Agnes revisaba el corcho del hotel, tenían que conseguir trabajo lo más antes posible para poder subsistir.
Valery había salido a buscar trabajo y volvió con buen ánimo.
—Conseguí trabajo de mesera.
—Genial, eso nos da algo de dinero.
—Lo suficiente para poder rentar un cuarto para las dos y cuando consigas trabajo podremos estar más cómoda.
—Me parece genial.
Fueron al restaurante y vieron que el ambiente era relajado.
—Se ve tranquilo.
Tenía que usar un uniforme de short y una blusa ligera, sus piernas se veían apetecibles. Le dieron una gorra y una libreta, tenía que aprenderse el menú que era ligero de mariscos y jugos.
Al principio todo fue bien, a esa hora bajaban pocos turistas, pero conforme avanzaba la tarde llegaban de los yates muchas personas con deseos de pasarla bien y comenzó a odiar la palabra mesera.
—¡Mesera!
Ella iba presta y eran unos chicos bastante apuestos.
—Tráenos cerveza.
—Y bocaditos picantes.
Ella fue por el pedido y vio que el sitio se llenaba y ella intentaba atender a todos.
—Su jugo de piña, su brocheta de mariscos.
Volvía por más y así toda la noche.
—Mesera, muévete que no tengo todo el día.
Ni ella, pero el movimiento aumentaba cada momento más, sus pies la mataban y el ambiente se encendía. Un tipo le hizo señas a otro que viera a la bella mesera de espaldas.
Uno de ellos alargó la mano y justo cuando le iba a tocar el trasero alguien lo detuvo.
—¡Epa!
Valery se dio la vuelta y vio al sujeto deteniendo la mano del otro.
—Solo estaba bromeando.
—Bromea con tu culo, no con el de otro.
Eso picó a los sujetos que se levantaron a darle su merecido al sujeto.
—¿A quién le pasarás la factura de tus operaciones?
El sujeto se rio de ellos y les dijo.
—Pregúntense eso ustedes.
—Pendejo.
Valery contenía el aliento, eran tres contra uno y no se veía muy avispado.
—Sufres por una mesera.
—Y tú sufres por cogerte a la mesera.
Todos ahora los miraban con atención.
—Te vamos a quitar lo héroe, niñito.
—Cuando quieras, mentecatos.
Uno de los muchachos le lanzó un vaso en la cara y él le dio un golpe y lo envió al suelo en donde se estrelló.
Otro se le fue encima y él esquivó el golpe y lanzó al chico contra unas mesas. Todos estaban alarmados por la pelea.
Agnes entraba en esos momentos y escuchó los gritos y subió corriendo las escalinatas y vio a su amiga arrinconada y a cuatro sujetos dándose la zurra de sus vidas.
—Valery.
La joven veía al chico dándose de golpes y a todos gritando “pelea, pelea”. Agnes jaló a su amiga y vieron cómo el último bravucón caía al suelo quejándose.
—¿Alguien más quiere que le parta la mandarina en gajos?
Todos murmuraban y Valery estaba impresionada y el dueño del negocio se acercó molesto.
—¡Quién te crees para agredir a mis clientes!
—Defendía el honor de su camarera.
—¡Qué honor ni que nada!
Miró a la chica asustada y le espetó.
—¡Estás despedida!
—¡Qué!, ¿por qué?
—Porque atraes problemas por eso.
Valery miró con furia al chico que tenía una mueca en la cara y le gritó.
—¡Viste lo que ocasionaste!
—¿Querías que te tocaran el culo?
—Solo quiero trabajo, necesito trabajar.
Fue a dejar su mandil y gorra y Agnes le agradeció.
—Gracias por defender a mi amiga.
—De nada, odio las injusticias.
La joven tendió su mano y se presentó.
—Agnes.
—Brandon.
—¿Quieres comer unas pastas?
Sería genial.
Valery salió en ese momento y al ver a su amiga charlando con el paladín de medio pelo y enojada le dijo a su amiga.
—Vamos, Agnes.
—Espera, Brandon nos invitó a comer.
—¿Quién? —dijo con petulancia.
—Yo, tu salva trasera.
—No me interesa.
—Vamos, amiga, por favor.
Tuvo que acceder, pero la mente de Valery trabajaba en conseguir un nuevo trabajo cuanto antes.
—¿Vives por aquí, Brandon?
—Por el momento sí.
—Le encanta rondar las fuentes de deseos.
Agnes le preguntó contenta.
—¿Crees en la fuente de los deseos?
—Pero claro, son muy útiles esas cosas.
—Robas en las fuentes de los deseos.
—Solo le hice un préstamo al destino.
Les mostró un restaurante y les comentó.
—Hacen una pasta de mariscos deliciosa.
—Suena bien.
—¿Vas a pagar con el dinero de la fuente?
—En parte, conseguí trabajo manejando un yate.
—¿En serio?
—Sí, es lo que hay.
Entraron y tomaron una mesa, entonces llamó a alguien.
—¡Ey! Servicio.
Un joven salió de mala gana, muy guapo, por cierto, y al verlo hizo una mueca.
—Tardaste.
—Oye, es mi día libre.
—¿Se conocen?
—Sí, él es Lee.
—Hola, Lee.
—Hola, desconocidas.
Brandon le dijo entonces a su amigo.
—Tráeme tres pastas marineras y vino.
—¿Algo más?
—Unos entremeses.
Lex frunció el ceño, lo cierto es que Brandon no se medía nunca con los gastos y ahora se ponía a dar de comer a dos bellas chicas.
—Tengo que buscar trabajo —dijo Valery.
—Es cierto, ¿conoces de un trabajo?
—Bueno… No sé, ¿saben hacer limpieza de yates?
Ellas se miraron y respondieron.
—Sí, claro.
—Entonces ya está, se necesita personal de limpieza en varios yates.
El joven traía unos entremeses y se los colocaba con mucho cuidado.
—Gracias —dijo Agnes.
El joven sonrió y entonces Brandon comentó.
—Así que son amigas, ¿se conocen de mucho?
—Sí —dijo Agnes—. Valery me salvó.
El joven miró a la preciosa chica que le hizo una mueca.
—¿En serio?
—Sí, mis padres querían casarme con un tipo al que no amaba y Valery me ayudó a escapar.
—Mira tú, rompe bodas.
—Solo quería que mi mejor amiga fuera feliz.
Les traían los tallarines y se veían apetitosos.
—Trabajas en los yates.
—Sí, manejo para los ricos y mi amigo trabaja a medio tiempo aquí y luego conmigo en los yates.
Dos vagos con suerte, pensó Valery y probó.
—Sabe muy bien.
—Es lo mejor que tiene el menú.
Agnes preguntó.
—¿Es duro el trabajo de limpieza?
—No, te dan todo, solo no quieren que te lleves nada de más.
Valery no comprendió y le preguntó.
—¿Llevar algo de más?
—Ya sabes, un collar, aretes, relojes.
—No somos ladronas.
—Pero sabes limpiar, ¿verdad?
—Y ensuciar también.
—¡Qué genio! Tu novio te debe temer.
—Gracias a Dios, no pienso en perder mi tiempo en bobadas.
—¿No? ¿Y lo de la fuente de los deseos no va?
—Claro que va, solo digo que no pierdo mi tiempo con cualquiera.
Agnes le explicó.
—Valery es muy exigente.
—Así es, quiero un millonario, merezco un millonario y a eso voy.
Brandon cortó un langostino y les comentó.
—Los millonarios no son la gran cosa, comen, cagan, hablan y lloran como todo ser humano.
Ellas lo miraban con asombro y él les comentó.
—Y algunos se drogan, otros son obligados a casarse con mujeres lindas y tan vacías como un huevo sin contenido.
Valery respondió con orgullo.
—Podría ser la esposa con más contenido de un millonario.
—A ti no te verían.
—¿Quién lo dice?, ¿acaso el marinero de agua salada de los ricos?
—Claro, ellos no miran a una chica que… ¿Tienes estudios en el exterior?
—No.
—¿Has viajado al exterior en los últimos seis meses?
—No…
—Ni te mirarían, las tipas ricas en sus reuniones presumen de sus viajes y amoríos.
Ese tipo la estaba irritando, en verdad, se creía el muy sabelotodo.
—Si no usas el perfume de moda o el más notable, ni te miran y si no vistes de tres cifras para arriba no existes.
—Alguien debe de ver el interior.
—Y si dejas que te vean el interior es peor, si muestras debilidad ante ellos te destrozan.
Agnes se removió en su puesto, le recordaba su vida tasada por la miseria de las apariencias.
—Siempre hay alguien especial.
—Claro, conozco a una familia cuyo chico es especial, tiene retardo mental y toca el piano con los pies.
Valery le dijo molesta.
—Te burlas de nosotras.
—Solo les muestro las cosas como son.
—No te creo.
—Pues qué pena —sin emoción.
Lee se acercó y se plantó frente a ellos.
—Terminé mi turno.
—Bien, siéntate, Lee.
Él jaló una silla y miró a las jóvenes y Brandon le explicó.
—Lee, nuestra amiga, quiere casarse con un millonario.
—Vaya plan.
—Es mi deseo más profundo y lo voy a conseguir y puede que la que invite a las pastas sea yo.
—Pero claro, pero espero que sea un lugar costoso.
—En el lugar que mereces.
Agnes sonrió, le cayeron bien esos dos, el chico tipo asiático y sereno y el otro un redomado vago.
—Las voy a llevar al muelle para presentarlas a los dueños de yates.
Eso les entusiasmó y luego de cenar caminaron hasta el muelle y allí decenas de yates muy elegantes.
—Yates de ricos.
Al menos estarían cerca de hombres con yates y dinero.
**
Riana estaba delante del anciano que la escudriñaba con la mirada.
—Entonces no sabes nada, ¿verdad?
—Lo siento, abuelo, no se sabe nada.
—¡Cómo te atreves a poner tu estúpido rostro de perdedora delante de mí!
Riana mordió sus labios, sentía que nadie valoraba que ella llevaba la b****a de las empresas, todo se centraba en el caprichoso de su hermano.
—Lo encontraré, abuelo.
—Hazlo y hasta que no lo hagas no deseo verte, has caído de mi gracia.
Ella salió molesta y maldiciendo su suerte, tenía que hacerse cargo de su latoso hermano y cuando lo tuviera frente a ella le haría pagar caro su afrenta.
Agnes limpiaba la cubierta de un gran yate, lo preparaban para una fiesta de cumpleaños y tenía que estar brillando.Valery limpiaba los camarotes y era todo tan divino, las camas, la elegancia y perfección.—Simplemente divino, me encantaría dormir una noche aquí o dar un paseo por la costa en esta belleza.Se soñaba tomando el sol echado en una poltrona y sintiendo la brisa del mar, darle en la cara y una botella de champaña cerca.—Algún día, chica.Salió con los aparatos y se topó con su amiga que le dijo emocionada.—Acaban de traer la comida y se ve tan deliciosa.Cuando salió el servicio de banquete acomodaba los diferentes platos.—Todo se ve divino y perfecto.—Es lo que merecen.Ellas habían terminado y cuando bajaron se sintieron vueltas a una realidad.—Quisiera ver cómo será la fiesta.—Sí, yo igual.Entonces los vieron arrimados a un pilar, los dos vagos del momento.—Hola, chicos.—¿Qué tal su día, nenas?—Limpiamos dos yates mega grandes y en uno se celebrará una fiest
Se agachó e iba por entre los autos evitando que la vean y cuando pudo echó a correr. Corría tanto que sin mirar atrás que cuando chocó contra alguien cayó al suelo.—¿Agnes te encuentras bien?Era Lex y ella lloró con amargura y fue ayudada a levantarse y dijo desesperada.—Vienen por mí.Cuando Lex vio a los hombres, jaló a la joven y la llevó a un lado.—Tenemos que irnos.La llevó lo más lejos posible y le dijo que esperase y cuando se cercioró de que los sujetos no estaban, volvió a ella.—Ya se fueron.Ella respiró hondo y le dijo llorosa.—Tenía tanto miedo.—Calma, ve con Valery, voy a sondear la zona para ver si vuelven.Ella asintió y se fue, entonces corrió a buscar a su amigo que estaba recostado en un yate con una caña de pescar, esperando una presa.Saltó al yate y lo despertó.—Brandon, nos están buscando.Él se alarmó y entonces se escondió con su amigo en el camarote.—¿Cómo lo sabes?—Era gente de Riana, los conozco bien y andan por la zona.—Mierda.—Sí, tenemos que
Valery se movió aturdida y sintió un dolor en su frente, sollozó y con costes se levantó aferrándose del pilar y mareada por el golpe.—¿Agnes?Estaba mareada y dolorida, no se ubicaba y con costes caminó dando tumbos y gritando el nombre de su amiga.—¡Agnes!Tropezó y cayó al suelo, estaba aturdida.**Brandon y Lex empacaban sus pertenencias, les dolía dejar lo que tanta paz les había dado, era molesto y más dejar de lado a las dos chicas con las que habían compartido un buen tiempo.—Bien, lo tengo todo —dijo Brandon molesto.—Bien, a echar camino.Salieron de la pensión y caminaron con ese mal sabor de boca y vieron a Valery en el suelo intentando levantarse, Brandon corrió a ella.—¡Valery!—Se la llevaron, se la llevaron.Estaba herida y entonces la llevaron a curarla y ella les contó todo.—Salieron de la nada y nos atacaron.—¿Quiénes son ellos?—Los Cosvo, una familia muy… cruel.Ellos se miraron y Brandon preguntó.—¿Por qué harían eso?—Querían casar a Agnes con un sujeto q
Valery estaba tensa, veía a Brandon acomodarse el traje y mirarse la pinta en el espejo.—Me veo bien.No sabía nada de ese sujeto, solo que era un mayordomo de millonario y preguntó con temor.—Entonces… ¿Por qué nos ayudas?—Porque es lo justo.—¿Y tu jefe?—A… ese, está con una rica, creo que se la está devorando.—¿Devorando?—Le encanta calentarles los oídos a las chicas de sociedad y luego dejarlas alborotadas. Me dio unos días libres, pues anda en las suyas.—Lex hace lo mismo que tú.—Lex es distinto, creo que por sus orígenes, es más portado.—Deberías de aprender algo de él.—Ja.Entonces miró su reloj y anunció.—Es hora.Ella tomó las llaves y salió junto a él y le dijo.—Espero que todo salga como planeamos.—Ten tu auto listo en el punto y luego cuando nos reunamos con ellos tendremos que irnos de la zona, por suerte mi jefe dejó su yate.—Escaparemos en yate —sonrió—. El sueño de toda chica.Ella sonrió emocionada por la ayuda que tenía.**Agnes se veía en el espejo y s
Valery trabajó hasta la noche y al salir del trabajo se topó con el apuesto caballero que había comprado mucho en la tienda.—Vaya, es mi día de suerte —dijo admirado—. Una linda chica en mi camino.—Hola.—¿Terminaste tu turno?—Sí, era mi primer día de trabajo, así que me fue bien.—Me gustó mucho tu sugerencia, es bueno ser orientado por una bella chica, ¿deseas tomar algo?—Sí.Fueron a uno de los restaurantes de la zona y ella más relajada se presentó.—Valery Peterson.—Orly Canon.—Orly, es un nombre poco común.—Sí, ya sabes que uno no puede elegir el nombre, solo llevarlo.Les sirvieron unas bebidas y ella comentó.—¿Vienes siempre?—Tengo que, soy dueño de varias tiendas deportivas en la zona.Un hombre con dinero, no estaba mal.—¿En serio?—Sí, todo lo que es línea de surfista.—¿Surfeas?—Obvio, me encanta.—Yo lo intenté, pero no me salió bien.—Es cuestión de práctica y de amar las olas.—Suena fabuloso.—Es como el rodeo, montas un potro salvaje, así es la ola, salvaje,
La joven miraba a su hermano con atención y él dijo con educación.—Buenas tardes, Eduarda.—Ahora responde, ¿qué haces con esta vendedora?—Almuerzo.—Restaurante con vista al mar, ¿quieres impresionarla?—¿Deseas algo?—Me dije que deseaba comer en nuestro restaurante favorito y me topo con esta sorpresa.—Por cierto, te presento a Valery.Ella en tono petulante le respondió.—Querido, preséntame siempre a personas con dinero, no me interesa la fuerza laboral.Esa mujer la estaba humillando y Valery le respondió.—Es de gente educada el saludar y el presentarse.—Pues no soy educada.El mal clima imperaba en todos en la mesa.**Cuando el yate llegó y recibieron su pago, Brandon contó los billetes.—Unos buenos palos, ahora a almorzar como reyes.Miró a todos lados y vio el hermoso restaurante con vista al mar.—El Merlusa, dicen que hacen unas langostas al ajillo que son de rechupete.—¿Vas a gastar todo tu dinero en un almuerzo?—No —lo dividí en dos—, esto es para el almuerzo y es
Valery lo miró con atención y comentó.—Así que no crees nada, ¿verdad?—No, ni en el amor.—¿Te traicionaron?Brandon le confesó entonces.—Más bien traicioné.Valery lo miró sorprendida y él le respondió.—¿Te sorprende que lo diga?—Bueno… Un poco.—Son esas cosas inevitables de la vida.—¿La amabas?—Eso ya no importa, se fue y yo seguí.Algo que le preocupaba en esos momentos y le preguntó.—¿Piensas continuar así en la vida?—¿Así cómo?—De manejador de yates y robando fuentes de los deseos.—Tal vez, se me da bien esas cosas —dio una sonrisa radiante.Ella negó con la cabeza, al menos si tuviera aspiraciones de poder llegar a algo mejor pudiera pensar en él como un posible candidato.Cuando llegaron, ella le dijo a Brandon.—Deberías de tener aspiraciones, buscar ser líder en vez de seguidor.—Lo tendré en cuenta.La vio irse y silbó y se fue caminando cuando notó a un tipo raro que veía sospechoso el sitio y anotaba la dirección. Se acercó por detrás y lo agarró.—Hola, amigo.
Brandon se vio atrapado y ella se acercó seductora.—Tienes algo que me inquieta, chico guapo.—Señorita, ¿quiere que mueva su yate?—Puede ser —lo acariciaba—. Dime, ¿tienes dinero?Él se buscó en los bolsillos y le mostró un billete.—Es todo lo que tengo.—Tontito, me refiero a cantidades más grandes.—Tengo recursos —pensó en la fuente de los deseos—. Algunos recursos, pero no a niveles.Eduarda entonces explayó sus especulaciones.—Sabes que tengo olfato para reconocer a los hombres ricos.—Bueno, creo que tengo buen sabor.—Millonarios, con recursos. Es algo que lo aprendí desde niña, podía detectar a un millonario, como si tuviera un radar en mis instintos.—¡El hombre araña tenía un instinto para los malos!—Yo lo tengo para los ricos —dijo ella coqueta.Esa tipa estaba loca y solo deseaba quitársela de encima.—Y lo tuve cuando te vi, mis instintos se dispararon como locos —entonces dijo con certeza—. Tienes dinero, lo sé.Entonces le confesó a la dama.—Señorita, tuve dinero