—No puedo tía, quizás mas adelante. Entre unos dos o tres años. Espero me comprendas. —al fin respondí.
—Pero, ¿por qué así mi niña? —me pregunta tía Leticia.
—Tía, simplemente no me quiero ir del departamento, al menos por el momento. —le dije.
Luego de decirle eso, mi tía se puso triste pero yo la convencí de que si llegaría a vivir con ellos, sólo que más adelante.
También le dije que aceptaba el dinero por ser algo que mi prima quería, así que ella me dio el dinero.
—¿Cuándo te vas? —preguntó mi tía.
—Hoy mismo, de hecho ya voy a llamar a Alejandro, el señor que me trajo hasta acá —le respondí.
—Me gustaría que no te fueras; pero ni modo, te debes ir. —me dijo.
—En cuanto pueda vengo a visitarlos. Ya sabes, queda muy lejos de donde vivo hasta acá. –le prometí.
—¿Qué haces, por Dios? —preguntó el señor Manuel, apavorado ante esa situación. —No voy hablar con nadie, lárguesen de aquí o le disparo a esa chica. —dijo Enrique. —¿Pero, por qué harías eso? —le pregunta Don Manuel a Enrique. —Sólo quiero que se larguen, o a caso quieren que le disparé a esa chica horrible, porque ganas no me faltan de matarla. —respondió Enrique. —¡Tú eres el horrible! —dije y salí corriendo. —¿Qué te pasa?, a una mujer no se le habla así. —lo confrontó Keiner. —¡Tú callate! —exclamó Enrique y le disparó, hiriendo a Keiner, para después cerrar la puerta. —¡Ay no!, tenemos que llevarlo al hospital. —dijo Don Manuel, intentando socorrerlo. El resto de personas estaban muy asustadas. —Llevémoslo en mi auto. —dijo Luis.
No sabía que decirle a Keiner, ya que no sabía lo que realmente sentía por él, si sólo era que no quería que lo lastimara nadie o si realmente estaba enamorada de él. Tengo una enorme confusión, todo esto resultaba muy complicado para mí. —Verónica, por favor, dime algo. —me dijo Keiner. —No puedo responder esa pregunta. Nos vemos mañana. —le respondí. —¿Cómo que no puedes Vero? —preguntó Keiner, pero no dije nada más y me metí al departamento. —Sí Verónica esta enamorada de mi, seré el hombre más feliz del mundo. —escuché que dijo Keiner. —Keiner, amigo, ¿cuánto tiempo? —dijo alguien que al parecer lo conocía. —¡No puede ser!, ¿Wiliam, eres tú? —preguntó Keiner. —El mismo, amigo ¿cómo has estado? —respondió Wiliam. —Es que has cambiando un
—Hola, ¿quién habla? —preguntó mi tío a la persona que le llamaba. —Soy yo, Mariana. Te llamo para decirte que vamos para allá ahora mismo, porque mañana no vamos a poder ir. —dijo Mariana. —¿Y eso por qué? —le pregunta mi tío. —Es que nuestra hija estará muy ocupada en su trabajo, mañana. —respondió Mariana. —De verdad, ¿y en qué trabaja mi hija? —preguntó mi tío. —Ella es doctora, trabaja en el hospital. —respondió Mariana. —¿Me hablas en serio? —preguntó mi tío sorprendido. —¡Así es! —dijo Mariana. —Bueno, aquí las espero. Por cierto, ¿a que hora vienen? —responde mi tío. —Ya casi llegamos. —respondió Mariana. —Okey, está bien. —dijo mi tío, y corto. —¿Tío, estás b
—¿Quién será a estas horas? —me preguntaba mientras abría la puerta. —Keiner, el departamento de tu amiga es bastante lindo y acogedor, ¿no crees? —dijo William. —Lo mismo pienso amigo. —dice Keiner. —¡Valentina! ¿Dónde están mis tíos? Tu mamá llegó aquí con un puñal lleno de sangre, quería matarme. Yo estaba en la habitación, cuando escuché que alguien abría la puerta, pensé que eran mis tíos, estaba feliz porque según yo, habían llegado, pero cuando me acerqué y vi que era tu madre, tuve que correr a la habitación y agarrar mi maleta para huir por la ventana y salvarme de morir a manos de tu mamá, dime, ¿qué es lo que pasa? mis tíos no llegan? —le dije. —Sólo te diré que esto sólo es el comienzo. Tus queridos tíos, tuvieron su merecido. —me respondió. —¿Dime dónde están ahora? —dije molesta, agarr
—Igualmente, es un gusto joven, me alegra mucho que mi sobrina tenga un amigo. —dice mi tía.—¿No serán novios? —pregunta mi tío todo serio.—"No tío", somos amigos. —le respondí a mi tío.—Bueno, porque yo no seré tu padre, pero te consideró como una hija, y antes de tener novio debes pedir permiso. —dijo mi tío.—"Cariño", yo también la veo como hija, pero no considero que deba pedirnos permiso, me conformo con que tenga un buen novio. —le dijo tía a tío.—Tío, "muchas gracias", la verdad yo se que me quieres cuidar, y no te preocupes, él es mi amigo, si tuviera una relación con alguien, se los diría, porque así como ustedes me ven como una hija, yo los veo como mis segundos padres. Y bueno, tia, te agradezco que desees eso para mi, los amo mucho a ambos. —les dije.—Y nosotros a tí te amamos. —dijeron ambos, mientras me
—Hola, hijo. —dice él padre de Enrique, al otro lado del teléfono.—Hola, padre, ¿cómo estás? —preguntó Enrique.—Mal, hijo.Pasó algo en la empresa. —dijo el padre.—¿Qué sucedió padre? —respondió Enrique.—Hijo, la empresa está en quiebra.Por favor, ven para explicarte todo en persona. —le dice el padre.—Está bien, voy a ir de inmediato. —dijo Enrique, y se retiró.Unas horas más tarde, ya en el departamento de Alexa.Estamos sentados todos en unas sillas, dándole la bienvenida a Alexa, y conociéndola.—Es un gusto conocerte Alexa. —dijo don Ramón, un señor que vive en uno de los departamentos, y los demás dijeron lo mismo.—"Gracias."—respondió ella. —desean refresco, y pan. —preguntó Alexa.—"Sí, claro" —dijeron todos.
—Disculpa, me llaman. —dice Jeferson.—Conteste, tranquilo. —le dije.—Halo, Karol, ¿cómo estás? —dijo Jeferson.—Estoy muy bien gracias, ¿y tú? —respondió ella.—Me alegro mucho, yo bien.¿A que se debe tu llamada?—Gracias, igual, es que ocupo hablar contigo, ¿cuándo puedes venir a mi casa? —dice karol.—Mañana, a las 10 a.m, ¿te parece?—preguntó él.—Sí, está bien entonces, nos vemos. —dijo ella.—Okey, chao. —dice Jeferson y corta.—Fue corta la llamada. —le dije.—Así es.Ahora sí, que es lo que ibas a decirme. —me dijo.—Es que mira, escuche a tu ex novia y a Enrique hablar, y habían quedado que entre los dos te iban a quitar dinero. —informe.—"Es enserio". —dice él.
—¿Qué fue eso por Dios? —decían todos. —Hay que descubrilo, yo voy, ustedes se quedan aquí, no se cole nadie por favor. —dijo el señor Manuel. —Fue un ruido muy fuerte. —dije a Keiner. —Señora Paula habré la puerta, ¿que sucedió? —preguntó el señor Manuel. —Voy señor Manuel. —dice ella. —¿Se encuentra usted bien? —le pregunta el señor Manuel en cuanto Paula abrió la puerta. —Sí, lo que pasa es que se cayeron unas ollas, mire. —le dijo y le indicó donde estaban. —Que susto nos pego doña Paula. —dijo el señor Manuel. —Hay me disculpan, se cayó sólo, es que tenia una encima de la otra y son varias, pero no les paso nada por que están abajo colocadas, como usted puede observar. —respondió ella. —Sí, bueno, esta bien entonces, nos vemos luego. —dijo el señor Manuel y se retiro.<