Hubo un largo e incómodo silencio durante el trayecto hasta el centro comercial, Abby todavía estaba asustada, pudieron haber tenido un accidente muy grave si no hubiera frenado a tiempo.
Helena, por su parte, estaba abstraída en sus pensamientos, hacía mucho que no veía lobos, y no era usual que ellos cruzaran la carretera a plena luz del día, se suponía que eran animales más bien nocturnos, aunque no del todo, ¿Pero arriesgarse a salir así con el tráfico vehicular? Tal vez algo amenazaba su hábitat.
—Llegamos… creo que mejor vamos por algo dulce para que nos pase el susto, y después de compras… ¿Qué dices?
Propuso la rubia un poco más calmada.
Helena asintió, era mejor avanzar, lo había aprendido bien, toda su vida se había basado en eso, avanzar al siguiente nivel, no quedarse atrás ni enfrascarse en los pensamientos autodestructivos, por difícil que fuera.
—Vamos, quiero una montaña de helado, y hoy no te puedes negar, ¡Estoy de cumpleaños! — Dijo ofreciéndole una amplia sonrisa.
—Eres una manipuladora, te aprovechas de tu cumpleaños solo cuando te conviene, pues vas a ver que soy capaz de atragantarme de azúcar tanto como tú.
Ambas rieron a carcajadas, el chiste se debía a que Abby estaba obsesionada con mantener la figura esbelta, y siempre estaba haciendo cálculos de la cantidad de calorías que consumía, mientras que Helena comía lo que le daba la gana, y parecía que su metabolismo era marciano, no aumentaba a su peso un solo gramo.
Dejaron el auto aparcado y caminaron hacia el interior del centro comercial, Helena sintió que alguien la observaba, se detuvo mientras Abby miraba un par de zapatos en una vidriera y se dio la vuelta para ver de quien se trataba. No vio a nadie.
Continuaron hasta la heladería, y luego comieron algunas golosinas como si fueran de nuevo aquellas dos mocosas adolescentes que se reunían en las tardes a jugar, a merendar y a hacer la tarea. Esos años no estaban tan lejos aún, y habían sido claves para la recuperación de Helena.
—Oye, ¿Supiste de ese hombre rico que está aquí? Tal vez podríamos dejar nuestras hojas de vida para aplicar a un empleo con él… he escuchado que están reclutando personal…
Le comentó Abby a su amiga mientras se medía un vestido.
—Ah, está muy caro — Refunfuñó mirando la etiqueta — ¿Ves a lo que me refiero? Necesito más liquidez.
—No, ¿De quién me estás hablando?
—De esa empresa de la que nos hablaron en clase el otro día, el tipo que está completamente loco y quiere invertir en este agujero una enorme cantidad de dinero.
—Ah… ese…
—Si ese… — Dijo forcejeando por sacarse el vestido sin dañarlo — Lo vi en las redes… es un tipo muy guapo… está como para comérselo.
—Tú y tus cosas — comentó con una risita juguetona mientras la ayudaba a bajar la cremallera.
—Es en serio, es todo un bombón, alguien dijo que lo invitarían a dar una charla en la universidad, espero que lo hagan, sería una buena oportunidad para presentarnos… solo por motivos profesionales, claro…
Vasilios Lincoln, el accionista mayoritario de la compañía de importación y transporte Lincoln Company, estaba en la ciudad, algunos medios habían reseñado la presencia del importante empresario haciendo énfasis en su interés por invertir en Vancouver, cosa que traería grandes beneficios y empleos para muchas personas.
La noticia se había extendido como pólvora, y las chicas habían oído hablar de él en la universidad, en la escuela de Comercio y Negocios Internacionales, en la Carleton University, en donde ambas estudiaban, Helena como parte de un programa de becas y Abby con el dinero de su padrastro.
—Creo que podría ser buena idea… al fin y al cabo, acumularía currículo…
— ¡Y dinero! Mamá me dijo que no va a pedirle más dinero del necesario a Rob… que él pagará todos mis gastos universitarios, ¡Pero que los lujos debo pagarlos yo! Como si no tuviera suficiente dinero, el cretino…
—Vemos Abby, no puedes quejarte, te da todo, y eres la mejor vestida del grupo.
La rubia sonrió.
— ¡Por eso es que te amo pecas! Ven, vamos por mis rollos, a eso vinimos.
El hombre alto y de traje estaba observándolas desde una distancia segura, sonrió al escuchar los comentarios de Abby, su oído podía captar desde lejos los sonidos y discriminar entre los que le interesaban y los que no.
Supo hacia donde se dirigían y comenzó a moverse. Sabía que estando en medio de tantas personas sería una buena oportunidad para acercarse a Helena sin peligro. Entró primero en la tienda y se dispuso a curiosear entre los anaqueles dando tiempo para que ellas entraran.
Abby parloteaba de más con el tema de buscar un empleo en la nueva compañía y Helena solo miraba la hora en su reloj, no quería tener que enfrentarse a sorpresitas ese día.
En cuanto se abrió la puerta y la ráfaga de aire proveniente de afuera entró, golpeó a Vasil con toda su fuerza, trayendo el aroma dulzón y embriagante de la sangre de Helena, y con el aroma, los recuerdos.
— ¡Mala idea! — Se dijo para sus adentros — Todavía no puedo, aún no estoy preparado para esto.
Esperó a que las chicas estuvieran fuera de la línea de la entrada para poder salir, pero no se movieron, al parecer encontraron lo que estaban buscando justo en el mostrador de la caja, así que si quería salir de ahí debía pasar por su lado.
Sopesó las opciones… quedarse otro rato y soportar el aroma de Helena que lo estaba volviendo loco, o pasar por su lado y rogar, tener el suficiente autocontrol como para no saltarle encima.
No quería correr riesgos, no había esperado tanto tiempo como para echarlo a perder tan estúpidamente.
Las risas de las chicas llegaban hasta él, como música para sus oídos, estaba acostumbrado a ese sonido casi musical, escucharla, ser feliz era, en parte, uno de sus propósitos.
— ¿Cuánto cuesta esto?
—Tres dólares señorita.
Abby negociaba con la dependienta lo que iba a comprar, mientras Helena se apartaba de ella y caminaba por entre los anaqueles mirando las cosas con absoluta inocencia de lo que sucedía.
La mirada ambarina y dorada se cernía sobre ella con tal intensidad que fue imposible no sentirla. Alguien la estaba mirando, y lo hacía con insistencia. Sintió la carne ponérsele como de gallina y un magnetismo sobrenatural atrayéndola hacia el fondo de la tienda.
Helena siguió sus instintos y caminó lentamente hacia la parte de atrás entre los estantes llenos de mercancías.
Pero como siempre, no encontró a nadie. Suspiró y se dio la vuelta para regresar, al girarse no vio al hombre justo detrás de ella y chocó contra su pecho, era mucho más alto que ella, de hombros anchos y pecho firme, duro como una roca.
— ¡Perdón!
Dijo al estrellarse contra los pectorales del desconocido, posando ambas manos sobre su pecho, en un intento por crear una barrera entre los dos de manera instintiva.
—No lo vi…
—No te preocupes, no pasa nada…
Esa voz… esa voz le era familiar, ¿pero por qué? Estaba segura de que nunca en la vida la había escuchado, pero también que era tan cercana a ella como si fuera parte de algo muy íntimo de su ser.
Las palmas de más manos de Helena le cosquilleaban como si el hombre expidiera pequeñas descargas eléctricas, levantó la vista para mirarle el rostro y ahí estaban, esos ojos, de nuevo. Esos inconfundibles ojos ámbar con destellos dorados.
Por un momento la chica se quedó petrificada sin poder hacer o decir nada, se le olvidó como respirar, y echándose para atrás quiso apartarse, pero lo único que consiguió fue tropezar estando a punto de irse al suelo.
Vasil la sujetó poniendo una mano sobre su espalda para evitar que cayera y en el proceso acercó su rostro al de Helena peligrosamente, aspirando el dulce aroma de su piel y activando todos sus instintos caninos.
Sintió como sus vísceras se retorcieron de deseo y temperatura de su cuerpo comenzaba a elevarse. El cruce de miradas fue intenso, tanto él como ella se perdieron uno en la mirada del otro.
— ¿Quién eres? — La voz de Helena salió como un hilo apenas audible para cualquier humano, pero suficientemente fuerte para un Lycan.
Vasil tragó saliva una y otra vez y tuvo que morderse el labio interior antes de contestar.
—Vasilios Lincoln, señorita… — Respondió con excesiva cortesía, a Helena le pareció incluso que se había inclinado un poco como en una reverencia.
—Helena, Helena Anastasiou…
Dijo la pelirroja mientras él se apartaba lo suficiente para darle su propio espacio, no quería asustarla. Helena no pudo evitar admirar ese perfecto rostro angulado de facciones tan viriles y delicadas al mismo tiempo. De cabello oscuro, ojos penetrantes y complexión de atleta olímpico, ese hombre era todo perfección.
— ¡Helena! ¡Helena!
—Creo que alguien te llama.
—Si… es… es mi amiga…
—Creo que deberías ir con ella… fue un gusto.
Dijo apartándose de Helena con gran dificultad para mantener controlados sus instintos y obligándose a sí mismo a poner pies en polvorosa.
—El gusto es mío…
Vasil continuó caminando hacia la puerta, pasando, por un lado, de Abby sin querer mirarla, le habría gustado agradecerle el detalle de estar junto a Helena todos esos años y brindarle su amistad, pero no podía. Era más fácil, así… y también menos peligroso.
La rubia se lo comió con la mirada hasta que él desapareció por la puerta.
— ¿Viste a ese hombre? Creo que es…
— Vasilios Lincoln, sí, es él…
—Gracias por acompañarme, te llamo más tarde — se despidió Abby al dejarla en frente de su casa. Helena entró y se encontró con su madre haciendo una lista en un trozo de papel. Bob saltó sobre ella moviendo la cola y haciendo círculos a su alrededor. —Preciosa, no sabía que estabas en la calle, te habría llamado para pedirte un favor… Su madre la miró con expresión culpable mientras levantaba la nota en el aire. — ¿Qué necesitas mama? —Es que olvidé ir de compras esta semana y mira, ya no quedan comestibles, no quiero tener que llamar por una pizza para la cena, me gustaría hacer sabroso hoy… — ¿Necesitas que vaya a comprar eso? — Se ofreció la joven. Susan sonrió y se acomodó un mechón rojo detrás de la oreja. — ¿No te molesta? —No, para nada, en realidad me gusta la idea de volver a salir, no quiero estar aquí encerrada lo que queda de la tarde. — ¡Eres un sol! Entonces espero por las compras — y levantando la mirada como si quisiera darle un mensaje subliminal añadió — Tó
Vasil cerró el vehículo de un portazo y avanzó sin miedo mientras Helena se mordía las uñas, presa del pánico, estaba segura de que los lobos atacarían al empresario, era testigo de lo terribles que podían llegar a ser. Sin embargo, hacía mucho tiempo que Vasil no experimentaba el temor, prácticamente ya no lo recordaba era, por supuesto, producto de una larga vida llena de horrores y pérdidas, una vida como la suya ya tenía una coraza prácticamente impenetrable. Lanzó una mirada furibunda en dirección al par de perros rabiosos que osaban insistir en reclamar como presa a su preciada Helena. Más les valía que se enterraran vivos, porque si dejaban que él les pusiera una garra encima no podrían vivir para contarlo. A medida que caminaba, Vasil solo podía pensar en destripar a aquellos sacos de pelo con pulgas, en sacarles los ojos, el corazón y las vísceras. Casi podía sentir el sabor de su sangre esparcida por todas partes. Inspiró profundo, obligándose a dominarse a sí mismo y exha
El auto se detuvo frente a la verja de madera del jardín, la vegetación lucía triste y opaca en esa época del año. De niña, Helena siempre quiso poder tener un cumpleaños bonito como todos los demás, bajo el sol del verano, con una fiesta de piscina o en un parque. Pero ella, de su grupo de estudio en la escuela, era la única que cumplía años en temporada fría. —Pero ¡Qué aburrida eres Helena! Hasta para cumplir años eres pesada. Recordaba con tristeza las bromas de sus compañeros, los niños suelen ser crueles con sus comentarios. Además, después de que sucedió aquel desafortunado incidente, no era como que los demás niños quisieran asistir por lástima a la fiesta de la niña traumada, ni mucho menos que sus padres les permitieran ir hasta esa zona tan peligrosa en donde las bestias atacan a las niñas. En fin, Vasili detuvo el coche y Helena abrió la puerta para bajarse, pero antes de cerrar se giró para verlo a la cara una vez más. —Creo que empezamos con el pie izquierdo, tengo
Vasil apretó la mandíbula y cerró ambas manos en puños a los lados de su cuerpo sin retirar la mirada depredadora del mísero hombrecito, se le asemejaba a una presa fácil, un pequeño bocadillo. Sus ojos chispearon de tal manera que, incluso Richard con su borrachera supo que no era normal, que había algo siniestro y profundo en el pozo sin fondo de esa mirada, alguien más lo observaba desde los ojos del poderoso empresario. Una entidad desconocida. El universitario apartó las manos del brazo de Helena de mala gana, no era de asustarse con facilidad, pero el tipo que la acompañaba parecía ser una clara amenaza, y no iba a quedarse ahí para averiguarlo. — ¿Es tu novio? — Vasil preguntó siguiendo al chico con la vista como quien sigue una presa. —No — Contestó enfática — Lo siento… Se disculpó Helena sintiendo la vergüenza en la cara, nunca se hubiera imaginado estar en una situación tan embarazosa. —Hacía mucho tiempo que no lo veía… ni siquiera sé qué hace él aquí… —No te disculp
— ¿Podrías darme eso? Susan preguntó mientras terminaba de recoger el desorden de la casa. Ya todos los invitados se habían ido y no quería dejar mucho de limpiar para el día siguiente. —Bueno, chicas, creo que me iré a descansar, estoy cansado y mañana tengo cosas que hacer en el trabajo. — ¿Ya te vas a dormir papá? —Si tesoro, hace mucho frío, creo que el solsticio de invierno este año entró con mucha fuerza… —Pensé que hablaríamos un rato, además, creo que ustedes dos me deben una explicación… Apuntó la chica refiriéndose al hecho de que habían planeado la fiesta a pesar de su deseo de no querer celebrar nada. Su padre hizo un gesto gracioso como cuando alguien sabe que ha metido la pata. —Me declaro culpable — dijo en tono risueño levantando la mano — Teníamos que hacerlo preciosa, nunca sales a divertirte con tus compañeros y jamás quieres que se celebre tu cumpleaños, además, este es especial, ya no eres más una niña, ¡Son tus veinte! No podíamos solo dejarlo pasar… Exp
Helena se dio una ducha caliente, dejó que agua corriera por su cuerpo para relajarse, había sido un día pesado y diferente, muy diferente a los aburridos días de siempre. Se vistió con algo cómodo y abrigado y tan pronto puso la cabeza sobre la almohada, se hundió en un profundo sueño mientras el agotamiento le ganaba la partida. Comenzó a caminar sobre un prado hermoso y verde, era un campo enorme cuyos linderos se veían a mucha distancia, terminando en una cordillera montañosa de un lado, y el mar del otro. No reconocía el paisaje y, sin embargo, le parecía absolutamente familiar. El ambiente era cálido en esa estación del año. Casi podía sentir como se mezclaban el aire cargado a salitre con el puro y lleno del aroma a madera que venía de las montañas. Inspiró profundo llenando sus pulmones, era tranquilizador. De pronto alguien se acercó por la espalda tomando su cintura por detrás y le susurró algo al oído. —Mi gorrión... ya estás aquí... La voz ronca y profunda pareció un
Helena tomó las llaves del auto de su madre y se despidió al salir sin detenerse mucho para que su madre no le diera un sermón, al llegar a la cochera vio su carcacha estacionada a un lado, ya su padre se había hecho cargo de traerla de regreso con una grúa.El ver el auto trajo a su memoria los eventos del día anterior, el rostro perfecto de Vasil y su expresión furiosa cuando fue por los lobos y el sueño húmedo de esa mañana.— ¿Saldrás? — La voz de Alex la sobresaltó.— ¡Papá! — Llevándose la mano al pecho por la impresión — Si, la abuela quiere verme.—Vas a necesitar otro auto para movilizarte a la universidad… pero en este momento estoy un poco corto de fondos…—No te preocupes, seguramente Abby podrá llevarme mientras tanto, de todas maneras estoy en la vía, ella debe pasar siempre por aquí — Dijo para tranquilizarlo mientras ponía en marcha el auto de su madre.— ¡Nos vemos más tarde! — Gritó agitando la mano por la ventanilla.Helena condujo a través de la carretera, el blanc
Los músculos se le tensaban marcándose por encima de la camiseta de algodón delgada y húmeda, cada vez que levantaba las pesas como si no estuvieran hechas de metal en absoluto. Su respiración rítmica marcaba como un metrónomo el compás de sus movimientos perfectos uno, dos, tres...Intentaba concentrarse en hacer bien las cosas, pero tenía mucho tiempo sin ir de caza y sin dejar salir a su lobo... mucho tiempo siendo solo Vasil Lincoln, el hombre, el empresario, el tipo rico... necesitaba darle algo de libertad a su verdadero yo, o en cualquier momento iba a salir sin permiso y a causar un enorme desastre.—Señor, no puede torturarse de esa forma, debe salir, valla de caza, déjelo libre por unas horas, le vendrá bien...Le dijo uno de los hombres de confianza.—No recuerdo que lo hubiera tenido atado antes durante tanto tiempo, no es sano para usted, y es... peligroso... sobre todo para sus principios...Se refería a los principios que no incluían humanos en el menú. Mientras más ti