Mariana

Los soles habían salido y se habían ocultado muchas veces, las lunas lo habían reemplazado otras tantas. Los días estaban cálidos, e invitaban a cosas muy hermosas, las flores desprendían su delicioso perfume y las mariposas, de enormes y coloridas alas revoloteaban a la vista de todos.

Los días grises por fin se habían marchado y solo quedaba la dicha de haber superado lo malo, la sensación de haber transitado por el abismo del infierno y haber logrado salir con vida, victoriosos, unidos y poderosos. Todo parecía tener un nuevo color y nuevo sabor y un nuevo olor, la vida había vuelto a sonreírles y ellos se paraban de frente y la miraban a la cara, orgullosos de sí mismos y de todo lo conseguido.

Dana y Vincenzo se encontraban sentados en el jardín de la espaciosa Villa que ahora habitaban, ya fuera de todos los males y todos los peligros. A su lado se encontraban sus pequeños bebés, acostados en sendas cunas móviles. El hermoso día los había invitado a disfrutar de él al aire libre
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