Capitulo 4

Julia Santibañez notó que Diana estaba con su mente en otro lugar, su mirada estaba perdida.

-En estos meses nos enteramos de lo que hiciste, Mauro se arrepentía de no confiar en ti, al igual que yo… tú… salvaste la clínica Montegrande.-

-Su arrepentimiento no borra los momentos humillantes que viví en su familia, siendo o no hija de Sebastián de La Cruz, no les daba el derecho de tratarme como una delincuente.-

-No sabíamos que te adoptó, que trató de usarte pero tú… reparaste ese error.-

-Me trataron como una estafadora, hasta los sirvientes actuaban con desdén hacia mí.-

-Sé que fuiste tratada de forma injusta, pero ayúdanos con Mauro, sé que lo quieres de verdad.-

El médico les comento de la situación antes de abandonar la sala de visitas, Mauro se golpeó la cabeza.

Recordaba quien era y a su familia.

Todo lo relacionado con Diana y los eventos de los dos últimos años se borraron por completo.

Incluso cuando la vio, reaccionó de manera curiosa.

Sus pensamientos hacia ella se distorsionaron por el traumatismo encéfalo craneano

El neurocirujano descartó daño neuronal, pero temía que esa pieza faltante de la memoria de Mauro provocará problemas en la salud del joven médico.

  

Fue inesperado lo de la pérdida de memoria.

Antes de su reencuentro con la madre de Mauro, Diana se quedó fuera de la habitación para verificar en primera persona el estado de salud de quien fuese su esposo.

Intentó marcharse al firmar los papeles del ingreso a la clínica, pero su parte de enfermera profesional, le hablaba, no podía irse sin comprobarlo, que estuviera sin peligro.

Eso intentó explicarse a sí misma, no que le guardaba cierto cariño al hombre enfermo.

Observó en silencio el examen de su colega.

La enfermera que terminaba de controlar a su ex esposo, dejó la puerta entreabierta.

-Puede entrar a visitarle, el señor está despierto.- le animó la profesional.

Fue bueno que lo ingresaran en una clínica ajena al holding de la familia SAntibañez o de La Cruz, no tenía colegas que le ubicaran.

Podría fingir no ser conocedora del área de la salud.

“¿Para qué voy a entrar si perdió la memoria?” - pensó como excusó.- Prefiero que descanse, tengo que volver a mi trabajo.

La enfermera no sabía del divorcio, aún en el sistema, Mauro aparecía como casado.

-El señor Santibañez preguntó por usted.-

“Debe ser un error, es la última persona que quisiera ver”- su memoria en verdad se vio afectada.- Entraré unos minutos.- Se aseguró de que no estuvieran cerca. No quería encontrarse con la suegra ni la hermana menor de Mauro.

Entró en la habitación individual, se mantenía con la luz tenue de la cenefa.

-Señor Santibañez.- le habló la enfermera- Su esposa vino a verlo.

Diana esperaba que rechazara su visita, ellos ya no vivían juntos y la noche anterior habían firmado ambos los papeles del divorcio.

-Mi asistente me habló de ti. ¿por qué tardaste tanto en visitarme-

Diana quería saber exactamente que le dijo Seth Miller para que la recibiera con tan buen humor.

Seth era el asistente personal de Mauro, trabajó antes para su abuela Giulinanna y al traspasar la dirección de la Clínica le encargó guiar a su nieto

Mauro lo trataba como si fuese un hermano mayor. Escuchaba sus sugerencias y respetaba su opinión.

Era uno de los solteros más codiciados por el personal de la sede central de la Clínica Monte Grande.

Desde una esquina de la habitación, el secretario personal de Mauro se levantó del Berger, en su mano izquierda llevaba su habitual ipad donde tomaba apunte de las indicaciones de su jefe.

Era más impresionante de pie, moreno, alto de misteriosos ojos verdes.

Le agradezco se encargara de los trámites de la clínica, todo fue muy sorpresivo.-

-Estaba en su registro como contacto de emergencia, no me lo esperaba.- Le dijo a ambos.

-Es lo común, eres mi esposa, lo que no comprendo es que no estuvieras cuando desperté.-

Ese reclamo estaba fuera de la lógica. Buscó una respuesta en el asistente pero este le hizo un gesto como de que mantuviera la calma.

-Eso sería lo habitual pero…- le jaló hacia él y la abrazó con mucha fuerza.- 

-Creía no volvería a verte, fui muy descuidado.-

Diana no daba crédito a lo que escuchaba, necesitaba quitar su cabeza del pecho de su ex y examinar que no hubiera una cámara escondida.

No sabía que ese hombre tuviera tanta fuerza, le costó soltarse de su agarre.

-¿De qué hablas? Nosotros…- un suave beso en los labios la silenció.

Sintió que su cara se quemaba.

Fue tan inesperada su acción que la pilló desprevenida.

Hasta el mismo Seth, siempre tan compuesto, estaba con la boca abierta y trató de disimular.

-¿Te quedarás todo el día conmigo?- preguntaba como un niño ilusionado.

Diana todavía procesaba esa bienvenida tan efusiva.

Se veía más pálido y ojeroso que la noche anterior. 

Tenía un par de heridas abrasivas en la frente y un pequeño moretón en la mejilla.

Le habían quitado el collar cervical, no debía tener afectada la columna.

Se veía como cualquier paciente de medicina estable.

¿No recordaba quien era ella? Esos ojos ámbar le miraban con curiosidad.

La idea cruzó por su mente y sintió terror.

 -¿Mi abuela por qué no está aquí?-

-Su madre no desea informarle todavía de lo ocurrido, por su avanzada edad puede ser peligroso.

-Sólo fueron unos cuantos golpes, la abuela no es tan débil. - opinó relajado.

Mauro no se había dado cuenta del real problema: Su memoria.

¿ Cómo reaccionaría la abuela Giuliana ante ese evento?

“No es mi problema”- sacudió su cabeza la muchacha.- 

No era un problema para ella que no la recordara. Eso facilitaba los papeleos.

-Señor Miller…¿podemos hablar unos minutos?-

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