Capítulo 2

La pérdida de su hijo nonato, pasado un año de su muerte, seguía sin superarla.

Porque tener un hijo de Mauro era importante para ella, porque lo amaba sinceramente.

No fue un tema doloroso para Mauro, que lo recordara por el golpe en la cabeza y lo hiciera hablar del asunto la descolocó.

- Si necesita que aclare los motivos del divorcio con su suegra no tengo problema de reunirme con ella.

-Fuera de ello, Mauro te necesita.- insistía la mujer.

-No me necesitó cuando sabía quien era, menos lo hará ahora que perdió sus recuerdos.-

No quería volver con él, aunque fuese diferente al esposo que dejó.

-¿Puedes esperar hasta que su salud sea estable para continuar con el divorcio?- solicitó su suegra.

- Mauro tiene los papeles firmados, sólo debe buscarlos, cuando los vea, entenderá todo.- necesitaba ser egoísta en esos momentos, lo que pasará con la vida de Mauro no era su problema.

-Mi hijo quedó muy afectado con su última conversación. ¿Necesitabas decirle todo eso cuando apenas despertaba?- le reclamó dolida.

Al final, ella terminaba actuando mal.

-¿Olvidó a su novia? quizás deba llamarla ¿Cómo se llamaba?... ella siempre fue la mujer indicada para Mauro.- 

-Ella no volverá, mi hijo terminó todo con ella después de que te fuiste. -

Diana quedó muda por algunos minutos.

No le creyó a Mauro que habían terminado, pero ahora su ex suegra se lo confirmaba.

El comportamiento de Mauro la noche que llevó los papeles del divorcio tenían cierta lógica ahora.

Cerca de la medianoche recibió una llamada del conserje del edificio.

- Señorita Palma, tiene una visita aquí en el recibidor.-

Usó su apellido de soltera para alquilar ese departamento.

-¿ A esta hora? - estaba ya metida en su cama leyendo un libro para conciliar el sueño.

-Me dice que es su esposo, Mauro Santibañez.

¿Mauro sabía dónde vivía? ¿Quién le dió su dirección? Nadie sabía que ella estuvo casada, el conserje que llevaba meses en el puesto debía estar alerta por el desconocido.

-Le gusta bromear. - le dijo tratando de quitarle validez al discurso de su ex.- Déjelo subir.-

-Enseguida señorita.- y cortó la llamada.

Se envolvió en una bata y esperó a que apareciera por el ojo de pez.

Vio el reflejo de si misma en el espejo del recibidor; ordenó su cabello castaño con los dedos y se pellizco las mejillas para verse un poco menos pálida.

El perfume que creía olvidado, la envolvió al abrir la puerta.

-¿Qué haces aquí?- preguntó sin saludar.

-¿Puedo entrar primero?- le pidió.

Estaba aún fuera del departamento.

Diana que por fuera se veía sin emoción alguna, estaba nerviosa por la visita.

No esperaba que le visitará, menos en ese horario.

-Lo siento.- le hizo un gesto con la mano para que entrara.

No lo veía desde que pidió el alta voluntaria.

Seguía igual de imponente, sobre el metro ochenta, pero algo en su mirada era diferente.

Los ojos color miel le observaban de una manera curiosa.

Estaba más delgado, sus funciones como director médico debían pasarle la cuenta.

-¿No preguntarás cómo supe dónde vivías?- le preguntó al ver su expresión de visita no grata.

Dejó pasar a su ex esposo luego de unos segundos de meditarlo.

Observó de reojo la expresión de asombro al visitar su pequeño departamento.

Ese departamento no medía más de 30 metros cuadrados.

En una sola habitación tenía cocina, sala de estar y una cama de una plaza.

“La única que pudo investigar mi paradero fue la abuela.”- meditó en silencio la chica.

Era la única que estaría preocupada por su desaparición en esa familia.

- Necesitaba hablar contigo, fue una medida de emergencia …¿ Vives aquí?- su voz no ocultaba el asombro, eran condiciones precarias en comparación a su estilo de vida anterior.

-Sí, no necesito algo más grande, soy sólo yo.- hizo un gesto para que se sentara en el sillón.

-¿Te pagan muy mal dónde trabajas?-

-No, vivo aquí para ahorrar un poco más, estoy más horas en mi trabajo que en este departamento, es un despropósito vivir en algo más espacioso.- se sentó al otro extremo, la mesa de centro se sentía como una muralla resistente que la protegería de ese intruso.

Le fue imposible volver a trabajar en un hospital, no podía enfrentar el olor a sangre desde aquel día.

Estaba en terapia, pero aún no se atrevía a regresar.

Encontró un trabajo como enfermera docente en un colegio de técnicos de nivel medio.

Fue gracias a una religiosa que pudo obtener ese puesto.

No era lo que ganaba una enfermera en turno, pero le permitía vivir tranquila. 

-Disculpa por ser tan curioso, no imaginé que vivieras en un sector tan humilde.-

-No tengo otra opción mejor por el momento.-

-¿Cómo estás?- escaneó su cuerpo de arriba a abajo.

Mauro debió notar su estado de salud desmejorado.

Sus ojeras y huesuda muñeca le dejaban en evidencia.

No recuperó el apetito. 

Perdió varios kilos en ese año y posterior a la separación.

Algunos días se saltaba las comidas.

-Bien.- no era pregunta sincera. sólo era falsa cortesía.

-Siento presentarme tan tarde, pero mañana no podré ir al tribunal para firmar el divorcio, tengo una reunión en ese horario, así que para no alargar más esto, vine hasta aquí.

-Cumplimos con el año de separación, para la ley no hay inconveniente en iniciar los trámites definitivos.- confirmó ella sin emoción.

Era tan insignificante en su vida, que una reunión clínica era más importante que ella.

Hace dos años, la palabra “divorcio” le provocaba sufrimiento, en la actualidad era un alivio.

-Hablé con mi abuela.- confesó ante una sorprendida Diana

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