Connor
— ¿Por qué no puedo ir? ¡Es mi hija! —espeto furioso al teléfono. Ellen tartamudea al darme una respuesta, pero no termina de hablar cuando cuelgo. Todo lo que está sobre mi escritorio es lanzado al suelo por mi arrebato. Me paso las manos por mi cabello y tiro de el con furia, me acerco al mueble de las bebidas y me sirvo en un vaso de cristal dos dedos de mi whisky. Lo tomo de un trago todo y me vuelvo a servir. —Bah, no puedes ir Morgan, o no llevará a tu hija a conocer a sus abuelos.
Cierro los ojos y al abrirlos las lágrimas luchan por salir. Termino de tomar lo que queda en mi vaso y luego decido tomarme toda la botella, salgo a la terraza, me siento en la pequeña sala que adorna un rincón, subo los pies a la mesa del centro y sigo bebiendo. Los recuerdos llegan a mí arañando mi corazón destrozado. Destrozado debido a las malditas decisiones que he tomado. He perdido lo más valioso que he podido tener en esta vida.
— ¿Señor Morgan? —Escucho la voz de Marco en el interior del despacho, pero no contesto, doy un sorbo largo a la botella, con la mano libre desajusto mi corbata, tiro de ella y la lanzo más allá del barandal de la terraza, la tela por unos momentos se eleva en el aire y luego desaparece. Marco me encuentra. —Señor Morgan, ¿Está bien?
Sé que lo ha preguntado al verme dar otro trago a la botella del whisky.
—Me ha hablado mi hermana para informarme que mañana sábado hay cena en casa de mis padres, pero no soy invitado.
— ¿Siguen los problemas con sus padres? —levanto una ceja y doy otro trago a la botella.
—No son mis padres... es por Deanne y mi hija—Marco, levanta ambas cejas de la sorpresa.
— ¿Mañana conocerán a la pequeña Maiara? —suena demasiado sorprendido y puedo notar emoción cuándo menciona a mi hija. ¿Cómo no emocionarse? Marco ha estado junto a mí pasando por todo esto. Desde qué Deanne me dejó, él y su esposa han sido mi apoyo. En el día del parto, recuerdo que le había ordenado enviar arreglos florales en mi nombre, tuve toda la noche escribiendo las tarjetas, una y otra vez, pero por órdenes de ella, se habían regalado a otros pacientes. Realmente quería estar ahí, pero recuerdo que su padre había prohibido la entrada al hospital, su madre me había recordado una y otra vez en la salida del hospital, la decisión que había tomado, por más que luche por estar junto a ellas para pedirles perdón... simplemente fui alejado, y claro, ¿Quién no haría lo mismo por su hija y su nieta? Haría lo mismo si mi hija estuviera en esa situación, alejaría al hijo de puta. Recuerdo a Marco entregándome cada uno de los ultrasonidos de Deanne, y uno de esos donde muestran el sexo: Una niña.
Había llorado de emoción al saberlo.
Todos los días antes del parto me había puesto imaginar cómo sería. ¿Qué color de ojos? ¿Cómo sería su nariz? ¿Sus labios? ¿Su piel? ¿El color de su cabello? ¿Deanne había sufrido los síntomas como yo? Mica por más de dos meses había tenido en la alacena cajas de galletas para calmar mis ganas de vomitar, había llenado de dulces picosos, había subido incluso unos kilos. A veces a media noche estaba sentado en la sala a oscuras comiendo cereal con fruta y frutos secos, no podía faltar la nieve de fresa. Más de tres botes en el refrigerador esperando ser comidos cada semana.
Termino la botella, Marco sigue de pie esperando a que diga algo, lo sé.
—Es una m****a. ¿Cómo no quieren que vaya? Sí, la cagué, pero...
—Señor Morgan, tiene que entender, les ha escondido a sus padres la existencia de la única nieta, sumando el verdadero motivo del porque lo ha hecho. Es normal que teman que usted asuste a la señora Morgan y se niegue llevar a Maiara. Si les da tiempo...
— ¿Señora Morgan? Otro tema del cual tengo que hablar.
—Eso lo puede hacer cuándo decida hacer contacto con la señora y su hija. Recomiendo que primero hable con ella, llegue a un acuerdo...
—Tú sabes lo difícil que ha sido acercarme, no me he rendido, pero temo que haga algo Deanne y definitivamente desaparezcan de mi vida, así como lo ha dicho sus padres.
—Tiene que hablar, como dice el dicho: "Hablando se entiende a la gente"—levanto la mirada hacia Marco, luego miro la hora. Son las 9:37 pm...— ¿Quiere que lo espere en el auto, señor Morgan?
El nudo se extiende por todo mi estómago. La ansiedad crece poco a poco, los nervios me provocan el sudor en las palmas de mis manos. ¿Qué hago? ¿Qué vas a hacer Morgan? Poner fin el estarlas viendo desde las sombras. Podría entrar en sus vidas, podría arreglar las cosas entre nosotros alejando las amenazas de sus padres, miro al paisaje a mi lado, las luces a lo lejos en la bahía, la luna en lo alto, cierro los ojos mientras me limpio las palmas de mis manos sobre mi pantalón de vestir. Al abrirlos miro a Marco con una sonrisa.
—Te espero en diez minutos en el estacionamiento—el asiente y sale a toda prisa, me levanto y dentro de mi mente comienzo a trazar un plan. Subo las escaleras a paso veloz y mi respiración se agita al pensar lo que voy a hacer, podría ver a mi hija y a Deanne hoy. Solo es tener fuerza para enfrentarla, ella no cederá tan fácil, no perdonará tan rápido y sé que voy a pasar miles de pruebas, pero algo me dice que si soy perseverante...podría recuperarlas.
¿Y m****r a la m****a a sus padres?
Veinte minutos después estamos llegando a casa de Deanne. La ventana de la planta de abajo tiene la luz encendida. Veo un auto más aparte de su saab blanco, intento recordar de quién es. Pero no recuerdo ninguna Rover en los reportes de vigilancia.
— ¿Sabes quién está? —Marco habla por su celular, al tener la respuesta cuelga.
—Está el pediatra de Maiara, que ha llegado hace una hora me ha informa Rita...—dice en un tono incómodo no lo dejo terminar al preocuparme.
— ¿Qué tiene mi hija? —cuándo cruzo la mirada de Marco por el retrovisor, él se tensa. Arrugo el entrecejo. — ¿Qué? ¿Está enferma? ¿Le ha pasado algo?
—Rita ha mencionado algo, parece ser que son otras las intenciones de…—no termina de hablar cuándo he bajado del auto a toda prisa, escucho a Marco hablar e intentando detenerme, me giro a él y lo tomo de su traje. El solo pensar que alguien más ha puesto sus ojos en Deanne, me hierve la sangre, hace ebullición. ¡Me cabrea!
— ¡No me detengas! ¡No te atrevas a detenerme! ¡¡Nadie toca a mi esposa!!—Marco me toma de las muñecas e intenta hablar, pero sus ojos se posan a mi espalda.
— ¿Tu esposa? —la voz melodiosa de Deanne me congela en mi lugar. Hace días la había escuchado, pero nada se compara con este momento. Aunque no es un buen momento. Abro mucho los ojos y miro a Marco quien está igual que yo. Sin movernos y hasta creo que hemos dejado de respirar.
Deanne —A las ocho está bien. Nos vemos mañana—cuelgo la llamada con Ellen Morgan, me dejo caer en el gran sofá de la sala de estar. La pantalla plasma de 42 pulgadas está frente a mí y a los lados los muñecos de Maiara. El corazón late desbocado, los nervios me invaden. ¿He hecho bien en aceptar una cena en casa de los Morgan para que conozcan a Maiara? Cierro los ojos al mismo tiempo que me dejo caer mi cabeza contra el respaldo del sillón y suelto un gran pero gran suspiro. —Ellos no tienen la culpa de que Connor le ocultara la verdadera razón de nuestro divorcio. ¿Puede que también haya culpa mía en esto? Pude llamar y... Agito mi cabeza y me cubro el rostro, frustrada. No tomaré eso. No tengo la culpa y todo es culpa de Connor. Él había decidido hacerlo as&iacut
Connor —Estaciona aquí—le ordeno a Marco. Estoy a las afueras de la mansión de mis padres, esperando la llegada de Deanne y de mi hija. El nudo de la emoción se establece en el centro de mi estómago y no puedo controlarlo. Me paso ambas manos por el rostro masajeando la tensión que se ha estado instalando durante las últimas horas antes de decidir lo que haría, muy en contra de la advertencia de Deanne. —El auto acaba de llegar, señor Morgan—me levanto de mi asiento bruscamente para mirar lo que acaba de informar Marco. El saab, se estaciona en el área de parqueo frente a una línea de árboles altos que decoran el estacionamiento de la mansión. En el centro está una fuente de piedra rustica y elegante. Me quedo observando el saab a lo lejos, no baja a
Deanne —Tranquila, Connor se irá, hablaré con él mañana...—Madeleine intenta tranquilizarme, intento reponerme al enfrentamiento de hace unos momentos, el nudo en mi garganta se extiende impidiendo que hable, Madeleine se da cuenta y en silencio y acompañado de una sonrisa cálida, me deja sola. Y se lo agradezco...—Iré a ver a Maiara... Estoy cerca de la entrada, la puerta se abre y por un momento creo que es Connor. Pero quién aparece con la mirada cabizbaja es Elliot. Cierra la puerta al girarse a ella y dándome la espalda, sin darse cuenta de mi presencia deja caer su frente contra la puerta. El momento es extraño, como si su dolor traspasara en mi dirección... — ¿Estás bien? —susurro y Elliot se gira hacia mí en una pose tensa.<
Connor Han pasado una semana desde el enfrentamiento con Deanne, una semana que he evitado a mi familia, las visitas, las llamadas, los correos. —Señor Morgan, ya me voy a retirar, ¿Quiere algo antes? —Levanto la mirada hacia Jenn que está con medio cuerpo detrás de la puerta de mi oficina. Niego en silencio y le hago una seña con mi mano de que puede irse. —No ha tocado su cena, ¿Quiere que le pida otra cosa? Jenn había notado mi falta de apetito. —No gracias. Puedes irte, nos vemos el lunes. —Jenn hace una mueca discreta con sus labios en desaprobación. —Está bien, señor Morgan, que tenga buen fin de semana—y se retira. Dejo lo que estoy haciendo, aflojo mi corbata y tiro de ella, miro la
Deanne —Las ventas suben como espuma—escucho decir a mi gerente a cargo de mi restaurante. Maiara está al lado de Rita mirando la tableta recostada sobre el sillón que está en el rincón de mi oficina. Me cruzo de piernas y comienzo a sacar costos, revisando cada detalle de contabilidad. A tan solo tres días desde que...Cierro los ojos, ¿Cómo te has dejado llevar, Deanne? ¡Dios mío! Sigo recordando desde entonces lo sucedido en la oficina de Connor, estaba ardiendo sin darme cuenta, aprieto mis muslos, cinco años sin tener intimidad, llega Connor y parezco una... ¡Dios mío! ¡Contrólate Deanne!
Connor Me ajusto la corbata dos veces más. El nudo en el centro de mi estómago es grande, los nervios me han invadido, no sé cómo vaya a reaccionar mi hija al conocerme el viernes. Finalmente, después del enfrentamiento con nuestros abogados hace días, Deanne hoy me ha dado una fecha, el próximo viernes será un encuentro: Padre e hija. Sonrío como estúpido mientras vamos camino a la casa de mis padres. Dos días más Maiara, dos días más. —Señor Morgan—la voz de Marco me saca de mis pensamientos. Levanto la mirada y encuentro con él, con mi puerta abierta, bajo y me vuelvo ajustar mi corbata, subo los escalones de piedra rustica de la casa de mis padres, había llamado después de terminar la llamada con Deanne, necesito hablar con ellos. No espero a que la del s
Deanne Muerdo mi uña mientras los números bailan frente a mí, no puedo concentrarme. Sé que en una hora más, Connor llegará al restaurante. Ayer había llamado para proponer ese lugar para conocer a Maiara, así que me gustó la idea de que fuese en mi restaurante, en mi territorio, así no me sentiría incómoda. Estaría más tranquila, pero parece ser que no es así, los nervios desde esta mañana han aflorado con una fuerza impresionante. No había desayunado por lo mismo, desde entonces solo he tocado lo de la hora de mi comida. Levanto la
Connor Cierro la puerta detrás de mí, Omar mira en mi dirección, lo ignoro, cruzo el pasillo de la cocina a la salida, subo los escalones que me llevarán a la terraza y llego a la mesa donde se encuentran todos, Elliot me hace un gesto, pero no entiendo. — ¿Quieres galleta, Bro? —Entonces entiendo. Discretamente me subo la bragueta de mis pantalones. —No gracias. Disculpen la demora...—me siento a un lado de Jacey quien plática con mi madre de algo de la educación, Ellen habla con mi padre y Elliot. Miro hacia la entrada de la terraza, pero no veo a Deanne, recuerdo los botones que tiré de su camisa... Una sonrisa aparece en mis labios. —De tus maldades te debes de estar acordando, ¿No? —dice Ellen con