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Cap. 2 Dos chicas en apuros

Agnes revisaba el corcho del hotel, tenían que conseguir trabajo lo más antes posible para poder subsistir.

Valery había salido a buscar trabajo y volvió con buen ánimo.

—Conseguí trabajo de mesera.

—Genial, eso nos da algo de dinero.

—Lo suficiente para poder rentar un cuarto para las dos y cuando consigas trabajo podremos estar más cómoda.

—Me parece genial.

Fueron al restaurante y vieron que el ambiente era relajado.

—Se ve tranquilo.

Tenía que usar un uniforme de short y una blusa ligera, sus piernas se veían apetecibles. Le dieron una gorra y una libreta, tenía que aprenderse el menú que era ligero de mariscos y jugos.

Al principio todo fue bien, a esa hora bajaban pocos turistas, pero conforme avanzaba la tarde llegaban de los yates muchas personas con deseos de pasarla bien y comenzó a odiar la palabra mesera.

—¡Mesera!

Ella iba presta y eran unos chicos bastante apuestos.

—Tráenos cerveza.

—Y bocaditos picantes.

Ella fue por el pedido y vio que el sitio se llenaba y ella intentaba atender a todos.

—Su jugo de piña, su brocheta de mariscos.

Volvía por más y así toda la noche.

—Mesera, muévete que no tengo todo el día.

Ni ella, pero el movimiento aumentaba cada momento más, sus pies la mataban y el ambiente se encendía. Un tipo le hizo señas a otro que viera a la bella mesera de espaldas.

Uno de ellos alargó la mano y justo cuando le iba a tocar el trasero alguien lo detuvo.

—¡Epa!

Valery se dio la vuelta y vio al sujeto deteniendo la mano del otro.

—Solo estaba bromeando.

—Bromea con tu culo, no con el de otro.

Eso picó a los sujetos que se levantaron a darle su merecido al sujeto.

—¿A quién le pasarás la factura de tus operaciones?

El sujeto se rio de ellos y les dijo.

—Pregúntense eso ustedes.

—Pendejo.

Valery contenía el aliento, eran tres contra uno y no se veía muy avispado.

—Sufres por una mesera.

—Y tú sufres por cogerte a la mesera.

Todos ahora los miraban con atención.

—Te vamos a quitar lo héroe, niñito.

—Cuando quieras, mentecatos.

Uno de los muchachos le lanzó un vaso en la cara y él le dio un golpe y lo envió al suelo en donde se estrelló.

Otro se le fue encima y él esquivó el golpe y lanzó al chico contra unas mesas. Todos estaban alarmados por la pelea.

Agnes entraba en esos momentos y escuchó los gritos y subió corriendo las escalinatas y vio a su amiga arrinconada y a cuatro sujetos dándose la zurra de sus vidas.

—Valery.

La joven veía al chico dándose de golpes y a todos gritando “pelea, pelea”. Agnes jaló a su amiga y vieron cómo el último bravucón caía al suelo quejándose.

—¿Alguien más quiere que le parta la mandarina en gajos?

Todos murmuraban y Valery estaba impresionada y el dueño del negocio se acercó molesto.

—¡Quién te crees para agredir a mis clientes!

—Defendía el honor de su camarera.

—¡Qué honor ni que nada!

Miró a la chica asustada y le espetó.

—¡Estás despedida!

—¡Qué!, ¿por qué?

—Porque atraes problemas por eso.

Valery miró con furia al chico que tenía una mueca en la cara y le gritó.

—¡Viste lo que ocasionaste!

—¿Querías que te tocaran el culo?

—Solo quiero trabajo, necesito trabajar.

Fue a dejar su mandil y gorra y Agnes le agradeció.

—Gracias por defender a mi amiga.

—De nada, odio las injusticias.

La joven tendió su mano y se presentó.

—Agnes.

—Brandon.

—¿Quieres comer unas pastas?

Sería genial.

Valery salió en ese momento y al ver a su amiga charlando con el paladín de medio pelo y enojada le dijo a su amiga.

—Vamos, Agnes.

—Espera, Brandon nos invitó a comer.

—¿Quién? —dijo con petulancia.

—Yo, tu salva trasera.

—No me interesa.

—Vamos, amiga, por favor.

Tuvo que acceder, pero la mente de Valery trabajaba en conseguir un nuevo trabajo cuanto antes.

—¿Vives por aquí, Brandon?

—Por el momento sí.

—Le encanta rondar las fuentes de deseos.

Agnes le preguntó contenta.

—¿Crees en la fuente de los deseos?

—Pero claro, son muy útiles esas cosas.

—Robas en las fuentes de los deseos.

—Solo le hice un préstamo al destino.

Les mostró un restaurante y les comentó.

—Hacen una pasta de mariscos deliciosa.

—Suena bien.

—¿Vas a pagar con el dinero de la fuente?

—En parte, conseguí trabajo manejando un yate.

—¿En serio?

—Sí, es lo que hay.

Entraron y tomaron una mesa, entonces llamó a alguien.

—¡Ey! Servicio.

Un joven salió de mala gana, muy guapo, por cierto, y al verlo hizo una mueca.

—Tardaste.

—Oye, es mi día libre.

—¿Se conocen?

—Sí, él es Lee.

—Hola, Lee.

—Hola, desconocidas.

Brandon le dijo entonces a su amigo.

—Tráeme tres pastas marineras y vino.

—¿Algo más?

—Unos entremeses.

Lex frunció el ceño, lo cierto es que Brandon no se medía nunca con los gastos y ahora se ponía a dar de comer a dos bellas chicas.

—Tengo que buscar trabajo —dijo Valery.

—Es cierto, ¿conoces de un trabajo?

—Bueno… No sé, ¿saben hacer limpieza de yates?

Ellas se miraron y respondieron.

—Sí, claro.

—Entonces ya está, se necesita personal de limpieza en varios yates.

El joven traía unos entremeses y se los colocaba con mucho cuidado.

—Gracias —dijo Agnes.

El joven sonrió y entonces Brandon comentó.

—Así que son amigas, ¿se conocen de mucho?

—Sí —dijo Agnes—. Valery me salvó.

El joven miró a la preciosa chica que le hizo una mueca.

—¿En serio?

—Sí, mis padres querían casarme con un tipo al que no amaba y Valery me ayudó a escapar.

—Mira tú, rompe bodas.

—Solo quería que mi mejor amiga fuera feliz.

Les traían los tallarines y se veían apetitosos.

—Trabajas en los yates.

—Sí, manejo para los ricos y mi amigo trabaja a medio tiempo aquí y luego conmigo en los yates.

Dos vagos con suerte, pensó Valery y probó.

—Sabe muy bien.

—Es lo mejor que tiene el menú.

Agnes preguntó.

—¿Es duro el trabajo de limpieza?

—No, te dan todo, solo no quieren que te lleves nada de más.

Valery no comprendió y le preguntó.

—¿Llevar algo de más?

—Ya sabes, un collar, aretes, relojes.

—No somos ladronas.

—Pero sabes limpiar, ¿verdad?

—Y ensuciar también.

—¡Qué genio! Tu novio te debe temer.

—Gracias a Dios, no pienso en perder mi tiempo en bobadas.

—¿No? ¿Y lo de la fuente de los deseos no va?

—Claro que va, solo digo que no pierdo mi tiempo con cualquiera.

Agnes le explicó.

—Valery es muy exigente.

—Así es, quiero un millonario, merezco un millonario y a eso voy.

Brandon cortó un langostino y les comentó.

—Los millonarios no son la gran cosa, comen, cagan, hablan y lloran como todo ser humano.

Ellas lo miraban con asombro y él les comentó.

—Y algunos se drogan, otros son obligados a casarse con mujeres lindas y tan vacías como un huevo sin contenido.

Valery respondió con orgullo.

—Podría ser la esposa con más contenido de un millonario.

—A ti no te verían.

—¿Quién lo dice?, ¿acaso el marinero de agua salada de los ricos?

—Claro, ellos no miran a una chica que… ¿Tienes estudios en el exterior?

—No.

—¿Has viajado al exterior en los últimos seis meses?

—No…

—Ni te mirarían, las tipas ricas en sus reuniones presumen de sus viajes y amoríos.

Ese tipo la estaba irritando, en verdad, se creía el muy sabelotodo.

—Si no usas el perfume de moda o el más notable, ni te miran y si no vistes de tres cifras para arriba no existes.

—Alguien debe de ver el interior.

—Y si dejas que te vean el interior es peor, si muestras debilidad ante ellos te destrozan.

Agnes se removió en su puesto, le recordaba su vida tasada por la miseria de las apariencias.

—Siempre hay alguien especial.

—Claro, conozco a una familia cuyo chico es especial, tiene retardo mental y toca el piano con los pies.

Valery le dijo molesta.

—Te burlas de nosotras.

—Solo les muestro las cosas como son.

—No te creo.

—Pues qué pena —sin emoción.

Lee se acercó y se plantó frente a ellos.

—Terminé mi turno.

—Bien, siéntate, Lee.

Él jaló una silla y miró a las jóvenes y Brandon le explicó.

—Lee, nuestra amiga, quiere casarse con un millonario.

—Vaya plan.

—Es mi deseo más profundo y lo voy a conseguir y puede que la que invite a las pastas sea yo.

—Pero claro, pero espero que sea un lugar costoso.

—En el lugar que mereces.

Agnes sonrió, le cayeron bien esos dos, el chico tipo asiático y sereno y el otro un redomado vago.

—Las voy a llevar al muelle para presentarlas a los dueños de yates.

Eso les entusiasmó y luego de cenar caminaron hasta el muelle y allí decenas de yates muy elegantes.

—Yates de ricos.

Al menos estarían cerca de hombres con yates y dinero.

**

Riana estaba delante del anciano que la escudriñaba con la mirada.

—Entonces no sabes nada, ¿verdad?

—Lo siento, abuelo, no se sabe nada.

—¡Cómo te atreves a poner tu estúpido rostro de perdedora delante de mí!

Riana mordió sus labios, sentía que nadie valoraba que ella llevaba la b****a de las empresas, todo se centraba en el caprichoso de su hermano.

—Lo encontraré, abuelo.

—Hazlo y hasta que no lo hagas no deseo verte, has caído de mi gracia.

Ella salió molesta y maldiciendo su suerte, tenía que hacerse cargo de su latoso hermano y cuando lo tuviera frente a ella le haría pagar caro su afrenta.

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