—Gracias por acompañarme, te llamo más tarde — se despidió Abby al dejarla en frente de su casa.
Helena entró y se encontró con su madre haciendo una lista en un trozo de papel. Bob saltó sobre ella moviendo la cola y haciendo círculos a su alrededor.
—Preciosa, no sabía que estabas en la calle, te habría llamado para pedirte un favor…
Su madre la miró con expresión culpable mientras levantaba la nota en el aire.
— ¿Qué necesitas mama?
—Es que olvidé ir de compras esta semana y mira, ya no quedan comestibles, no quiero tener que llamar por una pizza para la cena, me gustaría hacer sabroso hoy…
— ¿Necesitas que vaya a comprar eso? — Se ofreció la joven.
Susan sonrió y se acomodó un mechón rojo detrás de la oreja.
— ¿No te molesta?
—No, para nada, en realidad me gusta la idea de volver a salir, no quiero estar aquí encerrada lo que queda de la tarde.
— ¡Eres un sol! Entonces espero por las compras — y levantando la mirada como si quisiera darle un mensaje subliminal añadió — Tómate tu tiempo…
Helena tomó la lista de las manos de su madre y subió a su auto, hizo amago de encenderlo y el bendito carburador sonó como si fuera a desbaratarse, después de tres intentos rugió y dejó una nube azulada que llenó la cochera como si hubiera un conato de incendio.
Helena suspiró, tal vez tendría que plantearse la idea de Abby de ir a solicitar un puesto en esa empresa para tener la oportunidad de cambiar esa carcacha.
En cuestión de unos veinte o treinta minutos ya estaba comprando todo lo que necesitaba, dedicó el resto del tiempo a caminar en el parque de la reservación junto al lago que ya comenzaba a congelarse.
El móvil sonó con su canción favorita y vio que quien llamaba era su madre. Ya era hora de regresar.
— ¿Tienes todo cariño?
—Sí, compre además algunas cosas que no estaban en la lista, sé que olvidaste anotarlas…
— ¡Qué haría yo sin mi princesa!
—Estoy en casa en un rato.
Helena se sentó tras el volante y subió en volumen de su reproductor en el que se escuchaba de fondo Life in color (vida en color) del grupo OneRepublic, le gustaba la letra, habla de cómo se superan los días grises y se logra ver de nuevo el color en la vida. Y eso era exactamente lo que ella intentaba a diario, apartar el gris.
Iba tarareando la tonada cuando avanzó por la carretera que partía en dos el espeso bosque, la tarde ya comenzaba a enfriarse de veras, odiaba esa época del año, era como si todo su cuerpo la repeliera. Sabía exactamente por qué, por más que quería olvidar las malas experiencias, era casi imposible.
De pronto el vehículo comenzó a fallar, Helena pisó a fondo el acelerador, pero no había respuesta de la máquina.
— ¡Estúpida cacharra! — Exclamó — ¡Esto era lo único que le faltaba a la guinda del pastel! Un cumpleaños tirada en la mitad de la nada y con este frío.
Tomó su móvil para hacer una llamada, tal vez su padre ya viniera de camino, o Abby estuviera cerca, o el servicio de grúas o lo que fuera.
Dio dos golpecitos a la pantalla y al encender noto que no había señal, estaba completamente abandonada a su suerte y sin poder pedir ayuda. Clavó la cabeza sobre el volante y respiró hondo, obligándose a controlarse.
—Ok — Se dijo a sí misma para darse ánimos — Solo es cuestión de tiempo para que a alguien se le ocurra pasar por aquí, seguramente algún buen samaritano podrá llevarme.
La tarde comenzaba a oscurecer, y en la distancia el aullido de los lobos retumbaba en el eco del bosque, los vellos se le erizaron sin que pudiera controlarlo.
—Debo Salir de aquí — Dijo mientras tomaba una de las bolsas de las compras y la metía en su mochila — es mejor caminar, tardaré un rato, pero sé que puedo llegar, no estoy tan lejos.
Helena echó a andar con el aullido de los lobos a sus espaldas, poniéndole los nervios a mil, pero respiró profundo y trató de controlar sus miedos a medida que avanzaba.
De la nada, y sin saber cómo, pudo tomar el olor a almizcle y a madera húmeda, el olor inconfundible a lobo, así como comenzó a escuchar el leve sonido de las garras avanzando entre el bosque.
Se petrificó. Eran lobos, lo sabía, podía olerlos y también podía escucharlo, pensó que se estaba volviendo loca, ¿Cómo era posible que pudiera sentirlos así?
¡No era posible! Solo era un juego de su imaginación, solo estaba teniendo uno de sus ataques de pánico, hacía mucho que no los padecía… ¿O no?
Se dio la vuelta para comprobar su teoría y fue cuando los vio. A los dos. La loba roja y su pareja, aquel lobo negro que la acompañaba. Eran más grandes de lo que podía recordar.
—No… esto no puede estar pasando… — Negando con la cabeza como si quisiera desaparecer lo que estaba viendo.
Sacudió la cabeza para poner en orden sus pensamientos y apretó los ojos con fuerza, seguramente era el efecto de su cumpleaños y todo lo que traía consigo el recordatorio del día más terrorífico de su vida, pero al abrirlos seguían ahí, y caminaban amenazantes sobre ella.
Helena se dio la vuelta y apretó el paso echando a correr mientras escuchaba las patas de los lobos sobre el suelo y sus respiraciones agitadas. Corrió tan fuerte como sus piernas se lo permitieron, pero ellos eran demasiado rápidos, esta vez no lograría escapar.
Justo cuando pensó que estaba perdida, el chillido de unas llantas derrapando sobre el pavimento la sorprendió, un vehículo plateado hizo un giro casi imposible y se detuvo interponiéndose entre ella y los lobos.
— ¡Sube! — Alguien le gritó desde dentro — ¡Ahora! — La orden fue enfática y la chica ni siquiera dudó en obedecer.
Helena logró entrar casi de un salto en el interior del vehículo y cerró la puerta tras de sí.
Al levantar la mirada un par de ojos dorados la miraban con preocupación, el rostro hermoso del empresario se deformaba de la ira.
— ¿Estás bien? ¿Te hicieron daño? ¿Te tocaron?
Las preguntas salían de la boca de Vasil como un tropel atropellado y sin tiento, sin darle espacio a Helena de responder. Su voz parecía más a un rugido animal que a la voz humana.
— ¡Voy a matar a esos malditos!
Dijo saliendo del vehículo y tirando la puerta con fuerza.
—No, ¡es peligroso! — Gritó Helena, pero ya era tarde… La frase quedó colgada en el aire, ya él estaba fuera del auto.
Vasil cerró el vehículo de un portazo y avanzó sin miedo mientras Helena se mordía las uñas, presa del pánico, estaba segura de que los lobos atacarían al empresario, era testigo de lo terribles que podían llegar a ser. Sin embargo, hacía mucho tiempo que Vasil no experimentaba el temor, prácticamente ya no lo recordaba era, por supuesto, producto de una larga vida llena de horrores y pérdidas, una vida como la suya ya tenía una coraza prácticamente impenetrable. Lanzó una mirada furibunda en dirección al par de perros rabiosos que osaban insistir en reclamar como presa a su preciada Helena. Más les valía que se enterraran vivos, porque si dejaban que él les pusiera una garra encima no podrían vivir para contarlo. A medida que caminaba, Vasil solo podía pensar en destripar a aquellos sacos de pelo con pulgas, en sacarles los ojos, el corazón y las vísceras. Casi podía sentir el sabor de su sangre esparcida por todas partes. Inspiró profundo, obligándose a dominarse a sí mismo y exha
El auto se detuvo frente a la verja de madera del jardín, la vegetación lucía triste y opaca en esa época del año. De niña, Helena siempre quiso poder tener un cumpleaños bonito como todos los demás, bajo el sol del verano, con una fiesta de piscina o en un parque. Pero ella, de su grupo de estudio en la escuela, era la única que cumplía años en temporada fría. —Pero ¡Qué aburrida eres Helena! Hasta para cumplir años eres pesada. Recordaba con tristeza las bromas de sus compañeros, los niños suelen ser crueles con sus comentarios. Además, después de que sucedió aquel desafortunado incidente, no era como que los demás niños quisieran asistir por lástima a la fiesta de la niña traumada, ni mucho menos que sus padres les permitieran ir hasta esa zona tan peligrosa en donde las bestias atacan a las niñas. En fin, Vasili detuvo el coche y Helena abrió la puerta para bajarse, pero antes de cerrar se giró para verlo a la cara una vez más. —Creo que empezamos con el pie izquierdo, tengo
Vasil apretó la mandíbula y cerró ambas manos en puños a los lados de su cuerpo sin retirar la mirada depredadora del mísero hombrecito, se le asemejaba a una presa fácil, un pequeño bocadillo. Sus ojos chispearon de tal manera que, incluso Richard con su borrachera supo que no era normal, que había algo siniestro y profundo en el pozo sin fondo de esa mirada, alguien más lo observaba desde los ojos del poderoso empresario. Una entidad desconocida. El universitario apartó las manos del brazo de Helena de mala gana, no era de asustarse con facilidad, pero el tipo que la acompañaba parecía ser una clara amenaza, y no iba a quedarse ahí para averiguarlo. — ¿Es tu novio? — Vasil preguntó siguiendo al chico con la vista como quien sigue una presa. —No — Contestó enfática — Lo siento… Se disculpó Helena sintiendo la vergüenza en la cara, nunca se hubiera imaginado estar en una situación tan embarazosa. —Hacía mucho tiempo que no lo veía… ni siquiera sé qué hace él aquí… —No te disculp
— ¿Podrías darme eso? Susan preguntó mientras terminaba de recoger el desorden de la casa. Ya todos los invitados se habían ido y no quería dejar mucho de limpiar para el día siguiente. —Bueno, chicas, creo que me iré a descansar, estoy cansado y mañana tengo cosas que hacer en el trabajo. — ¿Ya te vas a dormir papá? —Si tesoro, hace mucho frío, creo que el solsticio de invierno este año entró con mucha fuerza… —Pensé que hablaríamos un rato, además, creo que ustedes dos me deben una explicación… Apuntó la chica refiriéndose al hecho de que habían planeado la fiesta a pesar de su deseo de no querer celebrar nada. Su padre hizo un gesto gracioso como cuando alguien sabe que ha metido la pata. —Me declaro culpable — dijo en tono risueño levantando la mano — Teníamos que hacerlo preciosa, nunca sales a divertirte con tus compañeros y jamás quieres que se celebre tu cumpleaños, además, este es especial, ya no eres más una niña, ¡Son tus veinte! No podíamos solo dejarlo pasar… Exp
Helena se dio una ducha caliente, dejó que agua corriera por su cuerpo para relajarse, había sido un día pesado y diferente, muy diferente a los aburridos días de siempre. Se vistió con algo cómodo y abrigado y tan pronto puso la cabeza sobre la almohada, se hundió en un profundo sueño mientras el agotamiento le ganaba la partida. Comenzó a caminar sobre un prado hermoso y verde, era un campo enorme cuyos linderos se veían a mucha distancia, terminando en una cordillera montañosa de un lado, y el mar del otro. No reconocía el paisaje y, sin embargo, le parecía absolutamente familiar. El ambiente era cálido en esa estación del año. Casi podía sentir como se mezclaban el aire cargado a salitre con el puro y lleno del aroma a madera que venía de las montañas. Inspiró profundo llenando sus pulmones, era tranquilizador. De pronto alguien se acercó por la espalda tomando su cintura por detrás y le susurró algo al oído. —Mi gorrión... ya estás aquí... La voz ronca y profunda pareció un
Helena tomó las llaves del auto de su madre y se despidió al salir sin detenerse mucho para que su madre no le diera un sermón, al llegar a la cochera vio su carcacha estacionada a un lado, ya su padre se había hecho cargo de traerla de regreso con una grúa.El ver el auto trajo a su memoria los eventos del día anterior, el rostro perfecto de Vasil y su expresión furiosa cuando fue por los lobos y el sueño húmedo de esa mañana.— ¿Saldrás? — La voz de Alex la sobresaltó.— ¡Papá! — Llevándose la mano al pecho por la impresión — Si, la abuela quiere verme.—Vas a necesitar otro auto para movilizarte a la universidad… pero en este momento estoy un poco corto de fondos…—No te preocupes, seguramente Abby podrá llevarme mientras tanto, de todas maneras estoy en la vía, ella debe pasar siempre por aquí — Dijo para tranquilizarlo mientras ponía en marcha el auto de su madre.— ¡Nos vemos más tarde! — Gritó agitando la mano por la ventanilla.Helena condujo a través de la carretera, el blanc
Los músculos se le tensaban marcándose por encima de la camiseta de algodón delgada y húmeda, cada vez que levantaba las pesas como si no estuvieran hechas de metal en absoluto. Su respiración rítmica marcaba como un metrónomo el compás de sus movimientos perfectos uno, dos, tres...Intentaba concentrarse en hacer bien las cosas, pero tenía mucho tiempo sin ir de caza y sin dejar salir a su lobo... mucho tiempo siendo solo Vasil Lincoln, el hombre, el empresario, el tipo rico... necesitaba darle algo de libertad a su verdadero yo, o en cualquier momento iba a salir sin permiso y a causar un enorme desastre.—Señor, no puede torturarse de esa forma, debe salir, valla de caza, déjelo libre por unas horas, le vendrá bien...Le dijo uno de los hombres de confianza.—No recuerdo que lo hubiera tenido atado antes durante tanto tiempo, no es sano para usted, y es... peligroso... sobre todo para sus principios...Se refería a los principios que no incluían humanos en el menú. Mientras más ti
Helena apenas si desayunó esa mañana, estaba demasiado alterada como para dejar que su madre notara que era un manojo de nervios. Además, era muy temprano como mostrarse malhumorada o nerviosa, más le valía aparentar tranquilidad.Rectificó por mensajería que Abby pasaría por ella para ir a la universidad y la esperó afuera, deseando que el frío le congelara los sesos y le sacara de la cabeza las locuras en las que estaba pensando últimamente, antes de que tuviera que regresar con el psiquiatra.— ¿Te puedo llamar más tarde? Es que tengo que buscar unas cosas y voy a tardarme, así nos ponemos de acuerdo para comer juntas el almuerzo y luego llevarte de regreso, ¿Vale? — Le dijo Abby en cuanto terminó la clase.—Está bien, hay algo que quiero hacer y necesito el tiempo, así que me vendría de maravilla — Le contestó de regreso.Helena había pensado en pasar por el departamento de historia y culturas antiguas, para preguntar si alguien allí podía darle alguna información sobre el regalo