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Capítulo 4 Ausencia

Connor

     — ¿Por qué no puedo ir? ¡Es mi hija! —espeto furioso al teléfono. Ellen tartamudea al darme una respuesta, pero no termina de hablar cuando cuelgo. Todo lo que está sobre mi escritorio es lanzado al suelo por mi arrebato. Me paso las manos por mi cabello y tiro de el con furia, me acerco al mueble de las bebidas y me sirvo en un vaso de cristal dos dedos de mi whisky. Lo tomo de un trago todo y me vuelvo a servir. —Bah, no puedes ir Morgan, o no llevará a tu hija a conocer a sus abuelos.

     Cierro los ojos y al abrirlos las lágrimas luchan por salir. Termino de tomar lo que queda en mi vaso y luego decido tomarme toda la botella, salgo a la terraza, me siento en la pequeña sala que adorna un rincón, subo los pies a la mesa del centro y sigo bebiendo. Los recuerdos llegan a mí arañando mi corazón destrozado. Destrozado debido a las malditas decisiones que he tomado. He perdido lo más valioso que he podido tener en esta vida.

     — ¿Señor Morgan? —Escucho la voz de Marco en el interior del despacho, pero no contesto, doy un sorbo largo a la botella, con la mano libre desajusto mi corbata, tiro de ella y la lanzo más allá del barandal de la terraza, la tela por unos momentos se eleva en el aire y luego desaparece. Marco me encuentra. —Señor Morgan, ¿Está bien?

     Sé que lo ha preguntado al verme dar otro trago a la botella del whisky.

     —Me ha hablado mi hermana para informarme que mañana sábado hay cena en casa de mis padres, pero no soy invitado.

     — ¿Siguen los problemas con sus padres? —levanto una ceja y doy otro trago a la botella.

     —No son mis padres... es por Deanne y mi hija—Marco, levanta ambas cejas de la sorpresa.

     — ¿Mañana conocerán a la pequeña Maiara? —suena demasiado sorprendido y puedo notar emoción cuándo menciona a mi hija. ¿Cómo no emocionarse? Marco ha estado junto a mí pasando por todo esto. Desde qué Deanne me dejó, él y su esposa han sido mi apoyo. En el día del parto, recuerdo que le había ordenado enviar arreglos florales en mi nombre, tuve toda la noche escribiendo las tarjetas, una y otra vez, pero por órdenes de ella, se habían regalado a otros pacientes. Realmente quería estar ahí, pero recuerdo que su padre había prohibido la entrada al hospital, su madre me había recordado una y otra vez en la salida del hospital, la decisión que había tomado, por más que luche por estar junto a ellas para pedirles perdón... simplemente fui alejado, y claro, ¿Quién no haría lo mismo por su hija y su nieta? Haría lo mismo si mi hija estuviera en esa situación, alejaría al hijo de puta. Recuerdo a Marco entregándome cada uno de los ultrasonidos de Deanne, y uno de esos donde muestran el sexo: Una niña.

     Había llorado de emoción al saberlo.

     Todos los días antes del parto me había puesto imaginar cómo sería. ¿Qué color de ojos? ¿Cómo sería su nariz? ¿Sus labios? ¿Su piel? ¿El color de su cabello? ¿Deanne había sufrido los síntomas como yo? Mica por más de dos meses había tenido en la alacena cajas de galletas para calmar mis ganas de vomitar, había llenado de dulces picosos, había subido incluso unos kilos. A veces a media noche estaba sentado en la sala a oscuras comiendo cereal con fruta y frutos secos, no podía faltar la nieve de fresa. Más de tres botes en el refrigerador esperando ser comidos cada semana.

     Termino la botella, Marco sigue de pie esperando a que diga algo, lo sé.

—Es una m****a. ¿Cómo no quieren que vaya? Sí, la cagué, pero...

     —Señor Morgan, tiene que entender, les ha escondido a sus padres la existencia de la única nieta, sumando el verdadero motivo del porque lo ha hecho. Es normal que teman que usted asuste a la señora Morgan y se niegue llevar a Maiara. Si les da tiempo...

     — ¿Señora Morgan? Otro tema del cual tengo que hablar.

     —Eso lo puede hacer cuándo decida hacer contacto con la señora y su hija. Recomiendo que primero hable con ella, llegue a un acuerdo...

     —Tú sabes lo difícil que ha sido acercarme, no me he rendido, pero temo que haga algo Deanne y definitivamente desaparezcan de mi vida, así como lo ha dicho sus padres.

     —Tiene que hablar, como dice el dicho: "Hablando se entiende a la gente"—levanto la mirada hacia Marco, luego miro la hora. Son las 9:37 pm...— ¿Quiere que lo espere en el auto, señor Morgan?

     El nudo se extiende por todo mi estómago. La ansiedad crece poco a poco, los nervios me provocan el sudor en las palmas de mis manos. ¿Qué hago? ¿Qué vas a hacer Morgan? Poner fin el estarlas viendo desde las sombras. Podría entrar en sus vidas, podría arreglar las cosas entre nosotros alejando las amenazas de sus padres, miro al paisaje a mi lado, las luces a lo lejos en la bahía, la luna en lo alto, cierro los ojos mientras me limpio las palmas de mis manos sobre mi pantalón de vestir. Al abrirlos miro a Marco con una sonrisa.

     —Te espero en diez minutos en el estacionamiento—el asiente y sale a toda prisa, me levanto y dentro de mi mente comienzo a trazar un plan. Subo las escaleras a paso veloz y mi respiración se agita al pensar lo que voy a hacer, podría ver a mi hija y a Deanne hoy. Solo es tener fuerza para enfrentarla, ella no cederá tan fácil, no perdonará tan rápido y sé que voy a pasar miles de pruebas, pero algo me dice que si soy perseverante...podría recuperarlas.

¿Y m****r a la m****a a sus padres?

     Veinte minutos después estamos llegando a casa de Deanne. La ventana de la planta de abajo tiene la luz encendida. Veo un auto más aparte de su saab blanco, intento recordar de quién es. Pero no recuerdo ninguna Rover en los reportes de vigilancia.

     — ¿Sabes quién está? —Marco habla por su celular, al tener la respuesta cuelga.

     —Está el pediatra de Maiara, que ha llegado hace una hora me ha informa Rita...—dice en un tono incómodo no lo dejo terminar al preocuparme.

     — ¿Qué tiene mi hija? —cuándo cruzo la mirada de Marco por el retrovisor, él se tensa. Arrugo el entrecejo.    — ¿Qué? ¿Está enferma? ¿Le ha pasado algo?

     —Rita ha mencionado algo, parece ser que son otras las intenciones de…—no termina de hablar cuándo he bajado del auto a toda prisa, escucho a Marco hablar e intentando detenerme, me giro a él y lo tomo de su traje.   El solo pensar que alguien más ha puesto sus ojos en Deanne, me hierve la sangre, hace ebullición. ¡Me cabrea!

     — ¡No me detengas! ¡No te atrevas a detenerme! ¡¡Nadie toca a mi esposa!!—Marco me toma de las muñecas e intenta hablar, pero sus ojos se posan a mi espalda.

     — ¿Tu esposa? —la voz melodiosa de Deanne me congela en mi lugar. Hace días la había escuchado, pero nada se compara con este momento. Aunque no es un buen momento. Abro mucho los ojos y miro a Marco quien está igual que yo. Sin movernos y hasta creo que hemos dejado de respirar.

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