PRÓLOGO

Con su cuerpo perfectamente erguido portando su elegante y costoso traje Armani hecho a la medida, frente a la enorme pared de cristal que adornaba su ostentosa oficina, su mirada se fijaba justo al frente, admirando cada detalle de su paisaje cotidiano, el ceño se le frunció cuando bajo su mirada, debajo, siempre debajo de él, podía notar el andar de los peatones a toda prisa dirigiéndose hacia sus destinos inciertos, el trafico interminable, movimiento tras movimiento, tanto que con solo verlo le provocaba agotamiento de imaginar que afuera de esas paredes el ruido ensordecedor de la ciudad rompería rápidamente con la delgada hebra de tranquilidad que le quedaba, un momento de distracción era lo único que necesitaba antes de entregar su verdadera atención en lo que en realidad le perturbaba. El teléfono no dejaba de sonar y aunque lo había estado evitando, en la pantalla siempre aparecía el mismo número y el mismo nombre, suplicando lo mismo de siempre, el perdón. Perdón hacia otra sangre, hacia otro bien estar. Sin embargo parecía que todos lo habían olvidado, él no era un santuario para perdonar ni un sanador para salvar, era un Dios destructivo y rencoroso que había jurado con sangre la aniquilación de todos y cada uno de sus enemigos.

Su boca se humedecía solo al recordar la felicidad que invadió su cuerpo cuando obtuvo la información que tanto había anhelado por lo que parecía ser un siglo, estaba justo ahí, en la misma habitación, a su disposición pero no lo haría rápido, no, nunca. Sería peor que la agonía misma peor que descender en cada uno de los infiernos de Dante, se necesitarían súplicas llenas de dolo y devoción y aún con todo no se detendría hasta destruir la más mínima pisca de esperanza. Había nacido para y por esto, toda su vida se vería resumidas por lo que yacía sobre aquel enorme escritorio de caoba oscura. Un sobre amarillo que hasta hacia unas pocas horas una de sus empleadas le entrego.

Para cualquier otra persona no eran más que unos simples documentos en espera de ser revisados, unos de tanto pero para él eran la parte fundamental de su maquiavélico plan, el detonante para liberar las más depravadas y siniestras intenciones que solo una mente como la suya podía contemplar. Dudo por un momento, la voz de la razón le susurro directamente en la conciencia ¿Acaso todo eso esa necesario? Quizás debería dejarlo así, ya habían pasado tantos años, esperaba que todo se borrará de su mente con el tiempo, sin embargo aquella pesadilla era constante, aquel dolor, aquel sentimiento vacío, cada día inundaba con mas fuerza su ser. Respiro con profundidad, un respiro tan pesado que parecía quemar el recorrido de su garganta hasta sus pulmones. Dolor, claro que sentía dolor, estaba dudando y con ello estaba defraudando a toda su familia, su sangre, su palabra, a su madre y mas importante a si mismo. Lo había jurado.

Sacó las manos de los bolsillos, llevándose la diestra en dirección a su plateada corbata la cual arranco con brusquedad del cuello, el dolor no cesaba, sentía que este lo asfixiaban con una brutalidad imparable. Las preguntas siguieron navegando su mente con intensidad ¿Por que después de tanto tiempo? Había esperado esa oportunidad desde que se adueño de su propia conciencia, pero llegar hora cuando mejor se encontraba, cuando sus negocios estaba en el punto mas alto, cuando parecía que todo se resolvería, cuando su vida era perfecta. ¿Por que ahora? Era la única pregunta que daba vueltas por toda su cabeza. Dejo la belleza de esa fabulosa puesta de sol sobre Los Ángeles para después, giró el cuerpo en dirección al escritorio, este le llamaba, parecía gritar su nombre. Todo indicaba que sin importar lo que hiciera le seria imposible quitarse esa dolorosa sensación de asfixia, sujeto con fuerza su cuello sintiendo con claridad la manzana de adán que le bailaba, giro un poco el rostro haciendo que por fin su cuello crujiera, soltando un poco de tensión, cerro los ojos dando otra bocanada de aire deseando que esta no se volviera tan dolorosa como las anteriores, trago saliva, con dificultad, pero lo logro.

Reposó aquella varonil y bien ejercitada figura en la silla giratoria de cuero negro, estiró un par de veces los dedos logrando que estos emitieran otro placentero crujido para luego sostener de una buena vez aquel sobre amarillo que tanto le intrigaba. Deslizó el material de papel amarillo para sostener las hojas de su interior, un hormigueo viajo desde la nuca hasta la mitad de su espina dorsal, cuando contempló la pequeña fotografía de esa insignificante chica, su boca comenzó a secarse, algo nuevo, pasó el pulgar por el rostro impreso de la mujer deslizando la punta de su dedo de un lado al otro hasta clavarle inconscientemente la uña justo en el centro, se lamió el labio inferior para luego mordérselo dejándose dominar por un enojo que parecía recorrer todas las venas del cuerpo como si de fuego se tratara. Era idénticas a la de sus pesadillas pero más hermosa como una ninfa de los infiernos hecha para tentarlo. Mas dolor, coloco la mano izquierda sobre el escritorio para reposar su cabeza entre los dedos, los cuales le acariciaban la piel arrugada de su frente, de nuevo dudaba, hasta hacia unos segundo estaba completamente seguro de las acciones a seguir, existía un plan pero ahora observado con detenimiento aquella pequeña fotografía algo parecía confundirlo, desafiarlo, intrigarlo. Algo maquinaba en su macabra mente, algo que no estaba en los planes originales, algo que seguramente sobrepasaba lo acordado sin embargo una vez que aquello se instalo en su mente no habría manera de borrarlo.

Cerró los ojos una vez que la foto quedó bien grabada en su memoria, la comisura izquierda de su labio se alzo ensanchando su pómulo, la sonrisa era malévola, perfecta y seductora, dejo salir el aire que no sabia desde cuando estaba conteniendo, el dolor comenzaba a disiparse, el ahogamiento que le provocaba su propia mente había desaparecido y pronto todo en su mente volvió a su tranquilidad. Una temerosa tranquilidad.

Relajó su cuerpo en el respaldó de la silla deleitándose con el cumulo de ideas que pronto invadieron su mente de nuevo, un sin fin de escenarios donde cada atrocidad era peor que la anterior, todo preparado solo para una chica que, seguramente no tenía alguna idea de su existencia ni de lo que se avecinaba, se lamento por desear destruir tan fina belleza, no obstante había logrado lo que desde hacia tiempo se estaba orquestando, una venganza prometida que ni su padre había cumplido.

El retoño de la mayor enemiga de su familia estaría completamente a su merced. Saboreó sus labios como todo depredador  hambriento al imaginar cómo y cuándo haría sus movimiento, añorando el instante donde aseguraba se deleitaría con la chica hasta el punto de obligarla suplicar por su vida.

—Es casi un desperdicio —murmuró —Es tan hermosa y perfecta.

—No puedes imaginar lo deseoso que estoy de conocerte y así terminar con todo de una m*****a vez —dijo, mostrando su perfecta sonrisa.

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