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Capítulo 2 Una verdad a la luz

Connor

     — ¿Tienes el nuevo prototipo? —Me cruzo de brazos mientras espero respuesta de Steve. Él asiente emocionado.

     —Lo tengo casi completo, claro, aún falta unos ajustes mínimos y listo—se acomoda los lentes tipo hípster qué se empiezan a deslizar por el puente de su nariz. Con un movimiento de su dedo índice lo acomoda sin inmutarse siquiera.

     —Me parece que...—Detengo mis palabras cuándo tocan la puerta del taller de Steve, me giro para saber quién nos interrumpe y la que se asoma es Jenn, mi asistente personal. Puedo ver un destello de preocupación en su rostro. ¿Ahora qué mierdas pasa? Tardé casi una hora para poder desocuparme y tener tiempo de venir. — ¿Ahora qué pasa, Jenn?

     Ella intenta recomponerse.

     —Tiene una visita, señor Morgan—intenta sonar tranquila, pero sé que no lo está.

     —Se supone que la agenda quedó desocupada...—me irrito por unos segundos, pero algo se instala en el centro de mi estómago al ver que intenta enderezarse Jenn, eso quiere decir que tiene tensión y si hay tensión es por...

Ellen.

     Cada vez que venía mi hermana menor a la empresa, era un torbellino. Después de mi situación con Deanne hace cinco años, Ellen acosó a mi espalda, a mi asistente, intentando investigar lo del divorcio. Claro está, Jenn es fiel a su trabajo y a su discreción profesional. Cuando descubrí que mi hermana la acosaba, puse un alto casi cinco años atrás, pero al dejar a mi asistente en paz, era inevitable no volver a tener esa tensión en cada visita a la empresa.

     — ¿Es en serio? —sueno frustrado.

     —Sí señor, me ha pedido con urgencia que lo buscara. —me paso una mano por mi cabello en señal de irritación.

¿Urgencia? Intento buscar dentro de mi cabeza algo que la trajera de urgencia en mi búsqueda. Intento no ir por ahí, así que me arreglo la corbata como un tic nervioso que había adquirido hace cinco años atrás.

     —En cinco minutos estoy ahí...—le informo, ella asiente tensa y cierra la puerta.

     Steve me mira curioso.

     — ¿Cree que...? —se detiene, el piensa igual que yo. Steve tiene un trabajo muy importante fuera de la empresa la cual le estoy pagando casi dos veces más de lo que hace aquí y él es feliz en hacerlo, pero por hacer lo que más atesoraba desde mis sombras, pagaría lo que fuese por tener el control y la seguridad de mi pasado.

     —No lo sé. ¿Cómo vamos con los nuevos circuitos que instalaste? —Él se gira en su silla giratoria y comienza a teclear a una velocidad impresionante, las diez pantallas de sesenta y dos pulgadas frente a mí comienzan a mostrar imágenes de varias cámaras de seguridad alrededor de mi edificio, de mi departamento, y dos lugares más. —Perfecto. ¿Has hablado con Theodore?

     —Sí, señor Morgan—comienza a teclear de nuevo y muestra en las pantallas reportes de Theodore sobre la seguridad instalada en esos lugares. —Todo está normal, no hay nada diferente. Mismas rutinas, rotación de personal, revisión de vehículos, servicios instalados, dos personas más entraron a la nómina, como usted lo ha ordenado.

     Bajo la mirada al reloj de mi muñeca, han pasado ya los cinco minutos, le doy una palmada en el hombro y  las gracias. Tomo el elevador hasta llegar al piso de presidencia dónde se encuentra mi oficina. Las puertas se abren y Elisa intenta seguirme informando algo que no entiendo, me detengo en la recepción y Jenn está pálida.

     — ¿Está dentro? —le pregunto a Jenn. Ella asiente nerviosa y tensa.

     —Sí, señor Morgan, pero hay un detalle de último momento. —Arrugo mi entrecejo intrigado a sus palabras.

     — ¿Qué pasa? —Ella me mira y comienza a hablar.

     —No solamente la señorita Ellen Morgan ha llegado, cuándo he subido a mi puesto después de informarle de la visita—se gira a mirar a Elisa con una cara de ira y después regresa a mirarme con un gesto diferente—Elisa se ha encargado de invitar a pasar al resto de la visita.

     — ¿El resto de la visita? ¿Quién es...? —estoy a punto de terminar de formular la pregunta, pero ya no es necesario que me corrobore lo que necesito saber.

     Mi madre, Madeleine, abre la puerta en ese momento y hace un gesto gélido con su mano para que entre. No hay un indicio de su humor, o de lo que trame. Tomo aire y de nuevo la mano sube a mi corbata con ese tic. Miro a mi asistente y lanzo una mirada de irritación a Elisa que se encuentra a su lado con el rostro color escarlata e intentando no chillar.

     —Que nadie nos interrumpa, habla con Marco e informa mis últimos planes. —Jenn asiente y toma el teléfono y sus dedos largos y pálidos comienzan a teclear, me vuelvo hacia mi madre que espera impaciente en la entrada de mi despacho.

     —Necesitamos hablar—no digo nada, asiento en silencio, al entrar me quedo congelado al ver el resto de los invitados: Ellen, Elliot y mi padre Mason de brazos cruzados.

     — ¿Qué hacen todos aquí? —Ellen me mira detenidamente y puedo ver que ha llorado. Sus ojos grises y sus largas pestañas se agitan intentando evitar volver a llorar, pero fracasa. — ¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué lloras? —Elliot me lanza una mirada de ira y niega repetidamente. Mi padre se encamina hasta el mueble de mis bebidas y comienza a servir dos vasos de nuestro whisky favorito. Mi madre se queda de pie dando la espalda a todos nosotros, no dice nada, solo contempla el paisaje desde aquí. Estoy en mi mismo lugar mirando de vez en cuando a los demás. Estos años no habíamos tenido la mejor relación entre nosotros, me había encerrado en mi propio mundo de sombras, alejando a los que quiero por lo que había hecho hace cinco años atrás. Mi mano sube de nuevo a mi corbata, pero esta vez no la acomodo en su lugar, la aflojo y finalmente quito el nudo y tiro de ella para retirarla antes de sentir el sofoco.

     Mi padre me ofrece la copa de whisky.

     —Toma asiento, necesitamos hablar.

     —Prefiero quedarme de pie—digo inmediatamente y doy un sorbo a mi bebida. Siento como la bebida quema y agrada al mismo tiempo.

     Mi madre se gira hacia mí, camina lento y segura, al estar frente a mí, por mi altura levanta la mirada un poco más, sus ojos grises me acusan.

M****a.

     Miro a los demás y comprendo el motivo de su visita.    Cuando regreso la mirada hacia mi madre, su mano se estrella con tanta fuerza contra mi mejilla que me hace tirar el vaso de cristal sobre mis pies y se escuchan jadeos de sorpresa. Cierro los ojos intentando controlar lo que comienza a salir a la superficie: La vergüenza y la falta de valor de confesar lo que ha pasado cinco años atrás.

     —Pensé que te había educado como un hombre de bien, Connor Morgan. No puedo imaginar el dolor de ella, no puedo imaginar el odio con el que te debió haber mirado esa noche cuándo te ha dejado. ¿Indiferencias Irreconciliables? ¡¿Qué me has visto la cara de estúpida?! ¡No puedo imaginar lo que ha pasado Deanne estos cinco años criando a tu hija! —ambas manos golpean mi pecho con fuerza, intento tomar sus muñecas para tranquilizarla, la abrazo con fuerza, su rostro queda en mi pecho y comienza a convulsionar del llanto. — ¡He fallado como madre! ¡Un hijo no se abandona! ¡Por más miedo que hubieras tenido, un hijo no se abandona! —intenta golpearme, pero intento volver a tomar sus muñecas, al fallar mi padre se acerca rápidamente y la toma en sus brazos para tranquilizarla. Miro hacia mis hermanos, Elliot abraza a mi hermana quien solloza.

     El solo recordar lo que he hecho, se abre aún más esa herida que no ha podido y qué nunca cerrará. Sé qué no soy un buen hombre, sé que no las merezco a ambas, pero intento en silencio compensarlo de alguna manera. Cierro los ojos, aprieto el puente de mi nariz y comienzo a caminar de un lado a otro en un pequeño espacio, intento pensar cuales serán mis próximas palabras. Me detengo mientras miro en algún punto del suelo. Pongo mis manos en mi cintura y simplemente lo digo en voz alta:

     —Sé que no soy el hijo perfecto, el hermano, incluso no fui el esposo que ella merecía —los enfrento—Sé que cometí errores, errores que jamás se me perdonarán—camino a mi escritorio, tomo el porta-retrato de la esquina que casi no se ve, pero sentado en la silla frente al escritorio, es lo primero que miro cada mañana, doy las gracias a Dios por tenerlas con vida y luego dejo un beso. Lo miro y el nudo en mi garganta me impide hablar. Acaricio con el dedo índice la foto, es Deanne y Maiara con rostros pintados de conejo, ambas ríen, ella mira a nuestra hija con ese brillo de adoración.

Me giro hacia ellos y les muestro el portarretrato. —No las merezco y cada día vivo en ese infierno y sé que será así el resto de mi vida...—miro a mi madre quien se limpia las lágrimas mientras mi padre la rodea con ambos brazos. —Soy un hijo con defectos, que comete errores...—cierro los ojos con fuerza, el dolor que cargo desde entonces, llega con más fuerza golpeando mi corazón. Al abrirlos las lágrimas caen por mis mejillas y niego sin poder decir algo más.

     Ellen se acerca y me abraza rodeando por mi cintura, automáticamente la rodeo y comienzo a llorar. Después siento los brazos de Elliot, luego de mi madre y después de mi padre. Después de unos minutos, nos separamos, los cuatro me miran. Mi padre pone una mano en mi hombro.

     —Tienes que arreglar la situación, Connor. No puedes dejar pasar más tiempo y seguir perdiendo más años...—Mi madre me quita el portarretrato de mi mano, se cubre la boca para ocultar un jadeo de sorpresa al verlas. Su mirada me encuentra.

     — ¡Dios mío! ¡Es igual a ti de pequeño! —se vuelve a mi padre y le enseña la foto—Igual a Connor, mira que hermosa nuestra nieta, Al...

     Después de organizarnos para hablar más detenidamente de todo, se retiran. Llego al departamento, y tiro mi americana sobre el sillón minimalista. Tomo una copa de cristal de corte fino y me sirvo dos dedos de whisky. Camino hasta el piano, tomo asiento, me desabotono los gemelos y mis dedos comienzan a tocar notas tristes. El sollozo no invitado, sale de mis labios. Cierro los ojos y comienzo a recordar esa noche en que me abandonó, llevándose consigo...

Una parte de mi vida:

Mi pequeña y dulce Maiara.

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