El chico me dió un beso y me dejó realmente muy confundida; yo no entendía el ¿porqué me dio ese beso?
—Quién crees que eres para llegar así como así y darme un beso? —le Pregunté.
—Eres tan hermosa, me encantas mucho. —¿Te gustaría pasar una noche conmigo? —me dijo.
—¡¿Qué te pasa idiota?! —le grité y luego le di una bofetada.
—Pensé que te gustaría la propuesta. ¿No que a las mujeres les gusta eso? —me respondió.
—No, ¿estas loco o que? No todas las chicas son iguales. Yo soy chica de respeto. Ahora, lárgate de mi departamento. —le dije enojada, sacándolo a empujones de mi departamento.
—Pero.... yo...
Me iba a decir algo justo cuando cerré la puerta frente a sus propias narices.
¿Que acaba de pasar aquí? -me preguntaba. No entiendo nada, nunca nadie me ha dado un beso y me ha dicho que le gusto. Y mucho menos me ha pedido algo como la propuesta de mal gusto que me ofreció.
¿Entonces él es el chico que quería que le ayudaran para conquistar a la chica, y esa chica soy yo? -Pensaba.
¿Pero le ayudaria esa tal amiga o al contrario la pareja de ella?
Me hacía tantas preguntas en mi cabeza que sentía que me volvería loca. Mas que todo porque yo nunca antes, había vivido algo como eso.
Después de pensar tanto, decidí salir un rato de mi departamento. Salí con cuidado para evitar que alguien me viera salir; pero me detuve por un momento, al escuchar una conversación en la casa del hombre que estuvo discutiendo con aquel joven, que al parecer es el mismo idiota que entró a mi departamento sin permiso.
—¿Qué hiciste que? —escuché decir a la chica mientras yo estaba por la puerta de ese departamento, escuchando la conversación.
—Así es, yo le dije a tú estúpido amiguito que le diera un beso apenas entrará y le dijera que pasará una noche con él, y me dijo que lo haría, pensó que en serio serviría, cuando en realidad lo iba arruinar todo. —le respondió ese hombre a la joven.
Entonces me di cuenta que fue él y no ella la que le había supuestamente ayudado; cuando en realidad quería hacer que él fracasara y cometiera una tontería. Sólo que no entiendo, ¿cómo pudo hacerle caso y hacer lo qué hizo?
Luego de escuchar eso, preferí, ahora sí, ir y caminar un rato; no sé dónde, sólo quería salir un momento de mi encierro, por decirlo así. Estaba tan distraída que no vi que un chico estaba al frente mío y choqué con él.
—Lo siento mucho, no fue mi in... —no termine de hablar porque me di cuenta que con el que había chocado era con el muchacho que había observado por la ventana.
—Deberías de fijarte por donde vas. —me dijo y siguió su camino.
Esas palabras, hicieron que me sintiera mal.
No pensaba que me iba a responder tan bruscamente. Pensé que diría que no me preocupará que fue un accidente; pero no, no fue así.
Suspiré y seguí caminando, pero luego me detuve al mirar que el chico ese que me dio el beso, estaba de espaldas hablando por celular, y al parecer hablaba con su hermano. Eso me recordó a la llamada que me habían hecho y la cual yo corte al escuchar que era el hermano del que realizó la carta.
Claro, ahora voy descubriendo todo. Me doy cuenta que mi vida ha cambiando un poco; aunque no estoy segura, sí es para bien o para mal.
¿Realmente le gusto a ese chico? -pensé.
Para mí es nuevo todo esto. Gustarle a alguien es como si se tratará de un milagro. Bueno, o por lo menos era lo que pensaba.
—Vero, ¿hace mucho que estas aquí? —me pregunto el joven, el cual definitivamente es ese el tal Keiner O.
—No, vengo llegando apenas, ¿porqué?—respondí algo nerviosa.
—Sólo preguntaba. Por cierto, mil disculpas por lo de hace un rato. —me dijo y yo solo acepté su disculpa.
—Bueno, nos vemos. —Keiner se despidió y se retiró.
Yo decidí retirarme también, y irme a mi departamento.
En cuanto llegué me senté en un sillón, para luego responder unos mensajes que aún no había respondido.
La mayoría de mensajes eran de un profesor que tuve en la preparatoria. Él me insiste mucho en que estudie más, y a que encuentre algo que me guste mucho.
Yo sólo le respondo que lo haría en su debido tiempo, ya que sinceramente no sabía que estudiar. Entonces el profesor me recomendó que investigará sobre las carreras que había en el internet, para ver si así encontraba mi vocación; así que lo hice. Empecé a buscar información de las carreras y la verdad no me gustó ninguna. Todo este tiempo, sólo me he interesado por los dibujos. En serio quería estudiar algo más; pero si no me llama la atención las carreras que existen, entonces, «¿Para qué estudiar?», si tienes que estudiar algo que no te guste. -Pensaba.
—Vero, Vero. —Escuché que alguien gritaba y tocaba la puerta de el departamento, quitándome de mis pensamientos.
—Por Dios, ¿Quién tocará la puerta? —me preguntaba.
—Vero, necesito decirte algo, por favor ábreme.
—A ver, ¿que me quieres decir? —dije abriendo la puerta; pero al abrirla noté a Keiner muy asustado.
—Mirá, escuché que uno de los vecinos te quiere hacer daño. —me dijo Keiner algo alterado.
—¿Como?, ¿a qué te refieres?
—Solo te diré que debes tener cuidado con el señor Alfonso. —respondió Keiner, en voz baja. —"Por Dios", me asustas. —exclamé. —Créeme, te lo digo por tú bien. Aquí está mi número para que me llames o me escribas en el caso que lo necesites. Keiner me dio su número en un papelito. —Okey, esta bien. Aunque no comprendo muy bien lo que dices, igual tendré cuidado y te llamaré o escribiré, si lo requiero. —le dije. —Bueno, me voy, adiós. —se despidió. —Adiós y "gracias". —respondí. Después de eso, cerré la puerta del departamento, asegurándola muy bien. Tenía miedo, de aquello que me había dicho Keiner eso me preocupaba enormemente. ¿Y sí esa persona que me dijo Keiner, realmente me hace daño? ¿Qué puedo hacer? —pensaba en voz alta. Minutos después,
—¡Por favor, ya no dispare más! Ella ya esta muerta, por favor retírese. Nadie dirá nada de esto. —escuché que dijo llorando, el esposo de la mujer ya fallecida. —Me iré, pero les advierto que si alguien dice algo, se arrepentirá de haber nacido. —dijo eso y luego se retiró. Después de unas horas. Ya era el momento de alistarme para irme para la fiesta de cumpleaños de la esposa del señor Manuel dueño de los departamentos. Decidí ponerme un vestido largo, color rojo y unos zapatos de tacón de color plateada. Mi cabello lo dejé suelto. Preparé unos ricos panecillos para compartir en la fiesta. Salí del departamento y cerré la puerta. Me dirijo al lugar de la fiesta, la cual se haría en uno de los departamentos vacíos. Casualmente me topé con el chico que me gusta, pero al verme ni me saludó. —Oye, ¿acaso yo no existo? —
—Alfonso, ¿qué quieres de mí? —le pregunté. —Mira vengo a darte la sorpresa que te dije, mira esto. —dijo Alfonso, sacando una pistola. —¿Para qué es esa pistola?—pregunté con miedo. —Sólo tienes que aceptar algo y yo no te haré daño. —dijo Alfonso. —¿Aceptar qué? —le pregunto a Alfonso. —Acuéstate conmigo esta noche y no te haré nada. —me dijo. —¿Esta noche dices? —pregunté —Así es. —respondió Alfonso. —Necesito ir al sanitario, ¿te puedo responder en cuanto salga? —¿Y como se yo que no avisarás a nadie? —preguntó Alfonso. —Entonces dejaré mi celular contigo, para que veas que no tengo intención de decir nada. —respondi. —Okey, dámelo. —dice Alfonso. &nbs
—¿Dime que necesitabas decirme? —preguntó Alfonso. —Es que necesito un favor tuyo. —le dice a Alfonso. —¿Okey, dime? —le respondé al señor Manuel. —Puedes ir a supermercado un momento y traer dos botellas de tres litros de cualquier refresco que veas, por favor, es que casi no hay. —le dice el señor Manuel a Alfonso. —Esta bien. —Alfonso accede. —Toma el dinero. —Don Manuel le da el dinero a Alfonso. —Voy de inmediato. —responde Alfonso. —"Muchas gracias." —le agradece a Alfonso. —No hay de que. —dice Alfonso y se retira. —Señor Manuel, ¿para donde va Alfonso? —pregunté. —Lo mandé a traer unos refrescos. Ahora, necesito que te vayas para el departamento de tu amigo Keiner. —le informó el señor Manu
—"Hola", Vero, te llamó para darte la mala noticia, ya que tu prima falleció hoy, hace cinco minutos —dijo mi tia Leticia, la madre de mi prima, y quien se notaba profundamente triste. —¡No puede ser cierto! estás bromeando tía, no puede ser verdad. —respondí con lágrimas en los ojos. —Mí niña, no te miento, ¡Rosa nos dejó!, mañana será su funeral a las 1:00 p.m. Quisiera que vinieras a despedirte de ella. —me respondió mi tía Leticia con la voz quebrada. No pude responder nada más, ya que perdí la conciencia y me desmayé afuera de mí departamento, luego de allí, no recuerdo absolutamente nada. —"Por Dios," Verónica, despierta por favor. —exclamó Keiner, preocupado. —Aquí traje alcohol. —dijo
—No puedo tía, quizás mas adelante. Entre unos dos o tres años. Espero me comprendas. —al fin respondí. —Pero, ¿por qué así mi niña? —me pregunta tía Leticia. —Tía, simplemente no me quiero ir del departamento, al menos por el momento. —le dije. Luego de decirle eso, mi tía se puso triste pero yo la convencí de que si llegaría a vivir con ellos, sólo que más adelante. También le dije que aceptaba el dinero por ser algo que mi prima quería, así que ella me dio el dinero. —¿Cuándo te vas? —preguntó mi tía. —Hoy mismo, de hecho ya voy a llamar a Alejandro, el señor que me trajo hasta acá —le respondí. —Me gustaría que no te fueras; pero ni modo, te debes ir. —me dijo. —En cuanto pueda vengo a visitarlos. Ya sabes, queda muy lejos de donde vivo hasta acá. –le prometí.
—¿Qué haces, por Dios? —preguntó el señor Manuel, apavorado ante esa situación. —No voy hablar con nadie, lárguesen de aquí o le disparo a esa chica. —dijo Enrique. —¿Pero, por qué harías eso? —le pregunta Don Manuel a Enrique. —Sólo quiero que se larguen, o a caso quieren que le disparé a esa chica horrible, porque ganas no me faltan de matarla. —respondió Enrique. —¡Tú eres el horrible! —dije y salí corriendo. —¿Qué te pasa?, a una mujer no se le habla así. —lo confrontó Keiner. —¡Tú callate! —exclamó Enrique y le disparó, hiriendo a Keiner, para después cerrar la puerta. —¡Ay no!, tenemos que llevarlo al hospital. —dijo Don Manuel, intentando socorrerlo. El resto de personas estaban muy asustadas. —Llevémoslo en mi auto. —dijo Luis.
No sabía que decirle a Keiner, ya que no sabía lo que realmente sentía por él, si sólo era que no quería que lo lastimara nadie o si realmente estaba enamorada de él. Tengo una enorme confusión, todo esto resultaba muy complicado para mí. —Verónica, por favor, dime algo. —me dijo Keiner. —No puedo responder esa pregunta. Nos vemos mañana. —le respondí. —¿Cómo que no puedes Vero? —preguntó Keiner, pero no dije nada más y me metí al departamento. —Sí Verónica esta enamorada de mi, seré el hombre más feliz del mundo. —escuché que dijo Keiner. —Keiner, amigo, ¿cuánto tiempo? —dijo alguien que al parecer lo conocía. —¡No puede ser!, ¿Wiliam, eres tú? —preguntó Keiner. —El mismo, amigo ¿cómo has estado? —respondió Wiliam. —Es que has cambiando un