169.

— ¡Nicolás! — murmuré.

Mis ojos se llenaron tanto de lágrimas que tuve que parpadear un par de veces para que mi vista se aclarara, pero, en efecto, era él. Estaba ahí, de pie, delante de mí. Tenía un uniforme oscuro, como si fuese un militar sexy que había venido a rescatarme. Sostenía con fuerza un arma en la mano.

Le apuntó a Elisa y ella le apuntó de vuelta.

Entonces, toda la alegría que sentí en ese momento se transformó en pánico. No podía suceder eso. Estaba segura de que Elisa le dispararía y lo mataría en cualquier instante, porque a él no lo necesitaba con vida.

Pero entonces, cuando pude ver en los ojos de la mafiosa que estaba a punto de jalar el gatillo, dos hombres más aparecieron por los costados. A estos no los reconocí, pero le apuntaron directamente a Elisa, a la cara.

— Suelta esa arma ahora o te volaremos la cabeza — le dijo uno de los hombres.

Tenía un tono de voz grueso y firme. Elisa parpadeó, confundida, y miró alrededor para ver si encontraba a alguno de sus
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