
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Por: Nelpin
EL SUEÑO DE LA INDEPENDENCIA

*EMILY*

Soy una joven llena de vida y alegría, con un espíritu libre que anhela divertirse. Sin embargo, mi realidad es otra, aún vivo bajo el techo de mis padres, quienes son bastante estrictos. Mis amigas me invitaron a una fiesta y, emocionada por la idea, hice planes para el fin de semana. Mi día a día se resume en trabajar en la tienda de telas de mis padres, ubicada en el corazón de Londres. La vida no es fácil, pero mi padre ha logrado mantener a flote a nuestra familia. Sin embargo, anhelo mi independencia, no quiero estar más bajo su mando. Hace un mes, decidí dar un paso hacia mi libertad y envié varias hojas de vida a diferentes empresas a través de internet. Aspiro a mi libertad, a tomar mis propias decisiones y a salir a la hora que quiera sin tener que pedir permiso.

Después de un día agitado en la tienda, llego a casa. Hubo mucho movimiento, pero gracias a Dios, la semana ha terminado. Mis amigas de secundaria me invitaron a la inauguración de un nuevo club. Les confirmé mi asistencia, aunque aún no se lo he comunicado a mis estrictos padres. Como siempre, me veo obligada a mentirles. A pesar de tener 23 años, me tratan como a una adolescente y aún tengo que pedir permiso para salir, permiso que usualmente me niegan. Por eso, hoy diré que pasaré la noche con mi amiga de toda la vida, Rosa, quien siempre me ayuda con mis mentiras. No me gusta mentir, pero ellos me obligan a hacerlo al negarme constantemente la libertad.

—Emily, prepara la cena, estoy ocupada doblando la ropa —me indica mi madre. Detesto cocinar, si fuera por mí, solo comería comida rápida.

—Sí, madre, yo me encargo de eso —le contesto de mala gana. Realmente, detesto cocinar.

Así es mi vida, pero siento que está a punto de cambiar. He enviado mi currículum a empresas ubicadas en el corazón de la ciudad, lejos de la periferia donde vivo con mis padres. Anhelo tener mi propio espacio, un lugar donde pueda vivir sola y trabajar lejos de ellos. Los amo y respeto profundamente, pero su protección me asfixia. Deseo autonomía, anhelo la libertad de hacer lo que quiera sin tener que pedir permiso.

Después de la cena, me retiro a mi habitación, mi refugio personal. Allí, me sumerjo en el mundo de la música, especialmente las baladas. Soy bilingüe, hablo español e inglés con fluidez. Mi madre es de ascendencia canadiense, y mi padre la trajo a este país después de conocerla en uno de sus viajes. Se enamoraron y decidieron establecerse aquí. Él es bastante mayor que ella. Soy la hija menor, y mis dos hermanos mayores ya están casados y viven en otra ciudad. Por ser la única mujer, me sobreprotegen.

El sueño de mis padres es que me case aquí y tenga hijos, pero esos no son mis sueños. Por el momento, los chicos no me interesan. Quiero ser libre, disfrutar de la vida, salir cuando quiera, conocer gente nueva y lugares diferentes. Aspiro a manejar mi propio dinero, tener mi propio auto y mi propia casa. Sueño con vestir ropa de marca y darme el lujo de comprar lo que desee. ¡Dios, escucha mi deseo! Anhelo tener mi propia casa.

El sábado llega y mi alegría se desborda, mi cuerpo lo sabe. Tenemos planeado con las chicas bailar hasta altas horas de la noche y descansar todo el domingo. La vida está llena de posibilidades y no puedo esperar para explorarlas todas.

—Padre, madre, me voy —anuncio, ocultando mi atuendo festivo en una bolsa para que no sospechen de mis planes.

—No apagues el celular, te estaremos llamando, no te desveles mucho —me advierte mi padre.

—Sí, papi, nos acostaremos temprano —le respondo, aunque sé que no es cierto. No me gusta mentir, pero no me queda otra opción.

—Hija —interviene mi madre— ten cuidado con los chicos, no queremos sorpresas de embarazos no deseados. Eso solo cuando te cases.

Solo vamos chicas, mami, además los chicos no me interesan, tú lo sabes bien —le aseguro, y eso sí es verdad.

—Buena chica, te estaremos llamando —me dice mi madre.

—Sí, mami, no apagaré el celular, lo prometo —finalmente me dejan ir. Tomo un taxi directo a casa de mi amiga Rosa.

—Por fin llegaste, Emily, tenemos que arreglarnos, hoy seremos las reinas de la pista de baile —me dice Rosa al llegar.

—Me costó convencer a mis padres, tuve que fingir que pasaría una noche tranquila. Ya sabes cómo son, quieren saberlo todo —le cuento.

—Yo no tengo ese problema, vivo sola e independiente, ¡soy feliz! —se jacta Rosa.

—Yo también quiero ser independiente, me tratan como si fuera una adolescente, es vergonzoso —le confieso.

—Sí, amiga, pero mientras vivas en su casa, son sus reglas. Tendrás que aguantar hasta que consigas tu propio lugar —me aconseja.

—¡Sueño con ese día, ojalá consiga un empleo pronto, ruego a Dios para que sea pronto! —le confieso.

—Lástima que donde trabajo no hay vacantes, pero pronto te saldrá algo —me anima Rosa. —¡Ojalá Dios te escuche! Mi padre guarda mi dinero, dice que es para ahorrar, aunque no sé para qué —le cuento.

—Tu vida es complicada —comenta Rosa, y no puedo estar más de acuerdo.

Nos pusimos todas unas mamacitas, mi cabello es color rojizo a base de tintes. Me hace ver la piel más clara, estoy emocionada de que podré disfrutar la noche sin estar pensando de llegar temprano a casa. Mi amiga Rosa es piel bronceada, tiene unas piernas de infarto, no digamos el trasero. Las dos somos bombas, aunque yo soy más decorosa.

Llegamos al club, el sitio está a reventar, nos movemos al ritmo de la música, pasamos por unas mesas donde hay muchos chicos, pero hoy no andamos cazando maridos, hoy nos vamos a divertir, a gozarla rico. Cantamos a toda garganta, pedimos dos cervezas para empezar. Estamos sentadas y moviendo nuestro cuerpo al ritmo de las melodías que pone el DJ.

—Bebemos y después a romperla a la pista, ya sabes los pasos prohibidos.

—Estás segura, Rosa, aunque hoy quiero bailar hasta que me duelan las piernas.

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