Me sorprendí al leer la carta, ya que sólo decía: «estimada Vero, soy tú admirador secreto. Simplemente te vi y me enamoré de ti. Aquí te dejo mi número de teléfono, mis redes sociales y también un dibujo de como fue qué te miré por primera vez.»
Observe el dibujo y me di cuenta que como me había conocido fue cuando hablé con la señora Fátima, cuando estaba fuera del departamento. Así que era de lógica pensar que el joven nos había estado observando mientras doña Fátima y yo, conversábamos.
Miré a todos los lados de la carta; para ver si la persona que lo escribió, había anotado su nombre. Y sí, efectivamente, estaba escrito el nombre de Keiner. O. «¿Quién será ese tal Keiner. O?» Me preguntaba a mí misma, mientras guardaba la carta en un cajón. De repente mi celular timbra. Era un número desconocido que no recordaba haber visto antes. No sabía si contestar o no la llamada.
Me sentía nerviosa, "y no sabía, el porqué de ello."
Mi celular no dejaba de timbrar, esa persona que llamaba insistía, hasta que yo decidí contestar.
—Disculpe, ¿Quién llama? —pregunté.
—¿Eres Verónica? —preguntó la persona que llamó.
—Sí, ¿porqué?, ¿quién habla? —Insistí en saber de quién era la voz que estaba del otro lado.
—Dice mi hermano que si ¿leíste la carta? —me preguntó, yo algo nerviosa y angustiada corte la llamada.
No comprendía, como alguien podía tener mi número sin yo habérselo dado. Ni porque ese tal Keiner, había puesto a su hermano a llamarme.
«¿Tanto le urge saber si leí su carta? -pensaba.»
Después de eso, decidí dibujar un rato, y así no pensar más en eso. Mientras dibujaba no sé, me dió por asomarme y ver por la ventana; alcancé a ver a un chico que no había visto antes. Supuse que debía tratarse del chico nuevo y que por ello, le habían dado la bienvenida los demás vecinos.
Me levanté y me acerqué a la ventana. El joven tenía una especie de oficina en su departamento, estaba revisando su laptop.
—"Creo que es muy apuesto". —lo dije en voz alta.
Pero al mismo tiempo, negaba con la cabeza diciendo: «como pude decir eso, tengo que tratar de controlarme.»
En eso vuelve aquel recuerdo que marcó mi vida para siempre. Les contaré:
Mí vida ha sido muy complicada desde que estaba en la escuela.
Recuerdo muy bien la vez que me le declaré a un chico en el instituto. Ese día, muchos de mis compañeros se burlaron de mí, ya que Elián el chico que tanto me gustaba, me rechazó y me trato muy feo.
—Elián, me gustas mucho. —al fin confesé.
—¿"En serio"?, eso sí que es normal. Yo soy un chico muy galán; pero que una fea me lo diga, no es para nada lindo. —respondió y se burló.
—¡Yo no soy fea! —le dije casi llorando.
—No, no eres fea. Eres horrible. —exclamó, mientras se reía sin parar delante de todos los otros chicos, quienes también comenzaron a reírse de mí.
—Eres muy malo.—respondí.
—Y tú eres un patito feo.—me dijo, dió la vuelta y se fue.
Después de eso ya no fui la misma. Así me enamorará de alguien, no confesaría mis sentimientos y así, con el tiempo, los iba olvidando. Sólo espero que esta vez, si me enamoró nuevamente, pueda olvidar rápido ese sentimiento. Yo soñaba con llegar hacer feliz.
Después de un rato de mirar al chico por mi ventana, seguí con lo que estaba haciendo, mientras que afuera de mi departamento algunos vecinos seguían con su escándalo y la bulla.
—Hágame el favor y dejé a mi novia en paz. —escuché que alguien dijo con una voz que sonaba bastante molesta.
—Sólo quiero que mi amiga me ayude con la chica. —respondió un joven, o eso pensaba ya que su voz lo definía.
—Sí eres tan hombrecito, tú mismo puedes conquistar a esa chica que dices. —nuevamente escuché esa voz llena de enojo.
—Soy muy hombrecito, sólo que no se como empezar. —exclamó el joven.
—Haber, tú dime, ¿quién es la chica?
Ya estaba harta de tanto ruido, así que me puse los audífonos y seguí con los dibujos. Siento que esa discusión, no tenía mucho sentido; así que era mejor no poner tanta atención a ese tipo de conversaciones.
Me emocioné tanto dibujando y escuchando música que cuando miré el reloj, eran las 5:30 p.m, además, que mi celular ya estaba muy descargado. Lo bueno era que por fin había terminado de hacer los últimos dibujos. Puse mi celular a cargar, para luego prepararme algo de cenar, ya que tenía mucha hambre después de tanto trabajo. Preparé unas ricas papas fritas y un pedazo de pollo, además para beber me hice un batido de fresa. Y luego me senté en la mesa para poder disfrutar de lo que yo había preparado. Mientras afuera volví a escuchar las voces de los mismos que estaban discutiendo momentos antes.
—Ahora sí, ¿preparado para conquistar a tu amor? —dijo el hombre el cual ahora parecia estar más calmado.
—Sí, ahora que sabes quién es esa joven que tanto deseo y con todas las recomendaciones que me diste, estoy seguro que lo lograré. —escuché decir al joven.
Luego de eso, escuché tocar la puerta de mi apartamento. Yo fui a abrir y cuando lo hice me topé con el mismo chico que antes había venido y pasado como si nada a mi departamento.
—¿Qué quieres? —le pregunté, pero él no me respondió nada. Y lo que hizo luego me dejó inmóvil...
El chico me dió un beso y me dejó realmente muy confundida; yo no entendía el ¿porqué me dio ese beso? —Quién crees que eres para llegar así como así y darme un beso? —le Pregunté. —Eres tan hermosa, me encantas mucho. —¿Te gustaría pasar una noche conmigo? —me dijo. —¡¿Qué te pasa idiota?! —le grité y luego le di una bofetada. —Pensé que te gustaría la propuesta. ¿No que a las mujeres les gusta eso? —me respondió. —No, ¿estas loco o que? No todas las chicas son iguales. Yo soy chica de respeto. Ahora, lárgate de mi departamento. —le dije enojada, sacándolo a empujones de mi departamento. —Pero.... yo... Me iba a decir algo justo cuando cerré la puerta frente a sus propias narices. ¿Que acaba de pasar aquí? -me preguntaba. No entiendo nada, nunca nadie me ha dado un beso y me ha di
—Solo te diré que debes tener cuidado con el señor Alfonso. —respondió Keiner, en voz baja. —"Por Dios", me asustas. —exclamé. —Créeme, te lo digo por tú bien. Aquí está mi número para que me llames o me escribas en el caso que lo necesites. Keiner me dio su número en un papelito. —Okey, esta bien. Aunque no comprendo muy bien lo que dices, igual tendré cuidado y te llamaré o escribiré, si lo requiero. —le dije. —Bueno, me voy, adiós. —se despidió. —Adiós y "gracias". —respondí. Después de eso, cerré la puerta del departamento, asegurándola muy bien. Tenía miedo, de aquello que me había dicho Keiner eso me preocupaba enormemente. ¿Y sí esa persona que me dijo Keiner, realmente me hace daño? ¿Qué puedo hacer? —pensaba en voz alta. Minutos después,
—¡Por favor, ya no dispare más! Ella ya esta muerta, por favor retírese. Nadie dirá nada de esto. —escuché que dijo llorando, el esposo de la mujer ya fallecida. —Me iré, pero les advierto que si alguien dice algo, se arrepentirá de haber nacido. —dijo eso y luego se retiró. Después de unas horas. Ya era el momento de alistarme para irme para la fiesta de cumpleaños de la esposa del señor Manuel dueño de los departamentos. Decidí ponerme un vestido largo, color rojo y unos zapatos de tacón de color plateada. Mi cabello lo dejé suelto. Preparé unos ricos panecillos para compartir en la fiesta. Salí del departamento y cerré la puerta. Me dirijo al lugar de la fiesta, la cual se haría en uno de los departamentos vacíos. Casualmente me topé con el chico que me gusta, pero al verme ni me saludó. —Oye, ¿acaso yo no existo? —
—Alfonso, ¿qué quieres de mí? —le pregunté. —Mira vengo a darte la sorpresa que te dije, mira esto. —dijo Alfonso, sacando una pistola. —¿Para qué es esa pistola?—pregunté con miedo. —Sólo tienes que aceptar algo y yo no te haré daño. —dijo Alfonso. —¿Aceptar qué? —le pregunto a Alfonso. —Acuéstate conmigo esta noche y no te haré nada. —me dijo. —¿Esta noche dices? —pregunté —Así es. —respondió Alfonso. —Necesito ir al sanitario, ¿te puedo responder en cuanto salga? —¿Y como se yo que no avisarás a nadie? —preguntó Alfonso. —Entonces dejaré mi celular contigo, para que veas que no tengo intención de decir nada. —respondi. —Okey, dámelo. —dice Alfonso. &nbs
—¿Dime que necesitabas decirme? —preguntó Alfonso. —Es que necesito un favor tuyo. —le dice a Alfonso. —¿Okey, dime? —le respondé al señor Manuel. —Puedes ir a supermercado un momento y traer dos botellas de tres litros de cualquier refresco que veas, por favor, es que casi no hay. —le dice el señor Manuel a Alfonso. —Esta bien. —Alfonso accede. —Toma el dinero. —Don Manuel le da el dinero a Alfonso. —Voy de inmediato. —responde Alfonso. —"Muchas gracias." —le agradece a Alfonso. —No hay de que. —dice Alfonso y se retira. —Señor Manuel, ¿para donde va Alfonso? —pregunté. —Lo mandé a traer unos refrescos. Ahora, necesito que te vayas para el departamento de tu amigo Keiner. —le informó el señor Manu
—"Hola", Vero, te llamó para darte la mala noticia, ya que tu prima falleció hoy, hace cinco minutos —dijo mi tia Leticia, la madre de mi prima, y quien se notaba profundamente triste. —¡No puede ser cierto! estás bromeando tía, no puede ser verdad. —respondí con lágrimas en los ojos. —Mí niña, no te miento, ¡Rosa nos dejó!, mañana será su funeral a las 1:00 p.m. Quisiera que vinieras a despedirte de ella. —me respondió mi tía Leticia con la voz quebrada. No pude responder nada más, ya que perdí la conciencia y me desmayé afuera de mí departamento, luego de allí, no recuerdo absolutamente nada. —"Por Dios," Verónica, despierta por favor. —exclamó Keiner, preocupado. —Aquí traje alcohol. —dijo
—No puedo tía, quizás mas adelante. Entre unos dos o tres años. Espero me comprendas. —al fin respondí. —Pero, ¿por qué así mi niña? —me pregunta tía Leticia. —Tía, simplemente no me quiero ir del departamento, al menos por el momento. —le dije. Luego de decirle eso, mi tía se puso triste pero yo la convencí de que si llegaría a vivir con ellos, sólo que más adelante. También le dije que aceptaba el dinero por ser algo que mi prima quería, así que ella me dio el dinero. —¿Cuándo te vas? —preguntó mi tía. —Hoy mismo, de hecho ya voy a llamar a Alejandro, el señor que me trajo hasta acá —le respondí. —Me gustaría que no te fueras; pero ni modo, te debes ir. —me dijo. —En cuanto pueda vengo a visitarlos. Ya sabes, queda muy lejos de donde vivo hasta acá. –le prometí.
—¿Qué haces, por Dios? —preguntó el señor Manuel, apavorado ante esa situación. —No voy hablar con nadie, lárguesen de aquí o le disparo a esa chica. —dijo Enrique. —¿Pero, por qué harías eso? —le pregunta Don Manuel a Enrique. —Sólo quiero que se larguen, o a caso quieren que le disparé a esa chica horrible, porque ganas no me faltan de matarla. —respondió Enrique. —¡Tú eres el horrible! —dije y salí corriendo. —¿Qué te pasa?, a una mujer no se le habla así. —lo confrontó Keiner. —¡Tú callate! —exclamó Enrique y le disparó, hiriendo a Keiner, para después cerrar la puerta. —¡Ay no!, tenemos que llevarlo al hospital. —dijo Don Manuel, intentando socorrerlo. El resto de personas estaban muy asustadas. —Llevémoslo en mi auto. —dijo Luis.