Capítulo 5 Celos

Deanne

     —A las ocho está bien. Nos vemos mañana—cuelgo la llamada con Ellen Morgan, me dejo caer en el gran sofá de la sala de estar. La pantalla plasma de 42 pulgadas está frente a mí y a los lados los muñecos de Maiara. El corazón late desbocado, los nervios me invaden. ¿He hecho bien en aceptar una cena en casa de los Morgan para que conozcan a Maiara? Cierro los ojos al mismo tiempo que me dejo caer mi cabeza contra el respaldo del sillón y suelto un gran pero gran suspiro. —Ellos no tienen la culpa de que Connor le ocultara la verdadera razón de nuestro divorcio. ¿Puede que también haya culpa mía en esto? Pude llamar y...

     Agito mi cabeza y me cubro el rostro, frustrada. No tomaré eso. No tengo la culpa y todo es culpa de Connor. Él había decidido hacerlo así, él tenía las respuestas en sus manos para enfrentar a su familia.

     El celular suena sacándome de mi pelea interna. Entro en la cocina y lo encuentro bailando sobre la superficie de la isla de granito. Arrugo mi entrecejo al mirar el nombre del pediatra de Maiara.

     — ¿Doctor Griffin? —pregunto extrañada.

     —Oh, Deanne, me puedes llamar Roger.

     —Ah sí, disculpa, se me olvida. ¿Pasa algo Roger? —Él duda por unos momentos.

     —Mi madre ha traído al consultorio las galletas que a Maiara le han encantado, me ha entregado un paquete, ¿Sería muy imprudente si voy a dejarlas? Estoy con el último paciente, tu casa queda camino a la mía.

     Dudo por unos momentos. Miro la hora en el reloj que adorna la cocina. 8:12 pm...

     —Sí, está bien. Te espero...—Escucho a Rita y a Maiara hablar. Guardo distraída el celular en la bolsa trasera de mi pantalón y busco la tetera para poner agua para un té. No entiendo por qué me ha entrado nervio. "Calma, Deanne, es solo un paquete de galletas" Chismes de madres de la escuela de Maiara habían llegado a mí, el pediatra, por el cuál todas las madres solteras, divorciadas y viudas morían. Roger es un hombre muy atractivo, pero no lo veía como las demás mujeres. ¿Puede que sea que aún tenga en mi corazón a Connor y no me he dado cuenta? Tonta. Si no...

     —Deanne—Rita agita la mano frente a mí.

     —Perdona, ¿Que dijiste? —Rita sube a la silla de la barra a Maiara y le empieza a dar un plato pequeño con cereal. Maiara me sonríe y me tira besos del otro lado de la isla, hago lo mismo y ríe.

     — ¿Está bien? Está muy distraída últimamente—pregunta curiosa.

     —Va a venir el doctor Griffin—Rita levanta la mirada bruscamente desde un lado de Maiara, quién aplaude por qué verá a su pediatra.

     — ¿Pasa algo? —pregunta sorprendida Rita, niego mientras me encamino a llenar de agua la tetera y luego regreso a la estufa que está en la isla.

     —No. ¿Recuerdas las galletas de chispa de chocolate que le encantaron a Maiara? —Rita asiente—pues, la madre de Roger le ha enviado un paquete.

     —Entonces es cierto los rumores en la escuela de Maiara—murmura y la escucho.

     —No, no es verdad, bueno no lo sé. El doctor Griffin es solo el pediatra de Maiara, solo eso.

     —Deberías de aclararlo con él.

     —Lo sé, aunque solo son rumores, Rita.

     El ruido de un motor se escucha.

     —Debe de ser Griffin—dejo a Rita en medio de la cocina con Maiara cenando cereal, abro la puerta principal y es Roger Griffin, el pediatra de Maiara y doctor de medio tiempo en la escuela. Es alto, ojos azules, tiene el pelo rubio y desmarañado como si hubiese tenido la intención de peinarlo brevemente, luce cansado pero la sonrisa puede decir lo contrario.

     —Hola, buenas noches—su sonrisa es más ancha.

     —Buenas noches, doctor Griffin—el niega divertido.

     —Sabes que puedes decirme Roger, deja lo de doctor para la escuela o cuándo vas a consulta, en este momento, solo soy Roger.

     Asiento mientras le invito a pasar al interior de la casa, me extiende amablemente la caja de galletas que están envueltas en una tela delicada y con un moño color morado.

     —Dale las gracias a tu mamá por las galletas—digo inmediatamente mientras le guío a la sala principal. Él toma asiento.

     Después de casi una hora de plática, él tiene la intención de retirarse. Tengo en mi regazo en brazos a Maiara dormida.

     —Creo que es hora de retirarme...— estoy a punto de levantarme junto con él cuando escucho un motor apagarse. Arrugo mi entrecejo, Rita entra en la sala.

     —Llevaré a Maiara a la cama, buenas noches doctor Griffin— dice Rita educada mientras le entrego en sus brazos a Maiara.

     Asiento, me asomo por la ventana y veo un Bentley negro, el corazón galopa frenético.

     Connor.

     Abro la puerta y me cruzo de brazos al ver que está discutiendo con... ¿Marco?

     — ¡No me detengas! ¡No te atrevas a detenerme! ¡¡Nadie toca a mi esposa!!—Connor está de espalda a la casa, Marco lo toma de las muñecas y mira hacia a mí.

     — ¿Tu esposa? —arrugo mi frente al escuchar eso y el nudo crece en el centro de mi estómago, después de cinco años sin saber de él, ¿Acaso viene a presumir que ha encontrado el amor? ¿Qué viene a decírmelo en mi cara? Algo en mí no esperaba eso. Veo desde aquí como se tensan ambos, Connor suelta a Marco y le dice algo, supongo que ha pedido que lo espere en el auto. — ¿A qué te refieres? ¿Acaso te has vuelto a casar y vienes a contármelo? — Exasperado pasa una mano por su cabello cobrizo.

     —Deanne...— pero sus ojos brillan de ira hacia un lado de mí, su quijada se tensa y levanta su pecho como un macho alfa.

     Recuerdo: Roger.

     Miro a mi lado a Roger quien está tenso y mirando a Connor.

     —No sabía que...— me mira detenidamente confundido.

     —No. Es mi ex esposo...—le confirmo a Roger.

     —...y el padre de Maiara. —Connor interrumpe.

     Le lanzo una mirada asesina. No tiene derecho de decir eso.

     —Creo que es hora de irme, ¿Necesitas que me quede? — Roger me mira con esos ojos azules, pero niego con una sonrisa, mi mano se posa en su brazo.

     —No es necesario, gracias por las galletas para Maiara, dile a tu mamá que se lo agradezco. — intento no mostrar los nervios por la presencia de Connor.

     —Está bien, buenas noches—Roger tiene que pasar por un lado de Connor y éste le detiene.

     —Aléjate de mi familia— Roger lo mira con una mirada simple y luego lanza una mirada rápida hacia mí y regresa a Connor.

     —Lo siento...pero no. — Roger enfrenta a Connor y leo las intenciones de ambos, casi corro para detener una posible pelea, pongo mi espalda contra el pecho de Connor y una mano en el estómago de Roger.

     — ¡Por favor! — Intento no alterarme por el número de testosterona que estoy viendo— Roger, por favor, buenas noches. —Roger me mira, asiente y luego lanza una mirada a Connor.

     Unos momentos después, Roger sale en su auto de mi propiedad, me giro hacia Connor y niego enfurecida, me ajusto mi delgado suéter y me cruzo de brazos.

     —No es necesario que hicieras eso, ¿Desde cuándo has perdido los modales, Connor? sigues siendo el mismo posesivo...—murmuro esto último entre dientes y negando.

     — ¡Él quiere lo qué es mío! —exclama furioso señalando con su mano en dirección por dónde ha salido Roger.

     — ¡No somos una propiedad, Connor Morgan! ¡Y para con eso! — la ira incrementa al ver que sonríe irónicamente.

     —No voy a permitir que metas a otro hombre en tu cama, eres...—sisea entre dientes y no permito que termine la frase, cuando mi mano se estrella contra su mejilla haciendo girar su rostro.

     —En primer lugar, tú...escucha bien, tú no eres nadie. Desde hace cinco años no eres nadie y en segundo, así que con la poca paciencia que me queda, te pido educadamente que te largues de mi propiedad.

     Los ojos me escuecen de la ira. Lentamente gira su rostro y me enfrento a unos ojos grises cargados de sorpresa y dolor.

     —Ella es mi hija—dice entre dientes.

     — ¿Ahora sí es tu hija? — Suelto ahora yo una risa irónica, lo enfrento—Ella es mía, podrá tener tu sangre corriendo por sus venas, pero es mía, solo mía, Connor.

     —Te guste o no te guste, es hija mía también, igual que tú eres mi esposa.

     —Estás loco, he firmado los malditos papeles del divorcio, así que no...

     Él me mira detenidamente.

     —Yo...—murmura, pero se detiene.

     Mi rostro palidece.

     — ¿Qué?

     —Yo hice una promesa ante Dios, Deanne.

     —Eso no quiere decir que...

     —No pude darte lo que me estabas pidiendo en ese momento, no lo creí conveniente, llevabas a mi hija en tu vientre, tenía que protegerlas...

     — ¡No! ¡Dime que no me has engañado durante cinco años! ¡Dime que estamos totalmente divorciados! — grito, furiosa mientras intento descargar la ira con mis dos palmas abiertas contra su pecho, pero él no se mueve. — ¡Dime que no me has mentido, Connor!

     Connor toma mis muñecas para detener mi efusivo ataque.

     — ¡Lo hice por ustedes! —exclama con un tono cargado de dolor.

     — ¡No! ¡Lo único que hiciste es mentirme! ¿Es una venganza por haberte abandonado? ¡No querías a Maiara! —el niega confundido.

     — ¡No! ¿Cómo crees que sería una venganza? ¡Quiero a nuestra hija! En su momento estaba abrumado, confundido y te pedí perdón, pero tus... — intento soltarme de su agarre, las lágrimas por fin comienzan a caer sobre mis mejillas.

     Niego repetidamente. Nada debe de cambiar...nada. Connor ve que dejo de luchar y me suelta lentamente.

     —Vete...— digo limpio las lágrimas que se me siguen escapando.

     —No. No volveré a irme de sus vidas, Deanne— intenta acariciar mi mejilla para limpiar mis lágrimas, pero me muevo para que no me toque.

     —Vete...— levanto la mirada hacia él. —Vete, por favor.

     —Me iré por el momento y estaré el día de mañana en la cena en casa de mis padres— advierte sutilmente. —Quiero conocer a nuestra hija. Y diré el resto de la verdad.

     —No. Si vas tú... no iremos.

     —Tienes que ir, has quedado con mis padres, Deanne— dice intentado acercase a mí, retrocedo al mismo tiempo que me cruzo de brazos. Como si eso fuese un escudo.

     —No. La condición que he puesto para llevarla es que tú no estés, el venir aquí a decirme que somos tuyas, que me has mentido con lo del divorcio durante cinco años, no cambia nada.

     — ¿Evitarás que yo, su padre, la conozca? —su mirada es fría.

     —Si. ¿Es qué no entiendes todo lo que está pasando? ¡Me has mentido! ¡Has pedido que abortara a Maiara! ¡Después de cinco años sales de las malditas sombras solo porqué tu familia se ha enterado de mi hija!

     — ¡Nuestra hija! —espeta furioso, niego, furiosa y empujo mi mano contra su pecho.

     — ¡Mía! Tú perdiste el derecho de ser su padre en el momento que me propusiste que hiciera tal monstruosidad. ¡Es más, ni siquiera sé por qué estás aquí!

     — ¿Es por el pediatra? — suelto una risa sarcástica.

     — ¡Eso no te incumbe! —exclamo.

     — ¡Estamos casados! —ahora exclama él.

     — ¡No! En papel quizás, pero en cuerpo y alma no. —el detiene lo que va a decir, sus ojos grises se empiezan a volver fríos.

     — ¿Te...te...? — Arruga su entrecejo y luego palidece — Acaso, ¿Tú y él? ¿Es por eso...?

     —Es por demás contigo. No pienso discutir más nada. Si te apareces en la cena, voy a llevarme a mi hija.

     —No has respondido a mi pregunta...—exige.

     —Es algo que no te incumbe, Connor. Es como si te preguntara con cuántas mujeres te has revolcado, o metido en la cama que un día fue nuestra. ¿Lo he hecho? No. No me interesa...

     Acorta la pequeña distancia entre los dos en un paso decidido, me toma de sorpresa cuándo sus manos toman de mis brazos y me levantan un poco para que lo mire.

     —Me estás...—me interrumpe furioso.

     —Desde que te has ido...no he estado con nadie y nadie ha tocado nuestra cama, jamás te traicionaría con algo así.

     —Pero sí con lo del divorcio. ¿No? Cinco años tuviste oculto, con tus mentiras. — Tomo aire—...pues deberías de regresar. Aquí nadie te necesita, Maiara no necesita un padre porqué ya lo tiene.

     — ¡No! ¡No es cierto! ¡Ella sabrá que YO soy su padre! — intento soltarme del agarre, pero es imposible, aprieta con tal fuerza que duele, sin duda mañana tendré moretones en mi piel.

     —Señor Morgan—Marco acude en ayuda cuándo toma sus muñecas para que me suelte.

     — ¡Apártate! — Le grita a Marco y luego se vuelve a mí— ¡No voy a permitir que otro me robe lo que es mío! ¡Nadie! ¡Eres mi esposa y Maiara mi hija! ¡Nunca nadie ocupara mi lugar!

     — ¡Me estás lastimando! — exclamo con las lágrimas cayendo a brotones por mis mejillas.

     — ¡Señor Morgan! ¡Suéltela! —Finalmente Connor me suelta, se pasa ambas manos por su rostro e intenta suavizar el momento.

     — ¡No me vuelves a tocar! ¿Escuchaste? ¡Vete!

     —Perdóname yo... no sé qué me ha pasado... yo...— su mirada es de temor.

     —No. Ya es tarde Connor, lárgate a tu torre de marfil, a nosotras déjanos en paz.

     Me vuelvo hacia la entrada, entro y cierro con todos los seguros de la puerta, con los dedos temblorosos, me asomo por la cortina mientras me limpio bruscamente mis lágrimas, el auto sale de la propiedad, entonces subo las escaleras y me cruzo con Rita.

     — ¿Deanne? ¿Qué te pasa? — su tono es de preocupación.

     —Yo...yo...solo necesito estar a solas. ¿Maiara está dormida? — ella asiente, me acaricia el brazo, pero suelto un quejido. Ella se tensa, levanta la manga de mi suéter y mira mi piel enrojecida.

     — ¿Qué le ha pasado? — puedo notar un enfado que nunca había visto en estos cinco años.

     —Es nada sin importancia— ella se contiene. Baja la tela y me mira.

     —Un té le caerá de maravilla.

     —No Rita, gracias. Vaya a descansar... la espero mañana a primera hora.

     Ella duda, pero finalmente cede a dejarnos solas. Se despide con su ceño arrugado y sé que se ha de estar imaginando mil cosas.

     Entro a mi habitación después de revisar a Maiara. Me recuesto sobre la cama, cierro los ojos y los recuerdos me golpean el corazón destrozado...

¿Estamos aún casados?

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