—Solo te diré que debes tener cuidado con el señor Alfonso. —respondió Keiner, en voz baja.
—"Por Dios", me asustas. —exclamé.
—Créeme, te lo digo por tú bien. Aquí está mi número para que me llames o me escribas en el caso que lo necesites.
Keiner me dio su número en un papelito.
—Okey, esta bien.
Aunque no comprendo muy bien lo que dices, igual tendré cuidado y te llamaré o escribiré, si lo requiero. —le dije.
—Bueno, me voy, adiós. —se despidió.
—Adiós y "gracias". —respondí.
Después de eso, cerré la puerta del departamento, asegurándola muy bien.
Tenía miedo, de aquello que me había dicho Keiner eso me preocupaba enormemente.
¿Y sí esa persona que me dijo Keiner, realmente me hace daño? ¿Qué puedo hacer? —pensaba en voz alta.
Minutos después, me llegó un mensaje del dueño de los departamentos.
Al parecer su esposa cumplirá años mañana y haría una fiesta sorpresa para ella, para la cuál invitó a todos los que vivíamos en los departamentos.
Le fiesta estaba pautada para a las 2: 00 de la tarde. No pide regalos para su esposa, sólo pide que si deseaban llevar algo, podían ser pasapalos para compartir entre todos.
Sinceramente, no sabía sí ir o no a la fiesta.
Pensaba; ¿y sí viene ese hombre llamado Alfonso a la fiesta, y empieza a verme mucho, sin perder la mirada en mí?, entonces; me sentiré amenazada, además tendré más miedo.
—¡Uuy no!, mejor no voy, con sólo pensar en eso me da escalofríos. —me dije para mi misma.
En eso timbra mi celular y hace que me exalte. Era una llamada entrante de un número desconocido. «¿Quién será?» —me preguntaba—. No sabía sí responder o no, pero de último respondí la llamada.
—Hola, ¿con quién hablo?
—Te tengo una sorpresita mañana. Ojalá vengas a la fiesta. —me dijo la persona que llamó.
—¿Pero, quien me habla? —pregunté de nuevo.
—Ya lo verás mañana. —respondió la voz misteriosa y luego cortó la llamada.
«¿Será que es Alfonso, el que me quiere hacer daño?» —me pregunté angustiada y , con algo de preocupación. De inmediato agarré el papelito con el número de Keiner y le escribí contándole lo de la llamada. Rápidamente, Keiner me respondió diciendo que me protegería de Alfonso y que mañana estaría cerca de mí para cuidarme.
Me sentí más tranquila, por lo que le respondí que estaba bien. Fui hasta mi cuarto, encendí la tele y la vi por un rato.
Al día siguiente, me desperté a las 8: 00 a.m, me lavé los dientes y me fui a preparar el desayuno; desayuné un buen pinto con tajadas de platano y natilla, acompañado de un delicioso café con leche. Después fui a hacer oficio y por curiosidad mientras barría la casa miré por la ventana encontrándome con la mirada de ese chico, el mismo que apesar de que no me tratara bien al vernos de frente por primera vez ese día, sigue enamorándome como loca. Quizás nunca seré correspondida, quizás después de todo mi vida no ha cambiando nada. Sinceramente duele, y mucho. Estar enamorada de alguien puede ser muy complicado, puede ser que mi destino sea nunca ser feliz.
Mis pensamientos fueron interrumpidos en cuanto escuché un disparo afuera del departamento. Mí corazón empezó a latir con fuerza, no entendía quien pudo haber disparado. De pronto se escuchó otro disparo y ahí fue donde comprendí que algo estaba mal. No quería salir del departamento, pero quería saber que sucedía.
Luego de eso escuché gente afuera preguntándose que pasaba y alguien gritaba:
—¡le dispararon a mi mujer!—. Entonces, decidí abrir la puerta y vi a un hombre afuera con un arma.
Habían varias personas afuera que miraban a la mujer tirada en el piso. Yo miré con horror el cuerpo de la mujer que parecía sin vida, el hombre de pronto dijo:
—Ay de ustedes, si dicen una sola palabra. Si lo hacen, yo me encargo de que todos los que me vieron mueran.
Mís piernas temblaban del miedo que sentía; logré ver a una distancia no muy lejana que Keiner estaba grabando a ese señor y al cuerpo. «Espero que no se meta en problemas por esto». —pensé. Luego de eso decidí meterme al departamento cuando de pronto, el hombre disparo de nuevo…
—¡Por favor, ya no dispare más! Ella ya esta muerta, por favor retírese. Nadie dirá nada de esto. —escuché que dijo llorando, el esposo de la mujer ya fallecida. —Me iré, pero les advierto que si alguien dice algo, se arrepentirá de haber nacido. —dijo eso y luego se retiró. Después de unas horas. Ya era el momento de alistarme para irme para la fiesta de cumpleaños de la esposa del señor Manuel dueño de los departamentos. Decidí ponerme un vestido largo, color rojo y unos zapatos de tacón de color plateada. Mi cabello lo dejé suelto. Preparé unos ricos panecillos para compartir en la fiesta. Salí del departamento y cerré la puerta. Me dirijo al lugar de la fiesta, la cual se haría en uno de los departamentos vacíos. Casualmente me topé con el chico que me gusta, pero al verme ni me saludó. —Oye, ¿acaso yo no existo? —
—Alfonso, ¿qué quieres de mí? —le pregunté. —Mira vengo a darte la sorpresa que te dije, mira esto. —dijo Alfonso, sacando una pistola. —¿Para qué es esa pistola?—pregunté con miedo. —Sólo tienes que aceptar algo y yo no te haré daño. —dijo Alfonso. —¿Aceptar qué? —le pregunto a Alfonso. —Acuéstate conmigo esta noche y no te haré nada. —me dijo. —¿Esta noche dices? —pregunté —Así es. —respondió Alfonso. —Necesito ir al sanitario, ¿te puedo responder en cuanto salga? —¿Y como se yo que no avisarás a nadie? —preguntó Alfonso. —Entonces dejaré mi celular contigo, para que veas que no tengo intención de decir nada. —respondi. —Okey, dámelo. —dice Alfonso. &nbs
—¿Dime que necesitabas decirme? —preguntó Alfonso. —Es que necesito un favor tuyo. —le dice a Alfonso. —¿Okey, dime? —le respondé al señor Manuel. —Puedes ir a supermercado un momento y traer dos botellas de tres litros de cualquier refresco que veas, por favor, es que casi no hay. —le dice el señor Manuel a Alfonso. —Esta bien. —Alfonso accede. —Toma el dinero. —Don Manuel le da el dinero a Alfonso. —Voy de inmediato. —responde Alfonso. —"Muchas gracias." —le agradece a Alfonso. —No hay de que. —dice Alfonso y se retira. —Señor Manuel, ¿para donde va Alfonso? —pregunté. —Lo mandé a traer unos refrescos. Ahora, necesito que te vayas para el departamento de tu amigo Keiner. —le informó el señor Manu
—"Hola", Vero, te llamó para darte la mala noticia, ya que tu prima falleció hoy, hace cinco minutos —dijo mi tia Leticia, la madre de mi prima, y quien se notaba profundamente triste. —¡No puede ser cierto! estás bromeando tía, no puede ser verdad. —respondí con lágrimas en los ojos. —Mí niña, no te miento, ¡Rosa nos dejó!, mañana será su funeral a las 1:00 p.m. Quisiera que vinieras a despedirte de ella. —me respondió mi tía Leticia con la voz quebrada. No pude responder nada más, ya que perdí la conciencia y me desmayé afuera de mí departamento, luego de allí, no recuerdo absolutamente nada. —"Por Dios," Verónica, despierta por favor. —exclamó Keiner, preocupado. —Aquí traje alcohol. —dijo
—No puedo tía, quizás mas adelante. Entre unos dos o tres años. Espero me comprendas. —al fin respondí. —Pero, ¿por qué así mi niña? —me pregunta tía Leticia. —Tía, simplemente no me quiero ir del departamento, al menos por el momento. —le dije. Luego de decirle eso, mi tía se puso triste pero yo la convencí de que si llegaría a vivir con ellos, sólo que más adelante. También le dije que aceptaba el dinero por ser algo que mi prima quería, así que ella me dio el dinero. —¿Cuándo te vas? —preguntó mi tía. —Hoy mismo, de hecho ya voy a llamar a Alejandro, el señor que me trajo hasta acá —le respondí. —Me gustaría que no te fueras; pero ni modo, te debes ir. —me dijo. —En cuanto pueda vengo a visitarlos. Ya sabes, queda muy lejos de donde vivo hasta acá. –le prometí.
—¿Qué haces, por Dios? —preguntó el señor Manuel, apavorado ante esa situación. —No voy hablar con nadie, lárguesen de aquí o le disparo a esa chica. —dijo Enrique. —¿Pero, por qué harías eso? —le pregunta Don Manuel a Enrique. —Sólo quiero que se larguen, o a caso quieren que le disparé a esa chica horrible, porque ganas no me faltan de matarla. —respondió Enrique. —¡Tú eres el horrible! —dije y salí corriendo. —¿Qué te pasa?, a una mujer no se le habla así. —lo confrontó Keiner. —¡Tú callate! —exclamó Enrique y le disparó, hiriendo a Keiner, para después cerrar la puerta. —¡Ay no!, tenemos que llevarlo al hospital. —dijo Don Manuel, intentando socorrerlo. El resto de personas estaban muy asustadas. —Llevémoslo en mi auto. —dijo Luis.
No sabía que decirle a Keiner, ya que no sabía lo que realmente sentía por él, si sólo era que no quería que lo lastimara nadie o si realmente estaba enamorada de él. Tengo una enorme confusión, todo esto resultaba muy complicado para mí. —Verónica, por favor, dime algo. —me dijo Keiner. —No puedo responder esa pregunta. Nos vemos mañana. —le respondí. —¿Cómo que no puedes Vero? —preguntó Keiner, pero no dije nada más y me metí al departamento. —Sí Verónica esta enamorada de mi, seré el hombre más feliz del mundo. —escuché que dijo Keiner. —Keiner, amigo, ¿cuánto tiempo? —dijo alguien que al parecer lo conocía. —¡No puede ser!, ¿Wiliam, eres tú? —preguntó Keiner. —El mismo, amigo ¿cómo has estado? —respondió Wiliam. —Es que has cambiando un
—Hola, ¿quién habla? —preguntó mi tío a la persona que le llamaba. —Soy yo, Mariana. Te llamo para decirte que vamos para allá ahora mismo, porque mañana no vamos a poder ir. —dijo Mariana. —¿Y eso por qué? —le pregunta mi tío. —Es que nuestra hija estará muy ocupada en su trabajo, mañana. —respondió Mariana. —De verdad, ¿y en qué trabaja mi hija? —preguntó mi tío. —Ella es doctora, trabaja en el hospital. —respondió Mariana. —¿Me hablas en serio? —preguntó mi tío sorprendido. —¡Así es! —dijo Mariana. —Bueno, aquí las espero. Por cierto, ¿a que hora vienen? —responde mi tío. —Ya casi llegamos. —respondió Mariana. —Okey, está bien. —dijo mi tío, y corto. —¿Tío, estás b