—Te tengo. —Ignazio acorraló a Luciana contra una de las paredes. Luciana soltó una risa baja. —Deberías estar escondiéndote. Después del desayuno que Luciana había preparado para su esposo con ayuda de sus hijos. Los niños les habían suplicado jugar a las escondidas mientras esperaban que su familia llegara. —Eso es lo que hago, pero también puedo aprovechar para pasar algo de tiempo a solas con mi esposa. No sé cuándo será la próxima vez que tenga una oportunidad como esta. Aunque no creo que dure más que un par de minutos, nuestra hija encontrara a los gemelos pronto. Eso probablemente era cierto. Su pequeña de dos años y medio comenzaría a llorar si no encontraba a los gemelos pronto y, por supuesto, ellos saldrían de su escondite de inmediato con el único propósito de consolarla. La pequeña Lia conocía el poder que ejercía sobre sus hermanos y no le importaba usarlo cada vez que tenía oportunidad. Su hija menor había nacido tres años después de los gemelos, Mirko y Benek, j
Luciana se quedó petrificada al ver a Rodolfo. Su corazón empezó a bombear con fuerza, tanto que podía escucharlo en resonar en sus oídos. ¿Qué hacía él allí? Se suponía que su esposo estaba en un viaje de negocios y que no volvería hasta el día siguiente. Aun así, estaba sentado en la sala con un vaso de whisky en la mano. —¿Qué.. qué haces aquí? —preguntó con la voz temblorosa. Se ordenó relajarse para no despertar sus sospechas, ni su furia. Los moretones en sus brazos debido a su último enfrentamiento todavía no habían terminado de desaparecer. —Es mi casa. ¿Dónde más estaría? —Rodolfo miró la maleta que ella sostenía—. ¿A dónde ibas? Pensó en una mentira tan rápido como pudo. —Iba a visitar a una amiga, me invitó a pasar la noche con ella. Me siento demasiado sola sin ti aquí. No sabía que regresarías antes, pero me alegro. Debería llamarla para… —¡Silencio! Dio un brinco por el susto y asintió. —¿Amiga? Qué curioso, jamás mencionaste a una amiga. —Rodolfo se levantó y cam
—Mujer de veintiséis años. Conmoción cerebral y múltiples contusiones —informó el paramédico que había llegado hace unos segundos empujando una camilla.Ignazio miró a la mujer en la camilla y se abstuvo de hacer una mueca al ver su rostro. Ella había recibido al menos un par de golpes en la cara y ambos ya habían comenzado a hincharse. Su labio inferior estaba partido y tenía una mancha de sangre.—¿Qué fue lo que le pasó? —preguntó mientras evaluaba la dilatación de sus pupilas con una linterna.—Su esposo llamó a urgencias. Al parecer llegó a casa y encontró todo destrozado y a su esposa tirada en el suelo. Un robo que salió mal, dijo.Le dio un vistazo al paramédico.—No pareces creerlo —comentó mientras continuaba con su evaluación—El esposo tenía los nudillos heridos y algunos arañazos. Si no estaba cuando todo sucedió ¿cómo fue que terminó herido?—Buena pregunta. ¿Dónde está él?—Afuera, llenando formularios. Asintió.Guardó la información que le había dado el paramédico pa
Luciana se despertó con un sobresalto y empezó a luchar por instinto incluso antes de abrir los ojos. Sus recuerdos estaban borrosos, pero sabía que estaba en peligro. —Tranquila —dijo alguien—. Estas a salvo. Dejó de luchar y buscó con la mirada a quien había hablado. Sus sentidos recién se estaban poniendo al día. La voz del hombre parecía haber venido de lejos, pero él estaba de pie a lado de su cama. Usaba una bata blanca sobre su ropa y tenía una tableta en la mano. —Intenta respirar pausadamente —indicó el hombre—¿Cómo te sientes? ¿Algún dolor? Seguía escuchando su voz como un eco proveniente de otro lugar y aunque las palabras eran claras, no podía entenderlas. Incapaz de dar una respuesta, recorrió la habitación con la mirada. Paredes blancas, un par de puertas, un sofá largo y pisos de mayólica. Era la habitación de un hospital, concluyó. Cerró los ojos unos segundos cuando se sintió algo mareada. Se sentía agotada y solo quería seguir durmiendo. —¿Señora Olivieri? —
—Señora Olivieri, ¿es cierto lo que su esposo le dijo a la policía? —insistió Ignazio al no obtener respuesta. La mujer estiró las piernas con una mueca de dolor. Se había encogido hacia la cabecera cuando su esposo intentó acercarse. Una muestra de que su esposo la asustaba. No era la primera vez que trataba a una mujer abusada. Los signos eran evidentes. Se acercó a ella y la sujetó con delicadeza para ayudarla a acomodarse. Su paciente estaba en condiciones de realizar mucho esfuerzo. Ella lo miró con recelo, pero no rechazó su ayuda. —Cuando ingresaste —continuó al ver que ella permanecía en silencio—, noté algunos moretones en tus brazos que no fueron provocados durante tu último ataque. —¿Qué importa lo que yo diga? —preguntó ella con resignación—. Él ya le contó a la policía lo que sucedió y nadie se atreverá a cuestionarlo. ¿O vio a algún policía interesado en tomar mi declaración? Ignazio hizo una mueca. Se había preguntado un par de veces porque nadie se había acercado
Luciana prefería no pensar en lo que haría al salir del hospital o a dónde iría. Había pasado por mucho y solo quería dejarse llevar por la falsa sensación de seguridad que estaba experimentando en aquella habitación de hospital. Además, no le iban a dar el alta hasta dentro de algunos días. Pese a que se estaba recuperando muy bien —según los doctores—, aun no estaba en condiciones de ir a ningún lado. Los moretones se tomarían su tiempo desaparecer y tenía suerte de tan solo tener una costilla fracturada con la cantidad de golpes que había recibido. Pero el verdadero problema era su cabeza. Los mareos continuaban, en especial cuando se levantaba.Pasarse el día en cama sin hacer nada no era para nada de su agrado. Sin embargo, no había vuelto a ver a Rodolfo desde que vino a verla dos días atrás. Eso de por sí ya era una ventaja. Sabía que debía enfrentarlo, pero —después de vivir tantos años atemorizada— no se sentía capaz de hacerlo.«Algún día —pensó no muy convencida».No podí
Ignazio caminó apresurado en dirección a admisión. Una de las enfermeras le había llamado para informarle que Rodolfo estaba allí acompañado por un par de policías que exigían ver a Luciana. En el corto trayecto trató de encontrar una manera para evitar que él la viera.Dio la vuelta hacia la derecha y unos metros más allá vio a la jefa de enfermeras hablando con los policías. Ella estaba delante de ellos bloqueándoles el paso. Era claro que estaba decidida a no dejarlos pasar a la habitación de Luciana. De no ser por la situación en la que estaban, habría soltado una carcajada por su determinación. Siempre había estado orgulloso del equipo que tenía.Notó a su mamá de pie a unos pasos de los oficiales justo unos segundos antes de que ella girara la cabeza y lo viera. Sus ojos se encontraron y supo que ella había escuchado lo que sea que los policías estuvieran diciendo.Su mamá caminó hacia él, pero no se detuvo.—Me encargaré de ella —dijo al pasar.No sabía lo que iba a hacer, pero
El día que se mudó con esposo, él le había dejado claro que no tenía permitido cambiar nada. En su ingenuidad había creído que era porque no estaba acostumbrado a compartir su espacio con otra persona y que con el tiempo le dejaría hacer cambios para que se viera como la habitación de una pareja. Como en tantas otras cosas, había estado equivocada. —¿Te gusta? —preguntó Lia, la madre del doctor De Luca. —Sí, gracias —respondió con una sonrisa—. ¿Segura que no es mucha molestia? Durante el viaje, Lia le había contado sobre el refugio que dirigía y Luciana había asumido que era allí donde la iba a llevar. Es por eso que se mostró sorprendida cuando se bajaron del auto y Lia le dio la bienvenida a su casa. —Para nada, esta casa es enorme y será bueno tener a alguien más por aquí. Además, aun estás delicada y, aunque el refugio cuenta con un doctor y una enfermera en todo momento, ellos no podrán estar pendiente solo de ti. Esta es la mejor opción hasta que te hayas recuperado. No ent