—¡Por favor, ya no dispare más! Ella ya esta muerta, por favor retírese. Nadie dirá nada de esto. —escuché que dijo llorando, el esposo de la mujer ya fallecida.
—Me iré, pero les advierto que si alguien dice algo, se arrepentirá de haber nacido. —dijo eso y luego se retiró.
Después de unas horas.
Ya era el momento de alistarme para irme para la fiesta de cumpleaños de la esposa del señor Manuel dueño de los departamentos.
Decidí ponerme un vestido largo, color rojo y unos zapatos de tacón de color plateada. Mi cabello lo dejé suelto. Preparé unos ricos panecillos para compartir en la fiesta.
Salí del departamento y cerré la puerta.
Me dirijo al lugar de la fiesta, la cual se haría en uno de los departamentos vacíos. Casualmente me topé con el chico que me gusta, pero al verme ni me saludó.
—Oye, ¿acaso yo no existo? —le dije, pero él no me respondió nada y siguió su camino.
—¡Que grosero!. —me dije a mí misma.
—Vero, espérame para irnos juntos.
—Keiner, una pregunta, ¿conoces a el chico que vive al frente de mi departamento? —le pregunté.
—Sí, se llama Enrique.
Es un chico grosero que se nota que no es nada amable. —me respondió Keiner.
—Sí, ya he comprobado que es grosero. —le dije a Keiner.
—Bueno, sigamos nuestro camino o llegaremos tarde y eso que estamos cerca.
—Así es, vamos a llegar tarde si seguimos parados aquí. —le respondi y seguimos el camino.
Al llegar a la fiesta notamos que estaban todos vecinos que alquilaban los departamentos, excepto la pareja que vivía generalmente, discutiendo siempre. Al parecer si se habían separado y se fueron del departamento en el que estaban y el hombre que perdió a su mujer en la mañana.
—Bienvenidos, ya faltan cinco minutos para que llegue mi mujer. Le inventé que tendríamos la visita de un posible alquilador para que viniera. Así que yo voy a salir afuera a esperarla, ya que le dije que estaría afuera del departamento. —nos dijo don Manuel y luego se retiró, mientras que nosotros nos quedamos callados sin hacer ruido.
—Hola, mi amor, ya casi llega la persona que está interesada en el departamento, entremos. —escuchamos que dijo don Manuel y luego abrió la puerta, y de inmediato gritamos sorpresa.
—¡No puede ser, muchas gracias!. —exclamó Elena, la mujer de don Manuel, y luego abrazó a su esposo.
—¿Te imaginabas esto amor? —le preguntó Manuel a Elena.
—No, no me lo imaginaba. —dijo ella sonriendo.
—Muchas felicidades por tu cumpleaños Elena. —dijimos todos los que estábamos en la fiesta.
—¡Gracias a todos da verdad! —respondió Elena.
—Ahora sí, empecemos la fiesta. Ah y si trajeron algo para compartir, pónganlo en aquella mesa por favor. —dijo don Manuel, señalando la mesa.
Todos los que traían algo para compartir colocamos los envases y platos en la mesa.
De pronto, sonó la música y varias personas se levantaron y empezaron a bailar; mientras que yo me sentaba en una de las sillas que estaban destinadas para los invitados.
Keiner se sentó al lado mío, mientras veíamos a las personas bailar.
De pronto, miré al lado izquierdo y noté que un hombre me miraba mucho así que le conté a Keiner, el volteó a verlo y notó que era Alfonso.
—Ese es Alfonso, hay que tener mucho cuidado con él. —Keiner volvió a recordarme lo que me había dicho temprano.
—¿En serio?, es que de aquí yo no lo reconozco. —le dije a Keiner.
—Es que él ahora usa ropa más elegante y tiene el cabello corto.
—Con razón. —respondí.
—Mirá, hay que hacernos los tontos, hacer como si nada pasará, ¿comprendes Vero?
—Sí, esta bien.
—¿No quieres bailar? —me preguntó Keiner.
—No, la verdad es que casi no me gusta bailar. —respondi.
—Que mal.
—La verdad Keiner es que no creo que pueda durar mucho aquí. No sé, casi no me gusta estar en fiestas ni nada de eso.
—De hecho a mi igual, casi no me gusta estar en fiestas.
—Mirá, ¿esa es Rebeca? —le pregunté a Keiner.
—Sí, es Rebeca, pero ahora su cabello es macho.
—No me gusta como se ve.
Keiner, ¿que opinas tú?
—Sinceramente, a mí tampoco me gusta como se ve.
—Hola, Keiner. —dijo Rebeca.
—Hola, oye aquí también esta Vero, no ves.
—"Así", hola Vero.—exclamó Rebeca mirándome con desagrado.
—Rebeca, te pintaste tú cabello, te ves diferente. —le dije.
—Sí, me lo pinté y muchas personas dijeron que se me ve hermoso.
—Rebeca, para serte sincero, a mí no me gusta como te ves. —dijo Keiner.
—Y a mi tampoco. —le dije a Rebeca.
—Eres una envidiosa y tú Keiner, eres un tonto.
Yo me veo muy bien con este recorte.
—JAJAJA, sí tú lo dices. —respondió Keiner; luego ella se fue.
—Keiner, iré al sanitario, ya vengo.
—¡Esta bien!
Fui de camino al sanitario, mas no sabía donde estaba ubicado, me perdí en uno de los pasillos; de repente escuché una voz.
—Hola, hermosa. —me dijo alguien.
—Alfonso, ¿qué quieres de mí? —le pregunté. —Mira vengo a darte la sorpresa que te dije, mira esto. —dijo Alfonso, sacando una pistola. —¿Para qué es esa pistola?—pregunté con miedo. —Sólo tienes que aceptar algo y yo no te haré daño. —dijo Alfonso. —¿Aceptar qué? —le pregunto a Alfonso. —Acuéstate conmigo esta noche y no te haré nada. —me dijo. —¿Esta noche dices? —pregunté —Así es. —respondió Alfonso. —Necesito ir al sanitario, ¿te puedo responder en cuanto salga? —¿Y como se yo que no avisarás a nadie? —preguntó Alfonso. —Entonces dejaré mi celular contigo, para que veas que no tengo intención de decir nada. —respondi. —Okey, dámelo. —dice Alfonso. &nbs
—¿Dime que necesitabas decirme? —preguntó Alfonso. —Es que necesito un favor tuyo. —le dice a Alfonso. —¿Okey, dime? —le respondé al señor Manuel. —Puedes ir a supermercado un momento y traer dos botellas de tres litros de cualquier refresco que veas, por favor, es que casi no hay. —le dice el señor Manuel a Alfonso. —Esta bien. —Alfonso accede. —Toma el dinero. —Don Manuel le da el dinero a Alfonso. —Voy de inmediato. —responde Alfonso. —"Muchas gracias." —le agradece a Alfonso. —No hay de que. —dice Alfonso y se retira. —Señor Manuel, ¿para donde va Alfonso? —pregunté. —Lo mandé a traer unos refrescos. Ahora, necesito que te vayas para el departamento de tu amigo Keiner. —le informó el señor Manu
—"Hola", Vero, te llamó para darte la mala noticia, ya que tu prima falleció hoy, hace cinco minutos —dijo mi tia Leticia, la madre de mi prima, y quien se notaba profundamente triste. —¡No puede ser cierto! estás bromeando tía, no puede ser verdad. —respondí con lágrimas en los ojos. —Mí niña, no te miento, ¡Rosa nos dejó!, mañana será su funeral a las 1:00 p.m. Quisiera que vinieras a despedirte de ella. —me respondió mi tía Leticia con la voz quebrada. No pude responder nada más, ya que perdí la conciencia y me desmayé afuera de mí departamento, luego de allí, no recuerdo absolutamente nada. —"Por Dios," Verónica, despierta por favor. —exclamó Keiner, preocupado. —Aquí traje alcohol. —dijo
—No puedo tía, quizás mas adelante. Entre unos dos o tres años. Espero me comprendas. —al fin respondí. —Pero, ¿por qué así mi niña? —me pregunta tía Leticia. —Tía, simplemente no me quiero ir del departamento, al menos por el momento. —le dije. Luego de decirle eso, mi tía se puso triste pero yo la convencí de que si llegaría a vivir con ellos, sólo que más adelante. También le dije que aceptaba el dinero por ser algo que mi prima quería, así que ella me dio el dinero. —¿Cuándo te vas? —preguntó mi tía. —Hoy mismo, de hecho ya voy a llamar a Alejandro, el señor que me trajo hasta acá —le respondí. —Me gustaría que no te fueras; pero ni modo, te debes ir. —me dijo. —En cuanto pueda vengo a visitarlos. Ya sabes, queda muy lejos de donde vivo hasta acá. –le prometí.
—¿Qué haces, por Dios? —preguntó el señor Manuel, apavorado ante esa situación. —No voy hablar con nadie, lárguesen de aquí o le disparo a esa chica. —dijo Enrique. —¿Pero, por qué harías eso? —le pregunta Don Manuel a Enrique. —Sólo quiero que se larguen, o a caso quieren que le disparé a esa chica horrible, porque ganas no me faltan de matarla. —respondió Enrique. —¡Tú eres el horrible! —dije y salí corriendo. —¿Qué te pasa?, a una mujer no se le habla así. —lo confrontó Keiner. —¡Tú callate! —exclamó Enrique y le disparó, hiriendo a Keiner, para después cerrar la puerta. —¡Ay no!, tenemos que llevarlo al hospital. —dijo Don Manuel, intentando socorrerlo. El resto de personas estaban muy asustadas. —Llevémoslo en mi auto. —dijo Luis.
No sabía que decirle a Keiner, ya que no sabía lo que realmente sentía por él, si sólo era que no quería que lo lastimara nadie o si realmente estaba enamorada de él. Tengo una enorme confusión, todo esto resultaba muy complicado para mí. —Verónica, por favor, dime algo. —me dijo Keiner. —No puedo responder esa pregunta. Nos vemos mañana. —le respondí. —¿Cómo que no puedes Vero? —preguntó Keiner, pero no dije nada más y me metí al departamento. —Sí Verónica esta enamorada de mi, seré el hombre más feliz del mundo. —escuché que dijo Keiner. —Keiner, amigo, ¿cuánto tiempo? —dijo alguien que al parecer lo conocía. —¡No puede ser!, ¿Wiliam, eres tú? —preguntó Keiner. —El mismo, amigo ¿cómo has estado? —respondió Wiliam. —Es que has cambiando un
—Hola, ¿quién habla? —preguntó mi tío a la persona que le llamaba. —Soy yo, Mariana. Te llamo para decirte que vamos para allá ahora mismo, porque mañana no vamos a poder ir. —dijo Mariana. —¿Y eso por qué? —le pregunta mi tío. —Es que nuestra hija estará muy ocupada en su trabajo, mañana. —respondió Mariana. —De verdad, ¿y en qué trabaja mi hija? —preguntó mi tío. —Ella es doctora, trabaja en el hospital. —respondió Mariana. —¿Me hablas en serio? —preguntó mi tío sorprendido. —¡Así es! —dijo Mariana. —Bueno, aquí las espero. Por cierto, ¿a que hora vienen? —responde mi tío. —Ya casi llegamos. —respondió Mariana. —Okey, está bien. —dijo mi tío, y corto. —¿Tío, estás b
—¿Quién será a estas horas? —me preguntaba mientras abría la puerta. —Keiner, el departamento de tu amiga es bastante lindo y acogedor, ¿no crees? —dijo William. —Lo mismo pienso amigo. —dice Keiner. —¡Valentina! ¿Dónde están mis tíos? Tu mamá llegó aquí con un puñal lleno de sangre, quería matarme. Yo estaba en la habitación, cuando escuché que alguien abría la puerta, pensé que eran mis tíos, estaba feliz porque según yo, habían llegado, pero cuando me acerqué y vi que era tu madre, tuve que correr a la habitación y agarrar mi maleta para huir por la ventana y salvarme de morir a manos de tu mamá, dime, ¿qué es lo que pasa? mis tíos no llegan? —le dije. —Sólo te diré que esto sólo es el comienzo. Tus queridos tíos, tuvieron su merecido. —me respondió. —¿Dime dónde están ahora? —dije molesta, agarr