Hace siete años: — ¿Bob? ¿Bob? — La voz fina e infantil de Helena se escuchó insistentemente por toda la casa mientras llamaba a su cachorro — ¡Bob! —Debe estar afuera, no te preocupes — Contestó Abby distraída con unas fotos familiares. —Debo buscarlo, afuera está helando, ya es tarde… — Helena estaba realmente preocupada, hacía rato que lo llamaba y el animal no respondía. Abby puso los ojos en blanco, no quería salir del calor de la casa para ir a buscar al pulgoso. Seguía sentada bajo el adorno de globos que pendía del techo mientras terminaba con las migajas del pastel de cumpleaños de Helena. No podía entender por qué los intereses de Helena iban directo hacia cualquier cosa con patas que se moviera. —Está bien — Dijo de mala gana, mientras se abrigaba para salir en busca del estúpido perro. Ambas niñas, de doce y trece años, llamaron y buscaron al cachorro por todo el terreno sin éxito alguno, pero Helena era insistente, cuando se le metía algo en la cabeza no había quien
En la actualidad: El lobo la miró dulcemente mientras ella caminaba sobre la nieve, no sentía frío, sus sentidos se enfocaban en la respiración acompasada de su ángel guardián mientras seguía avanzando un paso a la vez. —Me gusta que me visites… aunque sea en sueños, me siento a salvo cuando estoy contigo…. Le dijo Helena a la enorme mole peluda junto a ella. El lobo hizo un sonido bajo como un gorjeo y se inclinó hacia ella para que le rascara la cabeza. —Sé que estoy soñando, y que es estúpido que a mi edad sueñe estas cosas… pero me da alivio imaginar que estás vivo y que eres mi amigo, como si fueras una persona… tal vez tengo algo mal en la cabeza, debió zafárseme un tornillo cuando me caí por esa peña… pero eso no importa, tú eres real para mí aquí… como me gustaría que lo fueras en el mundo real… El lobo se detuvo a su lado regalándole esa mirada que le indicaba que no estaba loca, que comprendía su sentimiento. —A veces quisiera ser como tú… — Él ladeó la cabeza como si
Hubo un largo e incómodo silencio durante el trayecto hasta el centro comercial, Abby todavía estaba asustada, pudieron haber tenido un accidente muy grave si no hubiera frenado a tiempo. Helena, por su parte, estaba abstraída en sus pensamientos, hacía mucho que no veía lobos, y no era usual que ellos cruzaran la carretera a plena luz del día, se suponía que eran animales más bien nocturnos, aunque no del todo, ¿Pero arriesgarse a salir así con el tráfico vehicular? Tal vez algo amenazaba su hábitat. —Llegamos… creo que mejor vamos por algo dulce para que nos pase el susto, y después de compras… ¿Qué dices? Propuso la rubia un poco más calmada. Helena asintió, era mejor avanzar, lo había aprendido bien, toda su vida se había basado en eso, avanzar al siguiente nivel, no quedarse atrás ni enfrascarse en los pensamientos autodestructivos, por difícil que fuera. —Vamos, quiero una montaña de helado, y hoy no te puedes negar, ¡Estoy de cumpleaños! — Dijo ofreciéndole una amplia sonri
—Gracias por acompañarme, te llamo más tarde — se despidió Abby al dejarla en frente de su casa. Helena entró y se encontró con su madre haciendo una lista en un trozo de papel. Bob saltó sobre ella moviendo la cola y haciendo círculos a su alrededor. —Preciosa, no sabía que estabas en la calle, te habría llamado para pedirte un favor… Su madre la miró con expresión culpable mientras levantaba la nota en el aire. — ¿Qué necesitas mama? —Es que olvidé ir de compras esta semana y mira, ya no quedan comestibles, no quiero tener que llamar por una pizza para la cena, me gustaría hacer sabroso hoy… — ¿Necesitas que vaya a comprar eso? — Se ofreció la joven. Susan sonrió y se acomodó un mechón rojo detrás de la oreja. — ¿No te molesta? —No, para nada, en realidad me gusta la idea de volver a salir, no quiero estar aquí encerrada lo que queda de la tarde. — ¡Eres un sol! Entonces espero por las compras — y levantando la mirada como si quisiera darle un mensaje subliminal añadió — Tó
Vasil cerró el vehículo de un portazo y avanzó sin miedo mientras Helena se mordía las uñas, presa del pánico, estaba segura de que los lobos atacarían al empresario, era testigo de lo terribles que podían llegar a ser. Sin embargo, hacía mucho tiempo que Vasil no experimentaba el temor, prácticamente ya no lo recordaba era, por supuesto, producto de una larga vida llena de horrores y pérdidas, una vida como la suya ya tenía una coraza prácticamente impenetrable. Lanzó una mirada furibunda en dirección al par de perros rabiosos que osaban insistir en reclamar como presa a su preciada Helena. Más les valía que se enterraran vivos, porque si dejaban que él les pusiera una garra encima no podrían vivir para contarlo. A medida que caminaba, Vasil solo podía pensar en destripar a aquellos sacos de pelo con pulgas, en sacarles los ojos, el corazón y las vísceras. Casi podía sentir el sabor de su sangre esparcida por todas partes. Inspiró profundo, obligándose a dominarse a sí mismo y exha
El auto se detuvo frente a la verja de madera del jardín, la vegetación lucía triste y opaca en esa época del año. De niña, Helena siempre quiso poder tener un cumpleaños bonito como todos los demás, bajo el sol del verano, con una fiesta de piscina o en un parque. Pero ella, de su grupo de estudio en la escuela, era la única que cumplía años en temporada fría. —Pero ¡Qué aburrida eres Helena! Hasta para cumplir años eres pesada. Recordaba con tristeza las bromas de sus compañeros, los niños suelen ser crueles con sus comentarios. Además, después de que sucedió aquel desafortunado incidente, no era como que los demás niños quisieran asistir por lástima a la fiesta de la niña traumada, ni mucho menos que sus padres les permitieran ir hasta esa zona tan peligrosa en donde las bestias atacan a las niñas. En fin, Vasili detuvo el coche y Helena abrió la puerta para bajarse, pero antes de cerrar se giró para verlo a la cara una vez más. —Creo que empezamos con el pie izquierdo, tengo
Vasil apretó la mandíbula y cerró ambas manos en puños a los lados de su cuerpo sin retirar la mirada depredadora del mísero hombrecito, se le asemejaba a una presa fácil, un pequeño bocadillo. Sus ojos chispearon de tal manera que, incluso Richard con su borrachera supo que no era normal, que había algo siniestro y profundo en el pozo sin fondo de esa mirada, alguien más lo observaba desde los ojos del poderoso empresario. Una entidad desconocida. El universitario apartó las manos del brazo de Helena de mala gana, no era de asustarse con facilidad, pero el tipo que la acompañaba parecía ser una clara amenaza, y no iba a quedarse ahí para averiguarlo. — ¿Es tu novio? — Vasil preguntó siguiendo al chico con la vista como quien sigue una presa. —No — Contestó enfática — Lo siento… Se disculpó Helena sintiendo la vergüenza en la cara, nunca se hubiera imaginado estar en una situación tan embarazosa. —Hacía mucho tiempo que no lo veía… ni siquiera sé qué hace él aquí… —No te disculp
— ¿Podrías darme eso? Susan preguntó mientras terminaba de recoger el desorden de la casa. Ya todos los invitados se habían ido y no quería dejar mucho de limpiar para el día siguiente. —Bueno, chicas, creo que me iré a descansar, estoy cansado y mañana tengo cosas que hacer en el trabajo. — ¿Ya te vas a dormir papá? —Si tesoro, hace mucho frío, creo que el solsticio de invierno este año entró con mucha fuerza… —Pensé que hablaríamos un rato, además, creo que ustedes dos me deben una explicación… Apuntó la chica refiriéndose al hecho de que habían planeado la fiesta a pesar de su deseo de no querer celebrar nada. Su padre hizo un gesto gracioso como cuando alguien sabe que ha metido la pata. —Me declaro culpable — dijo en tono risueño levantando la mano — Teníamos que hacerlo preciosa, nunca sales a divertirte con tus compañeros y jamás quieres que se celebre tu cumpleaños, además, este es especial, ya no eres más una niña, ¡Son tus veinte! No podíamos solo dejarlo pasar… Exp