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Odio tener que pasar tanto tiempo dentro de un auto, odio esa sucia carretera desolada que he observado desde hace más de tres horas, odio el cambio constante de mis padres de ciudad a ciudad, de país en país, sin explicación ni compasión, odio no ser mi hermana Jocelyn que sin problema se pasaba las reglas y peticiones de nuestros padres por el culo, logrando tener una vida llena de diversiones, momentos íntimos interminables, rodeada de hombres que con solo verla la deseaban, con miles de amigos que la ven como una diosa, que podía hacer lo que quisiera.

Odio no ser ella que tiene al hombre que quiere con solo dirigirle una pícara mirada, que a pesar de su voz escandalosa y su conversaciones sin sentido puede lograrlo todo, que siempre me presume las incontables aventuras asombrosas que vive; odio no ser tan valiente y perfecta como ella porque es así como puede librarse de éste tormento, aunque según para madre el pretexto sea solo por estar apunto de terminar Universidad algo que desgraciadamente yo no logré y aparentemente nunca lo haré.

Me había costado demasiado reponerme de aquello, estaba diagnosticada con depresión. El desanimo, los constates reclamos de mi madre repitiendo una y otra vez que si ese examen lo hubiera hecho mi hermana lo habría aprobado con facilidad, las interminables comparaciones, las preferencias, solo causaban dolor, siempre estaba tan cansada.

Odio ser tan cobarde, común y aburrida. En conclusión odio mi nueva ciudad, odio mi simplona vida.

—¡Vamos linda!— comenta mi padre —Sonríe un poco, esté lugar es hermoso, hay sol, hay colores, sonidos, playa, esta fantástico

—Si papá ya lo noto —comento sin ánimos

—Sólo espera a ver la zona esta perfecta —dijo mi padre mirándome por el espejo

Yo solté un suspiro contra la ventana

—¿Y cuanto durará. Medio mes, un mes completo? —reclame

—Mi amor tranquila

—Saben que es la verdad, nunca...

Lleve la mirada hacia el espejo donde me tope con la agresiva mirada de mi madre

—¡Basta Hannah!—grito —No puedes seguir con esa abusada actitud siempre, deten tu berrinche ahora mismo —me reprendió mi madre con su típico gesto de mal humor, para luego regresar a los asuntos en el celular

—Descuida cariño, está vez es el tiempo que tu desees porque así como tu hermana decidió vivi sola, ahora te toca a ti, ya tienes la edad—dijo mi padre

La sonrisa que me regalaba mi padre a través del espejo retrovisor me hacia sentir animada, y como siempre intenta librar la tensión entre mi madre y yo algo que por desgracia siempre fracasaba

—La verdad no creo que sea...

—¡Mira ya llegamos! —interrumpió mi padre

Le seguí el juego y mire hacia la derecha donde por la venta se presento ante nosotros la gran ciudad. Cómo era de esperarse en el hogar de las estrellas, conocida como Los Ángeles, lo primero que llego a mi atención fueron los inmensos edificios que se presentaban frente a mi. Mi padre tenia razón, el clima era perfecto, esta ciudad me daba una sensación extraña, tan diferente. Si, en definitiva había llegado a esa ciudades tan famosa, Los Ángeles.

Yo no era gran conocedora de autos, mas que mi amado Mazda color cereza pero si sabia reconocer belleza cuando lo veía y la mayoría de los autos que nos rodeaban eran preciosos, tan costosos, elegantes al igual que los transeúntes iban con un estilo tan elegantes, colorido y perfectos.

Quizás era el error de una novata en esos nuevos terrenos pero hasta esa moda urbana marcada en los anuncios, paredes de costosos establecimientos me parecía atractiva. Mi padre giro hacia la izquierda, se presentaba ante nosotros una carretera rodeaba de edificaciones enormes, todas esas altas contracciones, cada vez uno mas grande que otro, mi padre volvió a girar y de pronto se presenta ante nosotros un edificio de hermosa estructura tan grande que parecía un castillo, era enorme tanto en lo alto como en lo ancho.

Al avanzar un poco, unas inmensas puertas de aluminio negro comenzaron a elevarse, mi padre se introdujo al oscuro lugar que se presentaba ante nosotros, tan pronto como el auto entro, fuimos sorprendidos por unas luces brillantes que se encendieron indicando el camino a seguir, pronto encontramos muchos mas autos estacionados, quede sorprendida al notar que había mas lujo y belleza automovilística aquí debajo que en todo el camino por la carretera. Mentiría diciendo que no me seguí impresionando con todo lo que de pronto se presentaba ante mi vista, quedé sorprendida, el lugar estaba bastante iluminado, dotado de los mejores elementos tecnológicos; luces rojas en lo alto de cada auto mostrando que estaban ocupado y otros espacios vacíos con una luz verde, nuestro auto siguió su camino lento para que pudiéramos observar un poco.

Así seguimos hasta llegar a un espacio vacío en especial, encontrando una placa plateada incrustada en la pared con luces a su alrededor, tenia forma rectangular, lo suficientemente grande para que se observara bien, con letras oscuras en grande lleva escrito "Bramson", mi apellido, lo que me indico que ese sería mi lugar de estacionamiento de ahora en adelante. Mire el reflejo de mi padre una vez más en el espejo, estaba con una sonrisa animada, esperando que me sintiera un poco más feliz, entendí lo que tramaba. sonrei

Quería dejarme claro que este nuevo hogar seria solo mío, que podía sentirme libre sin las habladurías de mi madre o sin tener que alejarme de nuevo de los poco que consideraba amigos. Aquí podría iniciar de nuevo y esta ves cuidarlo el tiempo que me pareciera adecuado, serian mis decisiones y nada mas. Mi padre era el único que en verdad demostraba un sentimiento de amor hacia mi, a diferencia de mi madre que en la mayor parte del tiempo juntas me repudiaba como si yo fuera el mayor error que había cometido en toda su vida. No quería que mi padre perdiera el ánimo, después de todo aun tenía un poco de esperanza en que esta fuera mi ultima oportunidad para por fin tener una verdadera vida y no solo ver el tiempo pasar de largo. Al final le sonreí con menos alegría que el sin embargo le sonreí. Complacido, mi padre acomodo mi amado auto en el lugar, regaló por mi dieciocho cumpleaños y mi mayor tesoro o mejor dicho el único. Una vez que el auto quedo bien acomodado y el motor se apago, todos abrimos la puerta para salir, yo tomé la maleta que llevaba a mi lado y la cargue para sacarla del vehículo, mi padre se dirigió a la cajuela y comenzó a sacar el resto del equipaje.

—Buen día —se escuchó tras nosotros

La voz de hombre sonaba amable, papá y yo giramos el rostro para verlo, era un hombre mayor, por su apariencia supe que era de más edad que mi padre, de cabello entre rubio y cano, piel blanca y unos lindos ojos azules, llevaba puesto un traje color gris, hacia un juego perfecto con su camisa blanca y su corbata plateada, tan limpio y perfecto.

—¿Señorita Bramson? —dijo dudoso

—Claro que no —respondió mi madre

Al parecer el pobre hombre se dirigía a ella y yo no puede frenar mi sonrisa al escuchar el "Señorita"

—Aquí —dije

levantando la mano derecha

—¡Oh! Cuanto lo siento les ofrezco una disculpa —dijo el hombre mirándome

—¿Quien eres tu? —cuestiono mi madre

mientras me miraba con el ceño fruncido, aparentemente si me había escuchado ¡Demonios!

—Es un gusto, yo soy Will el guardia del edificio

—Es un placer —respondí sonriendo

—Estoy aquí para recibirlos por favor pasen por aquí por favor —pidió manteniendo su sonrisa

extendió la mano derecha para señalarnos hacia unas enormes puertas de cristal.

—Permitame llevarlo —dijo Will

Señalando la maleta que llevaba en mi costado izquierdo

—No tranquilo

—Dásela Hannah —ordeno mi madre

—Mejor ayude a mi papá —comente

A pesar de que este era el último paso, donde por fin rompería la unión entre padre e hijo, donde por fin salia del nido. Mi madre no se limito en dejarme claro que ella aun mandaba, sin importar que estuviéramos por llegar a mi hogar, con mis reglas, aunque ya se dirigieran a mí como una persona independiente, mientras ella estuviera presente yo debía callar, asistir con la cabeza y seguir con lo que ella ordenará, como lo hacía desde que era pequeña, dominándome con solo una mirada, solo un gesto o en sus mejores momentos con solo su presencia, justo como lo hacia ahora, vi su postura seria, su ceño fruncido, tenia que terminar con esto pronto, ella se estaba impacientando y eso solo indicaba problemas. La había desafiado y me había burlado de ella, lo mejor era dejar de jugar a la valiente y seguir con lo que ordenara y como era de esperarse su primera indicación fue salir de el estacionamiento, ella y yo nos adelantamos mientras Will y mi padre se encargaban del equipaje. A mi madre le importaba muy poco si aquellos pobres hombres que ya no contaban con una fuerza considerable se encargaran de todo, aun así logre llevar mi bolsa conmigo, así evitaría otra carga para ellos.

Seguí el caminar de mi madre, como siempre se comportaba como si todo lo conociera, con seguridad, muy en el fondo yo deseaba ser como ella, esperaba que al tener su edad mi cuerpo se viera tan curvilíneo como el de ella y me permitiera portar al igual que ella cualquier vestimenta como lo hacia ahora con ese vestido manga larga color violeta oscuro que le amoldaba a la perfección el cuerpo, su larga mascada de color blanco y lila la hacían ver tan elegante sin mencionar su zapatillas de punta del mismo tono lila que sus accesorios. Mi madre era hermosa, su cabello era un poco mas rubio que el mio y sus ojos eran de un combinación entre azul y gris, cubierto por largas pestañas era lo único diferente entre nosotras, pero en cuestion de su rostro era básicamente como la vida me mostraba que yo seria en un futuro, rostro redondo y pequeño, con una nariz ni muy pequeña ni mucho menos grande, a mi medida exacta, unos labios pequeños, la diferencia entre las dos aparte de la edad era el rostro molesto de mi madre a comparación del mio tan melancólico y teniendo miedo a todo, la admire un momento, no sabría hasta cuando lo volvería a hacer

En cuestion de físico entendía perfectamente por que mi padre estaba con ella sin embargo no entendía por que ella estaba con el. Mi padre era atractivo, de piel blanca y cabello rubio, ojos verdes, de buen perfil, nariz pequeña labios medianamente gruesos, barbilla partida y seguí recuerdo era un físico agradable. Pero la personalidad de mi padre contra la de mi madre era totalmente distinta, como aceite y agua. Tan distintos que había crecido la mayor parte de mi vida rodeada de discusiones sin fin. Note como mi madre se dirigió sin vacilar hacia las puertas las cuales contaban con censor y al momento de estar frente a ellas estas se abrieron con lentitud yo solo me limite a seguir a mi madre.

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