Capítulo 3

-Me alegro que lo hicieras.- La matriarca de Los Santibañez, era una mujer de carácter fuerte, esa conversación no pudo ser amigable.

Con sus más de setenta años, se mantenía como si fuese veinte años más joven. 

Era una mujer hermosa, con bellos ojos color miel y su cabello que no dejaba de teñir rubio ceniza.

Decía que era lo más hermoso que le encontraba su fallecido esposo.

Con sus contactos, la información de los motivos del divorcio y su vida actual han de estar en sus manos.

Era una dulce persona mayor fuera de la dirección de su red de clínicas privadas, ella la conoció en su momento vulnerable y se hicieron confidentes.

Como accionista principal de las Red de Clínicas Montegrande era una mujer estricta y de carácter fuerte.

Diana desconocía la identidad real de la mujer de avanzada edad que reposaba en una de las habitaciones VIP de la Clínica Montegrande, se veía como cualquier adulto mayor de buena familia.

La abuela que era visitada por su nieto todos los días.

No supo que era médico y menos uno de los herederos de la red de Clínicas Montegrande.

Le hizo firmar esos papeles sin saber en que se metía.

Mauro llevaba una carpeta negra escondida en su abrigo, la extendió hacia ella.

-Firmé el divorcio, sólo falta la tuya y no tendremos más relación el uno con el otro.- abrió la página donde se veía su elegante firma a un extremo del papel.

La verdad, es que no había necesidad de que le buscará personalmente, su abogado podía contactarla y llevarle esos papeles. Verse en persona, no era un acontecimiento grato para los dos, su visita era más sospechosa.

-Pudiste enviar los papeles por correo certificado.- le sugirió.

-Fue una reunión que se agendó hace solo unas horas.- se disculpó.

-Entiendo.- prefirió no seguir escarbando en el tema. Se sentó en el pequeño sofá y revisó el contenido de la carpeta.

-Estuvimos casados un año, hice muchas tonterías y jamás me preocupe por tu bienestar, por eso, recibirás un cheque de compensación, con él podrás buscar un mejor lugar para vivir.- hizo un gesto con la mano señalando lo inadecuado que era ese departamento para ella.

Poco le importaba su opinión a esa altura.

Los ojos dorados de su ex esposo se volvían más oscuros a medida que hablaba.

Diana veía la firma de su compañero en el documento, el cheque que le acompañaba era bastante generoso; la familia deseaba silenciarla con dinero.

No esperaba que Mauro fuese como ellos, sentía algo de decepción, creía que el dinero lo era todo.

Tomó el lápiz sobre la mesa de centro y firmó en la línea donde estaba su nombre.

Sintió que se liberaba de un gran peso, ya no era la Señora Santibáñez , tampoco una De La Cruz y las acciones de la clínica que su padre tomó de forma fraudulenta estaban en manos de sus verdaderos dueños; Mauro Santibáñez y compañía.

Ya no tenía nada que perder y una página en blanco en su historia le daba esperanzas de nuevas aventuras.

Le entregó la carpeta de vuelta, no se quedó con el cheque.

-Puedes entregarlo a tu abogado.-

-El cheque es tuyo.- quiso dejarlo con ella.

-No lo quiero.- se negó con más ímpetu.

-No estás en condiciones de rechazar el dinero…- el tono de su voz se volvió más áspero.

-Mi vida ya no es tu problema, ¿Fue sugerencia de tu madre que me diera ese dinero? ¿Temen que hable de lo sucedido con la prensa?-

Ellos aún desconfiaban de sus motivos, todo por culpa de las palabras de su padrastro Sebastián de La Cruz, solo sembró el miedo con su intervención y lo que parecía una buena acción fue manipulada dejándola como una estafadora.

-Diana… no es lo que estás pensando…- se levantó del asiento para explicarle.

-Ya me da igual…- suspiró agotada y devolvió el cheque a la carpeta negra.- No tenemos nada más pendiente… quien te llevó a este desafortunado matrimonio fui yo, no nos debemos nada- se giró a leer el reloj de pared.- …Es tarde…mañana trabajo…- se levantó del sofá.- Supongo que es la última vez que tendremos que vernos cara a cara.

Mauro le observaba con atención, parecía buscar algún signo de arrepentimiento en su decisión, pero la convicción de la chica sólo le obligó a apretar los puños y despedirse.

-Enviaré los papeles con mi abogado a primera hora, todos los costes del trámite correrán por mi cuenta.- agregó de manera improvisada, actuaba como si no quisiera terminar la reunión.

El comportamiento de Mauro era errático, actuaba como si quisiera decirle algo más, había algo de arrepentimiento en esos ojos.

Aunque podía ser sólo una ilusión de ella.

- Bien, te lo agradezco, será más rápido así.- respondió sin entusiasmo.

-Aunque ya no estemos juntos...no olvides visitar a mi abuela.- su tono se volvió más amable al mencionarla.

-La abuela Gi no me perdonaría.- confirmó recordando a la energética y amable adulta mayor.

No era su abuela, pero la quería como si lo fuera. Lo único que extrañaba de ese matrimonio era su compañía. Fue la única que confio en su palabra y jamás le juzgo.

Muchas veces ensayo en su cabeza como decirle la verdad, pero el miedo a su rechazo la hizo flaquear.

Por como todo ocurrió no hubiera marcado la diferencia.

Fue un matrimonio horrible.

Y esa fue la última vez que hablaron.

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